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Perfil: Kurt Cobain, un músico atormentado que cumple 20 años de muerto

Hoy se cumplen 20 años de la fatídica muerte del cantante de Nirvana, Kurt Cobain, vocero de toda una generación de inconformes. Historia de un genio trastornado por dolencias crónicas, depresión y drogas.

5 de abril de 2014 Por: Heinar Ortiz Cortés | Reportero de El País

Hoy se cumplen 20 años de la fatídica muerte del cantante de Nirvana, Kurt Cobain, vocero de toda una generación de inconformes. Historia de un genio trastornado por dolencias crónicas, depresión y drogas.

Nuestro primer disco de Nirvana lo compramos, por 5 mil pesos, en un puestico de madera donde un tipo calvo y rechoncho vendía música pirata, en la esquina de la calle 14 con carrera 43, del barrio El Guabal, donde estuvo durante sus últimos años la emblemática viejoteca Séptimo Cielo.Lo encontramos en una de esas tardes que luego tomarían visos de ritual de iniciación, tanto para mi primo Andrés como para mi: caminábamos desde nuestra casa hasta esa esquina, saludábamos al tipo y comenzábamos a escudriñar los cientos de discos piratas que había en el negocio.Era paradójico: a pesar de estar frente a uno de los ‘templos’ de la cultura salsera de la ciudad, el calvo no vendía salsa. En vez de encontrarnos con Celia Cruz, Richie Ray o Ismael Rivera, nos encontrábamos con Metallica, Led Zeppelin o AC/DC. Por ese tiempo, año 2001, quienes estábamos entrando en la adolescencia nos manteníamos pegados de MTV, que entonces todavía programaba más música que ‘realities’ sobre italoamericanos bronceados.Entre tantos discos, tantos nombres que ni siquiera entendíamos, ese nos llamó la atención. Quizá alguna vez habíamos escuchado al hermano mayor de Andrés hablar de ese grupo. O por lo menos decir esa palabra que sonaba más a nombre de señora octogenaria que a liberación espiritual: Nirvana. El disco, que era un compilado de algunas de las mejores canciones de la banda, fue nuestra verdadera iniciación al mundo del rock. La maraña de acordes reiterativos y estridentes de la guitarra y las descargas fulminantes de la batería de Nirvana fueron nuestro primer gran amor. Y Kurt Cobain, ese tipo de ojos azules y voz nasal y quejosa, se convirtió, sin quererlo, en nuestro modelo a seguir. A los doce años empezamos —o al menos intentábamos— a vestirnos como Kurt: bluyín roto, camisa de cuadrados tipo leñador y tenis Converse cuidadosamente descuidados. Empezamos a experimentar tocando guitarra y batería y emprendimos peleas encarnizadas con nuestros papás para que no nos hicieran cortar el pelo. Ni Andrés ni yo sabíamos muy bien lo que decían las canciones de la banda de Seattle. Ninguno de los dos sabía inglés y, por más que buscáramos las letras en internet, resultaba inútil el esfuerzo. Pero la melancolía y la desesperanza que le imprimía Kurt a cada canción nos estremecía. Y eso sí lo entendíamos: la tristeza es un lenguaje universal.Porque sin saberlo —tal vez sin quererlo— los sonidos de Nirvana era lo que buscábamos. ¿Quiénes? Mi primo Andrés, yo, y el resto: los hijos de los matrimonios rotos, los niños criados por la televisión, los pelados que no sabían qué hacer con su vida, los ‘culicagados’ desesperanzados por no saber a quién seguir. Todos los que dejamos de ser niños a comienzos del 2000.*****Seattle. Viernes 8 de abril de 1994. 8:56 a.m. Gary Smith, empleado de la empresa Veca Electric, asignado para instalar unas luces de seguridad en la casa de los Cobain, llega a la vivienda ubicada en inmediaciones del Lago Washington. El operario inspecciona los alrededores de la casa, que parecía estar vacía, y tras unos minutos ve desde afuera un cuerpo tirado en el suelo, en una habitación ubicada en la segunda planta.En un principio, Smith pensó que se trataba de un maniquí. Luego asumió que se trataba de una persona, pues divisó un pequeño rastro de sangre cerca. Poco después tuvo una visión más clara de la aterradora escena: el rostro del cadáver había desaparecido. Literalmente. El sitio donde debía estar la cara era una masa roja en carne viva. De inmediato, el operario dio aviso a las autoridades.Eran días difíciles. A comienzos de marzo, durante la gira de la banda por Europa, Cobain se vio afectado gravemente por un episodio de bronquitis y luego por una sobredosis causada por mezclar 60 pastas de flunitrazepam (sedante) con champaña.Su esposa, Courtney Love, dijo días después a la prensa que se había tratado de un intento de suicidio. Debido a eso, en los últimos días del mes Kurt fue internado en un centro de rehabilitación de Los Ángeles, para comenzar un proceso de desintoxicación, apoyado por los miembros de la banda, además de Dylan Carlson de Earth y Michael Stipe de R.E.M., dos de sus amigos más cercanos.Pero el mismo día en que fue internado, el 30 de marzo de 1994, Cobain huyó. Desde entonces, nadie pudo establecer su paradero hasta aquella mañana de abril cuando Gary Smith lo encontró muerto en su propia casa. Sí. El cuerpo sin rostro era de Kurt Cobain y junto a él se encontraba una escopeta, un cartucho disparado, una bolsa de papel con 22 cartuchos Remington M-11 calibre 20, una lata de cerveza de raíz, una cajetilla, varias colillas de cigarillos Camel Lights, una chaqueta, la funda de la escopeta, dos toallas, unas gafas, un gorro para el frío, 120 dólares y una caja con varias dosis de heroína. También junto al cadáver había una nota. Una carta escrita a mano por Kurt, dedicada a un amigo imaginario que tenía desde la niñez, ‘Boddah’, a Courtney, y a su hija Frances Bean. “Ya hace demasiado tiempo que no me emociono ni escuchando ni creando música, ni tampoco escribiéndola. Me siento increíblemente culpable […] Gracias a todos desde lo más profundo de mi estómago nauseabundo por sus cartas y su interés durante los últimos años. Soy una criatura voluble y lunática. Se me ha acabado la pasión. Y recuerden que es mejor quemarse que apagarse lentamente […] Por favor Courtney, sigue adelante, por Frances, por su vida que será mucho más feliz sin mí. Los quiero. ¡Los quiero!”.Los análisis forenses determinaron que se trató de un suicidio: tres días atrás, el 5 de abril, Cobain despertó, escribió la carta en su alcoba, subió hasta el invernadero, cuarto ubicado en el segundo piso de su casa sobre el garaje, se inyectó una dosis de heroína y se pegó un tiro en la boca con su escopeta. *****En octubre del 2002 salió a la luz el álbum Nirvana, tercer lanzamiento de la banda después de la muerte de Kurt en 1994. La grabación, que contenía los ya clásicos ‘Come As You Are’, ‘Lithium’, y otras trece de las mejores canciones de los de Seattle, era el primero que contenía material inédito de estudio. Era el corte número uno del disco: ‘You Know You're Right’, la última canción grabada por el trío de Kurt Cobain en la guitarra, Dave Grohl en la batería y Krist Novoselic en el bajo.Andrés y yo nos obligamos a tenerlo. Ya llevábamos más de un año enganchados con Nirvana, pegados del disco que le habíamos comprado al calvo de la calle del Séptimo Cielo. Nos pasábamos las tardes cazando videos y conciertos de Kurt y su grupo en Telehit o en MTV para grabarlos encima de videocasetes viejos que tenía el papá de mi primo, y luego volverlos a ver.Andrés comenzó a tocar la batería y formó una banda con compañeros suyos del colegio. Se llamaban Zagal y solo tocaban Nirvana, con un desempeño lamentable. En ese tiempo, año 2003, la escena ‘underground’ de las bandas de la ciudad giraba en torno al ‘ensayadero’ de Sterling: un lugar donde concurrían todos los músicos principiantes que no tenían instrumentos propios. Ahí, en esa casa ubicada sobre la Autopista Sur, cerca al sector de La Luna, se podían alquilar por horas guitarras eléctricas, bajos, baterías, amplificadores, micrófonos y ponerlos a sonar en un cuarto, aislado acústicamente con espumas o panales de huevo, y equipado con ventilador o aire acondicionado, en el mejor de los casos. Los últimos fines de semana de cada mes, en Sterling se realizaban los encuentros de bandas, una suerte de audiciones en las que tocaban los grupos que ensayaban en ese lugar. Los ‘toques’ se iniciaban en la tarde y se prolongaban hasta bien en trada la noche, cuando tocaban los más grandes y experimentados. El lanzamiento del nuevo álbum de Nirvana animó no solo a mi primo y a Zagal, sino a otros muchachos y bandas caleñas —Sliver Dive, Orgasmo Depresivo, Dada Noise y Paranoia, por poner solo unos ejemplos— que encontraron en los acordes distorsionados y en las letras nihilistas del ‘grunge’ una manera de expresarse. ***** La vida de Kurt Donald Cobain cambió por completo en 1975, a sus ocho años, cuando tuvo que enfrentar la ruptura familiar causada por la separación de sus padres, Donald y Wendy, un mecánico automotriz de ascendencia irlandesa y un ama de casa con raíces en Inglaterra.El niño, quien ya mostraba su talento tocando el piano, inventando canciones inspiradas en vivencias infantiles y declamando palabra por palabra los diálogos de la película ‘Encuentros cercanos del tercer tipo’, dio tumbos por las casas de varios familiares mientras se resolvía la situación.En una entrevista realizada por el periodista inglés Jon Savage en julio de 1993, Cobain lo reitera: “Realmente tuve una buena infancia hasta el divorcio de mis padres. Ya sabes, súbitamente mi mundo entero se deshizo. No pude asistir con mis amigos a la escuela. Quería desesperadamente tener la familia clásica; madre y padre”.Esa ruptura fue una constante en la vida de Cobain. Y la plenitud que sintió durante su niñez, cuando vivía con sus dos padres en Aberdeen, Washington, fue el punto de referencia para medir sus emociones posteriores. Para buscar de nuevo la felicidad. Por eso nunca pareció estar cómodo: ni con la fama, ni con el dinero, ni con sus relaciones afectivas. Incluso, durante su época de adolescente, en la secundaria, fue víctima de lo que ahora llaman ‘bullying’, por ser un joven introvertido, inclinado hacia actividades artísticas como el dibujo y la música y por relacionarse mayoritariamente con mujeres. “Alguna vez pensé que yo era gay. Pensé que esa podría ser la solución a mi problema. Nunca lo experimenté, pero tuve un gran amigo gay que mi mamá me obligó a alejar. Ella es homofóbica. Eso fue devastador, porque por fin había encontrado un amigo hombre con quien podía abrazarme y hablar muchas cosas. Y no pude seguir andando con él”, le dijo Cobain a Savage en la entrevista de 1993.Durante la misma época de secundaria Kurt ya escuchaba las bandas que se convertirían en influencias para su banda: The Beatles, Led Zeppelin, Aerosmith, R.E.M. y Pixies, banda ochentera de ‘indie rock’ que con su canción ‘Louie louie’ inspiró el histórico ‘riff’ del inicio de ‘Smells like teen spirit’, el éxito más grande de Nirvana. La música fue entonces una suerte de escape para Cobain, personaje que, en palabras de Juan Carlos Garay, escritor y periodista cultural, “parecía nunca estar satisfecho”.“Leí ‘Diarios de Kurt Cobain’, libro publicado en español por Mondadori, y es una cosa terrible. Por ejemplo, cuando escribe que acaba de firmar contrato discográfico no lo dice con alegría. Eso me distancia de él como persona, porque parecía nunca estar satisfecho. Era un muchacho muy autodestructivo”, apunta Garay.En definitiva, Cobain era un personaje que parecía estar destinado a vivir atormentado. “Uno no tiene el acerbo profesional para saber si estaba chiflado. Pero cuando uno revisa los ‘Diarios’ de él se da cuenta que vivía lleno de angustias y pensamientos radicales”, añade Jaime Andrés Monsalve, periodista y jefe musical de Radio Nacional de Colombia.La desazón que acompañó a Kurt durante gran parte de su vida se agravó muchas veces por sus dolencias físicas. De hecho, según dijo en la entrevista con Savage, “todo el tiempo estaba con dolor”. Constantemente sufría episodios de bronquitis y el peso de sus guitarras Fender le habían agudizado los dolores de su escoliosis. Además, todo el tiempo padecía intensos dolores de estómago que solo se le quitaban, según dijo en varias ocasiones, cuando se inyectaba heroína. “Normalmente, cuando una persona tiene un problema serio en la vida, se refleja en su música. Muchas veces las composiciones se benefician de ello. Creo que seguramente me ayudó. Pero daría todo a cambio de tener una buena salud”, le dijo el vocalista de Nirvana al editor de la revista Rolling Stone, David Fricke, en una entrevista hecha pocos meses antes de su muerte.*****Cali. Lunes 24 de marzo del 2014. 3:40 p.m.. Al otro lado del teléfono está Juan Carlos Garay. Le pregunto por qué Cobain sigue siendo uno de esos referentes del rock mundial que perduran en nuestro país.“Recuerdo el impacto que causó en Colombia la noticia de su muerte. Yo creo que fue un impacto similar al que sintió otra generación cuando asesinaron a John Lennon”. Garay hace una pequeña pausa y prosigue: “Cada generación tiene sus símbolos y sus episodios traumáticos que los confrontan con la realidad de la muerte. En el caso de esta generación del 90, que llaman la ‘Generación X’, fue Kurt Cobain”. No es algo que solo diga él. La Revista Rolling Stone calificó a Kurt Cobain como el artista más importante de los 90, “a pesar de que vivió menos de la mitad de la década”. Y la explicación es tan clara como sencilla: era el líder de Nirvana, una banda que pese a hacer una música estructuralmente simple, “fue la primera banda del ‘underground’ que llegó al ‘mainstream’”, subraya Garay.“El éxito de Nirvana radica en la energía que proyectaba. Puede ser una cosa muy sencilla: el hecho de que sea una música con la que la gente se identifique más fácilmente. Uno admira a Jimi Hendrix y a Joe Satriani porque pueden hacer cosas que solo ellos son capaces con la guitarra. Pero, por otro lado, uno admira a Kurt Cobain porque logró lo que logró siendo un tipo como cualquiera”, explica. Para Monsalve, la razón del éxito se encuentra en la ruptura que representaron tanto Nirvana como las otras bandas de la escena de Seattle en la industria de la música. “El fenómeno del ‘grunge’ rompió con la estructura del ‘glam rock’ y del pop. El ‘glam’ trataba de ser cercano a lo metalero, pero era una música sencilla y pasajera en el sentido que buscaba solo la diversión. En cambio, el ‘grunge’ llegó con una estética muy oscura que mucha gente sintió como propia”.Hoy, cuando estamos a una semana de que se cumplan las dos décadas de su muerte, Kurt es una leyenda. “Un espíritu joven, como la canción. Es lo que Nirvana llevaba con su música”, como dice Monsalve. Veinte años después hay quienes sentimos que Cobain, a pesar de su evidente depresión, esa que lo llevó a volarse la cara con una escopeta a los 27 años, mantenía una nostalgia que lo llevaba a buscar la felicidad, quizá de maneras insospechadas.Porque Kurt, el tipo de ojos azules y voz nasal y quejosa que se convirtió, sin quererlo, en la voz de varias generaciones, era mucho más feliz de lo parecía: la felicidad también es un lenguaje universal.“Veo las descripciones de estrellas del rock en las revistas: Sting, el defensor del medioambiente; Kurt Cobain, el muchacho quejumbroso, neurótico, que lo odia todo, el estrellato, su propia vida. Y, sin embargo, nunca he sido más feliz. Soy mucho más feliz de lo que piensa casi todo el mundo”, le dijo el artista a David Fricke de Rolling Stone en su última entrevista.

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