El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Cultura

Artículo

Museo Rayo de Roldanillo cierra el año con broche de oro: dos muestras inéditas

Los títulos: Lorenzo Jaramillo y ‘Dibujos encontrados'. El primero, un artista que vivía entre la pintura y el teatro, el segundo, obras nunca antes expuestas de autores latinoamericanos.

19 de noviembre de 2012 Por: Miguel González, curador de arte, especial para El País

Los títulos: Lorenzo Jaramillo y ‘Dibujos encontrados'. El primero, un artista que vivía entre la pintura y el teatro, el segundo, obras nunca antes expuestas de autores latinoamericanos.

En 1981, cuando vivía en Cali María de la Paz Jaramillo, vino a visitarla desde Bogotá Lorenzo Jaramillo. En esa época estaba interesado en el grabado y con planes de pintar su segunda exhibición individual para el Museo de Arte Moderno de Bogotá. María de la Paz lo conoció en Londres y habían compartido mutuo entusiasmo por espectáculos, exposiciones y libros. Fuimos a comer y de bares. Así se encontraron todos nuestros gustos que incluían también la ópera, el teatro y esas cosas exóticas, raras y excitantes de la inmensa minoría.Él estaba leyendo ‘Los hermanos Karamasov’ en francés. Aunque sabía ruso, su vocabulario no le daba aún para el libro de Dostoievski. Hablamos de Borges, su escritor predilecto entre los latinoamericanos. En esos meses salió ‘Siete noches’, y entre los magistrales ensayos su preferido fue el dedicado a la ‘Divina Comedia’: “…estamos hechos para el arte, estamos hechos para la memoria, estamos hechos para la poesía o posiblemente hechos para el olvido. Pero algo queda y ese algo es la historia o la poesía, que no son esencialmente distintas”.Después fuimos a ‘Turandot’ y las librerías, en Bogotá. Nos encontramos varias veces en París, seguramente su ciudad predilecta para vivir. En los restaurantes comía todo y probaba de sus vecinos de mesa. Su apetito parecía ser insaciable. Presenciamos un hecho notable, el estreno mundial de ‘San Francisco de Asís’, la monumental ópera de Oliver Messiaen (1983).Coincidimos en muchas otras ocasiones para ver una exhibición de zapatos en el Museo de la Moda, las compañías de danza de Carolyn Carlson y Trisha Brown (1986) o en el festival de otoño ‘París gipsy’ de David Rochline (1987). Siempre con un té en su habitual apartamento cerca del Louvre. Lorenzo era muy independiente, nada de frecuencia con los otros artistas colombianos en Europa; su mundo era más bien el espectáculo y la cultura de erudición. También la búsqueda de sensaciones fuertes. Los viajes y el placer de lo desconocido.En 1988 escribí para la revista ‘Arte en Colombia’, un artículo monográfico sobre su obra. Para esa época ya tenía en su haber, además de exhibiciones individuales y participación en colectivas importantes, abundante cantidad de ilustraciones para libros y revistas: ‘Relatos para muchachos’ (1980), ‘Qué bonito baila el Chulo’ (1980), ‘Gaceta’ (1982), ‘Cuentos de Rafael Pombo’ (1983) y ‘Lámpara’ (1986). Un pintor teatralHabía realizado también la escenografía y el vestuario para la obra ‘Sobre las arenas tristes’, basada en la vida de José Asunción Silva.El mundo de Lorenzo era sobre todo la ficción. El espectáculo que es ilusión, constituía la parte central de sus gustos. Quizás la pintura fuera una prolongación de ese multicolor lugar de reflectores y realidades dramatizadas. Su dedicación a la escenografía en los últimos años ilustra el entusiasmo real por incorporarse al teatro. Las opiniones agudas y la comprensión inteligente de las señales que lo trasladaban a proponer soluciones para los montajes, revelaron su apetito imaginativo. Así voy a recordarlo, hablando de las puestas en escena, de coreografías, colores, contrastes y el despliegue ocurrente de cada nuevo proyecto. No es común encontrar entre los artistas colombianos intereses variados y culturas diversificadas, con gustos especiales. Esta será otra razón, seguramente la más poderosa, para echarlo de menos.Naturalmente el cine, espectáculo por excelencia, fue también otra de sus inclinaciones frecuentes. Las producciones japonesas, películas francesas de autor, alemanas e italianas. Las cintas de Buñuel y Visconti. Su actriz preferida fue Jeanne Moreau. Regresó definitivamente de Europa, por última vez, con su extensa serie de adolescentes reclinados. Los había pintado en París en papel oriental. Lorenzo visitó China, Japón e India.También fue en peregrinación a Turquía. Se dedicó a diseñar para el teatro y pintar finalmente la que sería su última serie de ‘Bodegones’. Mientras el estado físico tocaba fondo, la acumulación de experiencias e intensa cultura constituyeron su última compañía. Sus grandes ojos oscuros fueron perdiendo visión. Cuando lo visité por última vez estaba en su cuarto rodeado de todos los objetos que fue recolectando como pequeñas memorias y que eran parte de su gusto edificado con talento. Él ya no podía ver nada de su entorno, pero lo sabía, había aprendido todo eso y mucho más.Evocó en un casi monólogo la pintura, los paisajes, la ópera, las ciudades y finalmente me dio excusas para nombrar la muerte. Pero recobró la idea de las tinieblas y terminamos hablando inevitablemente de Borges (“mirando la oscuridad que ven los ciegos”). Finalmente, llegó el final. Así, volviendo a retomar al autor de la ‘Historia universal de la infamia’, pienso con él que “cuando algo concluye, debemos pensar que algo comienza”.

AHORA EN Cultura