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El legado de 'El Greco', cuatro siglos después de su muerte

El Greco, después de 400 años, es un pintor espléndido y enseña una lección muy contemporánea: que los riesgos, las osadías y la libre imaginación tienden a salir ganando como cualidades que la historia premia y celebra.

16 de marzo de 2014 Por: Especial para GACETA | Miguel González

El Greco, después de 400 años, es un pintor espléndido y enseña una lección muy contemporánea: que los riesgos, las osadías y la libre imaginación tienden a salir ganando como cualidades que la historia premia y celebra.

El Greco es uno de los pintores más audaces de la historia del arte y por ello polémico, despreciado en largos períodos y vuelto a reivindicar como un verdadero revolucionario del uso del color y de las composiciones osadas. El mundo conmemora este año cuatro siglos de su fallecimiento en la antigua capital del imperio español, joya medieval no lejos de Madrid: Toledo.Esta ciudad, como el resto de España, había expulsado a los musulmanes a finales del medioevo y acababa de hacer lo mismo con los judíos en el inicio del renacimiento. Así, cuando El Greco llegó allá en 1575 para establecerse definitivamente hasta su muerte, la ciudad estaba en un vigoroso proceso de cristianización a ultranza y las comunidades religiosas con iglesias y conventos se encontraban ansiosas en competir por la decoración de estos santos lugares. Esto benefició al pintor que recibió encargos para altares, sacristías, monasterios y hospitales. La comunidad franciscana en este final del Siglo XVI tenía trece conventos en Toledo, sin nombrar las otras congregaciones, también encargantes, que anhelaban obras de este pintor extranjero.Domenico (cuyo correspondiente ortodoxo es Ciriaco) se apellidaba Theotokopoulos, una palabra no fácil de pronunciar en castellano. Como el pintor llegó a España procedente de Italia, donde había arribado desde Creta —la isla griega al extremo oriental del Mediterráneo— a Venecia, en 1560, y luego había vivido en Roma para retornar a la ciudad de los Dux, en donde permaneció hasta su traslado a la península Ibérica, los españoles lo apodaban El Greco, apelativo italianizante y no El Griego, como era de esperarse.En Candia había nacido, se calcula que en 1540, y era hasta su llegada a Venecia un pintor de estilo bizantino. En la ciudad de la laguna estaban los grandes protagonistas de esta escuela; entre ellos Tiziano y especialmente Tintoretto, que causaron gran impacto en El Greco y transformaron su pintura. En Roma pudo presenciar las obras de Miguel Ángel de la Capilla Sixtina y también sentir su influjo. Su manierismo libre, original y atrevido está indudablemente referido a las obra de estos maestros que lo impresionaron particularmente.La razón por la que El Greco fue a dar a Toledo fue su amistad con Pedro Chacón, canónigo de la catedral de la ciudad amurallada que él conoció en Roma y que era a su vez amigo del coleccionista Fulvio Orsini quien tenía a su haber obras del pintor. También entabló amistad en la ciudad papal con los hermanos Luis y Diego de Castilla, el primero fue su futuro albacea y el segundo el primer español que le hizo encargos, cuando el artista llegó a ese naciente reino.En 1577 el pintor ya había producido con su peculiar estilo el ‘Expolio’ para la catedral de Toledo y la ‘Asunción’ para la iglesia de Santo Domingo el Antiguo, dos obras sorprendentes que cimentaron el prestigio del artista en esta ciudad y por fuera de ella. De visita a Toledo el rey Felipe II en 1579 le encarga ‘La alegoría de la santa Liga’ y luego ‘El martirio de San Mauricio’ ambos hoy en El Escorial. Al monarca no le gustaron las licencias composicionales, cromáticas e interpretativas del artista y fue cesado del círculo real.Curiosamente a los diez años de haber llegado a Toledo produce su obra maestra, reconocida como una de las más importantes pinturas de la historia del arte: ‘El entierro del conde de Orgaz’, que reposa en el mismo lugar para donde fue encargada, la capilla de Santo Tomé. El cuadro alegórico y conmemorativo representa a Gonzalo Ruiz, muerto en 1323, quien no era ningún conde cuando ocurrió su deceso, pues su familia fue ennoblecida muy posteriormente. El cuadro de grandes dimensiones (4.60 x 3.60 metros) es un lienzo donde se ve al personaje muerto sostenido por San Esteban y San Agustín, dos prominentes personalidades del santoral que habían descendido a sepultar al “conde” en presencia también de San Francisco de Asís. Varios caballeros observan el hecho junto a algunos prelados. El hijo de El Greco, Jorge Manuel, nacido en 1578, como reza el pañuelo que se asoma en el bolsillo del niño retratado en primer plano del cuadro y portador de la antorcha. Los caballeros están vestidos a la usanza de la nobleza en el austero reino de Felipe II. Pero el cielo se abre y aparece la corte celestial encabezada por Cristo, la Virgen, San Juan Bautista y San Pedro, portador de las llaves de la iglesia. Un ángel conecta lo terrenal y espiritual y, elevándose mediante un gran escorzo, porta el alma del caballero toledano ataviado entre sí con armadura y próximo a ser enterrado.Esta acción entre lo divino y lo humano la exalta el artista, quien traslada el episodio medieval al Siglo XVI para darle esplendor eclesiástico, manifiesto en ricos ornamentos de los santos portadores y elegancia contenida en los caballeros acompañantes. En la gloria de los cielos abundan apóstoles, santos y mártires y todo parece estar en gran agitación cuando la atmósfera se abre y se precipita para que los querubines y serafines naveguen libremente.El Greco pintó episodios de la vida de Cristo desde la anunciación y el nacimiento hasta la crucifixión y resurrección. Hizo series de santos, especialmente San Francisco y también apostolarios. También fue retratista notable y pintor alegórico. Siempre dotando sus argumentos de estilizaciones inusuales, coloridas transfiguraciones y composiciones atrevidas y arriesgadas que le valieron el rechazo de sus contemporáneos y el desprecio de generaciones posteriores. Pero en el Siglo XIX inició su reivindicación con artistas como Delacroix, Manet, Degas, Millet o Fortuny y los poetas Gautier y Baudellaire. Desde el siglo XX, El Greco es un referente histórico indispensable y su arte un antecedente de muchas revoluciones estilísticas.Toledo, la sucursal de su legado.El Museo del Prado de Madrid tiene, como es de esperarse, una buena colección del artista. Pero el lugar donde se puede ver mejor es Toledo, en cuyos altares, iglesias, conventos y sacristías están sus obras místicas y arrebatadoras.Desearía finalmente referirme a tres de mis obras predilectas, sin contar claro ‘El entierro’ ya mencionado. Ellas son ‘Laocoonte’, una exultante pintura pensando en la Grecia clásica, donde figuras masculinas desnudas en gestos llenos de pasión desesperada ilustran la leyenda del sacerdote sacrílego.Con su paisaje de Toledo como fondo esta atrevida versión era un divertimento íntimo en la España de la Inquisición. El cuadro ahora está en la Galería Nacional de Washington. El artista lo pintó entre 1610 y 1614.Las otras dos obras son retratos. El soberbio y potente cardenal Niño de Guevara, sentado en su silla, ofrece una versión del poder y la concentración de la verdad revelada en este personaje investido con el rojo cardenalicio, quien fuera no sólo inquisidor sino arzobispo de Sevilla.La importante pintura reposa en el Museo Metropolitano de Nueva York. Finalmente, pero no en último lugar, el también retrato sedente del monje de 29 años Fray Hortensio Félix de Palavicino. Con los libros sagrados y literarios, pues también era poeta. Las miradas penetrantes y expresivas de ambos retratados son características impactantes en estas obras, donde los modelos se erigen como ejemplos de una iglesia triunfante y también como ejemplos del culto a la personalidad en la era del humanismo. El retrato de Palavicino está en el Museo de Bellas Artes de Boston y fue pintado en 1609.El Greco, después de más de 400 años, es un pintor espléndido y enseña una lección muy contemporánea: que los riesgos, las osadías y la libre imaginación tienden a salir ganando como cualidades que la historia premia y celebra.*Curador y crítico de arte

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