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Margarita García habla de 'Cosas peores', premio Casa de las Américas

Esta cartagenera es ganadora del premio Casa de las Américas y habla desde Buenos Aires de ‘Cosas peores’, el libro de relatos que presentará en Cali en el Festival Oiga, Mire, Lea.

3 de julio de 2016 Por: Sergio Villamizar | Colprensa

Esta cartagenera es ganadora del premio Casa de las Américas y habla desde Buenos Aires de ‘Cosas peores’, el libro de relatos que presentará en Cali en el Festival Oiga, Mire, Lea.

Son cerca de diez años los que lleva radicada en Buenos Aires, pero a ese tiempo debe descontarle los innumerables viajes que realiza para asistir a distintas ferias del libro en el mundo, las temporadas de becas y residencias para escritores a las que se postula, sin contar las veces que acompaña a su pareja a diferentes festivales de cine.

Así es la cotidianidad de Margarita García Robayo, una cartagenera que, en una ciudad que respira literatura, ha emprendido proyectos como el blog Sudaquia: historias de América Latina, que ha sido reproducido por importantes medios de comunicación del mundo, así como ser una de las pilares de la creación de la Fundación Tomas Eloy Martínez.

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En medio de esas actividades, y de cuidar a su  hijo  de dos años, no ha dejado de escribir, entre los cuentos y las novelas continúa su búsqueda, como en ‘Cosas peores’, su libro de relatos con el cual obtuvo el Premio Casa de las Américas, un nuevo impulso para seguir encontrándose con las historias, para luego dedicarse a relatarlas.

Desde hace seis años viene publicando desde libros de relatos como ‘Hay ciertas cosas que una no puede hacer descalza’, así como la novela ‘Lo que aprendí’, y ahora llega a las librerías del país ‘Cosas peores’, que consta de siete relatos breves y en donde,  entre la suave ironía y una brutal visión, presenta su percepción sobre la vida contemporánea.

Margarita, su primer libro, ‘Hay ciertas cosas que una no puede hacer descalza’, también era de relatos…

Fue mi primer libro publicado en el 2010, con el cual estaba empezando, dando mis primeros pasos en la literatura y en realidad mucho no me gusta, pero calculo que esto le suele suceder a muchos escritores con sus primeros libros.

Me siento muy afortunada de haber publicado ese libro de una forma tan rápida, recién empezando y siendo un libro de relatos, pero debo ser honesta que siento que le faltó tiempo a esos relatos. Me parece que cuando te apresuras, tarde o temprano te das cuenta que no estaban listos para salir. Pero igual fue un aprendizaje para los siguientes pasos.

¿Siente la diferencia entre ese libro y ‘Cosas Peores’, también de relatos?

Ahora siento que la diferencia es que ‘Cosas peores’ es un libro más maduro porque la escritora es más madura;   lo trabajé bastante y con mucho cuidado, más con el voto de confianza que es él haber ganado un premio.

Siempre los libros serán infinitamente trabajables y perfeccionables, y aun así tendrán sus defectos. Este libro lo trabajé con la conciencia de lo que quería, sabiendo que quería trabajar historias que tocaran temas como la enfermedad, las fracturas cada vez más comunes en la sociedad contemporánea, así como los vínculos rotos y las separaciones.

Una idea que se mantuvo de principio a fin, donde cada historia pudiera leerse de manera independiente, pero a la vez hicieran parte de un todo, que le diera solidez al libro, y siento que se logró, lo cual me dejó contenta.

Los conflictos familiares son constantes a lo largo de estos relatos…

La familia es el epicentro de todo lo que escribo, pero aún más en este libro, con sus composiciones conflictivas, donde aparentemente, ante los ojos de los demás, todo está bien, pero sabemos bien que nunca es así, que dentro de las familias siempre hay más de un tema por resolver.

El cuento que le da título al libro, es una de esas historias de problemas familiares…

Es un relato que me gustó mucho, porque además de hablar de esas familias de padres separados y un hijo con un problema de obesidad, en el fondo está el tema de las cosas incontrolables del cuerpo, de cómo hay cosas como la enfermedad que te arrebatan ese control.

Este chico nace así, no para de engordar pese a los controles y tratamientos, lo que al final puede ser una bomba de tiempo dentro de una familia que ha ido acumulando problemas no resueltos a lo largo de los años. Es la prueba de que no terminamos de tener el control sobre lo que nos pasa.

¿Qué la motivó a postular este libro al Premio Casa de las Américas?

Es difícil, pero a la vez, te pone límites de tiempo, que a veces como escritor te hace falta. Sabes que tienes una serie de historias y que debes trabajarlas para entregarlas en cierto plazo y eso en realidad es una gran ventaja.

Esa es la primera utilidad de un premio. Por otro lado, en Argentina conocía a un par de escritores que se lo habían ganado, siendo un galardón muy prestigioso, serio y respetado, aunque ni siquiera entrega mucho dinero, por lo que mandé el libro como quien manda un mensaje en la botella al mar, pero con la seguridad de que más allá de que el libro fuera bueno o malo, era lo que yo había querido conseguir.

¿Qué piensa de los premios?

Para mí los premios se dividen en dos. Aquellos que te dan un buen dinero, que también está muy bueno, porque al escribir nunca sabes si eso que estás haciendo se va ver traducido en una moneda, por lo que el premio te llega como un voto de confianza y te soluciona el problema pragmático del sostenerse para seguir escribiendo.

Por otro lado, galardones como el entregado por Casa de América es un espaldarazo, un estímulo de  una voz autorizada que te dice que sigas, que vas por un buen camino.

¿Es distinto el proceso de escribir cuentos al de escribir novelas?

Siento que con los cuentos tengo mayor interés o una fijación más técnica, con un trabajo manual mucho más riguroso que el de una novela. Quiero que sean maquinitas que funcionen de manera casi perfecta, que sea como una prenda de vestir a la cual puedas darle la vuelta, verle las costuras y comprobar que está bien hecha.

En las novelas, creo que me doy más libertad para la divergencia. Si bien en la técnica hay un gran esfuerzo, creo que tiene que ver más con preguntas introspectivas, con un abordaje más filosófico de la vida, de las cosas, de las historias.

¿Sigue siendo difícil lograr publicar cuentos?

En todos lados es medio raro encontrar una editorial que quiera publicar cuentos, al decir que no son cosas muy comerciales, pero en mi caso lo que más consumo son los cuentos, por su facilidad práctica de la lectura, mientras que la novela exige  una lectura de largo aliento.

En Argentina, quizás por su tradición en el género, es menos delirante enviar a una editorial un libro de cuentos que en otro país, donde te suelen decir que los cuentos no se venden, que escribas una novela.

¿Siguen las editoriales presentando al cuento como un género secundario?

A veces te hacen sentir que haces cuentos porque no puedes escribir una novela, o que estás preparándote para hacer una novela.

No coincido para nada con esa apreciación. A mí me gustan los dos géneros, los respeto por igual y por eso los abordo desde distintas posiciones.  

¿Siente acaso que sus historias y escritura están influenciadas de algún modo  por el hecho de ser una inmigrante?

La distancia de tu tierra te da una perspectiva diferente, aunque quizás menos en los cuentos donde la geografía y el territorio están más desdibujados, porque por un tema de elección estética no suelo decir dónde ocurren los hechos, las historias, para que la gente imagine, por las características que doy, dónde pueden estar sucediendo.

En las novelas sí hay un anclaje en el territorio. Las dos novelas que he escrito suceden ambas en Cartagena, en un periodo de tiempo determinado.

Creo que la distancia hace que todo sea más eficiente, porque me ocurre que al estar cerca de un hecho o un lugar, me cuesta mucho más expresarla, más cuando involucras de cierta manera tu historia personal, y si estuviera en Cartagena, con mi familia y mis amigos, seguramente tendría un poco más de pudor a la hora de escribir, lo cual no es bueno.

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