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Las otras pasiones del crítico de arte Miguel González

La ópera, la cual aprendió a apreciarla escuchándola en discos de LP y el ballet son otras de las pasiones del curador caleño, Miguel González.

10 de agosto de 2014 Por: Isabel Peláez | Reportera de El País

La ópera, la cual aprendió a apreciarla escuchándola en discos de LP y el ballet son otras de las pasiones del curador caleño, Miguel González.

Nacido en 1950 en Cali, intenso y sensible como buen canceriano, Miguel González, tuvo entre sus compañeros de colegio a Andrés Caicedo, a quien llamaba de cariño “loco” y “decadente”.El escritor caleño en una carta que le envió desde Houston, Texas, en 1973, le confesó: “Eras mejor hablando que escribiendo. Envidio tu habilidad, yo hablando soy nulo”. Polémico y agresivo, era catalogado como el único crítico de arte en Cali en los años 70’s, como lo describió la periodista Olga Lucía Navia en El País en 1979. “Sus opiniones, no siempre bien acogidas, suscitan controversias y pueden significar el éxito o el fracaso de un artista o de una exposición”.Amigos como el escritor, director de cine, teatro y televisión, Sandro Romero Rey, escribieron de Miguel: “Es un ser de otro planeta, nadie se le parece. Ni él mismo se parece a sí mismo, todos los días cambia. Todos los días se preocupa por ser cada vez más inteligente, cada vez más culto, más intransigente, más provocador y divertido. Puede pasar de la siesta de un fauno a la ira de Dios, casi que sin mediar palabra”. Como una vez que Romero y su colega Carlos Palau, casi terminan en la cárcel porque Miguel le pegó una patada a un policía que los regañó por recoger una valla para obstruir el tránsito, que pensaban poner en la sala de Carlos como una obra de arte conceptual. Otro de los amigos de toda la vida de Miguel es Luis Ospina, quien lo conoció cuando se fundó Ciudad Solar y él dirigía la galería de arte allí. “Como director de arte, Miguel le aportó a mis películas y a las de Mayolo, los objetos y el diseño de producción con un sentido muy claro de la época”, dijo.La amistad entre ellos ha sobrevivido más de 30 años. “Es muy buen amigo, nos seguimos viendo con frecuencia. Él ha hecho exposiciones donde ha incluído mi trabajo. Yo a los amigos no les busco los defectos. Admiro sí su sentido del humor, en su juventud Miguel no era de enrumbarse, él le gustaba ir a las fiestas a mirar”, dice Ospina. Y Miguel lo admite: “He estado rodeado de drogadictos sin drogarme y de alcohólicos sin alcolizarme. Entraba en éxtasis sin estimulantes externos. Soy un voyerista máximo, dado al placer de la contemplación y en una búsqueda incesante de la emoción suprema”. González, amante del cine y del teatro, recuerda que su trabajo como director de arte de las películas de Mayolo por situaciones del momento participó como extra. En ‘Carne de tu carne’ aparece en una escena del velorio del Monstruo de los Mangones, haciendo de monaguillo. Y en la ‘Mansión de Araucaima’ hace de director de un comercial. Además hizo la dirección artística de ‘El día que me quieras’, de Sergio Daw. Fue asistente de director de arte en ‘Cobra verde’, del alemán Werner Herzog y ‘Crónica de una muerte anunciada’, de Francesco Rossi.Otra de las pasiones de Miguel ha sido la ópera, que aprendió a apreciarla escuchándola en discos de LP y que prefiere escuchar en los grandes teatros del género de París, Viena y Berlín que en el cine moderno. Del ballet le gusta coleccionar programas y es uno de los curadores de la Bienal de Danza de Cali, cuya segunda edición será en 2015. “Me gustan todos los espectáculos, ojalá en vivo, y entre más excéntricos, mejor. Ellos dejan de existir en el momento en que los estás viendo y son irremplazables. No es lo mismo que verlos en una película o video, no tiene aura y muestran todo lo que uno no debe ver”.

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