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¿Es posible vivir de ser un bailarín en la capital de la salsa?

Muchas escuelas de baile se debaten entre la precariedad de los recursos y la pasión por el oficio. ¿Es posible vivir de bailar salsa?

29 de enero de 2017 Por: Yefferson Ospina | Reportero de El País

1. 

En el segundo piso de una escuela de salsa, en la Autopista Suroriental, Andrea baila. Tiene 23 años y la posibilidad de firmar un contrato para trabajar como bailarina en un espectáculo de salsa en Turquía. Las audiciones las presentará el próximo mes, junto a otros bailarines de su escuela. Si es escogida viajará a ese país durante seis meses, vivirá en un hotel, bailará de lunes a domingo en los shows vespertinos y nocturnos con derecho a un día de descanso cada dos semanas, la empresa que la contratará se encargará de costear su alimentación, su hospedaje, sus pasajes y le pagará una cifra que oscilará entre el millón y los dos millones de pesos mensual.  

Andrea baila. Lo hace desde los 15 años. Conoció la danza antes de graduarse del colegio y luego la convirtió en una especie de ancla a la vida, en su lugar en el mundo: no pudo ir a la universidad porque sus padres no tenían dinero para pagarla. Así que bailaba, en el salsódromo, en un evento de una empresa, en una fiesta en la que querían un espectáculo. Empezó a dictar clases. No ganaba mucho, pero era algo. Ahora, la posibilidad de viajar a Turquía es lo más cercano a lo que hace unos años sueña: vivir de bailar, con un buen salario, salir al extranjero, viajar, comprar una casa. En fin, vivir. 

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[[nid:613702;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2017/01/salsa_6.jpg;left;{Mayra Rossi junto a su esposo Gustavo Adolfo Toro, directores de la escuela de baile Talento Juvenil en el barrio Terrón Colorado. Giancarlo Manzano / El País}]]

Barrio Terrón Colorado. Se llama Mayra Rossi. Su esposo es Gustavo y su escuela de salsa, Talento Juvenil. La fundó hace 15 años allí, en Terrón Colorado, y ahora ensayan a menos de 500 metros de una zona que se conoce como El Realengo. “Si se van por esa calle, los roban. Es mejor que den la vuelta por el otro lado”, me dirá luego de terminar la entrevista. Tiene 40 bailarines entre los 6 y 35 años y ensayan en un salón contiguo a la iglesia del barrio, cuyo patio funciona como parqueadero en las noches y de donde, hace menos de un año, les robaron las colchonetas y el equipo de sonido. Los niños y niñas y jóvenes y adolescentes de la escuela pagan entre $5.000 y $23.000 cada mes. Bueno, no todos. Algunos no pagan, pero siguen bailando. “Si no tienen para pagar, yo no les puedo decir que no vengan, porque yo tengo a estos muchachos en el corazón, y ellos tienen en el corazón el baile”, dice Mayra, en medio del ruido de la salsa. 

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Sus ojos son un par de óvalos perfectos. Se llama Viviana Vargas y es la directora de la escuela Stilo y Sabor. En 2005 Viviana ganó un mundial de salsa en Las Vegas y en 2014 ganó el Mundial de Salsa en Cali en las categorías grupo y pareja. Su escuela, ahora, tiene un contrato con la carpa Delirio para realizar un espectáculo cada mes hasta noviembre y la temporada de espectáculos de diciembre. Con el dinero que le paga Delirio y el dinero que pagan algunos -  no todos -  los cerca de 100 bailarines que tiene en su escuela, puede garantizar mantenerla abierta: eso le cuesta alrededor de $7 millones cada mes, sin que ella se gane un salario. 

[[nid:613707;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2017/01/salsa_7.jpg;right;{}]]

Ella dicta clases particulares. Junto a la suya, hay otras tres escuelas que tienen contratos directos con Delirio. Es decir, en total son cuatro. Cuatro, entre las 127 escuelas de baile que, dice la Secretaría de Cultura, hay en Cali. 

 

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Hernán Trujillo es director de la academia de danza Aguanilé. Tiene 32 años, baila hace 15, a los 22  ganó una beca para estudiar baile deportivo en Miami y hace cuatro fundó Aguanilé. Hace algunos meses fue contratado como coréografo para ir a Turquía. Fue, ahorró dinero y parte de ese dinero lo invierte ahora para mantener su escuela, en espera de una buena oferta para que ellos, sus bailarines, puedan ser enviados al extranjero. “Se trata de negocios. La industria de los espectáculos en Cali es muy pobre. ¿Qué espectáculos hay en Cali para las escuelas? El Salsódromo, Delirio, Ensálsate y las fiestas de las empresas. Ir al exterior es una muy buena oferta, además, porque los bailarines caleños están haciendo unos shows muy buenos. Se trata de negocios. Yo quiero hacer eso, pero pagarle bien a mis bailarines”, dice. 

 

[[nid:613695;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2017/01/salsa_1d.jpg;full;{Ensayo en la academia de baile Aguanilé, de Hernán Trujillo. Raúl Palacios / El País}]]

 

2.

En una entrevista publicada por El País el pasado 2 de enero, la ministra de Cultura, Mariana Garcés, sostuvo que le preocupaba el hecho de que las escuelas en Cali estuvieran atravesando una especie de crisis, razón por la cual muchas se estaban cerrando. Días después, la Secretaria de Cultura de Cali afirmó que, aunque sus cifras sobre el número de escuelas en Cali no coincidían con las de Garcés - La alcaldía dice que hay 127 y el Ministerio dice que son 50– compartía la preocupación de la Ministra, pues un alto porcentaje de las escuelas de salsa en Cali no son autosostenibles. 

“Hay muchas academias de salsa, pequeñas y grandes, que no generan el dinero para pagar el arriendo del local en donde ensayan, que no tienen para comprar espejos, que se endeudan y quiebran, y eso nos preocupa, porque las salsa en Cali no solo tiene la función de enseñar baile, sino que muchas tienen una función social”, dice Luz Adriana Betancourt, secretaria de Cultura. 

Al hablar de “función social”, Betancourt se refiere al hecho de que casi todas las escuelas de salsa en la ciudad se han convertido en una alternativa de vida, sobre todo para niños, adolescentes y jóvenes de barrios pobres. No es falso. Todos los directores de academias de baile entrevistados coincidieron en que la mayor parte, quizá el 90 % o 95 % de los  bailarines en Cali (se calcula que podrían ser alrededor de 5.000), pertenecen a barrios de extracciones sociales media y baja y viven en ambientes de alto riesgo, es decir, rodeados de pandillas, drogas, homicidios y  robos. Una escuela de salsa como Talento Juvenil, la que dirige Mayra Rossi y está en Terrón Colorado, se convierte en una posibilidad de evitar que los 40 jóvenes y niños que están con ella pertenezcan a una de las más de 10 pandillas del  barrio. “Aquí ellos aprenden a bailar y, sobre todo, se forman en valores. Por otro lado, el hecho de que se conviertan en bailarines, les permite entender que pueden hacer algo que la gente valora; les permite sentir que tienen un lugar en el mundo”, dice Mayra.  Como la de ella, la Secretaría de Cultura de Cali calcula que en la ciudad hay alrededor de 70 escuelas. “Son pequeñas, muchas tienen sus lugares de ensayo en la caseta comunal  del barrio y los niños bailan sobre el asfalto, algunas solo tienen una grabadora para poner la música. Pero tienen esa función social en zonas muy difíciles. Lo que tenemos que pensar es cómo hacer para que no cierren por falta de recursos y  alcancen  mejores condiciones”, continúa Luz Adriana Betancourt.  La pregunta, por supuesto, es: ¿Cómo hacer una academia de salsa autosostenible? O mejor, ¿de qué vive una academia de salsa? Hay dos mercados, el interno y el externo. El interno es el mercado de los espectáculos en Cali: los shows de Delirio, los shows de Ensálsate, los shows privados que contratan las empresas, algunos hoteles, algunas organizaciones y, por último, el Salsódromo.  “El problema es que esos mercados ya están casi que agotados. Delirio contrata a las cuatro escuelas que ya tiene, ensálsate también tiene un grupo de bailarines. Entonces solo quedan los shows privados y el Salsódromo. Y como se sabe, no todo el mundo puede ir al salsódromo y, además, lo que se paga apenas alcanza para los gastos que implica presentarse en ese evento”, dice Hernán Trujillo.  Según datos de Corfecali, en 2016 a cada escuela de salsa que clasificó en las audiciones para participar del Salsódromo se le entregaron $26 millones. Ahora bien, para que una escuela pueda hacer parte de ese evento, lo debe hacer con 50 bailarines y, con el dinero que se le entrega, debe costear los trajes de cada artista, el maquillaje de las mujeres, los zapatos, en fin, la producción y,  por otra parte, pagar a los bailarines.  “La verdad es que ese dinero alcanza para los costos que el mismo Salsódromo implica para una escuela y, si queda algo, hay academias que lo usan para pagar las deudas que tienen. Por eso, no quedar elegido en el Salsódromo es toda una tragedia para una academia de salsa”, explica  Trujillo.  Y si se piensa en los shows que pueden hacerse en Cali, como una forma de que las escuelas generen su propio dinero, la situación no es menos compleja. La temporada de shows suele ser la decembrina, aunque eso no signifique que durante todo el año no haya demanda. El asunto, dice la propia Secretaria de Cultura, es que la demanda es muchísimo menor a la oferta. “Hay demasiadas escuelas, y el número de espectáculos es más bien reducido”.  Y, como regla natural del mercado, la sobreoferta termina por disminuir los precios. Viviana Vargas, directora de la escuela Stilo y Sabor, lo explica. “Si mi academia cobra un precio determinado por un espectáculo, pero hay otras 20 queriendo ganar ese cliente,  esas otras cobran un poco menos, y otra cobra un poco menos y luego, resulta que hay una escuela que es capaz de ir a ofrecer un show de salsa si a sus bailarines les dan un refrigerio y les pagan el transporte”.  Es lo que está sucediendo. Hay quienes ofrecen una gaseosa y un sándwich a un grupo de bailarines para que amenicen una fiesta. Y hay quienes están dispuestos a aceptarlos... Mayra Rossi y Viviana Vargas, sin embargo, dicen que hay otras cosas en juego. Tener una escuela de salsa bien puede ser un mal negocio. Mayra, por ejemplo, no tiene un lugar propio para hacer sus ensayos y Viviana debe garantizar al menos $7 millones cada mes para que su escuela no cierre. Ambas tienen largas filas de bailarines que no pagan.  “Se trata de un asunto del corazón. En Cali los niños bailan porque se enamoran de esto, se enamoran de la salsa. En esta ciudad amamos la salsa y uno abre una escuela porque ama esto. Entonces uno está en un punto en el que el tema del dinero por momentos pierde relevancia. Uno solo quiere ofrecerles a ellos un lugar para bailar y enseñarles, pero bueno, si no tenés para pagar el arriendo, pues tenés que cerrar. Es un asunto complejo”, dice Viviana.  3.Jeimy tiene 26 años, un diploma de Comunicadora Social y un año de experiencia como bailarina en Turquía. Aprendió bailar tomando cursos mientras iba a la universidad, se apasionó por el baile, participó en eventos, en concursos y, a fines de 2014 recibió una oferta para viajar a ese país como bailarina.  El contrato, cuenta, suele hacerse a 6 meses,  durante la temporada alta de los hoteles turcos, entre mayo y noviembre de cada año. En ese tiempo los bailarines  presentan shows diarios con un día de descanso cada dos semanas. Los shows en general empiezan en la tarde y terminan hacia la media noche, pero las jornadas son variables, dependiendo del contrato que la compañía que lleva a los bailarines firme con los hoteles.

[[nid:613712;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2017/01/jeymi_salsa.jpg;left;{Jeimy, bailarina profesional que ha trabajado en espectáculos en Turquía. Jhon William Pinedo / Especial para El País}]]Esas compañías suelen asumir todos los gastos de los artistas: tiquetes de avión, alimentación, hotel, transporte. Los salarios son variables. Pueden estar entre $1 millón y $4 millones, dependiendo de bailarín y de la compañía. En su segunda temporada en Turquía, Jeimy tuvo una caída que terminó por provocarle una hernia discal, que se le sumó al desgaste de un disco vertebral. La compañía con la que firmó corrió con todos los gastos médicos y, durante el mes que no pudo bailar, recibió su salario. 

Ahora espera regresar. “Estoy evaluando las ofertas. Veo que algunas compañías están pagando muy poco, un salario que no se justifica. Estoy viendo qué puedo hacer”.  Jeimy firmó su contrato con Master Group, una de las más de cuatro compañías que están llevando bailarines caleños al exterior.  Johanna Agudelo es una de las pioneras en abrir el mercado internacional para las escuelas de salsa caleñas. Luego de viajar en siete ocasiones a Turquía con videos de shows caleños, pudo obtener el primer contrato con un hotel de ese país para llevar seis parejas. Aquello fue en 2013. Para la segunda temporada, el contrato fue para 18 parejas y en la tercera, para más de 50.  Su empresa se llama CAS Entertainment y durante los tres años que lleva en el mercado, ha enviado al exterior a más de 200 bailarines no solo a Turquía, sino a China, Egipto, Israel, Emiratos Árabes y Argentina. Johanna sostiene que ninguno de sus bailarines tiene un salario inferior a $1.500.000 mensuales y que, por supuesto, hay quienes ganan incluso más del doble de eso. “Así es en CAS, no sé cómo será en otras compañías. Cuando yo empecé, nadie enviaba artistas de Cali al extranjero, pero luego de que se conoció el show, muchos turcos empezaron a venir a buscar bailarines y muchas escuelas de salsa empezaron a enviarlos, algunas, pagándoles mucho menos de lo que CAS paga”, dice Johanna. [[nid:613709;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2017/01/salsa_cas2.jpg;full;{Ensayo en CAS Academy, escuela de baile de CAS Entertainment. Especial para El País}]] CAS Entertainment, continúa, se perfile además como todo un conglomerado de entretenimiento para enviar artistas al exterior. Para este año se abrió CAS Academy, con el objetivo de tener los bailarines propios para los shows en el exterior. La escuela, dice Johanna, busca no solo enseñar baile, sino formar a los artistas en temas como la historia de la salsa. “La idea es tener una formación integral de modo que podamos profesionalizar del todo el baile”.  Asimismo, la organización tiene la capacidad de realizar audiciones en varias ciudades del país, con el objetivo de ofrecer entre sus espectáculos no solo bailes de salsa, sino diversas expresiones artísticas colombianas.  

[[nid:613717;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2017/01/salsa_cas_0.jpg;right;{Espectáculo de CAS Entertainment en Turquía. CAS Entertainment / Especial para El País}]]

“Yo empecé en esto creyendo en la posibilidad de convertir el baile en una alternativa profesional para los jóvenes, en cambiar la idea de que bailar es solo un hobbie. CAS busca cambiar esa idea, busca ofrecerle a los bailarines de salsa la perspectiva de ser profesionales y vivir de lo que hacen”, dice Johanna.  Ahora mismo, la compañía se está preparando para enviar a un grupo de artistas a Turquía en la temporada que inicia en mayo.  ***Andrea baila. Nunca había creído que la posibilidad de vivir de la danza pudiera existir, nunca había creído que el baile pudiera ser un poco más que la pasión de cada tarde.  Es posible que sea elegida para viajar al extranjero, así que todos los días baila, con más fuerza, con un apasionamiento más feroz.

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