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“La violencia es la salida más fácil a los conflictos”: Carlos José Reyes, director y guionista

Carlos José Reyes publica una monumental obra sobre violencia y teatro, donde se pueden hallar explicaciones al por qué somos culturalmente violentos. Dice que hay que perdonar lo imperdonable si se quiere alcanzar la paz.

23 de noviembre de 2014 Por: Margarita Vidal Garcés | Especial para El País

Carlos José Reyes publica una monumental obra sobre violencia y teatro, donde se pueden hallar explicaciones al por qué somos culturalmente violentos. Dice que hay que perdonar lo imperdonable si se quiere alcanzar la paz.

‘Teatro y violencia en dos siglos de historia en Colombia’ se titula la obra monumental que abarcará tres gruesos volúmenes y que ya ha empezado a publicar el dramaturgo, director teatral, guionista de cine y televisión, investigador histórico y miembro de número de la Academia Colombiana de la Lengua y de la Academia Colombiana de Historia Carlos José Reyes, después de ganar en 2012 la Beca de Investigación Teatral del Ministerio de Cultura.La ministra de Cultura, Mariana Garcés, dice en la presentación del primer volumen, que: “En épocas de reflexión y búsqueda de caminos hacia la paz, el análisis de nuestra historia, sus luchas, conflictos y cambios sociales hacen parte de la construcción de un futuro de esperanza. En esa revisión, el estudio de la violencia debe realizarse desde diversas ópticas. Carlos José Reyes presenta una recopilación integral y detallada de la mirada de las artes escénicas hacia nuestros conflictos históricos, en un trabajo que enriquece el estudio sobre el teatro colombiano y que contribuye a entender de qué modo nuestro país ha elaborado simbólicamente sus propias tragedias”.Reyes arranca reviviendo los relatos de Luis Vargas Tejada, sobre el profundo derrumbamiento que sufrió la sociedad Muisca con la llegada de los españoles a su territorio: Los indígenas que, comandados por el cacique Tundama contemplan el incendio del Templo del Sol, provocado por sus mismos sacerdotes, son derrotados y el pueblo de Suamox es destruido por los conquistadores. En este libro el autor mira el teatro desde la historia y la historia desde el teatro y esa doble visión resulta en una especie de sincretismo muy revelador. Nadie mejor que Reyes para plasmar la intensa relación que ha habido siempre entre el teatro colombiano y la violencia y los conflictos sociales. Podría decirse que la gran investigación que demandó el proceso de construcción de este libro empezó desde hace más de 50 años, cuando él mismo inició su extensa trayectoria como dramaturgo, actor y director teatral.¿Qué abarcan concretamente esos 200 años de obras sobre teatro y violencia en Colombia?Se refieren es a la vida de los autores, que nacieron todos del siglo XIX para acá, pero hay que destacar que los acontecimientos que se describen en sus diferentes obras empiezan a suceder a partir del mismo descubrimiento de América, por los conquistadores españoles. En resumen, se trata de un trabajo sobre más de 500 años de historia con 200 años de dramaturgia. ¿Que período abarca?El primer libro va desde la época de la Conquista hasta el comienzo de la Guerra de los Mil Días (1899). Me parece muy interesante el tema de Sugamuxi, porque es la puerta de entrada a esta gran obra. Detrás de la simbología del incendio del Templo del Sol, ¿qué hay?Una cosa muy importante que es el concepto del sacrificio, es decir, allí los chibchas tenían la idea de que cuando les sobrevenían grandes males debían sacrificar a un adolescente, escogido entre la comunidad, lo cual para él y para su familia significaba el gran honor de ser sacrificado en honor de los dioses. ¿Como el mito del Minotauro?Parecido, porque ese es un mito presente en todas las culturas, con diferentes nombres. En el caso del Minotauro las sacrificadas eran muchachas. Aquí eran jóvenes y en este caso específico el muchacho escogido para el sacrificio tiene un romance con la hija del sumo sacerdote, Sugamuxi. El drama es que tiene que cumplir el deber de dar su vida como un héroe, mientras el amor lo lleva a desear la vida. Y fíjese que ese concepto del héroe vuelve a ocurrir luego en la Independencia, con hombres como Ricaurte en San Mateo o como Atanasio Girardot que muere en Bárbula, envuelto en la bandera. Es el conflicto de estar entre la vida y la muerte, de cumplir el deber de dar la vida por la patria o preferir el amor a la mujer.Pero, ¿habría podido escoger?No, al final se ve arrastrado por las circunstancias, más que por su decisión personal. Lo que hace Vargas Tejada es hacerse una cantidad de preguntas para tratar de entender el valor de ese hombre que en su época luchaba por la comunidad a su manera y eso, transferido a la Guerra de Independencia, que es el momento en que él escribe su obra, tiene una doble significación.¿Que es cuál?Una interrogación sobre el período de los chibchas y una interrogación sobre el momento de la Independencia. Y allí es donde -insisto- se va configurando una cultura de la violencia al colocar, como supremo valor, el sacrificio. Y el sacrificio supremo es dar la vida, o sea, el gran tema del teatro y, sobre todo, de la tragedia o el drama donde en última instancia se trata de la relación conflictiva entre la vida y la muerte. Es muy interesante su reflexión porque siempre estamos repitiendo la pregunta de si los colombianos tendremos algún gen violento que nos hace matarnos unos a otros... Yo diría que más que un gen, hay unos sedimentos de la actividad humana que se van solidificando dentro de generaciones enteras, como en este caso los valores que implican una cultura de la violencia, de la guerra, de la confrontación. Digamos que el machismo nace de esa cultura porque se trata de que yo, por medio de la fuerza, soy superior a los demás. ¿Es un problema cultural que ya está enquistado dentro de nuestro comportamiento?Exactamente, y cuando eso sucede llega a parecer un rasgo biológico, una especie de enfermedad. A mi modo de ver lo que pasa es que la violencia es la salida más fácil a los conflictos. Si yo tengo un enemigo y lo mato, esa es la salida más fácil. Si me aguanto las ganas de estrangularlo y en vez de eso dialogo con él, eso me costará muchísimo más trabajo. Es dificilísimo y por eso la cultura de la paz es más ardua y más valiente que la cultura de la violencia. ¿Cómo lograr los principios que proclama la Unesco sobre la Cultura de la Paz? La cultura de la paz tiene que ser una política de estado, de lo contrario, enfrenta al hombre y su propio gobierno, una confrontación que ha sido en Colombia un mal endémico.¿Cómo construir, gobierno e instituciones, una política de paz?Yo pienso que desde la educación, pero hay que entender que la educación es más que el colegio y que es un problema continuo que no se detiene nunca. Por eso los maestros deben seguir estudiando siempre, lo mismo que los médicos, que deben actualizarse toda la vida, y los de cualquier profesión, porque todo se mueve y evoluciona. Dentro de esta óptica es un trabajo muy arduo darle un viraje a la educación para ponerla como epicentro de una Cultura de la Paz, que implica construcción de valores y cambios en el comportamiento. ¿Y cómo se procede dentro de una Cultura de Paz?La naturaleza humana tiene una parte que es puramente animal, defensiva o agresiva, y muchas veces el mecanismo de defensa es un gesto de agresión. Los antropólogos culturales han estudiado mucho cómo la sonrisa, el saludo, las palmaditas en el hombro, son para apaciguar al monstruo que me pueda atacar. Necesito calmarlo desde el gesto amigable, desde aprender a sonreír en momentos difíciles. Todo esto conduce a una cultura de la paz y, sobre todo, enseña cómo construir -ante situaciones difíciles- mecanismos de arreglo. Eso no quiere decir que yo tenga que dejar mis ideas para adoptar las del otro, pero debo aceptar que las teorías del otro pueden enriquecer mi punto de vista y allí entra toda una variedad de aportes de etnias, religiones, credos, clases sociales, gustos, ideas, impulsos. En un momento dado, es lógico que todo eso pueda llegar a un punto conflictivo dentro de las relaciones humanas, pero un punto conflictivo puede volverse creador o destructor.¿Y qué aspectos creativos hay en Colombia?Que es un país pluriétnico y multicultural, como lo vino a proclamar, por fin, la Constitución del 91. Yo toco mucho en el libro el tema de civilización y barbarie. Piense que hasta el mismo Rafael Uribe Uribe a quien catalogamos como un gran prócer liberal, cuando habla de los indios dice: “estos bárbaros hay que educarlos, para traerlos a la civilización”. Luego llegaron los antropólogos alemanes y empezaron a plantear el tema de las culturas nativas, de las lenguas indígenas, de la relación con el medio ambiente y de los valores en relación con los principios de comunidad y de supervivencia.Claro, esas ya son las ciencias sociales aplicadas...Exacto, descubrieron que no hay una sola cultura sino que cada sociedad y cada etapa de la historia tiene culturas distintas. Esa pluralidad de culturas hay que aceptarla así como el mestizaje, e inclusive las palabras: hoy, indio, negro, mulato, se han convertido en groserías, son palabras agresivas con un contenido peyorativo, porque el significado de las palabras cambia de acuerdo con el uso. ¿Pero, qué es la lengua? Es lo que hace humano al hombre. Y desde el descubrimiento de la comunicación no existe un solo ser humano que no tenga su relato personal. ¿Y de qué está compuesto ese relato?De sus experiencias: nacimiento, colegio, padres, libros leídos, amistades, éxitos y fracasos, en fin. Entonces cuando uno ve una obra de teatro o lee un libro, automáticamente compara lo que allí sucede con su relato personal y de esa forma integra el relato del otro, al propio, quiéralo o no. Por eso es que los sueños son tan complejos de descifrar porque en ellos no solamente entran deseos interrumpidos y mil cosas más, como ya lo planteó Freud por lo menos en parte, pero el hecho es que detrás del sueño hay todo un relato susceptible de ser descifrado. ¿Y cómo se benefician el arte, el teatro, de esa situación?El arte también es un sueño que debe ser descifrado. En algunos casos descifrarlo es fácil, en otros se puede descifrar una primera capa, una segunda y una tercera. ‘Alicia en el país de las maravillas’ es, teóricamente, un libro para niños pero, si uno lee el estudio que hace Gilles Deleuze, ve que no es un libro para niños sino un libro para filósofos, complicadísimo, sobre la lógica del sentido.¿Eso lo puede captar un niño?Sí, el niño lo puede entender y muchas veces sorprende al adulto porque capta cosas que él no puede captar porque ya como adulto se está defendiendo con una ideología que ha armado como capa protectora. En cambio el niño está abierto y por eso, al revés de lo que se creía, en eso el niño tiene una superioridad de captación sobre el adulto.

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