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Manuel Hernández, pionero del arte abstracto en Colombia, exhibe su obra en Roldanillo

Desde el lecho de una casa de salud en Bogotá, donde se recupera, dio su versión de aquellos tiempos en los que se discutía sobre la figuración y la abstracción en el arte.

12 de febrero de 2013 Por: Redacción de El País

Desde el lecho de una casa de salud en Bogotá, donde se recupera, dio su versión de aquellos tiempos en los que se discutía sobre la figuración y la abstracción en el arte.

Mientras poco a poco se recupera de dolencias que lo encadenan a largas terapias diarias, Manuel Hernández no deja de pintar. Es su aporte a la sanación, para que el espíritu no sucumba ante los males del cuerpo.Es más, una antología de pinturas de este artista bogotano, nacido en 1928, es exhibida en este momento en el primer museo del Valle: el Rayo, en Roldanillo. Allí están colgados cuadros de gran formato, pintados por Hernández entre 1969 y 2005. “Manuel Hernández seguramente es uno de los pintores abstractos más representativos de la década de los años 60”, asegura Miguel González, crítico de arte y curador de la exposiciónLa suya es una “pintura atmosférica, con sugerentes cromatismos y apoyada en signos. Señales de formas controladas pero de múltiples lecturas, estructuradas no solo por diseños imponentes sino por una gama colorística adquirida a partir de un oficio singular capaz de sugestionar al observador”, añade el analista.Por supuesto, el surgimiento de artistas que cultivaban el abstraccionismo, como Édgar Negret, Eduardo Ramírez Villamizar, Marco Ospina, Ómar Rayo y el propio Hernández, en esos años 60 “polarizó la discusión entre figuración y abstracción. Parecían dos bandos opuestos e irreconciliables. Esa polémica, a veces acalorada, entre los mismos artistas y también entre los críticos, ayudó a consolidar las posiciones y estimuló la profundización de las distintas aventuras formales”, prosigue González. Y desde el lecho de una casa de salud en Bogotá, donde se recupera, dio su versión de aquellos tiempos heroicos: “Cuando comencé en la pintura, en Colombia no se había trabajado en la abstracción. Así lo pude comprobar durante los estudios que hice en la academia Art Students League de Nueva York, donde pude observar lo que hacían los maestros compañeros míos, como Roy Lichtenstein, así como lo que hicieron Matisse y Picasso”.Maestro: ¿cómo se abrió paso en medio de ese debate contra lo abstracto?En ese entonces, Marta Traba, quien era la que comandaba esa generación, en sus críticas aceptó lo que yo proponía. De esa manera yo pude consolidar parte de mi carrera y eso fue esencial, pues en ese tiempo, junto con Ómar Rayo, fuimos los iniciadores de la abstracción en Colombia. Es bueno recordar lo que escribió la crítica argentina en 1956: “Hernández abstrae, seleccionando con igual participación de inteligencia y sentimiento, los elementos esenciales de la naturaleza; reconstruye bellamente lo que ve; tiene fuerza, gracia y buen gusto. A través de estas tres cualidades, la alusión a la realidad se convierte fácilmente en obra de arte”. Fue un espaldarazo, de quien en esa época era la papisa del arte en el país.Menciona a Rayo, cuya obra es distinta de la suya. Además, fueron amigos.La sensibilidad que teníamos por el arte abstracto y los viajes a Nueva York de cada uno fue lo que nos permitió conocernos y establecer gran amistad, hasta la invitación de Águeda Pizarro a exponer en su museo. Y aunque la obra de Rayo es distinta de la mía, siempre nos unió la sensibilidad por la abstracción.Para usted, ¿qué es la abstracción?Es el estilo con el cual el pintor se refiere principalmente a sus sentimientos.¿En Colombia se comprende eso?Yo creo que sí. La fuerza que representamos Ómar Rayo y yo, y las críticas de Marta Traba, permitieron a los colombianos conocer a toda una generación de pintores hoy con más de 50 años de actividad artística. Sin embargo, todavía falta más publicidad y divulgación.¿Han surgido buenos pintores abstractos después?Muy buenos. No es sino ver lo que exponen museos como el Rayo en Colombia.¿Sigue pintando?Con menos intensidad, claro está, pero no soy capaz de dejarla, por necesidad interior. No hay un día que no pinte.

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