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El regreso de Aljure

Hace nueve años no teníamos noticia de este director que tuvo su cuarto de hora en la década de los noventa con la ya incónica ‘La gente de la Universal’. Su regreso, esta vez, lo hace con ‘Tres escapularios’, que acaba de recibir el premio a Mejor Película, en el Festival de Cine Colombiano en Nueva York.

26 de abril de 2015 Por: Por David Franco - Especial para GACETA

Hace nueve años no teníamos noticia de este director que tuvo su cuarto de hora en la década de los noventa con la ya incónica ‘La gente de la Universal’. Su regreso, esta vez, lo hace con ‘Tres escapularios’, que acaba de recibir el premio a Mejor Película, en el Festival de Cine Colombiano en Nueva York.

Han pasado ya veinticuatro años desde que Felipe Aljure estrenó su opera prima ‘La gente de la Universal’ y consiguiera, gracias a un ingenioso entramado de infidelidades, venganzas y humor negro, situarse entre los pocos directores colombianos que cuentan con una película de culto en su filmografía. 

Desde entonces hay un público que asiste con grandes expectativas cada vez que Aljure trae un nuevo título a la pantalla grande. Quizá consciente de ello, el director, nacido en Girardot, se toma su tiempo entre uno y otro de sus trabajos.

Once años tardó en presentar su segunda película, ‘El colombian dream’, que dio mucho de qué hablar por la excentricidad de su forma, pero que, en esencia, dejó quizá la sensación de no estar a la altura de lo que se esperaba. 

Ahora, nueve años después, Aljure regresa con una película de poco presupuesto que casi nada tiene en común con sus dos films anteriores y que, sin embargo, lleva su sello personal e inconfundible. 

‘Tres escapularios’, su última producción, se inserta de lleno en el contexto del conflicto armado para contar, con un destacable sentido del suspenso, la travesía de dos sicarios en busca de unas víctimas que, cómo ellos, tampoco encuentran su lugar en el panorama caótico de la guerra. 

Tras recibir en el Festival de Cine Colombiano de Nueva York el reconocimiento a mejor película de ficción, Felipe Aljure habló con GACETA sobre el film y el presente del cine colombiano.

¿De dónde nació la idea de ‘Tres escapularios’?

La ‘pepa’ de la película, el núcleo, es la pregunta sobre el acto de matar: por qué matar, qué se siente matar. Después, sobre eso, construimos una historia de peripecias. Y en esa historia de peripecias fueron ya surgiendo nuevas complicaciones, las relaciones complejas entre los personajes, diferentes triángulos de personajes que se conectan entre sí.

¿Sería pertinente hablar de ‘Tres escapularios’ como una película que en su esencia busca el realismo?

Yo no hablaría de realismo, sino mejor de verosimilitud. Puede que la ficción que contamos no haya sucedido, pero podría suceder. Tomamos un contexto real, el de los soldados carne de cañón que han sido desplazados entre grupos opositores. Sicarios ideológicos anhelando una vida que no tienen. Y a partir de ahí creamos una ficción que es verosímil. Y a eso le sumamos el uso de ciertas técnicas para dar el efecto de verosimilitud. Por ejemplo, los fuera de foco que simbolizan la confusión de la realidad, las tomas pididas para representar la ambigüedad de los personajes. Por la manera en que la filmamos, se trata en el fondo de una película contemplativa que nos pone cara a cara con una historia que podría ser real.

¿Por qué el escenario de la Costa?

Nos invitaron a un festival de Cine en Pasto, y Pasto me evocó esa sensación de estar lejos.  Era Colombia, pero lejos. Eso ligado al tema de la Divina Comedia de irse metiendo en círculos y en círculos hasta llegar muy adentro. Escribimos entonces un guión pensando en que esa lejanía era apta para esconderse. Poner una víctima lejos y hacer un recorrido en esos círculos como en la Divina Comedia. Personajes que se van acercando y se van acercando. Después nos asustó un poco el tema del altiplano, demasiado bruma, ahora quizá sería diferente, ser inteligente para atrás siempre es más fácil. 

De cualquier forma pensamos en el Caribe, pensamos en ese ‘skyline’ de Cartagena, de Boca Grande, que es tan bello, y el contraste que tiene con Tierra Bomba. Y ese carácter que tiene Tierra Bomba como de gueto, como de tierra de desplazados. Es en realidad un palenque que además ahora cogió valor y a sus habitantes los quieren volver a desplazar. Ese comentario nos pareció muy pertinente en una película con gran carga política y social y una reflexión histórica permanente. Y así acabamos en Cartagena. En esencia se trata de una película sin luces, y eso nos llevó a la costa.

¿Cómo fue la experiencia del rodaje en carretera?

Salimos doce amigos en cuatro carros a hacer una película con cámaras de fotografía. La película es una creación colectiva. A mí me pusieron el título de director, pero en realidad yo estaba ahí con los otros doce. Fue una experiencia muy grata. Aparecieron estas cámaras de fotografía, que además de portátiles tienen la ventaja de que no necesitan luz. Nos planteamos entonces ya la posibilidad de una película sin luces y eso nos liberó. Trabajar con estas cámaras fue muy liberador con relación a mis películas anteriores, fue como pasar de la máquina de escribir al computador. Y a eso hay que sumarle que tampoco utilizamos grúas ni trolis.

Además, es una película pequeña, con pocos actores. Todos comíamos juntos y compartíamos. A veces me sucede que llega alguien, me saluda y me dice yo trabajé con usted en ‘La gente de la Universal’… Eso aquí no pasa.

¿Cómo describiría esta película en relación con sus películas anteriores?

Fue un año difícil. Sufrí la muerte de un gran amigo y de dos familiares. Y eso me puso de frente a la fragilidad de la vida. Ese mensaje está en la película. La idea del ser humano como algo insignificante en la escala cósmica. Así, de hecho, lo expresa uno de los personajes de la película. Y ahí está el ser humano, cumpliendo con la misión de matar en esa escala cósmica. Pero como yo soy un optimista por naturaleza la película apuesta también por la vida y por la esperanza. 

¿Ese mensaje optimista  es el mensaje último de la película?  

No sé si es el mensaje último, pero es uno de los mensajes importantes. 

¿Se ha sentido satisfecho con la recepción de la película?

Es muy difícil controlar la recepción del público. La respuesta de la gente es distinta en cada lugar. No es la misma aquí en Nueva York que en Bogotá. En Cartagena, que fue donde la presentamos por primera vez a un público sin ninguna formación cinematográfica, hubo una recepción muy gratificante, el público hizo además unas lecturas muy profundas. Otro público tal vez haga una lectura más superficial. Pero eso está fuera de nuestro dominio. Lo que sí tratamos de controlar es la correspondencia del producto final con respecto al guión original. Y en esa medida estamos satisfechos. Pienso que terminamos siendo fieles a la idea original. 

¿Qué significa este reconocimiento como mejor película en el festival de cine colombiano de Nueva York? 

Para nosotros es muy emocionante que un trabajo tan personal, una película tan chiquita y con tan poco presupuesto logre conectar con gente, con colombianos en Nueva York y también con americanos. No pensamos que nuestra película sea mejor que otras que han estado en el festival, porque hemos visto películas estupendas, pero la suerte dictó que en esta edición  los jurados se inclinaron por la nuestra y eso nos abre ciertas oportunidades, acerca la película a una posición en que puede llegar a salas de cine. A mí en principio no me gustan los festivales de competencia, aunque este ha sido un festival estupendo, me parece injusto que gane una película sobre otra. En esta ocasión nos tocó ganar y pues… qué chévere para la película.

¿Cómo ve el momento actual del cine colombiano?

Yo veo una proliferación de creatividad en nuestro país que nos hace sentir muy contentos. Aquí en este festival, por ejemplo, vi películas extraordinarias y documentales maravillosos. Nosotros participamos de todas las leyes de cinematografía, de la creación de la Dirección de Cinematografía del Ministerio de Cultura y nos damos cuenta del gran momento del cine en Colombia. 

Cuando hicimos la primera convocatoria que se llamaba ‘Buscamos creadores con más talento que plata’, entregamos 155 premios. Luego cuando yo salí de la Dirección de Cinematografía, Silvia Amaya, quien tomó el puesto, hizo una convocatoria de film minuto y llegaron más de mil crews a filmar con distintas cámaras. Hemos pasado de un momento en que hacíamos dos películas al año a un momento en donde hay 63 películas para estrenarse y otra cantidad filmándose. Estamos en un momento del cine colombiano importante.

David Franco es estudiante de doctorado en literatura francesa.

 

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