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¿Quién compra arte en Colombia?

Hay un ‘boom’ de arte en Colombia. De eso dan cuenta ferias como ArtBo y la recién inaugurada Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Cartagena. Pero, ante tal proliferación de artistas y obras, surge una pregunta: ¿cómo se mueve el mercado del arte en el país? Cada vez hay más compradores. ¿Quién da más?.

16 de febrero de 2014 Por: Juan Andrés Valencia Cáceres | Periodista de GACETA

Hay un ‘boom’ de arte en Colombia. De eso dan cuenta ferias como ArtBo y la recién inaugurada Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Cartagena.  Pero, ante tal proliferación de artistas y  obras, surge una pregunta: ¿cómo se mueve el mercado del arte en el país?   Cada vez hay más compradores. ¿Quién da más?.

Si antes los coleccionistas usaban vestidos de sastre, tenían sus propios agentes y estaban al tanto de todo lo que ocurriera en cada edición de la Documenta de Kassel, enfoque muy bien su mirada en la siguiente frase:  ahora quienes compran arte llevan puestos Converse, lo hacen sin intermediarios y se desviven por lo popular y lo urbano que plasman en las redes sociales a través de fotos compartidas una y otra vez.No, los coleccionistas de ahora no se apellidan Guggenheim, Rockefeller, Casas, Gaviria o Malca. Tampoco son aristocráticos ni poderosos, no salen en las páginas sociales de las revistas ni son dueños de ningún país. A lo sumo lo son de su propio apartamento, que muy seguramente están pagando por cuotas, y al que decoraran cuidadosamente con obras de arte contemporáneo de artistas jóvenes, nuevos y desconocidos. Esa es su apuesta.Mucho tiene que ver el auge que el mercado colombiano ha tenido en los últimos años. Sin ir más lejos, el 2013 fue un buen año para las artes plásticas en el país. Primero, la Casa Daros –dueña de la colección de arte latinoamericano más importante de Europa– inauguró su primera sede en el continente, en Río de Janeiro, con 75 obras nacionales.Luego vino el ‘boom’ mediático del artista vallecaucano Óscar Murillo, quien logró que Christie’s subastara un cuadro suyo en 391.471 dólares. Después, ArtBO –la feria de arte más importante del país– atrajo a 25.000 asistentes quienes durante cuatro días disfrutaron de más de 3.000 obras de 450 artistas de 21 países.Y mientras Fernando Botero sigue siendo uno de los artistas vivos más importantes del mundo, José Ignacio Roca sigue siendo curador adjunto de la Tate Modern de Londres, el museo de arte contemporáneo más importante del planeta.En resumen, a mayor movimiento, mayor el interés. La caleña Francesca Bellini Joseph, directora de la firma británica Portafolia y profesora del Sotheby's Institute de Londres, lo describe de esta manera: “Es un mercado con tendencia positiva, tamaño modesto y muy buen potencial. El mercado de arte primario ha podido fortalecerse durante casi 10 años gracias al apoyo de ArtBO, una feria sólida y bien organizada. El mercado institucional es muy activo sobre todo a nivel de eventos y fundaciones. Y lo más importante de todo es que los artistas son sencillamente excelentes, incluso superiores a otros de los mercados más consagrados”.Miguel González, curador, coincide en esa apreciación: “El mercado colombiano es de los más mediáticos y competitivos porque hay una institucionalidad visible: hay escuelas de arte, que son los cimientos del aprendizaje y la profesionalización. Colombia es un país de museos, hay galerías, publicaciones especializadas, artistas, profesores y críticos. En otras palabras, hay una comunidad activa. Y eso repercute en un mercado para el arte”.Ese ambiente ha hecho que la reputación de Colombia luzca un marco dorado como el de las pinturas renacentistas. En Inglaterra, por ejemplo, la colección del Museo del Oro disparó la popularidad del país logrando ratificarse como la exposición con mayor asistencia en la historia de la sala del Museo Británico en la cual fue exhibida. “Recordemos que es uno de los cinco museos más visitados del mundo”, dice Bellini Joseph, para explicar su impacto.Y eso explica, en buena medida, por qué ArtBO es atractiva para los agentes internacionales. Según María Paz Gaviria, su actual directora, la edición del año pasado contó con 65 galerías, de las cuales el 80% fueron internacionales: “Cada año la feria crece más en tamaño, creando una tradición de coleccionar arte que por una parte responde a una sensibilidad, pero que también se refiere a un movimiento en el resto del mundo de que el arte es una muy buena manera de invertir dinero”.Tipos de coleccionistasSegún un reporte del mercado latinoamericano elaborado por las firmas inglesas de análisis de mercados del arte Portafolia y ArtTactic, el de Colombia en 2012 a nivel internacional fue un buen año: las ventas en subastas se incrementaron en un 35% con respecto al año anterior. Lo que más llama la atención de este informe no es que Botero siga siendo el artista colombiano más vendedor, sino que el 98% de las ventas correspondan a obras de arte moderno.De hecho, Carlos Jiménez, crítico de arte caleño de la revista ArtNexus, definió que en América Latina “el conceptualismo se mantiene como una tendencia dominante, a pesar de un renovado interés por la pintura”. Para González, por ejemplo, las ferias en Colombia se han especializado en otro arte: “Aunque hay coleccionistas de distintos tipos como los que se enfocan en el precolombino, colonial o republicano, las tres ferias más importantes de Bogotá y las de Barranquilla y Cartagena  están dirigidas al arte contemporáneo, de artistas vivos y actuantes, y sus respectivos coleccionistas, que tienen su propio lenguaje y valores, están tan especializados en ello que no les interesa cuadros de Grau, Negret u Obregón”.Gloria Saldarriaga, una reconocida coleccionista antioqueña, coincide en que hay para todos los gustos: “Como hay variedad en el arte, hay compradores para todo. Y no es que uno se vuelva un curador con el paso del tiempo, pero a través de las adquisiciones que he hecho, me he ido metiendo en un lenguaje más que en una técnica específica”.Jenny Vilá, la reconocida galerista caleña, opina igual: “No hay un tipo de arte específico que esté dentro de las preferencias. Decir eso es un cliché. El arte contemporáneo es algo que está en completo movimiento: se usa el video, la fotografía, el dibujo, la pintura…”.Tal vez es por eso que otra galerista caleña, Marcela Bellini, le apuesta a la variedad. A través de sus ‘pop-up galleries’, que son exhibiciones itinerantes que organiza en diversos espacios y con caducidades definidas, ha ido antojando al público caleño poco a poco: “Yo trato que mis exhibiciones sean una especie de show para que, quienes no tienen la cultura de ir a una galería, puedan ver, en un solo lugar, fotografía, video y otras técnicas. Así, intento  ofrecer un boceto amplio de lo que es el mundo del arte, mostrando la mayor cantidad de cosas posibles”. Y ahí puede estar la clave que explique por qué son como son los que compran arte hoy en día.El comprador contemporáneoEn septiembre del año pasado, la prestigiosa editorial británica Phaidon Press, que se especializa en libros de artes visuales de gran formato, publicó un libro que se llama ‘Art Cities of the Future: 21st-Century Avant-Gardes’. En él reseñan las doce ciudades del mundo que, según ellos, hay que observar debido a su “arte contemporáneo excitante”. Y una de ellas es Bogotá.José Horacio Martínez, uno de los artistas caleños más respetados, piensa igual: “Son muchos años en los que se ha ido madurando una apertura interesada en el arte y sus nuevas tendencias, y eso antes no era tan importante cuando la economía no era tan boyante como ahora. El desarrollo económico del país ha generado este tipo de repercusiones”.Estefanía Sokoloff, curadora y gestora cultural bogotana, lo explica a su manera: “El comportamiento del mercado del arte tiene su dinámica propia. En ese sentido, el país ha tenido un escenario exponencialmente creciente con fórmulas que favorecen a la industria misma como ferias, bienales y otros espacios que abren el arte a nuevos mercados y a que más gente tenga un mayor acceso a ellos”.Por esa razón es que el nuevo comprador de arte dista mucho del clásico. Para Gaviria fue especialmente revelador que la gente joven se haya volcado en su primer ArtBO: “El mayor porcentaje de visitantes estuvo entre los 18 y los 25 años. Valga mencionar que el 90% de las galerías reportaron ventas. Y fueron 65 en total”.Para Diego Garzón, autor de dos libros de arte contemporáneo colombiano y creador de la Feria del Millón, un evento paralelo que convocó a 42 artistas jóvenes colombianos donde se vendió el 96% de las obras expuestas -ninguna superaban el millón de pesos- le pasó igual: “Muchos visitantes estaban entre los 20 y los 40 años. Se trataba de personas con salarios buenos, de clase media alta, recién casados. Muchos, también, compraron arte por primera vez. Esto demuestra que a la gente sí le interesa comprar arte, por lo que se pudo desmitificar que el arte es algo inalcanzable, elitista y para millonarios”.Esas personas tienen varias motivaciones para hacerse a una obra, según Sokoloff: “Mientras unos lo hacen por herencia familiar porque lo llevan en su ADN, otros lo hacen porque se crean tendencias, como sucede con los jóvenes que trabajan en la banca de inversión y que tienen un poder adquisitivo. Pero lo importante es que, finalmente, comprar arte es una experiencia de vida, se compra por afinidad a un artista y porque hay un tema con el que se identifica. Al obtener una obra se replica ese interés. Es una cuestión de identidad”.Para Catalina Ceballos, antropóloga, directora de Señal Radio Colombia y Radiónica y exdirectora de ArtBO, hay tres públicos bien definidos: “Uno está bien establecido y es el que domina la oferta y la demanda, y hay otro que se mantiene en los circuitos que promueve el Estado como el Premio Luis Caballero o el Salón Nacional de Artistas. El tercero es un público joven que compra lo que producen otros artistas jóvenes como Santiago Ayerbe, un bogotano que hace ilustraciones, tatuajes, videos y portadas para álbumes de música. Ese público está aprendiendo a apreciar el arte no solo como un objeto decorativo sino como un objeto emotivo y del deseo, más que del consumo”.  Y claro, la evolución en su forma de pensar es evidente. O al menos eso cree González: “Las nuevas generaciones de profesionales tienen el gusto refinado para comer, para vestirse, para leer y para todo lo demás. No es una multitud, pero a esos son los que les interesa el arte contemporáneo”. Sin ponerle mucha atención al nivel socioeconómico, el comprador que Gozález ha identificado es, ante todo, educado: “Los coleccionistas siempre serán personas sensibles e inteligentes que se interesan por la propuesta del artista”.Gloria Saldarriaga, por su parte,  reconoce al colombiano como curioso por naturaleza y pone por encima que lo importante es apoyar al artista, “no como algo altruista sino para valorar su proceso, porque el arte es la memoria del tiempo y es estimulante estar rodeado de él”.Tal vez por eso Luis Fernando Pradilla, director de El Museo y uno de los galeristas más reconocidos del país por representar a artistas de la talla de Botero, Caballero, Obregón, Déborah Arango y Nadín Ospina, es que celebran, implícitamente, el auge de los compradores que andan en Converse, que evitan los intermediarios y que prefieren lo popular y lo urbano: “Hay obras de todos los precios. Pero lo bonito, más allá de todo, es que la gente se acerque, pierda la timidez y que el que sienta el impulso de comprar arte, lo pueda hacer”.

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