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Mery Salazar de Sierra: una mujer con intensidad por el arte y la cultura

No le preocupa que la llamen “intensa”. Mery Salazar de Sierra es una caleña valiente que lucha por la dignidad de los artistas colombianos.

20 de abril de 2015 Por: Meryt Montiel Lugo / Editora equipo de domingo

No le preocupa que la llamen “intensa”. Mery Salazar de Sierra es una caleña valiente que lucha por la dignidad de los artistas colombianos.

Septiembre 3, de 1993.

“Mami preciosa, Dios te ha dado ese gran don de bondad y te hace sentir la necesidad de ayudar a los demás. Sigue adelante, ojalá con amigos que te apoyen, pero si es el caso, sigue sola, que con tu chispa, tu entusiasmo y decisión basta para lograr cosas increíbles. 

No mermes tu esfuerzo, si te hacen tropezar, levántate y continúa  con más fuerza demostrando que si unos no te ayudan, otros lo harán con más sinceridad y cariño.  No permitas que nada en absoluto merme tu impulso y afán por lograr tus objetivos. Sigue siempre adelante contra viento y marea, demostrando cada día lo grande que eres. 

Te amo, ‘Mayito’”.

Esta carta que su hijo Mario le escribió en una esquela, con letra grande y toda en mayúscula,  la conserva en un portarretrato que luce en el escritorio de su residencia. Y una copia de la misiva la mantiene en el escritorio de su oficina, en la sede de la Fundación del Artista Colombiano, en el barrio San Antonio.  

Ese mensaje que le escribió su hijo pocos años antes de morir, al verla llorar, atribulada por una dificultad que enfrentó en la entidad que preside desde hace 25 años, es el que la ha impulsado,  desde entonces, a seguir adelante  a pesar de las más duras batallas.

Su hijo Mario Sierra Salazar, ese joven de 1,85 mts de estatura, al que su tía, la soprano Zoraida Salazar deseaba llevarse a la Escala de Milán por su hermosa voz de barítono, nunca le entregó la carta. Ella la encontró metida en una de sus libretas cuando, a los tres meses de su fallecimiento, tuvo el valor de organizar su cuarto, su  ropa, sus libros...

Mery, esa cálida mujer que acostumbramos a ver sonriente, promocionando los eventos de la fundación que vela por los artistas de Cali, sentada en el comedor de su residencia, en el barrio La Merced, se derrumba. Llora desconsolada recordando ese episodio de su vida. 

Era 1990. Su único hijo varón, de 19 años, fue atropellado en la Calle 5 con 39 por un carro de la Policía que prestaba  servicios a la Alcaldía. Perdió el parietal derecho del cráneo. Luego de tres meses y medio en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario del Valle logran salvarle la vida. Estando en casa, por  complicaciones neuronales, secuelas del accidente, volvió a ser como un bebé: debió aprender a decir  mamá, papá, a gatear, caminar, hablar,  leer, escribir... 

La entrega de la familia, especialmente de su madre fue total. ‘Mayito’, como llamaban los allegados a Mario, luego de dos años y medio pudo volver a la universidad, pero años después, una leucemia, agravada por una infección de estafilococo que impidió hacerle un trasplante de médula ósea, acabó con su vida a los 28 años.

Lea también: Mery Salazar de Sierra, una guerrera del arte y la cultura

Aún en medio de la tragedia familiar que vivía, Mery Salazar de Sierra nunca se desligó de sus labores como presidenta de la Fundación del Artista Colombiano, ya que  las atendía desde su casa. Esta es solo una pequeña muestra de que la  entidad ha sido como  otro hijo para ella, al que ama  con toda el alma y por el que  lucha sin fin para verlo crecer.

Por sacar adelante esta fundación que nació el 24 de enero de 1990 con 70 artistas y hoy cuenta con 600, ha llegado hasta  a hipotecar su casa. Para ello contó con el respaldo de su ángel, de su negrito, como llama a su esposo  Alfredo Sierra.

En vista de que la institución tenía  una deuda de $92.000.000 (por cuenta  de la crisis económica del país en 2008 que redujo en un 50 % los recursos que le daba el Gobierno a las entidades culturales) y que la decisión de la Junta Directiva fue que se debía cerrar, Mery le propuso a su esposo hipotecar la casa y este, después de meditarlo toda una noche, a la mañana siguiente le entregó las escrituras, dándole su voto de confianza. 

Así que los miembros de la junta y todos los artistas se unieron a la causa de no permitir el cierre de la fundación ni que los bancos se quedaran con la casa de Mery.

Empezaron entonces a vender  CDs  del Festival de Tríos; se aumentaron los días de este evento, de 2 se pasó a 3 y 4; se hicieron más rifas, se buscó el apoyo de las empresas. Se fortalecieron los eventos De Regreso a mi Tierra y Musicalísimo (presentaciones musicales cada primer viernes de mes en la sede de la entidad). 

Mery hizo préstamos con 36 meses de plazo y en tres años saneó la deuda.

Perseverante

Esta caleña, madre de tres hijos (le sobreviven dos hijas) y cinco nietos, por sacar avante los proyectos de la fundación se ha ganado la fama de intensa. Ella lo sabe y se ríe a carcajadas al reconocerlo: “Ay,  llegó esta señora,  qué pereza”, dice haber percibido en la mirada de algunas personas.    

Pero es una “intensa bueeeennaaaa”, que da resultados, “bendito sea Dios”,  manifiesta aún entre risas. Y recuerda entonces cuando en una época llegaba a los medios de comunicación, a la Alcaldía, a la Gobernación, a la Universidad del Valle (en la que hacía un curso en gerencia) con la maqueta de lo que sería la  sede propia de la fundación en el Parque de la Música. 

Es su sueño anhelado y que espera lograr, dice, ya  sea en ese lugar 

subutilizado que solo sirve hoy para ir a pasear perros o ser dormitorio de gente de la calle. O en cualquier otro espacio. “Yo no pienso en una casa, sino en una manzana, porque los artistas merecen una gran obra”, dice riendo hasta el cansancio, festejando su ocurrencia.

No es extraña su ‘osadía’, porque como siempre ha repetido en la fundación, “si no pensamos en grande no vamos a salir adelante”. Ella, luego de batallar por 25 años, desea trabajar por la ‘Casa del artista’, construirla en  un gran edificio, similar a  la que vio en Milán (‘La Casa del Artista Verdi’), donde se les brinda, entre otros, techo, comida y recreación a artistas de avanzada edad.

“Entre mis 12 y 14 años, con mi voz ayudé a recoger recursos para las iglesias de Colseguros, la de Felidia y la del Saladito.  Era un éxito. Yo cantaba y me volaban los sombreros y las ruanas”.

Cómo decirle que no

La Fundación del Artista Colombiano empezó a funcionar en el local donde Mery tenía  su Floristería Taiwán (Centro Comercial Plaza Norte). Pronto  ve la necesidad de alquilar una casa. Montada en su Renault 4, regalo de su marido, empezó a  buscarla  por el barrio San Antonio.

Ya  en el sector, fue a parar a una  casa a la que  el empresario Arcesio Paz (dueño de Harinera del Valle)  le estaba arreglando todo el techo para irse a vivir con su esposa Rosita.

Alquíleme esta casa, le solicitó Mery a don Arcesio, petición que le fue negada de plano. Pero  fue tanta la insistencia de ella por varios meses que el empresario terminó diciéndole que sí.

 ¿Cómo darle un no definitivo a esa insistente mujer que lo ‘ablandó’ llevándole varias veces pandebono y que  lo halagaba cantándole bambucos y toda la música nariñense que tanto le gustaba?

Negociar tampoco fue fácil, pero Mery logró su propósito. De los $3.500.000 que don Arcesio le dijo que cobraba por el arriendo terminó bajándole bastante. Después de tanto regatear ella le dijo: “hagamos una cosa: le doy $300.000 y por el resto de los $2.200.000 del arriendo (a eso logró llevarlo) yo le entrego un certificado de donación. Así entramos  a esa que ha sido nuestra sede por 25 años”. Don  Arcesio me decía, evoca a renglón seguido una Mery festiva, “que si hubiera un curso donde enseñaran a la gente a ser intensa, tenía que escribirlo yo”.

Dignificación del artista

Es una abanderada de la dignificación de los artistas. Por ellos es capaz de luchar por  las más grandes obras e incluso, por esas cosas que a la sociedad le parecen simples, pero que tienen un gran valor. 

Como en aquella ocasión que al asistir al matrimonio de la hija de una amiga, notó que al grupo de músicos que animarían la fiesta los tenían en la cocina. Luego de insistirle a la dueña de casa que les diera una mejor ubicación y ver que no hubo algún cambio, le dijo que le buscara la cartera, que se iba de la fiesta.

Para evitarlo,  su amiga ubicó entonces  a los músicos en la sala, tal como le había sugerido Mery: “para que la gente sepa que son invitados especiales”. 

A los músicos de esa fiesta y a muchos otros les ha insistido en  la importancia de valorarse a sí mismos y a exigir respeto por su oficio. Así que ella se complace al señalar que hoy, antes de firmar un contrato, ellos pregunten: ‘¿qué sitio vamos a ocupar?’, ‘¿Cómo nos van a atender?’. Y por supuesto, que cobren mucho mejor por su trabajo que en otras épocas.

Todos esos pequeños y grandes logros de la Fundación: la consolidación del Festival de Tríos, del evento De Regreso a mi Tierra, el Musicalísimo; la afiliación al sisbén de 140 serenateros de la calle; más fuentes de empleo para sus afiliados; casas para algunos; la proyección social de la entidad a través de la formación artística  a niños de las laderas, tienen  a Mery convencida de que debe continuar con su misión, porque a pesar de la lucha, “las satisfacciones son enormes”.

 

Algunos logros:Festival de TríosArrancó hace 23 años con  cuatro agrupaciones para  presentarse en dos días. Este año serán 18 tríos (contando los tres internacionles)  que actuarán 6 días.
 
De regreso a mi tierra Cantantes líricos colombianos  que residen en el exterior se presentan en Cali. En este programa que inició hace diez años han participado 38 líricos. Se ha formado un tejido social entre ellos que permite que se brinden ayuda cuando están en el extranjero. Musicalísimo Se celebra  desde hace cinco años, cada primer viernes de mes, en la sede de la Fundación. Se presentan cuatro grupos entre solistas, duetos, tríos y agrupaciones. Concurso Con el concurso  Trío Novel, la fundación  ha motivado a  jóvenes, a acercarse a la música de cuerda en formato de trío y a recuperar el romanticismo. Ha llegado  a ellos en las universidades, colegios y otros lugares.   Proyecto social Con Forjadores  del Futuro la Fundación apoya desde hace siete años a niños de las laderas, de estratos 0, 1 y 2 enseñándoles guitarra, percusión, canto y baile.

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