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Roberto Fontanarrosa: un ‘canalla’ genial

Este escritor rosarino, hincha furibundo del Rosario Central y autor de cuentos magistrales como ‘19 de diciembre de 1971’, es considerado uno de los creadores de un subgénero literario: los cuentos de fútbol. Hoy, su legado vive en escritores de nuevas generaciones.

27 de junio de 2014 Por: Patricia Lee| Especial para GACETA

Este escritor rosarino, hincha furibundo del Rosario Central y autor de cuentos magistrales como ‘19 de diciembre de 1971’, es considerado uno de los creadores de un subgénero literario: los cuentos de fútbol. Hoy, su legado vive en escritores de nuevas generaciones.

El fútbol y la literatura no siempre se llevaron bien. Jorge Luis Borges escribió que el fútbol era “una cosa estúpida de ingleses… Un deporte estéticamente feo: once jugadores contra once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos”. Por fortuna para la humanidad, la opinión del famoso argentino no fue seguida y una generación de escritores ha logrado fundir la pasión de multitudes con el arte y las letras. “El jugador es siempre el mejor poeta del año”, escribió Pier Paolo Pasolini. Franz Kafka aprendió alemán por amor al fútbol y Albert Camus dijo que “lo que más sé acerca de moral y de las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol”, después de observar, cuando era arquero en Argelia, que “la pelota nunca viene por donde uno espera que venga”. En América Latina, grandes escritores han dedicado sus páginas al fútbol. Allá por los años veinte, cuando los jugadores no se hacían millonarios promocionando camisetas y botines, Horacio Quiroga escribió un cuento memorable, ‘Juan Poldi, halfback’, relatando la historia verídica de Abdón Porte, jugador del Nacional de Montevideo, que, en su ocaso, se suicidó en 1918, pegándose un tiro en el círculo del Estadio Gran Parque Central. Por su parte, el uruguayo Mario Benedetti escribió ‘Puntero izquierdo’, publicado en 1954, en el que un futbolista pobre se deja sobornar para que pierda su equipo con tan mala suerte que convierte el gol del triunfo. Años después, Osvaldo Soriano inmortalizó el fútbol en cuentos como ‘El penal más largo del mundo’, también basado en un partido real entre dos clubes pueblerinos de la provincia de Río Negro.Sin embargo, si de hacer antologías sobre fútbol y literatura se trata, la mayoría coincide en que fue Roberto ‘el Negro’ Fontanarrosa quien mejor logró plasmar en el lápiz y el papel esa pasión por los once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota. Roberto Fontanarrosa, escritor y dibujante genial, fue rosarino y ‘canalla’ (así se conocen los hinchas de Rosario) antes que argentino. El padre de Boogy ‘el aceitoso’ y de Inodoro Pereyra no hubiera podido nacer en otro lugar que no fuera Rosario, ciudad portuaria y elegante de un millón de habitantes, corazón de la próspera Pampa húmeda argentina, que fusiona como pocas la pasión intelectual y futbolera que la identifican. El escritor encontró allí la inspiración para muchas de sus historietas y cuentos, sonbre todo en el mítico bar El Cairo, ubicado en el centro de la ciudad, y descrito por él en su cuento ‘La mesa de los galanes’. Sin embargo, su principal musa fue la eterna rivalidad entre sus “canallas” de Rosario Central y los enemigos, los “leprosos” de Newell’s Old Boys, el ‘Ñuls’ de Lionel Messi. Ni siquiera en Buenos Aires, ciudad cosmopolita, sede del eterno clásico Boca - River, se siente la pasión futbolera que exudan las calles de Rosario, donde un duelo enfrenta muros y postes, unos con los colores celeste y amarillo de Central, otros con el rojo y negro del Ñuls, como si los partidos de la cancha nunca tuvieran fin y se continuaran en cada rincón, en cada casa, en cada parque.Esa lucha mortal entre ‘canallas’ y ‘leprosos’ en que se va la vida y el honor, inspiró a Fontanarrosa para escribir uno de sus mejores cuentos, ‘19 de diciembre de 1971’, que se basó en un hecho verídico: el partido entre Newell’s y Central por la semifinal del Torneo Nacional de ese año, jugado en el Monumental de Buenos Aires, que ganó Central 1-0 con la famosa palomita del jugador Poy. Ese gol forma parte de la mitología del club al punto tal que todos los años, el 19 de diciembre, los ‘canallas’ se juntan para recordarlo. ‘El Negro’ relató ese partido con una cuota de ficción: un grupo de hinchas decide que el Viejo Casale, que dice que nunca vio a Rosario Central perder un clásico, tiene que viajar a Buenos Aires a ver el partido como cábala. Pero el viejo tuvo un infarto y el médico le prohibió volver a la cancha. Convencidos de que si el viejo Casale no está presente Rosario perderá, lo secuestran y lo llevan hasta Buenos Aires, donde el viejo vive el día más feliz de su vida antes de caer muerto en seco en la misma cancha. En otro de sus cuentos, ‘La observación de los pájaros’, Fontanarrosa relata la historia de un hincha que no se anima a ir a la cancha a ver el clásico rosarino, y que interpreta, a través de los signos que le da la ciudad vacía --los pájaros en los cables de luz, las luces de los taxis-- si Central va ganando o perdiendo. En un bar de la Avenida Corrientes en Buenos Aires, el escritor Eduardo Sacheri, autor de ‘La vida que pensamos’ --una recopilación de sus cuentos de fútbol--, quien también ha logrado fusionar su pasión por las letras con su amor por el fútbol, resume en una clave el éxito de Fontanarrosa en sus textos sobre fútbol, su apego a Rosario: “Si hablás con amigos y conocidos, es una de las primeras cosas que te dicen. A Fontanarrosa naturalmente le surgía viajar y recorrer, pero siempre sentía la necesidad de volver a su ciudad, no le gustaba estar mucho tiempo fuera, necesitaba esa conexión. Una vez alguien le preguntó por qué, siendo ya famoso, seguía viviendo en Rosario, y Fontanarrosa contestó que era una “rareza que compartía con un millón de personas”, cuenta Sacheri. Sin embargo, Sacheri agrega otra de sus cualidades. “Si hay algo que me llama la atención de Fontanarrosa escritor, es el oído para reproducir voces, para construir personajes sólidos en lo que piensan y lo que dicen, algo en lo que muchos escritores fracasan, porque una cosa es construir una trama y contar una historia, pero el desafío es que los personajes suenen naturales en el ámbito que les toca. Fontanarrosa lo lograba, lo cual tiene que ver con una gran capacidad de observación visual y auditiva”. Y es cierto. Es en su Rosario, en su café, en sus calles, donde ‘el Negro’ podía estar tranquilo y permeable para percibir ese mundo y contarlo con naturalidad. Porque esa ciudad, como lo explica Sacheri, no tiene esa cosa tan global y cambiante de Buenos Aires. “Los límites son exactos, o sos de Newel’s o de Central, por eso las fidelidades son exactas y definidas y la ciudad palpita al ritmo de lo que sucede con sus dos equipos”. En un país con una fuerte tradición literaria y cuentística, con grandes escritores del género como Borges o Julio Cortázar, hay algo más que se le debe a Fontanarrosa: el haber creado un ‘nuevo’ género literario. Y es que él, junto a Osvaldo Soriano, se nutrió de esa herencia de Borges y Cortázar. Pero ninguno se detuvo allí. Ambos le sumaron la legitimación de un campo narrativo que es el del fútbol, y tumbaron ese mito de que todo lo que tuviera que ver con fútbol era trivial. En este postulado coincide Sacheri. “Fueron escritores a los que les gustaba el fútbol, con la profundidad para utilizarlo en la literatura. Ninguno de los dos se queda en la superficie de la anécdota del fútbol, que creo que es la peligrosa tentación de este tipo de cuentos, sino que, a partir de su propia experiencia, de tener al fútbol como parte de sus vidas, hicieron lo mismo con sus cuentos. Por eso no hay que ser fanático del fútbol para leer los cuentos de Fontanarrosa”. Y quizá tenga razón, Sacheri. Él mismo pertenece a una generación que heredó la tradición de ‘el Negro’ y Soriano. Además de sus ‘Cuentos de fútbol’, es el autor del guión de ‘Metegol’, la película del director Juan José Campanella basada en un cuento de Fontanarrosa: ‘Memorias de un wing derecho’, sobre la historia de uno de los jugadores de madera que cobra vida propia. Otro heredero es el mexicano Juan Villorio, que fracasó como futbolista pero triunfó con la pluma. Hincha del Barça, ha sido cronista de varios mundiales como Italia 90, Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. Para él, hay puntos comunes entre el fútbol y la literatura, porque los dos “son juegos que dependen de la exigencia para producir placer”. Recientemente, el peruano Santiago Roncagliolo publicó también su libro ‘Pena máxima’, un ‘thriller’ policial en el cual su personaje, el detective Félix Chacaltana, protagonista de su novela ‘Abril rojo’, vuelve a aparecer para investigar un asesinato cometido cuando las calles de Lima quedan vacías durante el partido entre Argentina y Perú en el Mundial de 1978, partido que le dio la clasificación a la Argentina y que generó una gran polémica porque se dijo que había sido comprado.La ironía de la vida quiso que Fontanarrosa sufriera de una enfermedad degenerativa, esclerosis lateral amiotrófica, que le impidió seguir dibujando, primero, y se lo llevó después, en 2007, a los tempranos 62 años. Ese día, la ciudad de Rosario se tiñó de duelo, las banderas estuvieron a media asta y, como si se tratara de uno de sus cuentos, la procesión fúnebre se detuvo en el estado de Rosario Central.Como diría el Negro, es que “el fútbol es el fútbol, viejo. El fútbol. La única verdad. ¡Por favor!”

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