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Miguel Botero, el nuevo nombre de la novela en Colombia

Conozca la historia de Miguel Botero, el ganador del Premio Spiwak Ciudad de Cali a la Novela del Pacífico Americano en Español 2016.

11 de agosto de 2016 Por: Claudia Liliana Bedoya | Reportera de El País

Conozca la historia de Miguel Botero, el ganador del Premio Spiwak Ciudad de Cali a la Novela del Pacífico Americano en Español 2016.

"Nunca oí mi nombre. Así que llamé al hotel y le dije al de la recepción que si me hacía el favor de fijarse en el nombre del ganador y cuando él, muy querido, dijo mi nombre, ahí supe que ya era ganador. Hasta él me felicitó”.  

Y fue a través del recepcionista del Hotel Spiwak en Cali, como el antioqueño Miguel Botero García conoció que era el primer ganador del Premio Spiwak Ciudad de Cali a la Novela del Pacífico Americano en Español 2016.

Momentos antes de que su nombre se hiciera oficial, Miguel, quien reside en el municipio de El Retiro, Antioquia, había recibido una llamada. Al otro lado de la línea estaban Ángel Spiwak y Noé Jitrik con la buena nueva, pero  “la comunicación se dañó.  Fue muy corto y quedé pensando si eso era real. Ya en la noche, cuando ya ví mi nombre escrito, no me lo creí”. 

Doce horas después de haber sido proclamado como ganador,  atendió a El País para conceder la primera entrevista de su vida. “Nadie me conocía. Yo no había salido ni en el periódico del colegio, en nada”, expresó con buen humor.

A sus 39 años, Botero, el autor de ‘Sueño blanco’, ha ido escribiendo su vida y sus historias por capítulos y con episodios inconclusos. Y es que al hacer un resumen de su vida dice: “Empecé carreras pero nunca terminé nada, tuve varios trabajos por ahí, entre ellos, en una librería. Me fui a vivir  varios años a Argentina, donde fue que más o menos armé el escrito ganador”.

Cuenta que hizo un semestre de  ingeniería forestal, se retiró y volvió a intentar con antropología. “Pero realmente yo nunca estudiaba, nunca estuve como metido en la película. Nunca me sentí a gusto en clase”.

Y hoy hace un ‘mea culpa’  de esas decisiones tomadas. “Es bien difícil  no haber estudiado nada porque para  trabajar y todo eso, siempre se complica mucho la cosa”.

Curiosamente, en uno de los lugares donde logró permanecer más tiempo fue en su empleo de vendedor en la Librería Al Pie de la Letra, en Medellín, donde aprendió a vender porque  “soy malísimo para vender, pero mal que bien aprendí”, confiesa. 

Sin embargo, había una constante en su vida: las ganas de escribir y leer muchos libros, aunque nunca los terminara. “Siempre había tenido la intención de escribir pero tampoco tenía la constancia para trabajar seguido y desarrollar una escritura mejor. Me fui para Argentina  para lograr un poquito más de calma y empecé”. 

Para vivir trabajó en bares y discotecas hasta que logró un empleo como mesero en un restaurante. Pero escribir le requería una mayor dedicación, así que se lanzó a  vender empanadas los domingos.

Durante dos años recorría con un carrito la feria de San Telmo ofreciendo empanadas colombianas, preparadas por él mismo. “Allá tocaba cocinar el maíz, molerlo y dejar lista, el sábado, la bola de masa y el relleno. Todos los domingos, muy temprano, me levantaba a freirlas”.

Hace tres años regresó a Colombia con su historia bajo el brazo para seguirla alimentando y se radicó en una casita que su mamá construyó en El Retiro. Desde ese lugar, con conexión a internet de 1 mega, trabaja planos en Autocad para un amigo arquitecto.  A eso dedica las mañanas y, las tardes, a su comunión con la escritura.

Supo de la convocatoria por un amigo. El texto ya había ido a un concurso pero no había pasado nada. “Yo sabía que el escrito no estaba bien, no me terminaba de cuadrar. Pero al saber de la convocatoria, en un mes y medio me dediqué a arreglarlo y lo envié el último día”. 

Hoy, con el honor de ser el ganador entre 280 escritos, asegura que esta es una palmadita en la espalda “porque muchas veces me preguntaba si lo que hacía estaba bien. Y siempre es bueno que alguien te diga que vas por buen camino y sin creerse tampoco nada del otro mundo”. 

Nunca ha tenido en sus bolsillos tanto dinero como los US$50.000 que recibirá por el premio. “Siempre he tenido la platica del diario, lo justo y vamos a ver como la hago rendir mejor porque la plata me permitirá dedicarme de tiempo completo a escribir”. 

“Todo lo que estaba haciendo era buscar una vida para vivir de escribir y  el premio es un inicio que debo aprovechar. Del mundo editorial no conozca nada. Me imagino que algún día alguien me llamará de pronto”.

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