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El sacerdote suizo, Amadeo Eberle, máster en Teología de la Universidad de Insbruck, en Austria, vive hace 21 años en un bosque de niebla, en Felidia. | Foto: Especial para El País

FELIDIA

La historia del sacerdote suizo que se enamoró de Felidia

Allí dicta talleres y preside caminatas ecológicas y retiros a jóvenes de Aguablanca, grupos interculturales sin barreras religiosas, dentro de un concepto de unión entre divinidad y naturaleza.

27 de abril de 2017 Por:  Aura Lucía Mera y Beatriz López, especial para El País

Nacido en la Suiza alemana y graduado en teología y filosofía en los gélidos Alpes austríacos, Innsbruck, hijo de campesinos, con mente abierta y crítica, cuestionador de muchas actitudes de la Iglesia católica, se inclina por la reconciliación y la equidad, considera “patriarcalista” el nombre de Dios y prefiere llamarlo Divinidad.

Este personaje que viene de una región bucólica, donde las fiestas se celebran con pantalones de gamuza y tirantes y sombreros de fieltro con plumas, decidió lanzarse al trópico feroz, aterrizando hace más de 30 años en Montería. Poco después cayó en la Cali de ese oriente abandonado, cuando Charco Azul, Marroquín y El Pondaje de Aguablanca eran receptores de miles de desplazados por la violencia y tenían que conformarse con sobrevivir hacinados en cambuches húmedos.

Al nacer lo bautizaron Ama Deus, “ama a Dios”, en latín. En el trópico se convirtió en Amadeo, así, a secas. Su vocación y conocimiento sobre las profundidades de la teología no le sirvieron para oficiar misa en este país, y tuvo que hacer los cursos reglamentarios para ejercer como sacerdote.

Trabajó incansablemente en la Parroquia de San Luis Beltrán, en Marroquín III, pero su meta era diferente y el sueño se cumplió. Actualmente dirige una Fundación en medio de la naturaleza, a casi dos mil metros, donde el bosque de niebla, los eucaliptos, las flores, los helechos y las aguas corrientosas del rio Dagua, le han permitido ofrecer un espacio a los que no tienen espacio, para que puedan tener contacto con la naturaleza, alejados del bullicio de sus entornos y logren mirar hacia ellos mismos.

Amadeo Eberle ofrece allí talleres, retiros espirituales, trabajos de convivencia, caminatas ecológicas. Se llaman Eco-Tierra Eco-Vida, la oportunidad de tener un espacio meditativo, reflexivo, de silencio, para todo el que tenga fe, reencontrarse con la Divinidad y cambiar la visión y la manera de percibir, actuar y sentir, acompañados de la naturaleza, el silencio y la introspección.

‘El Bosquecillo’, así se llama, Felidia arriba, se sube y se sube hasta que La Leonera queda abajo y la carretera se encamina hacia El Diamante para bifurcarse hasta llegar a las cabañas rodeadas de árboles y flores, en la meseta que se abre hacia el Carmen, Tocotá, San Bernardo. Atrás quedan las luces de la ciudad, atrás quedaron los problemas, el ruido, los pitos, las motos, la agresividad, las drogas, el licor, las rivalidades de pandillas, los rencores.

Teología jesuítica

Amadeo Eberle, bajo perfil, mirada transparente, cada palabra suya conlleva un contenido profundo. Austero, casi arisco, como el zorro del Principito, que solo la rosa pudo descubrir su enorme ternura. Amadeo, firme, disciplinado, ejecutor, una mirada que atraviesa máscaras y posturas, que sabe mirar los corazones y llegar a ellos.

Nació en Suiza en un hogar campesino de 8 hermanos. Al confesarle a su padre que quería ser sacerdote, le contestó: “usted puede estudiar, pero plata no hay”. Para financiarse se puso a trabajar en vacaciones en fábricas y a repartir correos. A cierta edad le permitieron enseñar en primaria.

“Opté por estudiar en Insbruck y no en Austria, por dos razones: 1) porque la teología de los Jesuitas en Insbruck tenía mucha fama en toda Europa, la otra, el hecho de no prestar servicio militar, ya que nunca he sido partidario de las armas, porque en Suiza era obligatorio y quien no iba al Ejército, lo enviaban a la cárcel”, recuerda.

Termino filosofía y una maestría en teología. Regresó a Suiza donde permaneció por espacio de 7 años ejerciendo el sacerdocio. Afirma no estar de acuerdo con muchas imposiciones de la Iglesia, como el celibato sacerdotal, “porque tiene que ver con cierto desprecio por la mujer”. Es partidario de que los sacerdotes puedan escoger su propio estilo de vida.

Precisamente un colega suyo, Erick Freeman, se salió del sacerdocio y contrajo matrimonio, y viajó a Popayán desde Suiza. Amadeus decidió visitar a su amigo para entender de cerca, por qué había tomado esa decisión. Llegó a Colombia en 1977, en pleno paro nacional. “Me gustó el paisaje verde y rojo y las etnias indígenas”. La búsqueda siguió en San Agustin (Huila), después Perú, donde no se adaptó porque “donde no hay verde, no se puede vivir”.

Emigró a Montería, donde tampoco encontró lo que buscaba, hasta que localizó a Diana Ochoa, su profesora de español y se vino para Cali. Monseñor Pedro Rubiano le ofreció varias opciones en el Distrito de Aguablanca, donde también estaba el padre Alfredo Welker, el alemán.
La Casa Cultural ‘El Chontaduro’.

Inició su labor pastoral en Marroquín III, Los Lagos, La Paz, “los terrenos del M-19, en su época más difícil de confrontación bélica”. Las gentes de esas comunidades tenían que vivir frente al caño de aguas negras, que se desbordaba en invierno.

La construcción de la Iglesia de San Luis Beltrán, en terrenos que pertenecían a la familia de María Cristina Rivera, los cuales fueron donados después, gracias a la intermediación del Obispo Rubiano, “fue una verdadera odisea”. Con la participación de todos se levantaron los cimientos, con la colaboración de la arquitecta Lida Praty de Ramelli, de origen suizo, quien hizo el diseño, y el maestro de obra, Marco Romero. La construcción de la iglesia se inició en 1988 y terminó en 1993.
El espacio de la parroquia se organizó con base en la teoría de la liberación, en auge en sectores sacerdotales de América Latina, como los de Medellín y Puebla, “un sitio de creyentes y no creyentes”. Se diseñó un salón múltiple para reuniones, celebraciones, puesto de salud, farmacia, sector jurídico y cocina para los niños con hambre.

Asimismo, se organizó la Casa Cultural el Chontaduro, al frente de la cual estuvo Amadeo por espacio de 25 años, en Marroquín III etapa, donde había una biblioteca, salón de artesanías. Además programas de música y danzas.

Fundación Tierra Nueva

Tanto la Casa Cultural de El Chontaduro como el Bosquecillo, situado en Felidia, son financiados por Fundación de Suiza y Austria que se denomina ‘Tierra Nueva-Vida Nueva’, la cual cumple en Colombia 21 años de funcionamiento bajo la dirección de Amadeo. “La idea de llamarla ‘Tierra Nueva’ tiene que ver con el conflicto de la tenencia de la tierra en Colombia, que según estadísticas solo el 2% de la población tiene acceso a ella”, sostiene el sacerdote.

En un principio, todo quedó a nombre de Amadeo Eberle, cuando llegaron los primeros aportes de Suiza y Austria para la construcción de la Casa de El Chontaduro y adquisición de los terrenos del Bosquecillo, propiedad de Mario Rojas, quien la vendió ante las amenazas de secuestro, por ser zona roja no solo de las guerrillas de las Farc y el ELN sino de grupo paramilitares.

Más adelante quedó protocolizada como Fundación y fue necesario inscribirla en la Cámara de Comercio, cumplir con los engorrosos papeleos que exige la entidad y, por supuesto, pagar impuestos, así sea una institución sin ánimo de lucro. Sostiene el sacerdote que la Curia Arzobispal no apoya al sostenimiento de los costos sociales en Aguablanca como en el Bosquecillo. Tampoco se reciben donaciones de la empresa privada.

Las Farc merodean

El mayor reto que tuvo que afrontar el padre Amadeo en el terreno que adecuó para llevar un grupo de huérfanos de Aguablanca, para que se educaran y vivieran allá, fue la presencia de las Farc. A tal punto, que después de 5 años fue necesario suspender el programa, porque la guerrilla merodeaba la escuela, con el propósito de convencerlos de alistarse en sus filas.

“Lo triste”, recuerda el sacerdote, “es que dos de esas niñas que estuvieron aquí, las mataron. Se llamaban Claudia y Janeth”. Otro suceso en que el Bosquecillo Amadeo se vio envuelto con la guerrilla fue un día, a las 5 de la tarde, en que llegaron dos hombres armados hasta allá, exigiéndole a Amadeo que les prestara la camioneta, pues tenían un herido. “Para eso está la Cruz Roja Internacional”, les dijo. El guerrillero levantó el arma en gesto amenazante. “¿Ese es el lenguaje?”, respondió el cura.

“Nosotros somos hombres de palabra y le devolveremos el carro”, dijeron. Amadeo se montó en el carro y subió la montaña con ellos. Como era Semana Santa, él tenía que oficiar ceremonias en San Bernardo, Felidia y La Leonera. “Mañana a las 6 de la mañana, espero el carro en tal sitio”, les advirtió. Al día siguiente se fue con su ayudante Fabio. Y no había nada. Regresaron a las 7 y ahí estaba el carro, pero lleno de armas. Ordenó que sacaran las armas, y cuando la gente de las Farc pretendió pagarle, dijo: “ustedes me obligaron, entréguenme el carro y ya”. No les recibió dinero.

‘El Bosquecillo’

A partir de los problemas con la guerrilla, el programa de los huérfanos se suspendió y se iniciaron los encuentros de fines de semana o en vacaciones. Al mismo tiempo, adaptar el viejo establo, la cabaña y la casa vieja, donde viven Miguel y Milena, y donde me quedo cuando vengo. Marco, el maestro de obra, que construyó la iglesia de Aguablanca, “aquí también diseñó y construyó todo lo que hay.”

En el Bosquecillo hacen encuentros, vacaciones recreativas para los muchachos de ‘El Chontaduro’. Hay una mezcla de elementos culturales y el contacto con la tierra y la naturaleza. Ahora viene un grupo de la iglesia católica que va a hacer retiros. Hay un pastor de la comunidad cristina de los Cámbulos que es alemán y hace campamentos de niños de sectores populares de Aguablanca.

Un grupo francés de Montpellier llega en julio dos semanas con un grupo que se llama ‘Inocencia en Peligro’, con el trauma de la violencia, “que es un proyecto hermosísimo”, afirma Amadeo. También van profesionales, artistas, sicólogos, trabajadores sociales, un terapeuta como Julio Gómez, un “excelente personaje”.

Otro grupo de la Universidad del Valle, dirigido por Carmen Rosa Forero lleva a los estudiantes que terminan el semestre para que presenten sus trabajos de grado. El predio produce café, banano, plátano, hortalizas y heliconias. Son minifundios, y es muy poco lo que se puede ganar. El Comité de Cafeteros pide cantidad y ellos sólo pueden producir unas cuantas arrobas.

Mientras la niebla cubre los gigantescos eucaliptos, emprendemos el regreso y Amadeo de Felidia, del Bosquecillo, de parroquias vulnerables, suelta palabras, contagia de esperanza y abre caminos a aquellos que sienten que no tienen futuro. Amadeo de Suiza, del Tirol austríaco. Amadeo de Cali portando encendida la llamada la fe, basada en el amor, la aceptación y la convicción serena de que venimos de la Divinidad para retornar a ella después de este breve paso que llamamos vida.

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