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En su novela 'El héroe discreto', Mario Vargas Llosa vuelve a recrear la vida de Perú

Lanzamiento. Melodrama, erotismo, humor; el regreso de viejos personajes, dos historias paralelas, la corrupción, la decencia y la resistencia del individuo frente al poder. De todo esto hay en ‘El héroe discreto’, la primera novela de Mario Vargas Llosa tras recibir el premio Nobel de literatura en 2010. Y una novedad: por primera vez en la obra vargasllosiana, la figura paterna es positiva.

26 de septiembre de 2013 Por: Patricia Medrano Araújo I Especial para GACETA

Lanzamiento. Melodrama, erotismo, humor; el regreso de viejos personajes, dos historias paralelas, la corrupción, la decencia y la resistencia del individuo frente al poder. De todo esto hay en ‘El héroe discreto’, la primera novela de Mario Vargas Llosa tras recibir el premio Nobel de literatura en 2010. Y una novedad: por primera vez en la obra vargasllosiana, la figura paterna es positiva.

Una araña negra pintada a mano aparece al final del papel, como una firma. Es un chantaje. Al otrora humilde y hoy próspero Felícito Yanaqué, el dueño de la Empresa de Transportes Narihualá de Piura (Perú), le mandaron a su casa una triste carta escrita “en letra bailarina” y con manchones de tinta. Alguien –una mafia– le exige 500 dólares al mes para “protegerlo de vándalos y envidiosos”. Pero el honesto hombre guarda en su memoria como un mandato lo que le dijo su padre antes de morir: “No te dejes pisotear por nadie”. Este es uno de los personajes centrales de ‘El héroe discreto’, la primera novela que Mario Vargas Llosa publica tras recibir el premio Nobel de Literatura en 2010, aunque ya había publicado el ensayo ‘La civilización del espectáculo’.En ‘El héroe discreto’ Vargas Llosa vuelve a situar sus historias en el mapa de su Perú natal. Y también trae de vuelta a ‘viejos conocidos’ de novelas anteriores, como el sargento Lituma (de ‘Lituma en los Andes’), la Selvática (de ‘La casa verde’) y don Rigoberto y Lucrecia (de ‘Los cuadernos de don Rigoberto’). “Me pasa que algunos personajes desaparecen de mi memoria, pero otros reaparecen como diciendo ‘no fui suficientemente aprovechado, aquí estoy, saca todo de mi’. Esta es una historia piurana, es natural que vuelvan”, explicó el escritor en Madrid, en el lanzamiento oficial de su nueva obra.En las 383 páginas de ‘El héroe discreto’ Vargas Llosa narra con maestría, con un lenguaje coloquial y con humor las desventuras del empresario camionero en paralelo a otra historia: la de un rico octogenario, Ismael Carrera, que decide casarse con su sirvienta para darle una lección a su hijos, unos “forajidos” que desean ver muerto a su padre y heredar su fortuna.“No sé por qué siempre que empiezo una novela tengo la necesidad de contar varias historias”. Pero aunque el Nobel está curtido en ésta y otras lides admite que le cuesta más “ponerle fin a una novela, que empezarla”. Es el vértigo de la infinitud. “Desde muy joven siempre he sentido esa posibilidad que tiene toda historia de convertirse en un verdadero laberinto de historias. Si un escritor siguiera todos los cabos de una historia, no terminaría nunca de escribirla. Una historia, en última instancia, es todas las historias, las ramificaciones son infinitas. Cuando una novela nos hechiza, nos hace sentir esa posibilidad de lo infinito”, dijo.“Para mí las dificultades siempre son muy grandes. Me siento tan inseguro ahora escribiendo una historia que como cuando empecé, y quizá más”.De vuelta a la raizEste volver a situar a Perú en su literatura significó para el escritor una confrontación con sus recuerdos. “No reconocí a la Piura de mi juventud, ha crecido, se ha llenado de edificios modernos, avenidas, hoteles, ha desaparecido el desierto, cambiado la idiosincrasia de la ciudad”. Vargas Llosa admite que el desarrollo y el progreso económico de su país, también ha traído el aumento de la delincuencia y las mafias urbanas, la corrupción (“un cáncer, el gran problema hoy en América Latina”), el narcotráfico. Y es en ese contexto en el que se mueve el personaje Felícito. La decencia es uno de los temas centrales de esta novela, dijo el escritor nacido en Arequipa. “A veces por el pesimismo nos olvidamos que hay gente decente. Felícito no cede al chantaje de la mafia, tiene una dignidad, es un héroe anónimo, de los que nunca llegan a las primeras planas, pero que hacen que progrese la sociedad, héroes del montón”. Esos en los que reside la reserva moral para el futuro de un país, explica el autor. “Cuando un país pierde la reserva moral entra en bancarrota, aunque las cifras económicas digan que progresa”. Hay, sin embargo, muchas miradas a esta obra. Para el poeta español Benjamín Prado el tema de esta novela es el dinero; el periodista Juan Cruz, las profundidades del alma. Para el escritor colombiano Carlos Granés (premio de ensayo Isabel de Polanco 2011) el tema es la paternidad. Él, quien tuvo el privilegio de leer la novela y comentarla al autor antes del verano, cuenta que “Le dije que me había sorprendido mucho que siempre al abordar las figuras paternas en sus novelas -a través de dictadores o incluso de su propio padre- la imagen es negativa, la encarnación del tirano, del déspota. En ‘El héroe discreto’ hay un cambio, el padre aparece como una figura muy positiva y son los hijos los que tienen rasgos mezquinos; esto es algo inédito en su literatura”.Para Granés la novela es “graciosísima, muy entretenida, por la cantidad de elementos melodramáticos, de culebrón, por el juego que hace entre sus propias historias”.Aunque no toqueCon su traje a cuadros, corbata rayada, luciendo su melena ondulada y blanca peinada hacia atrás, a los 77 años Vargas Llosa sigue siendo un hombre atractivo que sonríe poco, frunce el ceño y declara con picardía que le tiene “mucho miedo” a su mujer, Patricia Llosa, que le ha prohibido hablar de política.Y la verdad es que en la presentación de su novela, el pasado 11 de septiembre en Madrid, todos esperaban que hablara de política. En el nororiente de España se celebraba el Día Nacional de Cataluña y miles de catalanes formaban una cadena humana para reivindicar su deseo separatista. Era el tema del día. Y la opinión de un pensador como Vargas Llosa era esperada en la sala.Cuando al fin un periodista del diario barcelonés La Vanguardia se animó a preguntar al autor, respondió: “Mi editora y mi mujer me han dicho que hoy toca literatura, no política”. Sin embargo, se lanzó a dar una respuesta literaria. La globalización, dijo, “es fascinante, el lento desvanecimiento de las fronteras, la integración de culturas, naciones, religiones, filosofías; esa convivencia en la diversidad es extraordinaria. Pero la globalización provoca reacciones negativas que tienen que ver con un fenómeno que describió el filósofo Karl Popper: ‘el llamado de la tribu’. El nacionalismo es el regreso a la tribu, la abdicación de la responsabilidad, de la obligación de tener que elegir uno su propia vida”. El individuo que se aparta de la tribu “adquiere independencia, soberanía” y, gracias a eso, se favorece “la democracia, los derechos humanos”, explicó el Nobel.“Siempre he combatido el nacionalismo. En América Latina he visto los estragos que ha causado en los pueblos. Deberíamos saberlo, las guerras mundiales son un producto de nacionalismos”, puntualizó el autor de ‘La tía Julia y el escribidor’. “Es terrible que hoy, en un mundo civilizado, el nacionalismo vuelva a sacar la cabeza y a imponerse y a obnubilar a comunidades enteras”.Vargas Llosa -que en su juventud coqueteó con la izquierda para dar en los ochenta un sorprendente giro hacia las ideas liberales y disputar a Fujimori la presidencia de Perú- siguió hablando de política, aunque “no tocaba”.“Es muy peligroso condenar en bloque a la clase política como si todos fueran ineptos y corruptos, eso no es verdad. Las sociedades tienen la clase política que se merecen. Hay sociedades en que las mejores figuras, las más inteligentes, brillantes y decentes rehúyen de la política porque les inspira repugnancia o miedo. La política tiene muy mala imagen hoy en día, hay que incitar a la gente más brillante, decente y creativa a hacer política”.“Muchas sociedades han pasado del horror al progreso, la decencia, la legalidad y la libertad porque las buenas gentes han tomado el protagonismo. Pues eso es también un poco el tema de esta novela: en el Perú hay muchas cosas que andan mal, que arrastramos de muy atrás, las enormes diferencias culturales, sociales, económicas, pero las cosas han comenzado a cambiar y vale para la mayor parte de los países latinoamericanos”. De ahí la importancia que para Vargas Llosa tiene Felícito, que aunque es un personaje de ficción inspirado en la realidad, “está detrás del optimismo mesurado que tengo hoy respecto al futuro del Perú y que en el pasado no tenía”.La vejezUn viejo escritor le pregunta al Nobel cómo lleva la vejez. “La veo con cierta preocupación. Lo importante es vivir como si uno fuera inmortal, es decir, no perder el entusiasmo, las ilusiones, la capacidad de proyectarnos, tener ideales, anhelos, aunque secretamente sepamos que no los vamos a llegar a realizar. Eso ayuda muchísimo a vivir. Para mi escribir significa abolir ese aspecto tan negativo de la temporalidad, embarcarme en un proyecto literario me hace vivir intensamente, y sobre todo anula la preocupación por lo que puede ser la extinción. Desde hace muchos años repito mucho que me gustaría morir escribiendo, con la pluma en la mano”. Patricia, su esposa, sonríe.“El espectáculo más triste es ver que una persona se muera en vida, que deje de tener ilusiones y de sentir que la vida es maravillosa”, añade el peruano, y cuenta que hace dos o tres años en una librería de París encontró un librito con el discurso que el antropólogo Claude Lévi-Strauss leyó en la celebración de sus cien años de edad. “Y lo releo cuando siento alguna depresión, porque es un canto a la vida”.Mario da las gracias y se levanta, le molesta la luz del escenario. Una nube de gente se aglomera junto a la mesa y él se resigna a autografiar con su pluma Montblanc plateada algunos ejemplares de ‘El héroe discreto’.Ese día se siente contento con su nueva novela. Tanto, que no duda un segundo en irse con un grupo de amigos a su casa de Madrid a comerse un buen plato de fríjoles. No parece un héroe de vanaglorias, es un héroe discreto.

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