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Sublime Iñárritu

‘Birdman’ o ‘La inesperada virtud de la ignorancia’ es la última película del mexicano Alejandro González Iñárritu, una producción llena de adrenalina con la que aspira a llevarse varias estatuillas. Y sí que se las merece. Hoy, aplausos para esa búsqueda narrativa, que lo ha llevado por terrenos inexplorados y fructíferos.

8 de febrero de 2015 Por: Por Claudia Rojas Arbeláez l Especial para GACETA

‘Birdman’ o ‘La inesperada virtud de la ignorancia’ es la última película del mexicano Alejandro González Iñárritu, una producción llena de adrenalina con la que aspira a llevarse varias estatuillas. Y sí que se las merece. Hoy, aplausos para esa búsqueda narrativa, que lo ha llevado por terrenos inexplorados y fructíferos.

Que Alejandro González Iñárritu hubiera dejado la comodidad y el respeto de la industria cinematográfica mexicana poco después de darse a conocer y llevar su ópera prima, ‘Amores perros’ a la nominación al premio Oscar, fue osado. Que se hubiera ido a Hollywood a hacerse espacio en un medio extranjero donde sobra el talento, y que no hubiera desistido a pesar que ‘21 gramos’ no le diera el éxito esperado, fue admirable. Que después de llegar a los titulares y ponerse en la mira de los críticos con ‘Babel’, en la que tuvo en su casting a Brad Pitt y Cate Blanchet, se hubiera peleado a muerte con Guillermo Arriaga, el único guionista con el que había trabajado y trascendido, resultó desafortunado.Que tras conseguir nuevos guionistas, hubiera dado un giro a su narrativa con ‘Biutiful’, tornando el lado oscuro y dejando un tanto desencantados a sus seguidores que esperaban un poco de aquello, fue liberador. Incluso señalado por aquellos que llegaron a pensar en ese momento que aquel director se había inflado más por su guionista que por sus propios méritos. Que haya logrado seguir a su manera los pasos de su compatriota Alfonso Cuarón y que, de alguna manera, se haya valido de la sana envidia que llega a producirle para impulsarse, ha sido entretenido y sobre todo estimulante para un director que por lo visto prefiere los giros que la inercia. Y que ahora haya decidido hacer una película rompiendo muchos de sus paradigmas, es fantástico para quienes celebramos que por fin se haya lanzado al vacío de esta manera. Esto es sublime. Algunos, sin embargo, lo han señalado de pretencioso y sí es así, que bien que lo sea. Solo quien se cree autor logra serlo, ante los tímidos ojos de los celosos que no le permiten a un director de mediano renombre tomarse atribuciones que le vendrían bien solo a los grandes. Suerte a todos ellos y que la grandeza sea para Alejandro González Iñárritu y para su alma inquieta. ‘Birdman’ o ‘La inesperada virtud de la ignorancia’ narra la historia de Riggan Thomas (Michael Keaton), un actor veterano que años atrás se inmortalizó interpretando a un súper héroe de películas llamado ‘Birdman’ y que intenta sobreponerse a tal estigma. El hecho de haber llegado a Hollywood le ha dado la fama de los cinco minutos a la que muchos aspiran, pero aún no se ha probado en las tablas de la gran manzana y que representa en últimas, el reto más importante en la vida de un actor probado. De ahí su obsesión. En este propósito ha empeñado sus últimos días, intentando dejar en el pasado aquellos días de altura y disfraces alados, buscando la manera de demostrarle al público, a la crítica y sobre todo a él mismo, que él es más que personaje taquillero. Para hacerlo, prepara, dirige y actúa en un proyecto teatral que será presentado en Broadway los próximos días. Así lo encontramos, en medio de sus ensayos y de su insipiente vida cotidiana en la que entran y salen personajes de su presente y pasado, mientras él divaga de un lado para otro entre camerinos y tablas, entre su realidad y su fantasía. Pero sobreponerse a sí mismo no es nada fácil. De un lado está su ego disfrazado de la gloria y el reconocimiento que le permiten mantenerse vigente entre su público, y por el otro está su orgullo que lo reta a demostrar que es mucho más. Entonces la sombra del personaje que fue, lo acecha y lo cuestiona, intentando apoderarse de nuevo de él y llegando a ganarle la batalla por ratos. En sus secuencias, Keaton vuela alto, interpretando a este personaje ambidiestro y contradictorio, al hombre perturbado que se confronta y consume en su justa medida. Un papel que le deviene natural y necesario a Keaton, que aún intenta purgar y sobreponerse al Batman que interpretó en los 90 y del que, hasta hace poco, no había podido recuperarse. Baste recordar que tras sus días de murciélago justiciero, muchos pusieron en duda sus dotes histriónicas, minimizando su trabajo a una máscara y a algunos efectos. Por aquel entonces se vio obligado a aceptar ofertas de películas de bajo presupuesto, convirtiéndose en bandido (‘Medidas desesperadas’, 1998) o secundario de producciones infantiles (‘Herbie’, 2005).De ahí que Michael Keaton haya estado tan complacido y cómodo en su interpretación y que haya alabado la dirección del mexicano, a quien considera uno de los más grandes. En realidad, Keaton no es el único que lo ha reconocido. La dirección y propuesta que Iñárritu hace durante estas dos horas supera por mucho las expectativas de quien se acerque a esta producción. Acompañado en la fotografía por el también mexicano Emmanuel ‘El chivo’ Lubezki (ganador del Oscar en fotografía el año pasado con ‘Gravity’), Iñárritu se vuela todos los altos y se lanza sin miedo a contar la película en gran plano secuencia. La experiencia --que ya ha sido realizada en otrora por directores como Alfred Hitchcok en ‘La soga, (1948), Mike Figgis en ‘Timecode’, (2000) y Aleksandr Sokurov en ‘Arca Rusa’, (2002)-- se ha convertido en el ejercicio cinematográfico de gran elaboración y precisión. Este reto de llevar a los espectadores de un lado para otro, sin permitirle desprender los ojos de la pantalla y sin ayudarse de los cortes, podría representar el acto más valiente y arriesgado de la carrera del mexicano. Pero también está la apuesta temática que va más allá de la anécdota y que raya en la postura crítica que hace a la fugacidad de la fama la condena al señalamiento y a la frialdad con la que se encasillan los sujetos en una industria cinematográfica de consumos rápidos y descorazonados. ‘Birdman’ es una redención necesaria para Iñárritu que al igual que su personaje, se eleva del suelo y se deja llevar por su instinto.

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