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‘Mr Kaplan’, lo nuevo de la comedia uruguaya

‘Mr Kaplan’ nos involucra en las aventuras de un hombre setentón que quiere hacer historia (…y justicia) en nombre de su sangre judía: quiere capturar y sacar del país a un supuesto nazi que yace escondido en un pueblo de la costa. Una película entretenida en su planteamiento y que pierde ritmo a medida que avanza, pero que resulta fresca y entretenida.

17 de mayo de 2015 Por: Claudia Rojas Arbeláez l Especial para GACETA

‘Mr Kaplan’ nos involucra en las aventuras de un hombre setentón que quiere hacer historia (…y justicia) en nombre de su sangre judía: quiere capturar y sacar del país a un supuesto nazi que yace escondido en un pueblo de la costa. Una película entretenida en su planteamiento y que pierde ritmo a medida que avanza, pero que resulta fresca y entretenida.

Jacobo Kaplan (Héctor Noguera) lleva en su nombre la responsabilidad de hacer cosas grandes por su pueblo. Pero hay otro par de cosas que le atormentan mucho más… sus 76 años y la noticia que ha escuchado recientemente  que advierte de la posible presencia de un viejo nazi que se esconde en las playas del Atlántico uruguayo.  La sangre judía que corre por sus venas enciende su deseo de hacer justicia y teniendo como inspiración el caso Eichmann, el hombre se propone capturar aquel peligroso nazi que se mueve con libertad por su país sin pagar por las atrocidades que, según él, cometió durante la Segunda Guerra Mundial. 

Así se plantea la trama de una película que lleva por nombre ‘Mr Kaplan’, dirigida por Álvaro Brechner y que tiene en su primera hora la parte más interesante de su historia.  Sin embargo, la trama que empieza en alto y nos engancha mostrándonos la aburrida y común vida de un jubilado, que ha empezado a comportarse de manera extraña, no logra convertirse en la comedia rutilante que promete ser al menos en sus primeras secuencias. 

Esta falta de rigor empieza en el instante en que la historia se edulcora con cierto saborcillo de melodrama con el que pretenden convertir a su protagonista en un  personaje encantador.  

Sin embargo, el propósito no se consigue del todo.  No por la actuación del chileno Noguera, quien interpreta muy bien el papel de este hombre que se eclipsa ante la vida, intentando asirse de un proyecto que lo ayude a sentirse útil o al menos entretenido en sus últimos días.   Sino más bien por la construcción de este jubilado aventurero que no termina de ser ni fuerte, ni indefenso, ni dulce, ni mordaz, ni astuto, ni ingenuo. Esto dificulta la empatía y hace pocos creíbles las acciones en una historia que ya para entonces empieza a verse repetida y predecible. Esto,  unido a la manera maniquea como nos lo muestran en medio de su familia. Un esposo jubilado que vive acompañado de su esposa y que tiene una aparente relación con un par de hijos avejentados y una nieta de 18 años que termina convirtiéndose en la única oreja y cómplice dentro del círculo familiar. 

Las preocupaciones de los hijos que pretenden tratar a su padre como un niño que no puede hacerse cargo de sus cosas, afectan su forma de actuar y lo cercan en su encrucijada de tener que hacerse cargo de la misión que se ha propuesto a escondidas.  Entonces, este quijote uruguayo encuentra en el hijo de un viejo amigo, su propio escudero. Wilson Contreras (el uruguayo Néstor Guzini), un ex agente de policía quien ahora se pasa sus días bebiendo cerveza, engordando la panza intentando distraer el dolor que le produce estar alejado de su esposa y sus cinco hijos.  

De ahí en adelante la película nos embarca en una empresa de búsquedas, viajes y hallazgos de pistas amañadas que parecen confirmar, al menos en el cabeza del astuto Kaplan que sus sospechas son ciertas.  A medida que avanzan en su investigación el misterio parece aclararse dejándoles ver que ese hombre que han seguido durante varios días en la playa es el que buscan.  Y así trazan un plan con el que pretenden llevarlo  a Israel para ser juzgado.  

Entonces, entre mentiras, situaciones llenas de torpeza y equívocos propios de la comedia ligera, el viejo y el gordo buscan la manera de perseverar en el propósito dramático que los impulsa en una película que  pronto cae en el aburrimiento y la pobreza visual.  La simpleza visual ralla en la austeridad de una producción que no se esfuerza por explorar los encuadres ni mucho menos  en crear giros dramáticos más interesantes de los obvios y esperados.  Así confirma los temores  que sentimos al encontrarnos frente a una producción tímida y comercial, que sin duda  cumple con todos los requisitos de  narrar una historia completa pero que no logrará ser trascendente. En medio de transiciones insípidas en una ajena Montevideo de los 90 y la playa iluminada, los cuadros y las composiciones son estáticas.

Con ‘Mr Kaplan’ Álvaro Brechner, el uruguayo que vive en España, llega a su segunda película (ya había hecho ‘Mal día para pescar’ en 2009) y nos permite asomarnos en la tímida industria cinematográfica uruguaya que se construye de a poquitos, mucho más despacio que la colombiana, manteniendo en la comedia su zona de confort.

Claudia Rojas Arbeláez es docente de la Universidad Autónoma de Occidente @kayarojas.

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