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Los 30 años de la muerte de Jorge Luis Borges

¿Qué tanto ha influido el autor de ‘El Aleph’ en los narradores colombianos? Testimonios y agradecimientos de Mario Mendoza, Juan Gustavo Cobo, Pablo Montoya, Julio César Londoño, Santiago Gamboa y Daniel Samper.

12 de junio de 2016 Por: Santiago Cruz Hoyos | Periodista de GACETA

¿Qué tanto ha influido el autor de ‘El Aleph’ en los narradores colombianos? Testimonios y agradecimientos de Mario Mendoza, Juan Gustavo Cobo, Pablo Montoya, Julio César Londoño, Santiago Gamboa y Daniel Samper.

Cuando Borges murió hace 30 años debido a un enfisema pulmonar– tenía, entre otras enfermedades, cáncer -  el escritor colombiano Pablo Montoya se encontraba en Tunja, Boyacá.

- Pero imagínate lo que me pasó: cuando voy a alguna ciudad donde está enterrado alguien que admiro, visito su tumba. En el caso de Borges, cuando voy a Buenos Aires paso por algunos de sus lugares como la casa en donde vivió su último periodo en Argentina, cerca de la plaza San Martín.

Y sin embargo estuve en Ginebra, Suiza, investigando para mi novela ‘Tríptico de la infamia’ (ganadora del premio Rómulo Gallegos 2015) y no se me ocurrió ir a su tumba. Borges sigue enterrado en Ginebra,  y desde que regresé tengo la sensación de que se me escapó algo importante. Porque con Borges tengo una enorme gratitud como escritor, pese a que no soy un admirador incondicional suyo.

Pablo se distancia de ciertas ideologías de Borges: la mirada y aberración que expresa el argentino en algunos textos sobre el mundo negro e indígena, sobre todo. Pero por otro lado, Pablo se acercó continuamente a Borges ya que gracias a él, dice, la literatura latinoamericana se abrió en plenitud al mundo.

- Con Borges se supera el asunto de la literatura nacional. Y en ese sentido me siento un seguidor de sus premisas. “El mundo es el cosmos”, decía Borges. Ahí es cuando siento su gran influencia en mi obra.

Lo que acabo de hacer en mis libros es justamente, desde este ámbito colombiano, abrir ese imaginario, superar esa discusión en el sentido que tenemos que escribir solo sobre lo nuestro, lo típicamente colombiano, que me parece una discusión ya mandada a recoger y un poco pueril. Por eso tengo libros en los que reconozco abiertamente esa deuda con  Borges. Mis prosas poéticas en obras como ‘Viajeros’, ‘Trazos’ y ‘Programa de Mano’, son una propuesta de poema en prosa que se la debo en gran parte a las lecturas que  hice de sus versos cuando era joven.

Pablo reconoce que incluso, parodia a Borges. Lo hace en un libro que se llama ‘Adiós a los próceres’, en las que utiliza el humor, la ironía y ciertas formas literarias del argentino. Sin embargo, desde hace algunos años dejó de leer los poemas, cuentos y ensayos que constituyen el universo borgiano. Fue una decisión que tomó por su bien.

- Como  leí y  releí tanto a Borges, llega el momento en que hay que distanciarse de esos escritores que son tan fundamentales en la formación de uno para finalmente encontrar la propia voz. Y eso es lo que he hecho en los últimos años. Sentí que absorbí todo lo que necesitaba de Borges y que era hora de alejarme  de él para dar mis propios pasos.

El escritor Julio César Londoño también reconoce la presencia de Borges en sus textos, aunque al principio lo que le atrajo del universo borgiano fue algo muy distinto a la literatura: las matemáticas.

- Me acuerdo de un texto suyo que se llama  ‘La perpetua carrera de Aquiles y la tortuga’, que está en un libro que se llama ‘Discusión’. Tal vez fue lo primero que leí de él. Borges hace un ensayo de la paradoja de Aquiles que no puede atrapar la tortuga, y yo, que en ese momento estaba muy interesado en matemáticas -más en matemáticas que en literatura-  , me emocioné mucho.

Desde entonces he sido un gran lector de Borges, quien pese a estar muerto sigue produciendo. Siguen apareciendo textos suyos refundidos en revistas de señoras o en periódicos de corta duración. Como Javier Solis, que por alguna extraña razón sigue cantando.

La influencia de Borges en los textos de Julio César se evidencia en la austeridad. En Borges, dice Londoño, hay una austeridad en la superficie y una potencia subterránea. Borges no te llena de hipérboles, pero sí trata de ofrecer un contenido poderoso. O en otras palabras: él dice cosas poderosas con un tono piano.

- Muy diferente a lo que hace Gabo.  La gran potencia de Gabo está en la superficie. El lenguaje de Gabo es obviamente poderoso, muy adjetivado, pero es la voz contraria a la de Borges, que es una voz que quiere ser estoica. Y a mí me ha gustado ese tono que he tratado de reproducir, aunque no sé con qué fortuna. En las columnas de opinión trato de utilizar algo muy borgiano, como la ironía.

Decir las cosas con cierta curva, un chanfle, para que el lenguaje no sea muy obvio. Porque  en política sabemos que los políticos son corruptos, son brutos, entonces si vamos a repetir lo mismo  es llover sobre mojado. Por eso la ironía, una manera aguda de atacar y de joder y de poner el dedo en la llaga, sin caer en lo obvio. Ahora, Borges me gusta tanto como poeta o ensayista y cuentista. Soy muy incondicional con él. Pero quizá por mi formación y porque no hago poemas y sí ensayos, entonces estoy más del lado del Borges ensayista.

Me gustan sus paradojas, su brevedad, su densidad en el sentido de dar mucha información por centímetro cuadrado, no densidad en el sentido de pesadez. Él dice muchas cosas con pocas palabras. Y yo confío en que mis ensayos tengan algo de esas vainas: claridad, síntesis, sorpresa, paradoja y ojalá algo de poesía, porque prosa y poesía no son maneras excluyentes.

En cuanto al Borges cuentista, también siento  cierta influencia. Borges tenía predilección por los cuentos fantásticos, y en mis inicios como escritor yo me refugié en la literatura fantástica. Pero no solo por Borges, sino también porque cuando yo comienzo a escribir tengo muchos roces con la realidad, muchos problemas. Y creo que una forma de evadir la realidad fue irme con el cuento fantástico.

El escritor Santiago Gamboa también quedó atrapado por Borges desde que lo leyó por primera vez.

- Empecé a leer a Borges a principios de los años 80. No recuerdo si fue ‘El jardín de senderos que se bifurcan’ o ‘El Aleph’, pero en esos textos aprendí no solo una lección de síntesis e inteligencia, sino algo que podría denominar ‘el gustoso saber’, la alegría de la vida literaria y el modo en que Borges nos va transfiriendo casi en vena su amor por los libros, por el pensamiento, por la poesía y la historia. Creo que Borges no es solo un escritor, es una especie de figura renacentista que une todas las vertientes del saber que a mí me interesaban.

El buen humor de Borges, además, le daba a ese universo un signo aún más positivo. Quienes lo leímos valoramos la cultura, algo que hoy, por desgracia, empieza a perderse. Ser culto y conocer a fondo la literatura no era algo snob, como se ve hoy (sobre todo por parte de quienes les da pereza leer), sino algo valioso que no solo alimentaba al autor sino que lo llevaba a vivir la vida de un modo más intenso y feliz.

Santiago sospecha que es bastante frecuente que la escritura de Borges “se apodere del brazo del joven escritor y es común encontrar sus típicas frases (“fatigó los corredores”) o su majestuosa ironía en autores que están empezando”. - Si un cuento comienza así: “Antiguas leyendas permiten afirmar que...”, yo ya sé que Borges anda rondando al autor. Tal vez la gran influencia de Borges consiste en subrayar el hecho de que la cultura humana, toda, es una larga tradición que nos precede en muchas lenguas y que se ha escenificado en variados géneros, pero que a todos nos pertenece por igual y todos podemos aspirar no solo a incorporarla a nuestra vida sino además a continuarla. Aunque la influencia de Borges, escribe Daniel Samper Pizano,  incluso trasciende lo literario. - Como a casi toda persona que disfruta de la poesía y el ensayo, soy un buen lector de toda la obra de Borges. No podría decir, sin embargo, que su estilo influyó en mi escritura  --¡pobre Borges!-- ni en mi vida --¡pobre yo!--; pero sí su amor por la cultura popular (el tango, la copla gauchesca, la milonga), que demuestra la estrecha vecindad que puede existir entre un alto y cultísimo poeta y algunas expresiones del pueblo.En el caso del escritor Mario Mendoza, la presencia de Borges sí que trasciende lo literario y se ubica en lo místico, por llamarlo de alguna manera. O en lo religioso, mejor. - Borges fue para mí, antes que el poeta y el cuentista, el ensayista de un libro magnífico que trabajó en colaboración con Alicia Jurado: ‘¿Qué es el budismo?’ Recuerdo haber leído y releído ese libro muchas veces, fascinado por las cuatro nobles verdades y el óctuple camino del príncipe y luego vagabundo Siddhartha Gautama. Más tarde conseguí otro libro de Borges, ‘Siete Noches’, y me tropecé en la cuarta conferencia, El Budismo, de nuevo el tema de esta doctrina. Ahí empezaron entonces mis lecturas sobre esta religión tan especial que me acompañaría a lo largo de toda mi vida como escritor. Ahora, siempre me causó mucha curiosidad el caso de Borges, que en 1938, después de la muerte de su padre, sufrió un accidente y se golpeó gravemente la cabeza contra una ventana, justo en el área correspondiente al lenguaje. Estuvo en cama durante varias semanas y alucinó sin entender muy bien qué le estaba ocurriendo. Cuando logró tomar un lápiz y un papel jamás volvió a escribir igual, y aparecieron esos relatos increíbles que luego reuniría bajo el título ‘Ficciones’ y que lo harían tan famoso. En ese momento apareció lo borgiano como tal, esa estética tan propia, tan suya.  

[[nid:544858;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2016/06/p8gacetajun12-16n1photo03.jpg;left;{Juan Gustavo Cobo Borda tiene en su biblioteca más de 1000 títulos relacionados con Jorge Luis Borges. Foto: Colprensa}]]El poeta Juan Gustavo Cobo Borda, quien fue amigo de Borges, dice precisamente que El Sur, ese cuento autobiográfico en el que Borges narra su accidente – es uno de sus mejores  relatos fantásticos.

- Borges se golpeó la cabeza con una ventana al subir por una escalera, y eso le produjo una serie de delirios en la clínica que trató de vencer ya no escribiendo poesía, o ensayo, sino cuentos. El golpe hizo que se hiciera cuentista. Y yo diría que en  el Siglo XX no hay nadie que haya sido tan importante como él,  no solo hablando en términos literarios. Si uno revisa la filosofía, las matemáticas, hay muchas filiaciones con la obra de Borges. Es un lugar común decir que Michel Foucault empezó su famoso libro ‘Las palabras y la cosas’ con una cita de Borges. Así que el argentino está en todos lados. Y no es posible concebir una literatura en el Siglo XX, incluida la colombiana, que no haga de alguna manera una alusión a Borges. Una literatura que ironice sobre sí misma, una capacidad imaginativa tan vasta y que al mismo tiempo sea universalmente cosmopolita: en Borges está la literatura china, las figuras árabes, Dante y sobre todo esas dos figuras centrales que estamos celebrando. Shakespeare y Cervantes. Juan Gustavo conoció a Borges cuando este visitó la Biblioteca Nacional de Bogotá y Cobo era su subdirector. Después Juan Gustavo fue nombrado agregado cultural en Buenos Aires  y el secretario de redacción de la revista Sur, el traductor José Bianco, quien entre otros  había traducido a Henry James, lo  llevó a cenar con Borges varias veces en el Hotel Dorá,   en la calle Maipú. Todos aquellos diálogos sostenidos durante las cenas están consignados en un libro publicado por el Instituto Caro Y Cuervo: ‘Borges enamorado’. Juan Gustavo cuenta cómo, por ejemplo, Borges se burlaba de los periodistas que le preguntaban cosas absurdas como su opinión sobre el técnico de fútbol César Luis Mennoti. - Como he perdido mi visión, no he tenido la oportunidad de leer sus obras completas, decía Borges, y entre sus amigos se reía a carcajadas. Juan Gustavo Cobo Borda, alguna vez,  escribió: Pulcro caballero victoriano /que ríe a carcajadas. /Muchas patrias tiene el mundo: /Borges solo hay uno.

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