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“El Pacífico sigue siendo desconocido”: Baudilio Revelo

Conversamos con el investigador y abogado guapireño Baudilio Revelo Hurtado, autor de ‘Entundamientos del Pacífico negro colombiano’, una suerte de guía que nos ayuda a comprender la riqueza cultural de esta región del país y lo alejados que todavía estamos de ella. Letras negras.

5 de abril de 2015 Por: Lucy Lorena Libreros l Periodista de GACETA

Conversamos con el investigador y abogado guapireño Baudilio Revelo Hurtado, autor de ‘Entundamientos del Pacífico negro colombiano’, una suerte de guía que nos ayuda a comprender la riqueza cultural de esta región del país y lo alejados que todavía estamos de ella. Letras negras.

A sus alumnos de la facultad de derecho de la Universidad Libre, de la que está a punto de pensionarse, el maestro Baudilio Revelo Hurtado solía repetirles siempre lo mismo: que cuando visitaran el Pacífico se bañaran en sus aguas varias veces al día y que ya, sobre el atardecer, buscaran sentarse frente a una abuela sabia para que ellas les contara la riqueza inimaginable de esta región del país.

Nacido en Guapi hace 73 años y criado en Cali desde muy niño, Baudilio ha sabido recorrer su camino de abogado y su trabajo como experto en criminología, con la más grande pasión de su vida, la cultura del Pacífico, a la que ha investigado durante los últimos 25 años. 

De ese interés nacieron sus libros ‘Diálogo de aguas’, en coautoría con su hermano Hernando Revelo; ‘Por los esteros de la afroralidad en el Pacífico’, ‘Cuentos para dormir a Isabella’ (que entró a hacer parte de la Biblioteca Afrocolombiana, editada por el Ministerio de Cultura hace un lustro) y ‘Voces e imágenes del litoral Pacífico’. 

Este año, después de sumergirse de nuevo en las aguas profundas de esta región, en esa ‘negredumbre’ de la que habló el antropólogo chocoano Rogerio Velásquez, de sumergirse en su memoria, en su pasado, Baudilio Revelo presentó hace unos días, con el apoyo de la editorial de la Universidad Libre, ‘Entundamientos del Pacífico negro’, un centenar de páginas que nos permiten acercarnos a la riqueza de la Costa Pacífica, y entender al mismo tiempo cuán lejos estamos todavía de entenderla y valorarla.

Durante dos años, recorriendo de un lado a otro municipios como Tumaco, Guapi, Timbiquí, Quibdó, Bahía Solano y Buenaventura, el profesor Baudilio echó mano de un recurso de investigación que se entendió a la perfección con la soberbia tradición del relato oral de la costa Pacífica: escuchó a parteras, pescadores y curanderos para entender así la sabia vital de la que está hecha su cultura.

De lo que halló en esas largas horas de paciente escucha, el autor conversó con GACETA.

Profesor Baudilio, en este libro se abordan varias costumbres. Una de ellas es la manera como los afro asumen la maternidad. ¿Qué es lo que tanto nos separa de la forma como ustedes entienden la llegada de una nueva vida?

La maternidad se vive de una manera diferente. Tiene unos conceptos distintos, una verdad distinta, a los del mundo occidental. Cuando la mujer va a dar a luz, por ejemplo, su comadrona llega hasta quince días antes para consentirla y hacer más grata la llegada de su hijo al mundo. Y creemos, además, que cuando las mujeres preñadas van al monte y las culebras las ven o se quedan adormecidas o se marchan a siete leguas de dónde camina la mujer embarazada.

Parte de esas costumbres tiene que ver con la manera como trascurre el periodo de la dieta...   Sí. A la mujer se le dan varios bebedizos, unos licores con hierbas que se calientan en la mañana, al medio día y en la noche para tomarlos cuando el niño ha nacido. En la aldea, si es un niño el que nace se lanzan cinco cohetes, si es una niña tres. Cuando ellas están en dieta hay algunos animales que no pueden comer. Ni cangrejo, ni tortuga, ni animales de monte. Solo pescado, queso y chocolate. Creemos también que durante los 40 días de la dieta, las mujeres no pueden permitir que su hombre las enamore ni las acceda sexualmente. 

¿Cómo se involucra al recién nacido en la tradición? ¿Qué encontró usted en esta investigación?

Dentro de esa manera de entender la maternidad, al niño recién nacido le llaman moro, haciendo alusión a los pobladores árabes que llegaron a España. Cuando al niño nace se le ‘ombliga’. Es decir, cuando se le cae el ombligo se le esparce un poco de polvo de oro para que sea rico en la vida, para que sea una persona enamorada y no le falte su mujer. A las mujeres las ombligan con hierbas aromáticas, pero para que sean sumisas y no huyan de la aldea. Esto no cae bien dentro de la sociedad actual, pero hay que fijarse en que paradójicamente el grupo étnico del país que más ha sufrido desplazamiento es el afrodescendiente.

En este libro se habla también de la gran creencia de la gente del Pacífico a lo sobrenatural y cómo lo han incorporado a su vida diaria...

Es que nosotros tenemos una cosmovisión diferente a la de otras culturas. Nosotros pertenecemos al monte y al agua, y en esa misma medida es que aparecen los seres sobrenaturales en los que creemos. Hay uno de esos personajes que cumple una función social: la tunda. El origen de su nombre se entiende así: ‘tun’ quiere decir cabeza, inpiduo. Y ‘nda’, quiere decir ancestro. Para nosotros es ella quien castiga a los niños malcriados; a ellos se les dice que se los va a llevar para el monte donde los va a obligar a consumir camarones que cocina en su ano; por lo que se hace necesario que el padrino vaya con un bombo y agua bendita a rescatarlo.

Hay otro elemento que palpita con fuerza en la cultura del Pacífico: el de la virginidad...

Es cierto. En el África de hoy ocurre que cuando las mujeres se casan en las civilizaciones bantú y yoruba se anuncia a toda la aldea de que la chica ha sido virgen. En Guapi y en la parte sur del Pacífico, la madrina de matrimonio va por la mañana al lecho nupcial y se fija si la sábana está manchada de sangre. Posteriormente, la muestra en su casa de palafito para que todos se enteren de que la desposada nunca había conocido hombre. 

En un pasaje del libro se habla también de la enorme simbología que encierra la marimba...

Como dice el poeta Alfredo Vanín, sin la marimba no existiría la cultura del Pacífico. El instrumento fue incluso declarado patrimonio inmaterial de la humanidad. Pero en otros tiempos fue mal vista y siempre rechazada por la iglesia pues se creía un instrumento del diablo. San Pedro Claver, en el barrio Getsemaní de Cartagena, quemó varias de ellas; en 1734 Francisco de Jesús Larrea también las quemó en Barbacoas, en el río de Oro. José Ramón Bejarano, párroco en Buenaventura, que estudio en Roma, solía interrumpir los currulaos que se daban en el barrio La Marea a manera de fiesta. El cristianismo creía que a través de la marimba se hablaba con el diablo, que había una comunicación directa con el diantre, como les llamamos nosotros al diablo. 

Aún así se convirtió en símbolo de resistencia...

Sí, fue una resistencia cultural. Se cree erróneamente que el Caribe fue la única región donde hubo palenques. Pero en el pacífico los hubo también, desde el Chocó. En Yurumanguí se resistió, por ejemplo, durante un año a la mina de los Valencia (la misma familia de la senadora que hoy quiere pidir el Cauca entre mestizos e indígenas, sin tener en cuenta a los afro); se resistió a través de un palenque. 

Hay otras costumbres muy curiosas que se rescatan en este libro. Aquello de estar mal dormido en el caso de los hombres...

Es la incapacidad del hombre afro de salir a pescar o a cazar al bosque si ha tenido una relación sexual con su mujer después de las doce de la noche. Llama la atención el nombre que se le da, porque en ese caso, deberíamos decir que, por el contrario, está bien dormido.

¿Será que de allí nace la fama injusta del hombre afro de que es perezoso y holgazán?

Eso no es cierto. El hombre del mar, el mareño, como le llamamos nosotros, sale a su faena de pesca a veces a las 4 de la mañana y regresa solo hasta las 5 de la tarde. Y pesca mar adentro. Cuando se pierde, porque se oscurece el horizonte, llega a su lugar a través del vuelo de las  gaviotas o porque hay tres olas seguidas que pegan sobre su lancha y lo regresan. Eso de que somos perezosos, analfabetas y salvajes fue manejado por el cristianismo desde 1500 cuando empezaron a traer africanos como esclavos. Con este libro busco reivindicar nuestra etnia, mostrar que nosotros hemos sido también hacedores de cultura. 

Justamente, profesor Baudilio, ¿de qué se habla cuando usted menciona los ‘entundamientos’, como aparece en el título de este libro?

Es cuando usted lee un texto como este, conoce la cultura negra del Pacífico y queda aterrado, asombrado de cómo el comportamiento cultural nuestro aún sigue siendo muy desconocido. Incluso aún para muchos investigadores de Cali, que es una ciudad del Pacífico, que es negra. 

¿Será que a pesar de la cercanía geográfica, estamos aún muy alejados de esta región?

Sí, estamos muy lejos de conocer el Pacífico. Yo les digo a mis alumnos, porque dentro de poco me jubilo como docente de la facultad de derecho en la Universidad Libre, en el Pacífico hay que llegar a bañarse todo el día, gozarse el mar. Y a las seis de la tarde sentarse con una abuela sabia del Pacífico a que ella les hable de toda nuestra cultura. El pacífico es un universo lingüístico muy rico que también se desconoce mucho. Es curioso, en Cali el mar queda a menos de dos horas, pero es como si quedara mucho más lejos.

 

El autor.

Baudilio Revelo Hurtado nació en Guapi en 1942, pero desde niño ha vivido en Cali. Abogado de la Universidad Libre de Bogotá, tiene un magíster en criminología, ciencias penales y penitenciarias de la Universidad Santiago de Cali y durante décadas fue docente en derecho constitucional y derecho penal. Fue cofundador de la Universidad Libre de Cali y es miembro de la Academia de Historia del Valle. Entre sus libros publicados, se destacan cinco sobre la cultura del pacífico colombiano y dos más sobre derecho.

 

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