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“Todo lo que me decía Gabo yo lo memorizaba”: poeta Díaz-Granados

José Luis Díaz-Granados escribió un revelador libro sobre su relación de 70 años con Gabriel García Márquez. Dice que hizo poesía sobre la guerra sucia, pero se cuidaba de no ser panfletario.

13 de octubre de 2013 Por: Margarita Vidal Garcés

José Luis Díaz-Granados escribió un revelador libro sobre su relación de 70 años con Gabriel García Márquez. Dice que hizo poesía sobre la guerra sucia, pero se cuidaba de no ser panfletario.

Su hijo Federico, poeta como él y periodista, cuenta que su infancia transcurrió en la biblioteca de su padre, “un azaroso tejido de afectos, donde me encontré con libros de todos los colores, tamaños, texturas y contenidos”. “…después vendrían las peñas folclóricas chilenas en las que mi padre hacía disertaciones entretenidas sobre la vida y obra de Pablo Neruda, y los recitales en cafés y galerías, cuando comprendí que el nombre de José Luis Díaz-Granados era un nombre indeleble en las letras nacionales”.“…alguna vez mi padre me recogió en el colegio a deshoras para que lo acompañara a un almuerzo con Gabriel García Márquez, hecho que marcó para siempre el rumbo de mi vida. El premio Nobel conversó conmigo como si fuera un adulto cuando apenas tenía escasos 9 años”. “…fue para los días de la Perestroika que el osito Misha entraba a mi vida de la mano de ese inmenso poeta que además era mi padre, así como años antes entraron de su mano Luque Skywalker y Leia Organa de Alderaán en la pantalla gigante y Ferdinan’d en las páginas animadas de El Espectador”. Así, en esa bella semblanza del padre, otro poeta, el hijo, dice con orgullo que ambos hicieron de la poesía no solo un oficio, sino la razón absoluta de sus vidas.José Luis Díaz-Granados, el escritor samario de 30 libros de narrativa y poesía, acaba de poner en las librerías del país ‘Gabo en mi memoria’, un jugoso libro sobre su amistad de 70 años con “Gabito” su pariente, el poeta de Cien Años de Soledad.Escribió un poema que leyó en un programa de la Radio Nacional, el mismo día en que el General Rojas Pinilla le daba el golpe militar a Laureano Gómez.Risa. Sí, en esa época todas las mamás tenían un álbum donde copiaban poemas de autores famosos y yo leía el de mi mamá con ganas de imitar la eufonía de esos versos. Escribí La Casa de Mayo, un poema a la Virgen de Fátima, y, como suele suceder, aunque era malísimo, a mi abuelo y a sus amigos les encantó y me llevaron a ese programa.¿Recuerda algún fragmento?En el campo había una casa de mayoEn cuya noche se revolcó Pero a la mañana siguienteLa Virgen de Fátima nos alumbró.Qué vergüenza, digno de la colección de “versos chuecos” de Daniel Samper Pizano. Menos mal que ha mejorado la rima. (Risa). Emilia Pardo Umaña, la primera mujer periodista que hubo en Colombia, vivió en la casa de su abuelo materno. ¿Cómo la recuerda?Mis tías arrendaban un apartamento interior en la enorme casa de mis abuelos, donde se fue a vivir Emilia, una mujer muy singular, famosa porque no le tenía miedo a nada y porque era la única mujer que escribía en la prensa. Y porque, siendo goda, se había ‘volteado’ después de una gran pelea con Laureano Gómez. Por las noches oíamos que entraban un montón de tipos como Eduardo y Lucas Caballero Calderón, Pepe Font, Eduardo Zalamea, Agustín Nieto Caballero y muchos otros de “la intelectualidad” bogotana, que amanecían tertuliando y tomando trago con ella. Nadie podía entrar a sus aposentos, pero yo recuerdo que tenía la calavera de su padre sobre el escritorio y que fumaba como loca en una larga boquilla dorada. ¿Cuál es su parentesco con García Márquez?Nicolás Márquez, abuelo de Gabo, era un joven travieso y muy adicto a las damas y se enamoró, a los 17 años, de una mujer casta y pura de 30, conservadora, católica y del coro de las Hijas de María. La sedujo y tuvieron un hijo que se llamó José María Valdeblánquez, mi abuelo. ¿Cuándo publicó por primera vez? Como Eduardo Zalamea le había publicado a Gabo en el Magazín de El Espectador su cuento La Tercera Resignación, yo hice lo mismo con La Casa y fui donde Gonzalo González, GOG, que me la publicó el mismo día que El Vestido, el primer cuento de una niña adolescente llamada Fanny Buitrago. También acababa de entrar a El Espectador un joven caricaturista genial llamado Héctor Osuna. ¿Cómo fueron los inicios de Gabo en Bogotá, cuando regresó de Venezuela?A García Márquez y a Plinio Apuleyo Mendoza les tocó la caída de Pérez Jiménez en Venezuela, después el triunfo de la Revolución Cubana y crearon Prensa Latina, de la que Plinio era director y Gabo jefe de redacción. Cuando regresó a Bogotá ya tenía a su hijo Rodrigo y recuerdo que Mercedes Barcha, su esposa, fue la primera mujer que usaba pantalones en Bogotá. También llevaba el pelo corto, con un exótico peinado que se llamaba de ala, con una punta levantada. Era una belleza árabe, exótica, muy callada y muy distante.¿Por qué le dedicó a García Márquez su texto ‘Un día antes del viaje’?Jack Gillard dice que es el primer texto dedicado a Gabo, en el mundo. Y se lo dediqué porque después de La Casa lo fui a visitar y me dijo que el maestro Daniel Arango estaba preparando una antología de cuentos en la que iba a incluir uno suyo: ‘Un día después del sábado’. Entonces, yo, que lo imitaba en todo, de una vez, escribí sobre mi abuelo y se lo dediqué a él.¿Perteneció a la llamada Generación Sin Nombre, bautizada así por Álvaro Burgos e inspirada en el gran poeta Aurelio Arturo, cuya frase: “En Colombia el verde es de todos los colores”, es maravillosa?Sí, él era uno de nuestros líderes, lo mismo que Héctor Rojas Herazo. La Generación sin Nombre era comandada por Juan Gustavo Cobo-Borda, que era el menor de todos y que nos instó a mandar masivamente poemas a los periódicos, que empezaron a publicarlos. Había una ruptura con la generación anterior de los cuadernícolas y los nadaístas.¿Quiénes estaban allí además de usted y Cobo?Darío Jaramillo Agudelo, Augusto Pinilla, David Rovira, Henry Muñoz, Alberto Miranda, Giovanni Quessep, Jaime García Mafla y María Mercedes Carranza que tenía una página en El Siglo donde, a pesar de que era un periódico conservador, publicaba poemas al Che. ¿Usted siempre militó en la izquierda?Sí, estuve contra la Guerra de Vietnam, a favor de la Revolución Cubana y de todas las causas que he considerado justas.Dijo que su novela, Las Puertas del Infierno, es un “híbrido” de Samuel Becket, en Molloy, de Vargas Llosa, en Los Cachorros, y un poco de Joyce y de Henry Miller. ¿Cómo salió ese coctel?Muy jóvenes, leíamos a todos los novelistas que menciona, a Faulkner y a Hemingway y a muchos otros. Las Puertas del Infierno son mis vivencias a los 30 años en los bajos fondos de Bogotá, en los que había que codearse con prostitutas y maleantes. Había un hombre bueno llamado José Christian, que buscaba la verdad en la religión pero no la encontró, tampoco en el amor, en las prostitutas ni en los horóscopos, y descubrió que la verdad estaba en la propia palabra que él estaba escribiendo. Ese libro, que era un monólogo interior, un exorcismo, quedó finalista del Premio Rómulo Gallegos, en 1987 y se empezó a estudiar en la Facultad de Literatura de la Javeriana.¿De dónde proviene su devoción por el poeta Luis Vidales?Me admiraba que siendo todavía un adolescente hubiera escrito Suenan Timbres. Una leyenda: había conocido a Picasso y a los surrealistas en París, y había venido a fundar el Partido Comunista en Colombia, en el año 30. Un hombre legendario que le hacía huelgas de hambre al presidente Olaya Herrera y trabajaba en el Dane, sencillo, de bajo perfil, un marxista profundo. Había estudiado economía y estadística en París, en 1926, y cuando llegó a Colombia dirigió los censos nacionales. Expulsado del Partido Comunista, se dedicó a la estadística y cuando se jubiló regresó a la política. Fue cuando vino el escándalo del allanamiento militar a su casa.¿Usted también, como sus admirados Neruda y Vidales, ha hecho poesía política?En los años 80 hice poesía sobre la guerra sucia y todas esas cosas, pero me cuidaba de no ser panfletario. Yo milité en política como candidato al Senado en el año 90 y a la Constituyente del 91 con Gloria Gaitán, pero sacamos poquísimos votos y entonces desistí de la política.¿Quiénes han sido sus autores favoritos?Los narradores anglosajones, sobre todo los americanos como Joyce, Virginia Woolf, Hemingway, Capote. Y los que yo llamo de la “alegría de vivir”, que le cantan a la primavera de los pueblos y que tuvieron una esperanza: Nicolás Guillén, Aragón, Jorge Zalamea, Paul Eluard, Neruda, Vidales, Cortázar y todos los escritores del boom, con los que nació nuestra Generación sin Nombre.Los escritores Héctor Rojas Herazo y Germán Espinosa escribieron libros como Celia se Pudre y La Tejedora de Coronas, respectivamente, obras maravillosas que quedaron opacadas por el éxito de Cien Años de Soledad. ¿No cree que estas novelas hubieran merecido una proyección más amplia y ser traducidas a otros idiomas?Desde luego que sí y hay que anotar que, tanto Celia se Pudre, como La Tejedora de Coronas, son novelas que exigen lectores cultos, en cambio Cien años de Soledad es para todos los públicos. ¿Eso frustraba a los dos autores?Sí, sobre todo a Héctor Rojas -que también era pintor- porque él fue maestro de periodismo de Gabo en El Universal de Cartagena y había sido su profesor de dibujo cuando era un niño. Además, Rojas reinaba siempre en las conversaciones, tanto, que el poeta Jorge Rojas decía que Héctor “daba recitales de conversación”. ¿Qué lo motivó para escribir este libro sobre García Márquez?Gabo fue mi ídolo desde que yo estaba pequeño; tenía una fijación con él. Todo lo que me decía lo memorizaba y al llegar a mi casa anotaba todo lo que podía recordar de mis conversaciones con él. Desde luego que solo utilizo una parte pequeña de ellas, porque en las conversaciones amistosas o familiares siempre hay muchas infidencias y comentarios íntimos que podrían ofender a alguien.

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