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“Los chicos del Colegio del Cuerpo digo que son de estrato T: estrato talento”

Invitado por la Biblioteca Departamental, estuvo en Cali Álvaro Restrepo, director del Colegio del Cuerpo de Cartagena. GACETA se tomó un café con este maestro para recordar su historia.

3 de septiembre de 2013 Por: Redacción de GACETA

Invitado por la Biblioteca Departamental, estuvo en Cali Álvaro Restrepo, director del Colegio del Cuerpo de Cartagena. GACETA se tomó un café con este maestro para recordar su historia.

Maestro, usted vino Cali vino a conversar sobre cómo incorporar el cuerpo en la educación. ¿En qué consiste esa idea?Hay que reflexionar sobre cómo recuperar para el cuerpo un lugar de importancia en la educación, pues se ha relegado a la educación física y la biología, como si el cuerpo fuera solo físico, cuando en realidad está en permanente relación con la mente. La educación debe dejar de sacarle el cuerpo al cuerpo. Usted lamenta la cosificación del cuerpo que hay en Colombia...Es que se ha perdido el valor sacrosanto de la vida, el reconocimiento de nuestro cuerpo como templo y recinto sagrado. Colombia es muy consciente del cuerpo para bien y para mal: unos viven obsesionados con la belleza y las cirugías, con un cuerpo cosificado. Pero es tan violenta la manipulación del cuerpo que se hace con cirugías plásticas, como aquél que lo destroza con una motosierra. Volvamos al tema que lo trajo a Cali, ¿cómo ha logrado hacer pedagogía a través del cuerpo?Ha sido una labor de más de 15 años. Muchos chicos que hacen parte del Colegio del Cuerpo vienen de barrios de desplazados como el Nelson Mandela. Pero gracias al trabajo en la danza, que es nuestro lenguaje, ellos han logrado convertirse en ciudadanos del mundo, seres de una dignidad, un orgullo y una autoestima grandes. ¿En qué consiste la nueva ética del cuerpo, un concepto de su pedagogía?Nuestra tesis es que hay que revalorizar el ser porque esta sociedad se ha preocupado es por el tener. A ellos les explico que no tenemos un cuerpo, somos un cuerpo. Esa diferencia es gigantesca. Más de 8.100 muchachos han pasado ya por el Colegio del Cuerpo. Eso es toda una hazaña..Sí, eso lo que demuestra es que en este país el tema es la redistribución de las oportunidades, no de la riqueza. ¿Y qué es ser rico? En el Colegio está prohibido decir “soy pobre”. El español nos permite diferenciar el ser y el estar. Al decir “soy pobre”, estoy condenándome. Cuando digo “estoy pobre”, abro las puertas a la esperanza de que puede cambiar. Usted atravesaba por el mejor momento de su carrera cuando decide regresar a Colombia para este proyecto... Siempre deseé regresar y trabajar en Cartagena, la ciudad de mis padres y de mi abuela, María Cristina de León, quien me transmitió amor por el arte como directora del Conservatorio. A veces pienso que debí retirarme mucho después y aprovechar más mi carrera como solista y creador, pero el Colegio del Cuerpo llegó y hoy creo que esos 8 mil chicos son mi obra de arte. ¿Por qué en Cartagena?Yo mismo me lo pregunto. Es una ciudad excluyente, racista y clasista. Yo vengo de una familia tradicional, y aún así, cuando decido comenzar el proyecto, encontré puertas cerradas. Por eso, cuando dicen de qué estrato son los chicos del Colegio del Cuerpo digo que son de estrato T: estrato talento. En el arte no hay castas.El Colegio del Cuerpo queda en el Caribe, una región con una cultura popular muy fuerte, ¿cómo incorporó ese entorno a su propuesta artística?Nuestro lenguaje es la danza contemporánea, pero con frecuencia decimos que esto no es una escuela de danza contemporánea sino una escuela contemporánea de danza. Esta es una escuela que está en diálogo con el contexto cultural. Podemos trabajar a partir de la tradición, pero también podemos trabajar con músicas japonesas o de Islandia. A veces, la identidad es una camisa de fuerza.Usted se ha declarado un profundo admirador de la maestra Gloria Castro...Incolballet es un punto alto de inspiración. Me conocí con ella de una manera extraña: yo vivía en Nueva York y en una de mis visitas a Colombia vi Barrio Ballet, una de sus obras emblemáticas. Me conmovió hasta las lágrimas ese proyecto tan potente ya que para entonces yo acariciaba el sueño del Colegio del Cuerpo. Pero no me gustó la coreografía y lo escribí en El Espectador. A ella no le gustó y me contestó en ese periódico; luego nos cruzamos muchas cartas. En una de ellas me retó: “Ya que tanto critica y sabe, lo invito a que haga, verá lo difícil que es sacar adelante un proyecto en este país”. Con el tiempo tuve que tragarme mis palabras. ¿Y cómo se reconcilió con ella?Fue a través de Gloria Triana. Una vez, en su oficina, nos hizo una encerrona y nos puso a conversar. Desde entonces, somos amigos. Hemos perdido un poco el contacto, pero ha sido más por el vértigo de la vida que por otra cosa.

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