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El vía crucis de un monumento en el Cauca

Tras el incendio que destruyó el año pasado la Capilla Doctrinera de San Andrés de Pisimbalá, en el Cauca, ese bien patrimonial amenaza ruina. Las autoridades dicen que ya tomaron medidas.

27 de junio de 2014 Por: Ricardo Moncada Esquivel | Periodista de GACETA

Tras el incendio que destruyó el año pasado la Capilla Doctrinera de San Andrés de Pisimbalá, en el Cauca, ese bien patrimonial amenaza ruina. Las autoridades dicen que ya tomaron medidas.

La imagen causa dolor y estupor. Como si fuera una ruina griega, la Capilla de San Andrés de Pisimbalá, símbolo patrimonial del departamento del Cauca y de la Nación, continúa destruida, tras el incendio que sufrió el 28 de marzo del 2013. La madrugada de ese día, un Jueves Santo para más señas, un grupo de personas, al parecer de la comunidad indígena, le prendió fuego al monumento, en el marco de un conflicto por la tenencia de tierra que se ha venido gestando en los últimos años entre éstos y campesinos de la región. Con su cubierta de paja y muros de adobe, la construcción fue fácil presa del fuego que en instantes la devoró.Según el Ministerio de Cultura, los daños fueron muy graves: ocasionaron la pérdida total de la estructura de la cubierta conformada por pares y nudillos, la artesa en lata de guadua, la cubierta en paja y el campanario primitivo también en paja. Solo los muros en tapia pisada y bahareque quedaron en pie.El balance del Ministerio es desalentador: la carpintería en madera de puertas, ventanas, coro alto con su baranda y escalera quedó totalmente incinerada, así como las redes eléctricas. “El patrimonio mueble sufrió pérdidas de consideración, tales como: imágenes, estatuas religiosas de gran valor, el sagrario, elementos ornamentales de uso exclusivamente religioso, la mesa del altar mayor, sillas y bancas”, agrega el informe.Pero más grave aún es que a poco más de un año de los lamentables daños, la situación no varía. Desde el exterior la capilla doctrinera exhibe sus heridas. Su fachada, protagonista de una de las postales que le da más reconocimiento a la región, se muestra derruida. Y al interior el recinto, sin su techo, parece un escenario de guerra. Los gruesos muros calcinados por el fuego están en carne viva y expone, ante las inclemencias del clima y la lluvia, toda su debilidad. Las bancas de guadua, donde se sentaban los feligreses en los actos religiosos, están completamente deshechas. La maleza ya se ha tomado el lugar, revelando total abandono.Monumento. La Capilla Paez de San Andrés de Pisimbalá fue declarada bien de interés cultural Nacional en 2005. Se encuentra en el centro poblado de San Andrés, en el Resguardo Indígena que lleva el mismo nombre. Pertenece a la zona del parque arqueológico de Tierradentro que también fue declarado bien de interés cultural del ámbito nacional e incluido en la lista de Patrimonio de la humanidad de la Unesco.De acuerdo con la Sub Dirección de Patrimonio del Ministerio de Cultura, la presencia de esta Capilla en la región de Tierradentro reviste gran importancia histórica “por tratarse de la materialización del triunfo del proyecto colonizador y evangelizador español en una zona que resistió durante más de dos siglos la presencia foránea, siendo una de las últimas del territorio en caer bajo el dominio de la Corona”.Pese al impacto que tuvo en las comunidades el proceso de evangelización, construcciones como las capillas doctrineras “trascendieron su representación simbólica como fruto de la conquista espiritual, siendo valoradas como testimonios vivos de la participación, el trabajo, la creatividad y sensibilidad de los propios indígenas, lo que ha incidido en la defensa y salvaguarda de estos bienes, siendo considerados hoy en día como unos de los más significativos del patrimonio arquitectónico Nacional”, agrega un informe de la entidad. La Capilla de San Andrés de Pisimbalá era además la única que conservaba la cubierta original en paja, con lo que se materializaron los diseños arquitectónicos españoles y se logró homogeneidad en la expresión formal de las edificaciones. Adicionalmente, la mano de obra utilizada para su ejecución fue aportada por los indígenas.Las primeras referencias que se tienen de San Andrés de Pisimbalá datan de 1736, cuando el sacerdote José Fernando Balcázar entró por el páramo de Guanacas para explorar el territorio de los indígenas paeces y empezar desde este sector su labor apostólica. “El sistema que utilizaron los misioneros católicos en esa época para adoctrinar a los indígenas era establecer una capilla, que siempre se encontraba sola. Alrededor había dos o tres casitas, porque en esas comunidades no existía el concepto de pueblo con trazado de calle. Los indígenas tenían sus chagras”, le explicó a GACETA el arquitecto restaurador José Luis Giraldo.El arquitecto caleño fue el encargado, en 1976, de hacer la restauración de esta capilla doctrinera tras otro desastre: un año antes, mientras jugaba, el hijo del alcalde de la localidad le había prendido fuego a la cubierta de la construcción. El hecho de levantar la capilla en una zona despejada permitía que esta pudiera verse desde lejos y se convertía además en un símbolo político cristiano de que en esa iglesia estaba la sede de Dios. Su arquitectura reforzaba ese discurso.Giraldo agrega que la Capilla de Inzá hace parte un complejo de construcciones religiosas que se levantan en la región, como la bella iglesia de Calderas, arriba en el páramo; la del Huila, la de Tuez, Santa Rosa, Togoima y Chinas, entre otras. “Respecto a la de San Andrés de Pisimbalá existen registros históricos que señalan cómo en 1810 el padre José Joaquín Núñez dice que él terminó de construir la Iglesia que él mismo había empezado, o sea que es posible que su construcción se remonte a finales del Siglo XVIII, aunque es posible que el padre Balcázar quien llegó unos 60 años antes al lugar haya construido alguna iglesia en el sector”, agregó.Al arquitecto restaurador señala que estas capillas son muy pequeñas (de unos 11 metros de ancho por 33 metros de fondo), por lo cual tenían poca capacidad para albergar indígenas, pero como se ubicaba la construcción en una planada, el adoctrinamiento se hacía en la parte externa. Las paredes originalmente fueron construidas por los indígenas a la mejor tradición colonial en embutido de barro. “Eran unas paredes gruesas en cuyo interior había unos pilares de madera, todos embebidos en barro, que es exactamente el sistema constructivo más antiguo que yo encontré en la Hacienda Cañasgordas, al sur de Cali”, agregó Giraldo. Desde los años de su construcción, los indígenas de la región eran los encargados, año tras año, de renovar el techo y los bejucos, y empañetar las paredes, todo con materiales autóctonos.Giraldo señala que iglesias como la de Inzá son un aporte al patrimonio cultural, histórico y arquitectónico, y por su belleza cobra más importancia en el presente. “Su fachada es una reminiscencia increíble de las fachadas que tenían las construcciones de los templos cristianos, con su atrio pequeño y angosto, con tres arcos, el principal y más grande en el medio, y los otros dos más pequeños a los lados. Encima del arco principal hay una ventanita proporcional como todavía se ve en la capilla de San Antonio, en Cali, o Dominguillo, en Santander de Quilichao”.En opinión del arquitecto, lo interesante es que la capilla en Inzá se construyó en medio de una pobreza de medios, donde quienes la levantaron no tenían muy claro la tecnología del adobe, de la tapia pisada, o de la teja. “Los indígenas lo hicieron con el sistema de bahareque. Es como hacer de cuenta un pastelito blanco, que por dentro es muy delicado”.Giraldo explicó también que dentro de esa reminiscencia de la arquitectura clásica cristiana con el pórtico con arcos de entrada o la puerta lateral, encima había un campanario pequeño cubierto en paja. “Lo que considero de gran valor es cómo los indígenas con sus recursos naturales hicieron una interpretación de esa arquitectura, para convertirla en una arquitectura hecha más por la devoción hacia un Dios que les fue impuesto que como fruto de una arquitectura razonada”.Por eso el arquitecto restaurador se inclina por definirla como una arquitectura primitiva antes que vernácula como algunos consideran. “En mi opinión, lo vernáculo es como cuando en una calle hacen todas las casas al mismo estilo de sus antepasados. Pero en este caso la capilla se levantó de ese modo en ese sitio y no se hizo otra igual. Es comparable al arte primitivista, una expresión que se hace con el corazón, ese el gran valor de esta construcción”, reiteró.En 1976, cuando Giraldo emprendió la restauración, el trabajo se realizó con miembros de la comunidad indígena del resguardo de San Andrés, y estuvo encabezado por Secundino Quinto. “Él me pidió que cambiara el piso de tierra por ladrillo. Entonces mandé hacer el ladrillo a la manera como se acostumbraba, que era el ladrillo plantilla. En el altar, que estaba dañado, se alcanzaron a salvar dos huellas mínimas de unas florecitas, pero eso se perdió porque no se le volvió a hacer conservación de parte del Gobierno”, agregó el arquitecto. Por eso, apenas se enteró del pavoroso incendio del Jueves Santos del año pasado, Giraldo inmediatamente envió a la Subdirección de Patrimonio del Ministerio todos los planos y fotografías que tenía de la construcción para contribuir al proceso de restauración.Tarea pendiente. En Inzá la espera por que se inicie la restauración de la Capilla ronda la desesperación. En declaraciones dadas al diario El Liberal, el alcalde de Inzá, Mauricio Castillo, señaló que en un esfuerzo conjunto entre el Ministerio de Cultura, la Alcaldía de Inzá, y la Gobernación del Cauca se lograron reunir $300 millones para iniciar la recuperación y se hizo un contrato con el Vicariato Apostólico de Tierradentro para hacer los estudios pertinentes del Estado de la construcción. Pero al parecer la recuperación total podría superar los $800 millones. En respuesta a una consulta realizada por GACETA a la Sub Dirección de Patrimonio del Ministerio de Cultura, la entidad respondió que es consciente de la importancia de este inmueble y de la grave situación en la que se encuentra.La entidad reiteró que el Ministerio de Cultura, la Alcaldía de Inzá y el Vicariato Apostólico de Tierradentro aunaron esfuerzos conjuntos para realizar la contratación de la actualización del levantamiento arquitectónico, el estudio de vulnerabilidad sísmica, el proyecto de reforzamiento estructural, la actualización del proyecto eléctrico.La Subdirección de Patrimonio informó que también se realiza el estudio de la intervención de la cubierta y que se encuentra en proceso de autorización por la Dirección de Patrimonio de acuerdo con lo exigido en el artículo 11 de la ley 397 de 1997, modificado por el artículo 7 de la ley 1185 de 2008, el cual expresa que “La intervención de un bien de interés cultural del ámbito nacional deberá contar con la autorización del Ministerio de Cultura…” Sin embargo, es necesario realizar las gestiones necesarias para la consecución de recursos para la realización de las obras.Pese a las demoras por recuperar este bien patrimonial, el Ministerio de Cultura recalcó que dicha entidad ha estado atenta a la grave situación que presentan las capillas paeces desde años anteriores.En este sentido, reafirman que el Ministerio de Cultura siempre ha estado pendiente de la conservación y protección de las seis capillas paeces declaradas que se encuentran en pie y ha realizado todos los esfuerzos a su alcance para la recuperación de estos inmuebles tan representativos para el patrimonio cultural colombiano.Larga espera. La Capilla de San Andrés de Pisimbalá junto con el Parque Arqueológico de Tierradentro son los principales atractivos turísticos de la zona.Alex Jairo Paz, operador turístico e investigador de este circuito etno cultural y arqueológico, señaló que a pesar de que las autoridades locales y departamentales han apropiado los recursos para la recuperación del monumento patrimonial, los trámites que se realizan desde la sub dirección de Patrimonio, del Ministerio, entidad que debe autorizar la intervención de la construcción, ha sido muy lenta. Y es que la destrucción de la capilla ha afectado la vida de la comunidad, que tiene en el turismo una de sus fuentes de ingresos. “Desde el incendio de la capilla se ha dado un bajón en la afluencia turística pues la capilla doctrinera de San Andrés de Pisimbalá es uno de los principales atractivos de la zona. Ahora la gente se desplaza hasta la capilla de Santa Rosa”.Paz fue enfático en que la restauración debe ir más allá del arreglo de la capilla. “Es importante que las entidades trabajen con la comunidad indígena y mestiza para ayudarla a entender y valorar su patrimonio, para que lo protejan”. Entre tanto, la construcción sigue expuesta al sol y al agua. Solo en la parte delantera unos plásticos negros cubren la fachada y los bordes superiores de los muros, pero estos se han ido dañando, dejando filtrar la lluvia. Tal situación está ocasionando que el deterioro avance a pasos agigantados. El operario turístico Alex Jairo Paz señala que incluso los actos religiosos deben hacerse en el aula máxima de un colegio vecino a la capilla. “Es lamentable que se demoren tanto los trámites. Es importante que el Ministerio tenga en cuenta el conocimiento que los habitantes de la comunidad tienen sobre su construcción. Ellos saben cómo es el tejido del techo o cuándo se debe coger la paja. En Bogotá pueden ser muy expertos, pero no saben nada de esas cosas”, expresó.El complejo de capillas doctrineras de Tierradentro hace parte de la lista World Monuments Watch, una selecta lista que busca procesos de protección para lugares patrimoniales que se encuentran bajo algún tipo de riesgo.Volver a observar la Capilla doctrinera de San Andrés de Pisimbalá con su impecable fachada blanca, con sus arcos característicos y su techo de paja, no es un simple deseo romántico de una comunidad. Es que, en la sociedad contemporánea, el patrimonio histórico es la prueba tangible de los procesos que han construido a los pueblos y deben permanecer como testimonio para que las nuevas generaciones las interpreten y las valoren desde sus propios contextos.

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