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Gerald Martin, el loco que persiguió a Gabo

Como en el célebre cuento de Cortázar, ‘El perseguidor’, esta es la historia de un biógrafo que persigue a su personaje. Solo que en este caso, en el real, el personaje no es un músico, sino un escritor y, al final, el artista no muere. Por el contrario, ambos, biógrafo y biografiado, sobreviven a un cáncer. Y se encuentran en el cenit de sus vidas como dos viejos compañeros de batalla.

10 de diciembre de 2012 Por: Catalina Villa, editora de GACETA.

Como en el célebre cuento de Cortázar, ‘El perseguidor’, esta es la historia de un biógrafo que persigue a su personaje. Solo que en este caso, en el real, el personaje no es un músico, sino un escritor y, al final, el artista no muere. Por el contrario, ambos, biógrafo y biografiado, sobreviven a un cáncer. Y se encuentran en el cenit de sus vidas como dos viejos compañeros de batalla.

Luego de dedicar 17 años de su vida a husmear los laberintos de la vida del escritor colombiano Gabriel García Márquez, Gerald Martin es lo más parecido a la versión inglesa de un jubilado, cuya vida serena transcurre en un pequeño pueblo al sur de Londres. Se levanta temprano, camina media hora, escribe. Más tarde almuerza con su esposa, pasea a los perros, juega al fútbol con sus nietos. Al caer la tarde, con un whisky entre manos, se pregunta siempre lo mismo: ¿Qué hago ahora? Normalmente, dice entre risas, “la respuesta es ¡nada!”. Parece increíble que este hombre que ahora lleva una vida de abuelo, sea el mismo que años atrás, alucinado por la obra de ese irrepetible inventor de fábulas nacido en un pueblo perdido del Caribe, se lanzó a recorrer Aracataca, a comer tortuga frente al mar, a beber cerveza en un estanco de pueblo y a tocar las puertas del Palacio Nacional de Cuba para entrevistarse con Fidel Castro —entre muchas otros sucesos— con el fin único de desenmarañar la vida de uno de los personajes más influyentes de América Latina en el Siglo XX. Gabriel García Márquez fue, durante todos esos años, una suerte de obsesión. Hoy, luego de haber sobrevivido a un linfoma (al igual que García Márquez) y con 68 años a cuestas, está convencido de que bien valió la pena esa empresa en la que se embarcó en 1990. Producto de su investigación —que él prefiere llamar aventura— Martin logró escribir 2.500 páginas que, forzado por su editorial, debió resumir en 762, y que hoy conforman, en tres partes, ‘Gabriel García Márquez, una vida’, la biografía más extensa y minuciosa que se haya escrito sobre el autor. Cálculos rápidos hablan de 200.000 copias vendidas desde que se publicó en 2009. Nada mal, piensa él. “Sobre todo porque no se trata de una biografía amarillista que son las que suelen arrasar en ventas”, dice.Tildada por muchos de excesivamente deferente con el colombiano y por unos pocos de sensacionalista, la biografía tiene un mérito indudable: fue elaborada a partir de entrevistas a cerca de 300 personas que en algún momento tuvieron algo que ver con Gabo. Incluyendo, por supuesto, al escritor mismo, con quien Martin tuvo múltiples encuentros. El aval, si se puede llamar así, le llegó a Martin años más tarde: aquella vez en que el Nobel se refirió a él como su “biógrafo oficial”.Entonces, ahí está plasmado el Gabo de la niñez que descubre, con desolación, que ha sido abandonado por su madre; el Gabo estudiante que viaja a Barranquilla, a Sucre, a Zipaquirá; el Gabo reportero de El Espectador; el Gabo que se inventa a Melquiades en ‘Cien años de Soledad’; el Gabo del ‘boom’, el de Fidel, el del ‘Amor en los tiempos del cólera’...Desde Petersfield, donde se resiste a poner punto final a su trabajo sobre la obra del Nobel —advierte que lo publicado es apenas el 2% de todo el material que alcanzó a reunir en 17 años— cuenta que hoy sigue admirando al colombiano y sigue pensando que es, de lejos, el escritor más importante de América Latina. ¿A qué se ha dedicado estos tres años, después de la publicación de ‘Una vida’?He estado escribiendo otros libros sobre García Márquez. La biografía fue obviamente la historia de su vida, pero ahora estoy dedicado a la crítica de sus libros. Son análisis de las conexiones entre sus diferentes textos. También estoy escribiendo un texto sobre Álvaro Cepeda que me pidieron. Recién publicada su biografía recibió muchas críticas, particularmente por su tono deferente con García Márquez. ¿Cómo ve esas críticas ahora?Yo diría que un 25% de la crítica dijo que yo había sido muy deferente. No estoy de acuerdo con ello de todas formas. Fue la vida de uno de los grandes escritores de la historia y eso no ha cambiado. Hay unos escritores que piensan que yo debía criticar más al Gabo político. Pero después de leerlas todas, sigo pensando lo que pensé, que él es un hombre admirable que, como todos, tiene debilidades. Entonces, si pudiera describir esta biografía la llamaría una biografía positiva.Pero, ¿no cree que debió haber sido más duro con ese García Márquez tan cercano a Fidel y una Revolución que perdió todo el sentido?La gente no sabe esto, pero yo tuve muchos momentos tensos con Gabo por haber dado mis opiniones en temas políticos, por haberme mostrado en desacuerdo con sus posiciones ideológicas. Fueron momentos difíciles, incómodos, aunque nunca tanto para romper la relación. Pero yo sí creo que fui crítico. El hecho de haberle manifestado que ‘El otoño del patriarca’ no me había gustado a él le molestó mucho. Me dijo que si ese libro no me gustaba, yo no podría ser su biógrafo porque no entendía los resortes de dónde nace toda su obra. Para García Márquez —lo dijo en varias ocasiones— ‘El otoño del patriarca’ es, justamente, su libro más autobiográfico. ¿Usted tuvo esa misma lectura? Es complicado. ‘Cien años de soledad’ es también un libro muy autobiográfico. En general la gente no lo reconoce, pero yo creo que sí es muy importante, particularmente por el Coronel Aurealiano Buendía. Recientemente en un encuentro literario fue escogido como el personaje literario más importante de América Latina. Y ese Coronel también es Gabo. Tiene rasgos suyos muy importantes. Ahora bien, ‘El otoño’ se concibió directamente como una autobiografía. Y es verdad que no me gustaba ese libro. Me gustaba como poesía, y yo se lo dije: es casi un poema en prosa. Pero no me gustaba políticamente. Entonces lo leí de nuevo y, tras analizarlo mucho, pienso que es una de las autobiografías más feroces que pueda haber. Es, para mí, un gran acto de autocrítica y de renovación de sí mismo. Es a partir de ‘El otoño’ que Gabo empieza a ser una persona mucho menos vanidosa, más indulgente con sus amigos, mucho más comprometida. De todos los encuentros que tuvo con García Márquez, ¿cuál fue el más importante en su trabajo? Los encuentros, más que individuales, fueron una especie de desarrollo de una relación. Obviamente el primer encuentro en La Habana fue mágico porque yo ya lo admiraba como el gran escritor que es y hasta el día anterior no sabía si lo iba a poder conocer. Entonces me llegó un mensaje en el que me decía que me iban a recoger para verlo. Eso fue mágico. Quizás el otro encuentro importante fue cuando él se enfermó. Fue en México en el 99. Yo ya estaba enfermo y en ese momento a él le diagnosticaron linfoma. Ese encuentro dramático nos acercó. Hay una reunión de ustedes dos en la que ya han superado el cáncer y él le dice algo muy conmovedor...Sí. Hubo dos encuentros. Él ya estaba recuperado, pero muy envejecido por la quimioterapia. La primera vez me dijo que me había ganado, refiriéndose a que había publicado ‘Vivir para contarla’, su autobiografía, y yo no había terminado mi libro. Luego, en el 2007, cuando solo me faltaban unos detalles para terminar, nos vimos y los dos supimos que habíamos llegado al final, “como dos viejos compañeros de batalla”.En la dedicatoria de ‘Noticia de un secuestro’, García Márquez le escribió “Al loco que me persigue”. ¿Se sintió alguna vez así, como un perseguidor? ¿Como el perseguidor de Cortázar?Yo nunca tuve la intención de escribir una biografía. Siempre pensé que los biógrafos eran unos pobres diablos, una especie de parásitos que vivían a expensas de los demás. Pero cuando surgió la posibilidad, vi la idea como una aventura. Yo no conocía Colombia pero sabía que era un país fascinante. Entonces iniciar ese viaje, conocer a los colombianos, era una forma en que creía que sí valía la pena ser biógrafo. Y no me arrepiento. ¿De dónde cree que viene ese apetito de los ingleses por las biografías? Quizás sea porque tenemos vidas aburridas (risas), entonces tenemos que vivir la vida de los demás. Pero también porque Inglaterra es un país donde la literatura es mas importante que otras artes como la música y la pintura, por ejemplo. Este es un país de palabras.De las 300 personas que entrevistó, ¿cuáles son esas cinco sin las cuales la biografía no podría haber sido? Hubo dos entrevistas que nadie más tuvo de la manera en que yo las tuve. La primera fue con la mamá de Gabo, Luisa Santiaga, que era el personaje de ‘Cien años de soledad’. La otra, aunque sé que pronto será publicada una por la Fundación de Nuevo Periodismo, fue con Mercedes Barcha. Tuve una entrevista con ella de tres horas cuando nadie más la había hecho. Esas fueron fundamentales. Y luego están sus hermanos, Yiyo y Jaime. Y la entrevista con Fidel Castro y los expresidentes de Colombia.Finalmente, Gerald, antes de su último encuentro con Gabo él le había ‘anunciado’ varios errores, ¿cuáles eran?Eso me había dicho. Cuando nos reunimos, seis meses después, llevé lápiz y papel y le pedí que me los dijera. Pero él me contestó: “No son tan importantes, eso lo podemos hacer otro día”. Y bueno, ya no creo que me los vaya a decir nunca.

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