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Llega a Cartagena Emmanuel Carrère, el maestro de la narrativa de no ficción

Seleccionado por 56 críticos de España como uno de los 10 mejores libros del 2013, ‘Limónov’ es la historia —intensa y aterradora— de un disidente del régimen soviético que de escritor reputado pasó a convertirse en un militante de la oposicición en Rusia. Charla con Emmanuel Carrère, el escritor francés que lo ‘resucitó’ del olvido.

26 de enero de 2014 Por: Catalina Villa | Editora de Gaceta

Seleccionado por 56 críticos de España como uno de los 10 mejores libros del 2013, ‘Limónov’ es la historia —intensa y aterradora— de un disidente del régimen soviético que de escritor reputado pasó a convertirse en un militante de la oposicición en Rusia. Charla con Emmanuel Carrère, el escritor francés que lo ‘resucitó’ del olvido.

París. 1980. Un sujeto de 37 años viste camisetas negras ceñidas al cuerpo. Es escritor. Acaba de publicar ‘Diario de un fracasado’ y todos se preguntan quién es ese tal Eduard Limómov que escribe libros tan simples, tan directos, tan llenos de vida. Lo leen con deleite. Lo buscan, se deslumbran con su pasado en Ucrania, lo entrevistan. De repente, este disidente del régimen soviético con aires de dandi se convierte en el niño mimado del mundillo literario parisino y ahora se codea con condesas y poetas mientras brinda por Stalin en las fiestas tan bohemias, tan chic, de Les Baines-Douches, muy cerca de Andy Warhol, muy cerca de Philippe Starck.***Sarajevo. 1992. Un hombre de gruesas gafas viste un chaquetón de cuero y una capa militar. A pesar de ser un civil, una pistola 7.65 le roza el muslo. Le han pedido que entreviste a Radován Karadzic, líder de los serbios bosnios, para un documental de la BBC. Acepta, cómo no. Es que simpatiza con el bando de los serbios, esos que los medios europeos se han empeñado en calificar como los herederos de los nazis. La cámara filma la conversación. Karadzic explica que él y los suyos no son agresores sino que quieren recuperar las tierras que les pertenecen desde siempre. Hay una pausa. Karadzic debe atender una llamada. Pero la cámara sigue filmando. Entonces este sujeto de gruesas gafas y chaquetón de cuero que no es militar, pero parece, ve a un soldado que engrasa su metralleta. Al verlo fascinado, éste le ofrece el arma. Y el hombre, sin pensarlo, eufórico, termina vaciando el cargador en dirección a la ciudad sitiada. A Sarajevo. La cámara lo enfoca y no caben dudas: es Eduard Limónov, el otrora escritor, el otrora poeta. Ahora apoya a las tropas serbias. Un héroe convertido en villano. *** Desde su casa en París, en el Distrito 10, uno de los sectores más exclusivos de la ciudad, Emmanuel Carrère contesta esta llamada. En realidad, eso ha hecho en los últimos dos años desde que, en 2011, publicó ‘Limónov’, la intensa y aterradora biografía de uno de los personajes más contradictorios que ha dado Rusia en los últimos 40 años.El libro, en el que invirtió cerca de dos años, ganó casi instantáneamente tres de los más prestigiosos galardones literarios de su país: el Premio de la Lengua Francesa, el Prix de Prix 2011 y el Premio Renaudot. Y quizás el mejor de todos, el del público: ‘Limónov’ se convirtió en ‘bestseller’ en Francia, un país de lectores furibundos, y en Italia, quizás por su cercanía al convulso y azaroso rumbo que tomaron sus países vecinos de la península balcánica.Carrère, sin embargo, no es ajeno al éxito. Ya desde 1999, tras la publicación de ‘El adversario’, supo lo que era la fama. Y con justa razón. Aquel libro aborda la historia escalofriante, real, de un médico falso que, tras sostener una vida ficticia durante años y a punto de ser descubierto, termina asesinando a su esposa, a sus hijos y a sus padres. La prensa lo calificó como “un viaje al corazón del horror” y entonces Carrère fue comparado con el Truman Capote de ‘A sangre fría’.Fue entonces cuando él, hasta allí novelista, abandonó la pluma de la ficción para dedicarse exclusivamente a escribir sobre la realidad. “No es que haya hecho un pacto, un juramento en el que diga que jamás volveré a ser novelista. Amo los libros de ficción, leo novelas. Y si algún día imagino una historia que pueda convertir en novela, la escribiré. Pero eso no es lo que quiero hacer ahora. Ahora quiero escribir sobre hechos reales, y estoy feliz con eso. Los libros como ‘Limónov’ son los libros que quiero escribir ahora”, me dice en esta charla de 20 minutos, días antes de su arribo a Cartagena, a donde ha sido invitado por el Hay Festival, para hablar, con el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, justamente sobre este tema: ‘Cuando la realidad supera la ficción’.Emmanuel, imposible no empezar por ‘Limónov’, una historia inquietante que atrapa al lector a pesar de sus contradicciones, o quizás por ellas. Pero antes de hablar de la persona, me parece que este libro es una suerte de cursillo acelerado en la historia reciente de Rusia. ¿Fue esa su intensión? ¿Hacer un repaso sobre esa época convulsa en el país de su madre?Efectivamente mi madre es rusa. Nació en Francia porque su padre emigró a Francia en los años 20. Así que ella vivió aquí, pero regresó a Rusia invitada por la academia. De niño, yo solía hablar algo de ruso, pero lo olvidé. Y la verdad es que cuando empecé a estudiar mi carrera universitaria me sentía muy lejano de ese mundo. Sin embargo, 20 años atrás, empecé a visitar Rusia con cierta frecuencia, incluso dirigí un documental en un pequeño pueblo, viajé mucho al interior del país, y empecé a cocinar la idea de escribir no sobre todo lo que había pasado en Rusia en los últimos años, sino sobre lo que se vino después de la caída del comunismo, pero no tenía idea de cómo hacerlo. Y es entonces cuando pasa algo increíble, me encuentro con este personaje, Eduard Limónov, a quien yo había conocido en París en los años 80, cuando era un escritor que todos considerábamos nuestro ídolo, pero ahora convertido en líder del Partido Bolchevique. La historia era fascinante, la vida de un hombre llena de episodios oscuros, y era la oportunidad de, por fin, escribir esta historia. ¿Cómo recuerda a ese Limónov de los años 80 en París? ¿Era realmente una figura tan hipnotizante como usted la describe en el libro? Lo llegó a comparar con Lou Reed, con Houellebecq...Éramos amigos. Me parecía un sujeto interesante y la verdad es que era un escritor muy talentoso. Bueno, era un disidente del régimen soviético y eso le daba cierto aire de héroe. Como esos roqueros que tienen fans o seguidores. Además, había emigrado hacia Estados Unidos y en sus libros escribía sus vivencias, cosas tan crudas como confesar que había tenido relaciones homosexuales con hombres de raza negra en Nueva York, en una atmósfera llena de privaciones.¿En qué momento ocurre la transformación de Limónov y qué reacción tuvo usted?Todo fue muy confuso. Cuando la caída del comunismo, él fue el único que no se alegró. Regresó a Rusia y le perdimos la pista. Luego nos enteramos de que empezó a militar en la Guerra de los Balcanes a favor de los serbios. Lo vimos en un documental de la BBC disparando en ráfaga contra Sarajevo. Posteriormente, creó una suerte de partido facista en Rusia. Saber eso me sorprendió y lo tuve mucho tiempo rondando en mi cabeza. El reencuentro se da casi 20 años después, cuando usted está filmando un documental...Sí. Él me reconoce. Y yo a él obviamente. Entonces decido escribir un perfil para una revista. Empecé a tener encuentros breves con él, a releer sus libros, a repasar la historia, y me doy cuenta que el tema es fascinante, que debo escribir un libro y que esa es, finalmente, la mejor forma de poder contar lo que pasó en Rusia y sus países vecinos en los últimos 50 años. Y bueno, aquí está, terminó siendo una especie de novela de aventuras, pero también una novela histórica.¿Cómo fueron sus encuentros con Limónov? Se lo pregunto porque es un personaje poco querido por el establecimiento ruso. Es enemigo de Putin, ha estado en prisión varias veces, fue acusado de tráfico de armas hacia Kazajistán, tiene cuatro viviendas para despistar a sus enemigos. ¿No tuvo miedo de acercarse a él?Miedo no. Quizás excitado sea la palabra correcta, que es diferente a sentir miedo. En realidad consideraba la idea como romántica y aventurera. Lo veía como un líder de la oposición que visita las cárceles frecuentemente. Pero en términos generales no me gusta sobre dimensionar el peligro. Luego de tantos años dedicado al libro, ¿cuál cree que fue la causa que detonó ese cambio tan radical en la vida de Limónov?No lo sé realmente. Él fue educado en un ambiente muy duro. Su padre era un militar del régimen y su madre era una mujer un tanto cruel. Y había muchos disidentes en esa época, pero Eduard no lo era, no en ese entonces. De hecho, hablaba mal de aquellos disidentes que se quejaban del ‘gulag’. Y estamos hablando de un mecanismo terrible de represión a cualquier forma de oposición al comunismo.Uno de los recursos que usted utiliza en este libro es el de comparar su vida con la de Limónov. ¿Por qué?Primero, porque tenemos vidas completamente diferentes, opiniones muy distantes. Quería mostrar ese contraste. Además, al incluirme en el libro, no solo me estoy representando a mi mismo, sino -creo- a los lectores del libro. Vivimos en una democracia, la apreciamos, creemos en los derechos humanos... era una forma de mostrar a este personaje sentado en un mundo completamente opuesto al nuestro.¿Leyó el libro Limónov? Claro que lo leyó. Y fue divertido porque hizo declaraciones públicas en las que dijo que nunca comentaría el libro. Eso, creo, fue inteligente, porque no tendría forma de controvertir lo que he dicho. Sería un debate interminable. Pero en el fondo creo que está feliz. Limónov era una figura que muchos habían olvidado, y volvió a estar en la mira con el libro. Usted hablará en Cartagena justamente sobre la literatura de no ficción, cuando la realidad supera la ficción. ¿Nunca volverá a escribir novelas de ficción? Como lo dije, no he hecho un juramento sobre no volver a escribir ficción. Si tengo una idea de ficción pues la escribiré, pero no es lo que quiero hacer ahora. Estoy feliz con las historias de no ficción. Y eso, claro, se acerca mucho al periodismo. ¿Le molesta que lo llamen periodista en lugar de escritor?No me molesta. Me da igual, pero si me preguntas, yo me considero un escritor. O, acaso ¿cómo llamarías a Truman Capote? No creo que nadie lo califique como un periodista. ¿O sí?Vea aquí la programación completa del Festival.

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