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'Más fuerte que el Holocausto', la novela de la periodista Olga Behar

Olga Behar lanzará este mes la novela 'Más fuerte que el Holocausto', basada en la historia real de Bruno y Karolina Teicher, una pareja judía cuyo amor sobrevivió a los campos de exterminio Nazi. Un secreto familiar que se abre con el deseo de que la historia jamás se repita.

2 de octubre de 2016 Por: Santiago Cruz Hoyos / Periodista de Gaceta

Olga Behar lanzará este mes la novela 'Más fuerte que el Holocausto', basada en la historia real de Bruno y Karolina Teicher, una pareja judía cuyo amor sobrevivió a los campos de exterminio Nazi. Un secreto familiar que se abre con el deseo de que la historia jamás se repita.

Existe algo más fuerte que el Holocausto Nazi? Olga Behar cree que sí. La respuesta la explora en su más reciente novela cuyo título, justamente, es ese: ‘Más fuerte que el Holocausto’. Pero, ¿qué puede superar aquella barbarie? 

Olga, ¿cómo surgió esta historia? ¿Por qué una periodista vuelve ahora a los terrenos de la ficción? 

Esta era una obra que me debía a mí misma, pero sobre todo se la debía a una familia: los Teicher.  Son gente muy cercana a mí. La hija menor de esta pareja se crió conmigo desde la cuna. Estudiamos en el colegio y han pasado los años y seguimos siendo las mejores amigas.  Pero el surgimiento como tal de la  novela tiene una pequeña historia. 

Esta pareja –Bruno y Karolina Teicher- había hecho una especie de pacto de silencio. Así que siempre, desde niña, vi en su casa un amor especial que yo no había descubierto en ninguna otra pareja, ni siquiera en mis padres. Era como un amor capaz de salirse por los poros 

de cada uno de ellos.  Pero al mismo tiempo había muchos silencios. Silencios sobre ciertos temas. 

Así que yo  trataba de llenar esos vacíos preguntando en mi casa: 

“Mami, ¿por qué ellos hablan polaco en ciertos momentos, como para que nadie les entienda? ¿Qué les pasó? Dicen que ellos estuvieron en la guerra Nazi…”.

Mis papás siempre me contaban pedacitos muy breves de ese pasado, pero me advertían: “Cuidado con tocar ese tema. La guerra es un asunto prohibido en la casa  Teicher”. Y yo guardé silencio. 

¿Qué pasó después?

[[nid:581319;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2016/09/gaceta02oct.2016-pag.8photo04.jpg;left;{Obra 'Más fuerte que el Holocausto' de la periodista Olga Behar. Especial para GACETA}]]Durante muchos años se mantuvo ese misterio. Yo recuerdo que en la casa de los Teicher no había fotos de la boda. Después entendería el motivo, pero a mí me llamaba mucho la atención eso. Era una casa sin fotos familiares. 

Sin embargo  pasó el tiempo, yo me gradué del colegio, me fui a estudiar a Bogotá, empecé mi carrera como periodista, escribí ‘Las guerras de la paz’, ‘Noches de humo’,  ‘Penumbra en el Capitolio’ y al final de la década de los 90, en 1999 exactamente,  esta pareja me invitó a almorzar a un pequeño apartamento que tenían en Miami.

 Karolina, por cierto, cocina delicioso. Hacía una torta de queso y maíz espectacular y además había que verla cocinar: utilizaba cada 

milímetro de cada cáscara. El hambre fue un arma de la persecución Nazi, y para contrarrestarlo había que aprovechar al máximo cada alimento. Eso se volvió  muy típico entre los que huyeron de la guerra. 

El caso es que estábamos en  pleno almuerzo y de repente Don Bruno me dice: “Olga, tú ya eres una escritora”. Fue la primera vez que alguien me dijo que era escritora. Siempre me decían ‘periodista que escribe libros’, pero él me llamó escritora. Y  me dijo: “Yo quiero que algún día, todavía no, escribas la historia de mi familia”. Todos nos quedamos en silencio. 

Don Bruno me contó dos hechos muy fuertes: su vida en un campo de trabajo Nazi -donde  él fue obrero– y el día en que perdió a un gran amigo, quien fue asesinado. “Te cuento eso -me dijo después- solo para que sepas que será un libro fuerte. Pero algún día te contaré toda la historia”. 

¿Y en qué quedó todo?

Siguieron pasando los años, yo me fui a vivir a Costa Rica, regresé a Colombia  y un día cualquiera me llamó Karolina Teicher. Acababa de cumplir 92 años y me dijo que ella también quería que la historia se supiera. Además, ese fue el deseo de Bruno. En ese momento él ya había muerto. 

Karolina  pensaba que la  historia debía ser contada por la importancia  de la reconstrucción de memoria. Reconstruir los hechos para que no se repitan. Ella siempre me insistía en esa idea:  la no repetición. 

¿Y qué opinaron los hijos de esta pareja sobre ver expuesta su historia familiar?

Les dio mucho miedo que se contara la historia de sus padres, pero me invitaron a Israel para que hablara con Karolina. Y me hicieron firmar un pacto de confidencialidad que me exigía no usar los nombres de ellos. Hacer todo lo posible para que la historia se contara  de manera fidedigna, pero no dar pistas de que el relato correspondía al pasado familiar de los Teicher.  

Sin embargo, después de que ya había arrancado el proyecto, recibí un correo de León, uno de los hijos, (los otros dos son Rosita y Gladys). En el correo me decía que en nombre de sus hermanas y del suyo propio rompían el convenio de confidencialidad.  La razón era que ellos habían entendido la seriedad del proyecto, el tratamiento de la historia, y que en honor a sus padres debía contarse lo que vivieron durante la persecución Nazi contra los judíos y su llegada a Colombia. Para ese momento, sin embargo, yo ya tenía mis personajes creados, con sus identidades, su vida propia. Es decir: seguí con la idea de contarlo  todo a través de la ficción.

 Por eso el libro tiene dos versiones: una que le interesa solo a la familia, y otra, esta novela, pensada para el lector en general. 

¿Cómo investigó la historia?

Tuve suerte en varios aspectos.  A finales de los 90, cuando Steven Spielberg iba a hacer su película ‘La lista de Schindler’, creó unos equipos multidisciplinarios que recorrieron el mundo occidental entrevistando a los sobrevivientes de la guerra, y tanto Bruno como Karolina fueron entrevistados. Me costó mucho trabajo conseguir esos videos, pero lo logré. Me sirvieron  para meterme en el personaje de él, de Bruno. Quería sentirlo vivo de nuevo. A Karolina, finalmente, la tenía al frente. 

Ella tenía 92 años pero ya la mente a esa edad te traiciona. Y a veces, al recordar ciertos episodios, se ponía muy mal, así que yo  tenía que parar. Parar podía significar dos horas o  dos  días.  Entonces le pregunté: “¿No tendrás por ahí un pasaporte viejo, cartas, una foto, algo que nos ayude a reconstruir la historia?”.

Ella se quedó pensando y me dijo: “Lo tengo todo”. Le pidió a una de sus hijas ir  donde estaban las toallas y las sábanas, meter la mano bien al fondo y buscar un envoltijo en un paño. Cuando me lo pasó yo sentí que estaba ante un tesoro: su diario de la guerra y de cómo sobrevivió su relación con Bruno durante la persecución Nazi. 

Allí cuenta cómo en los campos de trabajo cenaba con cáscaras de papa y otras sobras, porque no había más. Los piojos laceraban la piel de todos. Cuando lograron escapar debieron caminar horas por campos llenos de nieve y se le congelaron los pies. 

Pero uno de los episodios más duros fue cuando Karolina, en la lavandería donde enviaban la ropa de los judíos asesinados, encontró las pertenencias de su hermana. Esa lavandería olía a sangre, a plomo, a muerte. Fue un episodio muy difícil de reconstruir. Y claro, el diario cuenta cómo  el amor por Bruno resultó más poderoso que el Holocausto. Cómo, por ese amor, sobrevivieron.

[[nid:581311;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2016/09/gaceta02oct.2016-pag.8photo02.jpg;left;{Los Teicher en imagen captada entre abril y mayo de 1945.Especial para GACETA}]]Se trata también de una historia que de alguna manera toca directamente a su familia…  

Sí. Mi mamá era judía–alemana. Buena parte de su familia fue asesinada. Mi papá era de Jerusalén. Era israelí.  En casa crecimos con esa historia de la guerra, con ese pasado. Un pasado en el que también había muchos silencios. 

Mi abuelo no hablaba de su hermana, por ejemplo. A ella y a sus cinco hijos los mataron los Nazis. También un primo de mi madre estuvo en los campos de trabajo. Si sobrevivió fue porque era obrero. Manejaba equipos de fundición. 

Cientos de judíos fueron la fuerza de trabajo de los Nazis, la fuerza de trabajo de la misma  guerra que se libraba contra su propio pueblo. Era eso o la muerte. Así que al escribir esta novela asimilé también gran parte de mi historia familiar. 

Se dice que esta persecución emprendida por Hitler, más allá de la búsqueda de una raza pura -como él  pregonaba- en realidad estaba motivada por una razón económica: desterrar a los judíos que tenían grandes dividendos en Alemania. ¿Qué piensa usted al respecto? 

Yo siempre he creído que esa explicación es el gran chivo expiatorio de la criminalidad. Es como la manera de disculpar ese afán criminal. Yo qué creo: creo que las comunidades judías son comunidades cerradas. Y son comunidades muy sólidas  familiarmente. Si logran despegar fácilmente, estén donde estén, es  porque tienen dos elementos que para mí son fundamentales: primero, la solidaridad familiar es impresionante. La solidaridad entre amigos. Y, por otro lado, le dan un valor a la educación que la sociedad en general no ha sabido darle.

Una familia judía primero come, es su prioridad y segundo, estudia. El resto no importa. Por eso una mamá siempre presenta  a su hijo como “el médico” o “el ingeniero”. Para una madre judía tener un hijo profesional supera todas las expectativas. 

Así que son comunidades que florecen más fácilmente que otras por esa importancia que se le da a la educación. 

Pero para responder directamente tu pregunta, yo en realidad no me explico el motivo de la persecución Nazi. Es absurdo. El cuento de la raza pura es absurdo. Y todas las masacres son absurdas. Nadie las puede explicar, justificar. Incluso sociológicamente yo creo que 70 años después tampoco hay una explicación coherente. 

Los Teicher llegaron a Colombia debido a la guerra. ¿De dónde surge esa conexión  con el país?

Cuando iba a empezar la guerra, los países abrieron unos cupos para recibir a los judíos. Y entre esos países estaba Colombia. Fue, de hecho, el último país que los cerró. 

Esa fue una  de las razones por la que llegamos tantos judíos, aunque en realidad ha habido muchas migraciones. 

¿Por qué esta  novela la tendría que leer un colombiano? 

Yo estoy en la búsqueda de la construcción de un modelo para narrar la paz. Para narrar el  posconflicto.  Y esta es una novela que tiene que ver con el perdón y la importancia del amor, que es lo que se está jugando Colombia actualmente. El perdón para mí es algo muy personal. Depende de cada uno. 

Mis personajes, de hecho, no perdonaron jamás a los Nazis. Sin embargo, tuvieron el gran valor de aceptar, de reconstruir sus vidas y encontraron en el amor la manera de salir adelante. El valor que tiene el amor en esta novela es trascendental y yo creo que eso es lo que tenemos que encontrar en Colombia en días del acuerdo con las Farc: el amor como un valor trascendental. 

“El valor que tiene el amor en esta novela es trascendental y yo creo que eso es lo que tenemos encontrar en Colombia, en días del acuerdo con las Farc: el amor como un valor trascendental”. Olga Behar.
“Yo estoy en la búsqueda de la construcción de un modelo para narrar la paz. Narrar el  posconflicto.  Y esta es una novela que tiene que ver con el perdón y la importancia del amor, que es lo que se está jugando Colombia actualmente”.

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