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Las 41.000 palabras del nuevo libro del periodista Gustavo Gómez

Gómez acaba de publicar un libro que reúne las definiciones más mordaces que ha leído en los medios escritos colombianos.

19 de enero de 2012 Por: Paola Guevara | Editora de Vé

Gómez acaba de publicar un libro que reúne las definiciones más mordaces que ha leído en los medios escritos colombianos.

Gustavo Gómez es uno de los tipos más envidiables de Colombia. No sólo por haber sido el editor de la revista Soho, donde tenía acceso a las sesiones de fotos de las mujeres mejor desvestidas del país. Tampoco por darse el lujo de rechazar sin remordimientos el puesto de director de Caracol Noticias, un cargo por el que más de un lagarto babearía hasta deshidratarse. Gustavo Gómez es uno de los tipos más envidiables, repito, porque la tiene clara en la vida: sabe que no quiere perderse la infancia de sus dos hijos, Gustavo y Francisco, y que no cambiaría su tiempo con ellos por un sueldo jugoso y palos de golf. A diferencia de tantos, la mayor pelea diaria de este periodista radial no es contra Uribe ni contra el ministro de turno, sino con unos hongos que hace poco aparecieron en su techo y amenazan con comerse sus preciados libros. Y por si fuera poco, en este país donde todo el mundo quiere escribir un libro y no puede, Gómez acaba de publicar con un título larguísimo: ‘41 mil palabras sobre Colombia, el dinero, el sexo, la masturbación, el infierno, los bebés, el periodismo, la pereza, el fútbol y el Twitter’ (aquí el lector puede tomar una pausa para respirar).Así es Gustavo Gómez, un hombre sencillo, con sentido del humor, a quien no se le sube la fama a la cabeza y dueño de una voz cálida y amistosa con la que muchos colombianos se enteran de las noticias. Hablamos con él sobre su nuevo libro, fruto de su afición por coleccionar palabras ingeniosas que encuentra todos los días en los periódicos, las revistas y Twitter: Hay gente que colecciona estampillas. Otros, monedas. Y a usted, ¿por qué le dio por coleccionar palabras? Quiero aclarar que soy un coleccionista, no un acaparador. Esa distinción me preocupa, porque con tanta serie de televisión sobre los acumuladores temo que me confundan con un enfermo mental o algo así. No colecciono basura, sino lo más bello: la palabra.Desde hace tiempo recorto las definiciones ingeniosas y mordaces que encuentro cuando leo medios escritos y las fui guardando en esos acordeones que venden en las papelerías y que sirven para archivar cosas en orden alfabético. Ya que colecciona palabras, ¿cuál es su favorita del español?Hay una palabra del español de la que estoy enamorado, infortunadamente ya no se usa: ‘Carcaj’ (funda de cuero para el rifle). En cambio hay palabras que usamos mucho, palabras que tomamos prestadas de otros idiomas y son sencillamente espeluznantes, como ‘escanear’, ‘atachar’ y casi todas las que tienen corte tecnológico. Si estuviera en sus manos, ¿qué palabra borraría del diccionario?Fue espantoso cuando la Real Academia quiso adaptar al castellano un término muy popular en electrónica: CD-ROM, y el engendro resultante fue la palabra ‘cederrón’. ¡Hágame el favor! Menos mal que el CD-ROM quedó obsoleto, porque cada vez que veía esa palabra me deprimía.Mejor dicho, si lo invitan a ser miembro de la Real Academia Española piensa rechazar el nombramiento como lo hizo con el puesto en Caracol Noticias...(Risas) Definitivamente jamás integraré esa Real Academia de la que hacen parte periodistas muy ‘malos’, como Daniel Samper Pizano, quien está en mora de devolver ese puesto. Como académico, él se porta como volante del Santa Fe: no da resultados.En su libro hay muchas frases tomadas de Twitter. ¿Por qué le gusta tanto la red social del pajarito?El Twitter ha hecho algo muy grande por el español: nos ha obligado a ser concretos, a poner más inteligencia en menos palabras. Para mí es una delicia leer los ‘tweets’ de Andrés Burgos (@pelucavieja); Andrés Hoyos, de El Malpensante (@andrewholes); Antonio Morales (@amorales) y Adolfo Zableh (@azableh), a quien no hay que creerle nada, pero su humor es genial. ¿De todas las palabras que consignó en su libro cuál lo sigue haciendo sonreír?La definición de alcohólico de Camilo Durán: “El alcohólico no es el que tiene problemas con el alcohol, sino el que tiene problemas sin el alcohol”.¿Cuál es la palabra con la que su madre lo atormentaba en la infancia? Sopa. Pero ni a Mafalda ni a mí nos pudieron someter.

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