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"Elección del PRI no es un regreso al pasado en México”: Rafael Tovar

El historiador mexicano habla sobre el ‘Porfiriato’ y su aporte al desarrollo y la cultura. Responde las críticas al Presidente.

23 de septiembre de 2012 Por: Margarita Vidal Garcés

El historiador mexicano habla sobre el ‘Porfiriato’ y su aporte al desarrollo y la cultura. Responde las críticas al Presidente.

Entre los principales cargos que ha desempeñado con gran éxito este experto en Historia de México y América Latina, abogado de la Unam, graduado de la Sorbona y del Instituto de Ciencias Políticas de París, figuran el de Embajador de México en Italia, Director General del Instituto Nacional de Bellas Artes -máximo centro artístico del país- Coordinador de la Comisión Organizadora de la Conmemoración del Bicentenario del movimiento de Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana, Presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Conalculta (Ministerio de Cultura), desde donde adelantó una ambiciosa estrategia de modernización en todos los ámbitos de la cultura, con énfasis en la red de bibliotecas cuyo número elevó de 3.751 a 6.100 y en un programa editorial de 6.000 títulos con cerca de seis millones de ejemplares. Rafael Tovar y de Teresa es autor de libros como Modernización y Política Cultural, coautor de Patrimonio Cultural de México y ha publicado dos novelas: Paraíso es tu Memoria y El Último Brindis de Don Porfirio. Ambas con el trasfondo histórico de la dictadura de Porfirio Díaz, más conocida como ‘El Porfiriato’.Díaz gobernó a México con mano de hierro durante 31 años y, aunque había dicho que el país se encontraba listo para la Democracia, en 1910, a los 80 años, se presentó para una nueva reelección. La indignación popular propició la insurrección de Francisco Madero que lo derrotó. Allí guerrearon un sinfín de personajes legendarios como Pancho Villa y Emiliano Zapata. Porfirio Díaz salió del país en 1911, dejando atrás la Revolución Mexicana, iniciada exactamente cien años después de las Guerras de Independencia de México. Sin embargo -y esto es lo que quiso plasmar en sus libros Tovar y de Teresa- aunque la dictadura porfirista ensanchó la brecha entre ricos y pobres, también modernizó el país en muchos aspectos. En Paraíso es tu Memoria, Tovar narra los últimos años del porfirismo, cuenta cómo vivían ciertos grupos privilegiados que lo perdieron todo en el proceso revolucionario, y hace una gran pintura del Siglo XX, a través de una familia tradicional que se confunde con la distinguida familia del mismo autor, sumamente respetada en la mejor sociedad del México pre-revolucionario. Como el mismo Tovar y de Teresa dice, “es una síntesis de lo que fue, de lo que no fue y de lo que pudo haber sido ese México de principios del Siglo XX”.¿Cómo ha sido su dedicación a la cultura en México?Fue apasionante rediseñar la política cultural del país, porque tenemos un riquísimo patrimonio: 200 mil sitios arqueológicos, 100 mil monumentos históricos y una vitalidad de los creadores contemporáneos muy intensa. ¿Qué ha cimentado en su país esas envidiables condiciones?En buena parte ha sido una cultura ininterrumpida desde hace tres mil años. Las culturas originales de México, previas a la Conquista, se fusionan con la que nos llega de España, la occidental. Por otra parte, se crean nuevas formas que toman nuevos rostros durante el Siglo XIX, en el proceso del México Independiente y, cien años después, la Revolución Mexicana le da una gran vitalidad, se recupera mucho del pasado indígena, se incorporan nuevos lenguajes y eso le da un rostro único en América Latina y en el mundo. No quiero posar de chauvinista como hacemos normalmente los mexicanos al exagerar nuestro orgullo nacional, pero me gusta recordar una frase de Diego Rivera, el gran pintor y muralista, que decía: “en el arte mexicano son siempre las mismas manos y los mismos materiales los que crean obras plásticas”. El mismo Rivera hace parte de ese imaginario nacional, como gran intérprete del alma mexicana en su obra...Así es, y le cuento algo muy particular: en la obra de Rivera sobre todo de los 20 a los 50, aparecen una serie de figuras y colores que tal vez él nunca conoció. Veinte años más tarde, cuando se descubre el Templo Mayor en el centro histórico de la Ciudad de México, frente a una de las pirámides donde se realizaban los sacrificios, había elementos que él había plasmado en su obra. Yo diría que esas formas se han traspasado al inconsciente colectivo, de manera que la frase de Rivera es válida. Sin embargo, durante la llamada etapa ‘Porfirista’ llegó a México una moda muy afrancesada.Era la cultura de la época. En los grandes edificios, monumentos y zonas habitacionales que se construyeron en México, en otras capitales de América Latina y en muchas ciudades europeas, desde la segunda mitad del Siglo XIX hasta 1920, está la influencia francesa. Más que modas universales, eran visiones internacionales.¿De dónde proviene entonces el concepto?En el Virreinato español se construyeron iglesias extraordinarias, monumentos religiosos y palacios, pero ya en el Siglo XIX -el de nuestra independencia-simplemente se adaptaron las construcciones coloniales. Con Porfirio Díaz, por primera vez empieza a haber recursos para emprender nuevamente grandes obras arquitectónicas con inspiración francesa principalmente y, en menor grado, inglesas y alemanas. La influencia española prácticamente desaparece en el Siglo XX, cuando surge el nacionalismo cultural, producto de la Revolución Mexicana que incorpora también nuevos lenguajes como el Art-Decó y el Funcionalismo.Su novela es la gran nostalgia de una época pasada llena de riquezas, suntuosas residencias, gran estilo, la música siempre presente. ¿Por qué le interesa tanto esa época?Tal vez porque viví y oí mucho de ella en mi infancia y crecí en esa mitología. Pero como fui a la universidad pública tengo perfectamente clara mi distancia con esas visiones tan elitistas. Cuando estaba haciendo estudios de postgrado en la Sorbona y escribiendo mi tesis sobre el Itinerario Ideológico de la Derecha en México -mitad de los años 90- vi que la bibliografía es muy limitada y, sobre todo, muy parcial el modo en que se repiten de un libro a otro los mismos argumentos, los mismos juicios. Quise profundizar en esa historia ya olvidada.¿Cómo es posible eso en un país tan orgulloso de su pasado?Porque hasta los años 80 en México se veía el Porfirismo como un antecedente de la Revolución - cuya ideología política dominó durante el Siglo XX - como una etapa negra, absolutamente satanizada. Pensé que en un país de la complejidad del nuestro los procesos históricos no son en blanco y negro, sino que hay una gama de grises, y yo quería conocerlos. De allí vino mi interés por tratar de analizarlos en un contexto que me permitiera darle vida a personajes y situar la vida de una familia mexicana en esa etapa histórica y política: cómo vivió la Revolución y cómo la impactó hasta el punto de dejar su país. Al regresar, el esplendor que dejó se había convertido en el paraíso perdido. ¿Cómo la encaja en ese ‘nuevo’ México?Todo está en la memoria y uno puede hacer de ella un infierno o un paraíso. Las gentes con las que conviví lo convirtieron en paraíso: cerraban los ojos, y lo evocaban de un modo tan enternecedor y entrañable para un joven como yo, que quise llevarlo a mi novela. La situación se volvió más compleja porque entré a la historia del Siglo XX en momentos en que esa otra realidad no encajaba. Había una nueva sociedad sobreviviente, un nuevo México, un nuevo modo de ver el país, pero siempre a través de unos ojos muy claros: los del adolescente que es mi personaje, y cómo se vincula con uno de sus tíos, representante supérstite de ese mundo perdido. Pero no quise vincularlos a una discusión ideológica, ni a una visión histórica, sino a algo que para esa familia siempre había sido importantísimo, la música. Como en todas las novelas hay amores, muertes, dolores y frustraciones. Traté de crear allí un mundo en sí mismo.¿Y cómo se gesta su segundo libro, El Último Brindis de Don Porfirio?Vino el centenario de la Revolución y el Presidente de la República me nombró Coordinador General. Me propuse hacer una crónica de todo lo que había sucedido cien años antes y me encontré con todo un capítulo desconocido: el esfuerzo de modernización del país a través de obras que son absolutamente emblemáticas de México y que mucha gente había olvidado que fueron hechas en 1910: desde la Columna de la Independencia hasta la Universidad Nacional Autónoma de México, la Unam. Recordará que con Francisco Madero entramos en la Revolución Mexicana, una referencia no solo para nuestro país, sino para América Latina, y todo ese mundo de Porfirio Díaz y su proyecto modernizador se vino abajo o, en el mejor de los casos, se detuvo hasta que el país volvió a tomar su camino, pero ya dentro de una ideología diferente, producto de un nuevo sistema político y de una nueva visión de nuestra historia, que es la que define el Siglo XX.¿Qué propicia la Revolución Mexicana?Fue la primera Revolución social del Siglo XX -anterior a la Revolución Rusa- y creó una nueva forma de ver el país. Cobró importancia el pasado indígena y surgieron no solo el reconocimiento de los derechos sociales, sino los temas del campo, de la propiedad colectiva y la visión de la organización laboral. Pilares que apoyaron un país mucho más incluyente, con movilidad social. El hecho de interesarme en el Porfirismo no me impide reconocer que los procesos históricos son infinitamente más complejos que una simple clasificación de dos o tres ideas, pero hay que conocerlos en profundidad. Ya en 2012, tenemos una síntesis muchísimo más amplia de nuestra propia historia y reconocemos que algunas de las bases de lo que se consideraba el gran aporte de la Revolución, venían desde la época de Porfirio Díaz, en 1910.Pero ¿el Porfiriato no privilegió a la gente rica y ahondó la brecha entre ricos y pobres?Desde luego que sí, pero yo creo que eso no era privativo de México. Fue una constante en América Latina y en muchos países europeos. Por ejemplo, la expectativa de vida en México era de 30 años. En España era de 31. Tampoco tenían una distribución del ingreso y consiguientemente de los servicios de salud y alimentación más profundos que los de México. El país que tenía una expectativa mayor en ese momento era Suecia, con 50 años. Porfirio Díaz impulsó en 1910 la creación del primer hospital para el tratamiento de enfermedades mentales. Una obra casi sin precedentes en el mundo. Hizo las obras de desagüe y de limpieza de aguas para el valle de México y muchísimas más. En mi investigación establecí que se inauguraron unas 1.500 obras, de las cuales, modestamente le digo, no se sabía que se hubieran hecho en esos años, porque la memoria histórica se había perdido. ¿Entonces Porfirio Díaz sí tenía un proyecto de país?Exactamente, un proyecto de país que tal vez con el tiempo hubiera sido incluyente, pero en ese momento, después de dos invasiones: la francesa y la americana, y de tantas guerras civiles, no había una acumulación de capital. Debimos recurrir a la inversión extranjera y se produjo una concentración de recursos en diez familias, pero eso no era una situación exclusiva de México.Pero la administración, de más de 35 años, de Porfirio Díaz fue una dictadura.Pero también fue el primer momento en que México conoció la paz. En el Siglo XIX, desde que México consumó su independencia, en 1821, no pasamos más de dos o tres años seguidos de paz. Tuvimos una invasión americana en 1847, que fue traumática para la nación y una invasión francesa hasta la llegada de Maximiliano.¿Qué ocurrió con la llegada de Maximiliano y Carlota, en 1864?Una división brutal del país, no solamente en términos de lucha sino ideológicos: La confrontación entre conservadores y liberales, luchas de sangre. Hubo levantamientos y guerras civiles hasta la llegada de Porfirio Díaz -una circunstancia que hay que entender en su contexto- y le dio al país 30 años de crecimiento continuo. Díaz recibió 600 kilómetros de vías férreas y al término de su administración entregó 20.000. El país empezó a comunicarse y llegaron la electrificación, el telégrafo y el teléfono y se descubrieron los primeros yacimientos de petróleo. Obviamente era un país que no propiciaba ni la movilidad social, ni la inclusión, pero sí había muchas posibilidades de que algunos de esos proyectos hubieran continuado.¿En síntesis, cuál es su imagen de Porfirio Díaz?Es un personaje que no me desagrada. No hago ni defensa ni apología de él, porque no tengo los elementos necesarios, a pesar de que estudié historia y conocí el Porfiriato. Y no es que no me quiera pronunciar, sino que Porfirio gobernó en una época de claro-oscuros y no podemos verlo sólo como un personaje negro de nuestra historia porque, en el fondo, eso es ignorancia y no le ayuda a un país a entenderse a sí mismo.¿Benito Juárez tenía absoluta necesidad de ajusticiar a Maximiliano?Definitivamente sí. Después de la invasión, en la que se violó el principio de soberanía de México, Juárez, valiente e inteligentemente, recorrió el país allí donde no estaba el ejército ocupacionista francés. Él tenía que dar una muestra para México -y para el mundo- de que el país había recobrado su soberanía.¿No habría podido deportarlo a Austria?Honestamente, yo creo que no tenía alternativa. Maximiliano era hermano del Emperador de la dinastía más antigua de Europa: un Habsburgo. En 1867 Maximiliano era el segundo en el orden sucesorio del Imperio Austro-húngaro. Francisco José había tenido un hijo en 1858, que luego fue el Archiduque Rodolfo, (el de la famosa historia de Mayerling). Si al niño le pasaba algo, el sucesor sería Maximiliano. Su ajusticiamiento hay que verlo como un acto de valor que permitió consolidar nuestra nacionalidad. Por eso los mexicanos somos tan nacionalistas. Este episodio, y la invasión americana, son los baluartes de los cuales nos agarramos cuando tenemos malos momentos. Lo que pasa es que Maximiliano es un personaje romántico, que cautiva; imagínese: un príncipe europeo de enormes barbas doradas, casado con una princesa belga, guapísima, una pareja de cuento de hadas que llega al país, y Benito Juárez, un zapoteca puro, lo mata. Aparece a los ojos del mundo civilizado como un salvaje. Sí, pero ellos vinieron a ocupar un país donde nadie los había llamado. Hubo un grupo pequeño de conservadores, que se llamó la Junta de Notables, que propuso - dizque en nombre del pueblo- a Maximiliano como emperador, pero esa Junta no representaba a nadie. ¿Y entonces por qué tuvo éxito la iniciativa?Porque tuvieron el apoyo de Napoleón III y de su ejército, que buscaban la creación de un Imperio latino en América. En esos momentos (1823), los Estados Unidos habían dictado la famosa Doctrina Monroe: ‘América para los americanos’, para que nadie pretendiera hacer presencia en el Continente -desde Canadá hasta la Patagonia- pero como estaban en guerra civil, (sureños contra norteños), no tuvieron mayor presencia en esta contienda. Otro tema: un hombre culto como usted, ¿cómo ve que su nuevo presidente, Enrique Peña Nieto, no pudiera citar tres libros leídos en un debate presidencial?Pero tuvo una gran actividad como gobernador del Estado de México a favor de la cultura. Recuerdo una espléndida colección de Literatura Universal que publicaron a precios muy accesibles, además de la creación de infraestructura, en el propio Estado de México. Yo creo que en su proyecto de gobierno hay una parte cultural muy importante. ¿Así no haya leído nada en la vida?Lo importante –y se lo dice alguien para quien los libros son centrales- es que se rodee de gente que haya estudiado lo necesario para adelantar grandes proyectos culturales. De él se necesita que sea un político eficaz, que le dé unidad al país, y creo que tiene la experiencia y la visión para hacerlo. ¿Qué significa para su país el regreso del PRI?No creo que se pueda decir que el regreso del PRI es el regreso de un régimen de 70 años. No porque el PRI haya cambiado, sino porque el país cambió. Hay políticas de Estado que no existieron durante sus anteriores 70 años de administración, una madurez de la población que entonces no existía, y unas instituciones democráticas que no se pueden negar. También existe una fortaleza de los Estados de la Federación y, sobre todo, una conciencia participativa de la gente que exige un nuevo modelo político para gobernar. ¿Cómo ve la extrema violencia de los narcotraficantes?Es una realidad en México, basta ver los periódicos y oír los testimonios directos de lo que ha sido el avance del crimen organizado en algunos Estados, pero también hay una voluntad de enfrentarlo.

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