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Opinión: sí hay razones para volver al Petronio Álvarez

El profesor universitario Manuel Sevilla habla sobre los avances del reciente festival de música del Pacífico.

30 de agosto de 2014 Por: Manuel Sevilla | Profesor Universidad Javeriana Cali.

El profesor universitario Manuel Sevilla habla sobre los avances del reciente festival de música del Pacífico.

Álvarez me acerqué a saludar a unos amigos que venían de un pueblito caucano y que habían participado en la modalidad de violines. Mi sensación era ambigua: me alegraba que hubieran llegado hasta la final pero también era triste que no se llevaran el primer premio. En el remolino de abrazos y tragos sueltos de tomaseca con que me recibieron, disimulé mi congoja y los animé a seguir adelante. Me miraron extrañados y respondieron entre risas: “Profe, no se preocupe. Siquiera que no ganamos porque así participamos el próximo año. Es mejor quedar de segundos para poder volver”. Esas palabras resumen el sentimiento de muchos de los que asistimos a la cita anual del Petronio Álvarez. Músicos, compositores, cocineras, artesanos, gestores, funcionarios y el público fiel que esperamos con paciencia los vientos de agosto con los que llega la música que, como la marea, viene y va.La edición del 2014 fue especial. Por una parte, estuvo dedicada a conmemorar un siglo del natalicio de Petronio Álvarez, el músico de Buenaventura que inspiró a los creadores del Festival. Esto sirvió de excusa para conversar sobre su obra en los encuentros académicos y para que los medios de comunicación exploraran las facetas desconocidas de su vida: que no era marimbero sino guitarrista, que heredó de su papá la pasión por el tren (hizo la carrera de aguatero, fogonero y maquinista en el Ferrocarril del Pacífico), y que gracias a su profesión recorrió por años la vía entre el puerto y el norte del Cauca. Petronio, para sorpresa de muchos, no era músico tradicional: fue, por así decirlo, el pionero de la fusión y como hombre de camino y de mundo (Buenaventura era parada de embajadores en esos años), supo mezclar tangos y boleros con los cantos de los ríos vecinos, esos que se sabía más por costumbre que por interés musicológico. He allí un ejemplo para desmontar algunos esencialismos destemplados que olvidan que la música, como el agua, busca camino sin más ni más.También quedó un balance musical positivo. En años pasados el Comité Conceptual tomó decisiones polémicas, como la de no permitir combinación de ritmos como bunde-juga. Y a pesar de las críticas, hoy se empiezan a ver los resultados y son cada vez más los grupos que arriesgan con géneros distintos al muy conocido currulao: sentidos cantos de boga interpretados a voces, “negritos” traídos de las costas del Ecuador por sus vecinos de Tumaco, polkas de salón entre los conjuntos de chirimía chocoana. En síntesis, las agrupaciones están corriendo riesgos y las apuestas pagan: el público recibe igual de bien un levantapolvo chocoano que un bunde para decir adiós. Eso busca un festival de música tradicional: de dar a conocer lo que poco se toca, lo que poco suena.Y aunque la tarima principal acapara las miradas (de ojos verdes, negros, cafés…), las otras áreas que convoca el Festival están cada vez más fortalecidas: la fiesta de las cocinas avanza en su organización y atención, las artesanías y bebidas superan poco a poco los lugares comunes, y Cali en general se abre a vivir sin mayores prevenciones ese espacio de encuentro cultural que es la Ciudadela Petronio Álvarez. Queda la tarea de lograr que esa experiencia no se reduzca a una semana: que universidades y colegios discutan más sobre estas tradiciones y sobre la diáspora afropacífica que constituye la ciudad, que los grupos se escuchen en las plazoletas y patios, que las emisoras programen lo que mejor les suene, y que la cultura del Pacífico bulla por todo Cali el resto del año. Petronio es un esfuerzo de todos. Y todos queremos volver.

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