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"Nuestra guerra ha sido muy poco seria": poeta nadaísta Eduardo Escobar

Eduardo Escobar, cofundador del nadaísmo, habla de su más reciente libro ‘Cuando nada concuerda’. También de poetas y escritores. Con su estilo crítico y sarcástico, cuestiona por igual al establecimiento, la izquierda, la Iglesia y la guerrilla colombiana, de la que afirma que “ha hecho de la mentira una táctica y de la desvergüenza una estrategia”.

9 de mayo de 2014 Por: Aura Lucía Mera y Beatriz López | Especial para GACETA

Eduardo Escobar, cofundador del nadaísmo, habla de su más reciente libro ‘Cuando nada concuerda’. También de poetas y escritores. Con su estilo crítico y sarcástico, cuestiona por igual al establecimiento, la izquierda, la Iglesia y la guerrilla colombiana, de la que afirma que “ha hecho de la mentira una táctica y de la desvergüenza una estrategia”.

Su refugio es ahora San Francisco de Sales, un pueblito incrustado entre la niebla y el sol. La carretera que conduce a La Vega desde Bogotá, en doble calzada, nos lleva a un desvío que baja abruptamente entre curvas cerradas hasta respirar un clima subtropical. La plaza queda en la mitad de la hondonada. Mesas con parasoles rojos invitan a sentarse en el parque.El poeta surge casi de la nada, con su sombrero infaltable, delgado como una figura de El Greco, y esos ojos que penetran como si tuvieran una llama interna que quisiera quemarlo todo. Mirada febril que percibe intangibles, mirada desafiante y cuestionadora que trata de escarbar los secretos del universo y pone de manifiesto una sensibilidad que trata de esconder con frases ácidas o tiernas, nostálgicas o tremendas. Es Eduardo Escobar, nacido en Envigado en 1943. Educado en la rígida formación de la región antioqueña, estudió con los padres escolapios y los hermanos maristas y en el Seminario de Misiones Extranjeras en Yarumal. Al abandonar, temprano, sus estudios formales comienza a vivir en Medellín la aventura del nadaísmo, movimiento de vanguardia creado por el poeta Gonzalo Arango y del que fue cofundador en 1958.El encuentro con Gonzalo Arango y con Fernando González le dio un vuelco a su vida. Gracias a ellos fue despertando su pasión por la lectura, el conocimiento, la escritura, convirtiéndose en el eje de su vida, su infierno y paraíso, más allá de relaciones sentimentales o familiares. Por eso ahora vive solo. Con un gato que le destroza los muebles y dos perros que le baten la cola en la casita que se asoma entre árboles y flores hacia el horizonte montañoso y arrugado, donde juegan al atardecer la niebla y el sol.Siendo todavía un adolescente publica sus primeros poemas en revistas y periódicos. Poemas suyos son traducidos al inglés por el poeta norteamericano Paul Blackburn, en ‘Doors and mirrors’, de Viking Press, Nueva York, antología recogida por Janet Brof; y en ‘For Neruda’, For Chile’, antología a cargo de Walter Lowenfels. También fue vertido al alemán por Stefan Baciu. Participó en la Antología de la poesía Colombiana, a cargo de Fernando Arbeláez.En 1966 publica su primer libro, ‘La invención de la uva’, con el patrocinio de Manuel Mejía Vallejo. Y la primera revista del nadaísmo ‘La viga en el ojo’. Su más reciente libro, ‘Cuando nada concuerda’, publicado por Siglo del Hombre, recoge en una serie de ensayos, de lucidez admirable, sus experiencias como lector y los recuerdos de los primeros años del nadaísmo en Medellín.‘Cuando nada concuerda’ es el fruto de toda una vida alrededor de las letras, en la que comparte sus pensamientos, sus opiniones, llevándonos a un viaje alucinante y poderoso por Miller, Sartre, Nabokov, Thomas Mann, Fitzgerald (a quien confiesa estar descubriendo tardíamente por culpa de su etapa mamerta, que le prohibía leer autores burgueses).Su entrega a la literatura le ha cobrado un precio alto: la soledad. Confiesa también su nostalgia. Su deseo de vivir en pareja, de que unos brazos cálidos lo arropen en esas noches húmedas… “Temo volverme un viejo verde que se sienta en la plaza del pueblo a mirar lascivamente las lolitas. Muchas tardes, mirando el atardecer, desearía tener más cercanos a mis hijos, volver a tener lo que tanto amé... me miro flaco y viejo… no me gusto, pero el deseo sigue intacto”.Acompañado por algunas cervezas, va dejando ese pudor tímido y se va sintiendo cómodo con el diálogo, que da paso a carcajadas, anécdotas y críticas repletas de ironía sabia.Figuras como la de Gonzalo Arango, la suya y la de Jotamario lograron trascender, mientras el Monje Loco (Elmo Valencia) y Jaime Jaramillo son apenas una referencia muy tangencial para los menores de 25 años. ¿Existe el legado del nadaísmo?El legado del nadaísmo es muy vasto. Hace años, en Medellín, se hizo una exposición del libro nadaísta, en la Biblioteca Pública Piloto, y alcanzó para llenar las mesas y la vitrinas de una sala enorme. Y lo de la trascendencia es muy relativo también. Jaime Jaramillo Escobar llena los auditorios como ningún poeta colombiano actual. A veces sus lecturas atraen multitudes. Muchos piensan que Jaime, ex X504, justificaría él solo la fundación del nadaísmo.A pesar de su rebeldía, el nadaísmo fue machista. Por eso las mujeres de los 70 preferimos refugiarnos en Simmone de Beauvoir…El nadaísmo nació en Medellín, una ciudad rezandera donde se pensaba que las mujeres solo habían nacido para parir, y Gonzalo dejó fama de machista entre sus novias del principio, aunque después cambió cuando cayó bajo la tiranía de la inglesa Angelita y tuvo que declinar los celos. Además, las mujeres del nadaísmo fueron muchísimas. En eso hemos sido injustos. Si bien no fueron artistas, ni dejaron una obra escrita ni pintada, algunas se destacaron en el teatro como Patricia Ariza. Habría que rescatar las historias de las mujeres del nadaísmo para librarnos de la tacha de machistas… Aunque uno de nuestros autores favoritos en los comienzos fue la novia de Sartre. Yo devoré su autobiografía oceánica. Un libro magnífico, lúcido, que recorre la historia del Siglo XX. ¿Pertenece a la generación de los escépticos? ¿Por qué vive como un ermitaño? ¿Ya exorcizó sus demonios interiores?Un poco de escepticismo siempre es bueno para mantener la ecuanimidad y la lucidez. Vivo como un ermitaño, porque necesito ese espacio para ejercer mis dos concupiscencias mayores, que son escribir y leer. No sé bien a estas alturas si me aparté del mundo para defenderme de su vulgaridad, o si el mundo se apartó de mí para defenderse de mis sarcasmos. De cualquier modo, no nos necesitamos. Y sobre mis demonios interiores… no sé… Uno llega a una edad en que no tiene más remedio que confiar en ellos. Los demonios nos ayudan a mantenernos humildes y alertas. En mi último libro, ‘Cuando nada concuerda’, le dedico al diablo un alegre capítulo.Después de pasar por Nietzsche, Darwin y Dawkins, que llamó a Yavé “genocida, machista y matón”, ¿regresará al Dios de Bach o al de Jotamario? Yo no entiendo al Dios de Jotamario, un pagano de pies a cabeza. El otro, el musical, lo frecuento, en Bach pero también en Arvo Pärt y Stravinsky y los himnos de Gurdjieff. Amo la música religiosa, hasta he pensado que la misa solemne de Beethoven disculpa todos los crímenes del cristianismo.Sus fuentes literarias están palpables en ‘Cuando nada concuerda’. ¿En cuántos años leyó y asimiló las teorías de Marx, Freud, Spinoza, Nietzsche, Baudelaire, los poetas malditos, Kamasutra, Camus? Nadie puede salir indemne de semejante menú de teorías disimiles y controversiales.Es una bitácora de mis navegaciones de lector irredimible. No sé si hice bien, pero sé que empecé a leer como un desaforado desde los diez años. Mi padre sufrió mucho por eso. Don Germán solía preguntarme si me iba a pasar la vida detrás de un libro mientras mis amigos bailaban o jugaban al fútbol. Pero la verdad es que no encontré nada que me gustara más que hundirme en alguna poltrona con un libro pegado en las narices. Tal vez porque jamás aprendí a jugar fútbol ni a bailar. Prefiero afinar la sutileza intelectual que la motricidad gruesa.¿Vallejo es el Vargas Vila de finales del Siglo XX? ¿Harold Alvarado Tenorio es la versión criolla de Kavafis? ¿Jattin podría ser el poeta maldito colombiano?Vallejo, sí, hizo una síntesis muy atractiva con la irreverencia de Fernando González y las diatribas contra la madre de Vargas Vila. Harold fue comparado con Saint Beuve por la revista Arcadia, aunque a veces me parece excesivo e injusto, también me parece útil en el debate de la cultura colombiana. Jattin, por su parte, es para mí el más grande poeta colombiano después del nadaísmo. Visceral, magnífico, brutal y tierno al mismo tiempo.Colombia es un país de poetas. ¿A cuál o cuáles salvaría en caso de un terremoto?La obra de León de Greiff, claro, el más excelso de nuestros poetas, y el de una obra más inagotable y variada. Fue un monstruo de poeta que el país, siendo como es, mantiene olvidado. Tal vez por eso nos va como nos va. Los muchachos leen en cambio a Benedetti… como he podido comprobar en mis talleres de poesía.¿Por qué el país jamás reconoció en García Márquez al colombiano más ilustre de todos los tiempos? Tuvo que morir exiliado en México, su segunda patria, para que los medios de comunicación iniciaran un tardío reconocimiento.Bueno, no sé. Nuestras clases dirigentes son bastante incultas. Ver a Pastrana exponiendo sus recuerdos con García Márquez da grima. Yo juraría que jamás leyó un libro suyo. Porque eso se nota, ¿no? Pero García Márquez no necesitó los halagos de nuestros lánguidos líderes. Ningún escritor gozó del amor universal como él. En qué momento desertó de la izquierda ¿A raíz de la dictadura de Stalin? ¿De la caída del muro de Berlín? ¿De las atrocidades de Mao Tse Tung, durante la revolución cultural? ¿Del fracaso de Fidel Castro en su utopía de convertir a Cuba en el icono de la revolución latinoamericana?Fue un proceso muy parecido al que me alejó de la religión institucionalizada del catecismo: a partir de lecturas infinitas y rumias dolorosas, acabé convencido de que la izquierda institucional no fue en todas partes más que una poderosa organización criminal, gansteril, que se empeñó en destruir los valores que Occidente tardó tantos siglos en inventar. Desde Lenin hasta el Che Guevara y Pol Pot y Chávez y Tirofijo e Iván Márquez y sus tristes muchachos, todos forman parte de una gran conspiración contra la decencia, contra los derechos del individuo y la libertad. La izquierda acabo siendo una especie de conservadurismo escabroso que piensa que la humanidad debe volver a la horda.Si fracasaron los ismos, el comunismo, el socialismo, el cristianismo y el capitalismo: ¿cuál es la opción?Por lo pronto, creo que no nos queda más remedio que confiar en esos valores liberales que Occidente hace esfuerzos por mantener vivos, vigentes: la tolerancia, la confianza en las leyes del comercio que funcionan mejor que las de la guerra y la libertad de pensar lo que nos da la gana. Hace días leí un libro que me impacto muchísimo, ‘Los Ángeles que llevamos adentro’, de Steven Pinker. Un texto que llama a la esperanza, en últimos, aunque suene escandaloso, me parece que algunos países como Noruega o Suecia y hasta los Estados Unidos, están más cerca de realizar los ideales del marxismo clásico, el de Marx, que las satrapías rusa y china, por ejemplo. Para no hablar de esa Cuba empobrecida que padece los caprichos jesuíticos de un emperador nonagenario.¿Logrará Juan Manuel Santos firmar la paz con las Farc?Ojalá lograra esa paz que nos permita descansar del tedio asqueroso de esta guerra, además tan poco seria, hecha de pequeñas infamias, sin grandeza. Pero uno tiene derecho a oscilar entre la esperanza y el escepticismo, teniendo en cuenta que se está hablando con los últimos, miopes, discípulos de Lenin, unos que desprecian la humanidad y han hecho de la mentira una táctica y de la desvergüenza una estrategia. Si ni siquiera se sienten capaces de pedirle perdón a la sociedad colombiana. Ni de hacerse a la tan afamada autocrítica de los manuales bolcheviques… A veces temo que el rollo ese las zonas de reserva campesina, intenta completar la ocupación del territorio con las cartas que corren por debajo de la mesa. Pero en fin, hay que confiar en que también fracasarán haciendo política abierta como fracasaron como guerrilleros. ¿Usted ve en el Congreso a Márquez, Catatumbo o Timochenko?No creo que el país soporte semejante espectáculo triste, semejante escándalo moral. Más triste que la cárcel de cinco estrellas que la debilidad del Estado colombiano le concedió a Pablo Escobar.¿Por qué la izquierda colombiana no logra aglutinarse?Porque la izquierda colombiana, o eso que llaman así, ha sido incapaz de crear un cuerpo de pensamiento y se ha mostrado inepta para interpretar la sociedad que vivimos. Si todavía están hablando de reforma agraria… de repartir la tierra… cuando casi toda la humanidad está ansiosa por vivir en las ciudades. Y si todavía se refieren al proletariado, al obrero industrial de hoy, como si hablaran de los obreros de los tiempos de Dickens y Marx.¿Sobrevivirá la democracia colombiana?Me gusta repetirme lo que decía Hernando Santos: los países no se acaban. Además, estoy convencido de una cosa: lo que hace avanzar a la humanidad son las tecnologías, las ciencias, y el llamado del dios interior. Ellos acabarán por situarnos tarde o temprano en un mundo más razonable y justo. Ahora, si la técnica y la ciencia no consiguen superar las amenazas que también representan, estamos perdidos, y el dios interior era ese idiota de Shakespeare, cuyo discurso, hecho de ruido y furia no significaba nada. Los últimos capítulos de ‘Cuando nada concuerda’, están dedicados a explorar la noche en la cual nos movemos y soñamos que tenemos eso que llaman uso de razón. Con un toque de eso que los nadaístas llamábamos pesimismo del bueno.Al despedirnos, un abrazo enorme. Iniciamos la pendiente y el Poeta nos dice adiós con sus manos largas mientras lo envuelve la niebla vespertina. Se queda mirándonos, en compañía del perro que bate la cola. Lo esperan sus libros. Scott Fitzgerald lo llama desde el sillón.

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