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En Madrid todo está muy 'Caro'

Antonio Caro, pionero del arte conceptual en Colombia, presenta en Madrid una retrospectiva de su obra, hasta el 12 de abril.

1 de marzo de 2015 Por: Catalina Villa, Enviada Especial a Madrid, España*

Antonio Caro, pionero del arte conceptual en Colombia, presenta en Madrid una retrospectiva de su obra, hasta el 12 de abril. 

En el tercer piso del Mercado de San Antón, ubicado en el barrio Chueca de Madrid, venden filetes rusos y caracoles picantes por tres euros con cincuenta y chuletas de lechal por quince más. También se consiguen sidra asturiana a dos con setenta y croquetas por diez.  Justo al final de esas barras largas que huelen a mariscos y a sal, un cartel enorme se lee a la distancia: “En Madrid todo está muy Caro”. Si usted es colombiano y pasa por ahí, reconocería de inmediato la tipografía, los colores; sabría de qué se trata. Pero en Madrid nadie entiende eso. “Venga, sí, que está muy bueno el anuncio”, dice una chica que toma allí una copa de cava con sus amigos. “Porque en Madrid sí que todo está muy caro”, se queja.Es que en España nadie tiene por qué saber que esa pieza es una adaptación de una de las obras de arte conceptual más icónicas que se ha hecho en Colombia. Su inventor lo sabe. “A mí me llegan pocas ideas, pero esa fue una de las que funcionó”, dice con modestia Antonio Caro. Por eso, desde 1975 cuando se le ocurrió escribir -a modo de cartel de esos que pegan en las calles anunciando huelgas- que “Todo está muy Caro”, ha repetido la idea casi de forma sistemática, cambiando el año o el nombre del país por cualquier ciudad de Colombia como ‘En Armenia’ o ‘En Pereira’ o ‘En Cali’. Ahora el turno es para Madrid. Es la primera vez que el artista bogotano viene a España. Y con obra. Él hace parte de esa invasión de artistas colombianos que se tomó la capital española desde el 25 de febrero al ser Colombia el país invitado a la feria de arte contemporáneo Arco2015. Y si bien él no está dentro de la Feria, sí hace parte de Focus Colombia 2015 una programación alterna organizada por el Gobierno nacional que reúne obras y creadores de cuatro generaciones que han estado activos en los últimos años. Con ellos, explica la curadora María Wills, se buscó poner a dialogar su obra con los espacios madrileños con el ánimo de buscar un intercambio entre ambos países. Fue el caso de Óscar Muñoz en los baños de la Tabacalera o el del también caleño Adrián Gaitán en la casa de Lope de Vega. El de Antonio Caro también: en un mercado de Madrid. Algunos no estuvieron de acuerdo. “La obra del maestro debería haber estado en el Reina Sofía”, alega el artista bugueño José Horacio Martínez. “Es tan importante y abarca tanto lo que aquí se expone, que es incomprensible que no se le de la trascendencia que tiene su obra”.En parte tiene razón. El espacio, galería Trapezio, es pequeño. Y las obras son muchas. Están ‘Colombia’, ‘Maíz’, ‘Aquí no cabe el arte’, ‘Todo está muy caro’... Obras políticas que durante décadas han criticado el poder económico, el abuso de la fuerza pública, las especulaciones sobre el arte conceptual, el mito de la obra única, el oscuro panorama de la minería. Pero a Caro eso no le preocupa. Nada en realidad parece preocuparle. Es una mezcla de niño ingenuo y artista modesto que no desaprovecha oportunidad para dar las gracias a quienes lo han rodeado en 40 años de vida artística. “Si esto lo leen los jóvenes ponga que todo se lo debemos a todos. En la historia de la humanidad solo ha habido veinte genios, si mucho. El resto de los comunes y corrientes  tenemos que darles las gracias a todos”, dice. Y usted, maestro, ¿a quién le tiene que agradecer?A muchos. Si yo escribiera mi autobiografía, se llamaría ‘Un gran reconocimiento’. Quizá al primero que le tengo que agradecer es a Bernardo Salcedo, que fue mi maestro. Tuve la fortuna de coincidir con él en la vida. Él fue muy generoso y muy amable conmigo y de vez en cuando me daba consejitos. Y fue bueno porque  yo nunca fui a Bellas Artes, nunca estudié en la academia, pero lo conocí a él. Y así, poco a poco, a tontas y a locas, fui encontrando lo que ahora se dice en términos rimbombantes: un lenguaje y un discurso. Fue a la topa tolondra. ¿En qué momento se pensó así mismo como artista?Después de 40 años apenas voy entendiendo qué es eso de ser artista. Si antes me llegué a pensar a mí mismo como artista, fue un acto de vanidad y una tontería absoluta. Por fortuna me sonó la flauta, pero solo ahora me siento que soy artista. ¿Pero cuál fue el momento crucial para usted decidir que se quería dedicar al arte?Fue cuando entraron a pedir los datos para el mosaico del bachillerato. Entonces yo escribí: ‘Profesión: artista’. Ese fue el momento exacto; terminando sexto de bachillerato, lo que ahora es once. Así pasó. Lo escribí y lo asumí. Muchos críticos coinciden en que usted es el pionero del arte conceptual en Colombia. ¿Usted lo siente así?Pues es que me pusieron esa etiqueta y yo la asumí. Se la pusieron porque fue irreverente en su momento. Como con la ‘Cabeza de Lleras’ de sal que usted deshizo con agua en un Salón Nacional, en 1970. Pero es que usted no me dejó terminar con los agradecimientos. Eso se lo tengo que agradecer a una caleña justamente, Alegre Levy, quien después de ver la obra tituló ‘Se inundó el Salón’. Es cierto que yo hice el desorden, pero la que hizo la bulla fue ella. Ella me catapultó. Es que Valle es Valle, vé.Su relación con Cali ha sido muy estrecha. ¿Qué significa para usted?Mucho. Es que “el respetable es muy exigente”, para utilizar términos taurinos, aunque no estoy ni a favor ni en contra de la tauromaquia. Cali me ha jalonado varias exposiciones muy interesantes. Mi primera retrospectiva, por ejemplo, que se debió haber hecho en la ‘nevera’ de Bogotá, se hizo en Cali. Miguel González la gestionó y la alcanzó a presentar la señora Maritza Uribe. Y fue muy bonito. Sí ve que volvemos a los agradecimientos… Luego estuve en la Alianza Francesa y en Lugar a Dudas, y recién el año pasado estuve en un proyecto en la Biblioteca Departamental trabajando con jóvenes. Como le digo, el respetable es muy exigente y si hoy usted me invita a Cali pues me toca esforzarme, ¿qué presento? No puedo salir con cualquier cosa. ¿Lo buscan mucho las nuevas generaciones de artistas? ¿Los jóvenes?No mucho, pero sí parece que tengo mis fans. ¿Y qué les dice a ellos? Que siempre es bueno reconocer de dónde viene lo de uno. Ahora que usted me pregunta por la Cabeza de Lleras, si yo no hubiese visto un documental ‘El hombre de sal’, que filmó Gabriela Samper, a mí no se me habría ocurrido hacer esa obra y quizás no estaríamos hablando aquí. ¿Cómo llegaron los símbolos a ser parte fundamental de su obra?Cuando yo empecé a trabajar estaban de moda dos movimientos artísticos, el arte pop y el arte conceptual. Y de la poca información que llegaba a Colombia eso fue lo que me influenció. Así que las ideas se empezaron a activar lentamente. Con ‘Colombia’, por ejemplo, primero traté de utilizar el solo nombre. Después lo relacioné con unos cigarrillos y después con una gaseosa. Y ¡pum! salió algo afortunado.¿Y a partir de ese momento se sintió artista?Sí. Creo que sí.¿Y qué es ser un artista?El artista, sea la disciplina que sea, construye símbolos. Y cuando esos símbolos son acertados se insertan en el imaginario de las personas. Solo cuando se logra crear elementos que otras personas y otras sociedades asimilan y vuelven propios se es artista, mientras eso no suceda, no hay arte. Y eso ,en palabrejas complicadas, es pertenencia y pertinencia.(*)Invitada por el Ministerio de Cultura de Colombia.

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