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Nunca se imaginó que el Petronio iba a ser tan importante: hija de Germán Patiño

A un año de su muerta, a través de la Fundación Germán Patiño, su hija Isabel quiere mantener vivo el legado y el pensamiento de su padre. Entrevista.

29 de enero de 2016 Por: Claudia Liliana Bedoya S. | Reportera de El País

A un año de su muerta, a través de la Fundación Germán Patiño, su hija Isabel quiere mantener vivo el legado y el pensamiento de su padre. Entrevista.

Con marimba, violines, poemas, danzas y cantos del Pacífico colombiano, anoche en la Plazoleta del Samán, del Centro Cultural de Cali, se rindió tributo al investigador Germán Patiño, al cumplirse un año de su deceso. Su hija Isabel Patiño aprovechó el encuentro para evocar la vida de su padre. “Fue un  hombre inquieto. Siempre tenía respuesta para todo, nunca se dejaba corchar”.  Precisamente, por el impacto de la vida y obra de Germán Patiño,  hoy su hija está empeñada en mantener vivas sus ideas, su pensamiento y sus inquietudes.  ¿Qué ha pasado en este año sin Germán Patiño? Ha sido un año de un gran vacío cultural que se ha sentido con fuerza porque él era una voz permanente cada semana, a través de su columna, en la que expresaba  sus inquietudes no solo en aspectos culturales sino en temas diversos. Todo lo que decía tenía una razón de ser. Siempre se preocupaba por esas cosas que nadie veía y que eran sin duda importantes.      ¿Y los proyectos que se quedaron a medio camino con su muerte? Con respecto a sus proyectos, este año se creó la Fundación Germán Patiño. He recordado las conversaciones con él y he sentido la necesidad de hacerlo, más que por un compromiso. Mi papá aspiraba, en el tema actual y cultural, a identificar procesos importantes en el ámbito de las cocinas tradicionales y de la música del Pacífico colombiano, esa labor hay que seguirla. Él consideraba que estas dos manifestaciones eran vitales para conocer a un pueblo.  ¿La Fundación protegerá lo que hizo Patiño y promoverá la investigación en torno a los temas del Pacífico? La idea es trabajar desde la perspectiva de su obra, estoy en el proceso de conformar mesas de trabajo con personas cercanas a él para abordar temas como la cocina, la música y la literatura. La idea es concertar temas a través de los cuales se proyecte la fundación. Tener siempre muy presente su trabajo, tenerlo vivo con todas sus inquietudes para seguir indagando y promoviendo la cultura desde la Fundación.  Una de las primeras  reuniones que tendremos es sobre las cocinas tradicionales. Será el primer tema que abordaremos  y una tarea es mirarlo a través de la muestra gastronómica del Festival Petronio Álvarez. Queremos salvaguardar las cocinas tradicionales del país y para ello hay que hacer un manejo diferente a la muestra. Esa fue una de las inquietudes que él tuvo. Germán era un intelectual  inquieto. Ahora que usted se ha internado en su universo, en sus archivos, ¿qué ha encontrado? Hay un  estudio que él inició y la idea es retomarlo y seguirlo. Es  un trabajo relacionado con la historia del ferrocarril en el Valle del Cauca. Él estructuró una  base para seguir ese proceso y lo dejó consignado en la Universidad Autónoma, cuando fue docente. También tengo una investigación que me dejó sobre el arroz en Colombia. Esa hay que empezar por digitalizarla porque está de su puño y letra. Dejó la base y hasta los temas para estudiar. ¿Qué va a pasar con sus libros y documentos? Está pendiente la publicación en inglés de ‘Fogón de negros’,  por la Universidad de Pensilvania.  Además, aspiramos a hacer nuevas ediciones de otras tres de sus obras como ‘Con Vose de Caramela, aproximaciones a la música del Pacífico colombiano’, ‘Herr Simmonds y otras historias del Valle del Cauca’ y ‘Golondrinas en cielo roto’, donde compartió autoría con María Victoria Londoño. También queremos hacer una recopilación de sus columnas porque en los temas que abordó era un gran visionario. ¿Alguna entidad pública o privada se ha acercado a usted para ofrecer su apoyo a la fundación o ser aliados en sus procesos y proyectos? La verdad no se han acercado porque apenas estoy congregando a las personas. Eso sí, al principio, con la muerte de mi papá me buscaron algunas personas supuestamente muy interesadas pero me parecieron un poco oportunistas porque más bien buscaban que yo fuera y firmara papeles porque ya estaban trabajando unos estatutos y demás. Eso me pareció un poco grosero porque creo que si alguien quiere trabajar la obra de mi padre, qué más oportuno que llamar e invitar a alguien de la familia  al proceso con voz y voto. Por eso creé la  fundación con su mejor amigo Jorge Gamboa y con Diego Aya, que ha sido mi amigo de toda la vida. Ya nos estamos organizando y queremos que todos los trabajos hechos por mi papá se vayan desarrollando poco a poco. Ahí yo quiero ver representado todo lo que él era, no quiero que eso se desvíe a intereses particulares o políticos.   Además del oportunismo, ¿con qué otras situaciones incómodas le ha tocado lidiar? Me ha dolido bastante que surjan comentarios en redes  de que él se robó la idea del Petronio Álvarez y que él fue  un ladrón con lo que hizo. Lo único que he pedido es  un poco de respeto al hacer acusaciones públicas contra una persona que no está presente para defenderse. Me ha dolido porque los comentarios han venido de personas que él en algún momento apoyó. Con la muerte de mi padre,   al Petronio le salieron varios dueños.     ¿Todos los homenajes a su padre  han servido para que la gente conozca más de él y de su legado? La verdad no. La gente siempre dice que él es el creador del Festival Petronio Álvarez y el autor de ‘Fogón de negros’ y ya, no más; pero creo que cuando se abordan temas fundamentales hay  mucha gente que no sabía de su pensamiento, que expresaba a través de sus columnas.  Y usted, que conoció tan bien a Germán Patiño, ¿cómo lo podría definir? Mi papá fue un erudito, conocedor e inquieto por los temas culturales, investigador exhaustivo al punto de llegar al fondo las cosas, por eso el lema de la Fundación es ‘Lo que uno no conoce, no lo puede defender y mucho menos preservar’. Él nunca se imaginó que el Petronio iba a ser tan importante. Solo después de la primera versión, hecha a pulso, entendió que estaba ante un hecho cultural. Él mismo se sorprendía con la manera como crecía. Como hombre fue bohemio, hizo muchas locuras, pero materialmente era muy desprendido. Tenía un humor negro y un sarcasmo fino, fue autodidacta disciplinado,  abuelo incondicional y un  hombre que tenía respuesta a todo.

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