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El renovado Teatro Calima de Cali. | Foto: Raúl Palacios / El País

El hombre que restauró el Teatro Calima

Conozca la historia de José Bobadilla, el empresario que se dio a la tarea de renovar un ícono de Cali que estaba a punto de colapsar. Tras nueve meses de restauración, el Teatro Calima está listo para promover la cultura.

9 de julio de 2017 Por: Isabel Peláez R., / Reportera de El País

Se llama José Bobadilla, tiene 48 años. Siendo niño fue adoptado por una familia rica de Elías, Huila —tiene 7 hermanos de crianza y uno de sangre—. Abogado egresado de la Universidad del Cauca, este emprendedor se convirtió en Embajador Corona de la firma Amway, da conferencias alrededor del mundo y donde quiera que va trae alguna pieza de arte para su casa en Cali.

Su última locura fue restaurar el viejo Teatro Calima, un hito de Caliwood, invadido por el estiércol de las palomas que amenazaba con derribar el techo, que al igual que muchas de las sillas y el piso estaba podrido.

En eso había quedado este Patrimonio Cultural de la Ciudad.
Aunque muchos dirán que se le aflojó un tornillo por apostarle a un teatro situado en el corazón de la Avenida Sexta, la antigua Zona Rosa ahora desteñida, él considera que se trata del sector más favorable que pudo haber encontrado: “A dos cuadras del barrio Granada, donde están los mejores restaurantes y sitios para atender a un visitante”.
No en vano dice: “La ciudad está haciendo proyectos para recuperar la Avenida Sexta, como Brisas de la Sexta, que acaba de ser recuperado por unos empresarios jóvenes. Vamos a hacer convenios con ellos y a trabajar con la Alcaldía. El teatro, como cabeza de la Sexta, va a fluir energía para que otros se antojen de no demoler los bellísimos edificios de la Avenida, que tienen pórticos con recubrimiento para la lluvia, como el lobby del teatro, y que hoy están convertidos en asaderos de pollos, venta de ropa y de exhibición de baratijas”.

El Teatro Calima, vecino de la Plazoleta Jairo Varela cuenta, según Bobadilla, con la mejor afluencia de transporte público y cerca de 500 parqueaderos alrededor para un cupo de 1200 personas.

¿Pero quién es este exótico personaje que, de buenas a primeras, se enamoró de un teatro que dejó de funcionar el 9 de julio de 1999? De un sitio emblemático que debido a los altos impuestos, la irrupción de los múltiplex, el teatro en casa y la crisis de finales de los 90 quebró; que fue sede de una iglesia cristiana por 17 años y luego se convirtió en nido de palomas y su pórtico en refugio de indigentes.

Él lo cuenta sin tapujos: “Nací en un pueblo del sur del Huila, Elías, y desde los 14 años me fui a vivir a Neiva. Viajé a Popayán a estudiar en la Universidad del Cauca Derecho y Ciencias Políticas, me gradué como abogado. Fui nombrado rector de una universidad privada a los 27 años y duré 10 años en el cargo. Allí conocí un modelo educativo para formar empresa. Empecé de cero. Me volví emprendedor por Internet, llevo 12 años aprendiendo a hacer empresa. Desarrollé un modelo de emprendimiento y me empezaron a llamar de varios países para que enseñara lo aprendido”, cuenta Bobadilla, quien da conferencias en Europa, Estados Unidos, Asia, Rusia, América Latina y cuyos videos en Youtube tienen millones de visitas. Él permanece gran parte del tiempo en el exterior y otra parte en Cali, su sede en Colombia.

De esta ciudad se enamoró por el clima, similar al de su tierra. Se hizo empresario asociado con Amway hace 12 años —hace parte de Amway Founders Council, el grupo de empresarios más exitosos a nivel mundial de la compañía norteamericana de márketing multinivel—.

Él, que alguna vez fue mensajero, calificó como Embajador Corona en el décimo año. En el mundo hay cerca de 98 Embajadores Corona, que han calificado en 60 años de experiencia en el negocio, y él es el único Embajador Corona por América Latina.

Su interés por la cultura se inició en su niñez. “Hacía teatro y amaba la tarima y los libros. Como doy conferencias en todo el mundo, amo los buenos auditorios, por eso me enamoré del Teatro Calima y me empeñé en restaurarlo”, confiesa.

Vive en Cali hace 15 años y admite que nunca antes había puesto un pie en el Teatro Calima.

“Estaba buscando un sitio para construir un auditorio en Cali, me parecía que hacía falta en la ciudad, y me encontré con un vendedor que me dijo: ‘No busque más, esto está abandonado y lo están vendiendo. Si quiere le muestro el sitio, una iglesia lo está usando para pagar los servicios’. Entré, vi el lugar y me enamoré de la forma en que lo diseñaron. Me dije: ‘Si lleva 20 años aquí, sin encontrar dueño, es porque me estaba esperando’. Sentí una energía increíble. A los ocho días había cerrado el negocio con Francisco Luis Arango y familia, los propietarios”.

Cuenta que el arquitecto que diseñó el teatro, el caleño José A. Velasco, era el Rogelio Salmona de su momento en Colombia. “Es un teatro hecho con gusto, sin miseria. Le hicieron de esos cimientos que no hacen ya, para que la construcción nunca se caiga, para que soporte sismos y no sea corroída por el paso del tiempo. La estructura del concreto es como si fuera en acero. Encontramos un espectacular diseño de columnas, de mampostería, de pesos, de cálculos, para que soporte la fachada, para que el auditorio esté inclinado como está, sin que la gente corra riesgos”, dice.

“Creo que el arquitecto que diseñó el edificio y los ingenieros que lo construyeron, la firma Naranjo & Velasco, se esmeraron por hacerlo con calidad. A los estudiantes de arquitectura e ingeniería que van a visitar el teatro, les digo que eso tienen que aprender, porque uno hoy en día ve mucha obra falsa, hecha para que se acabe rápido”.

Para él este centro cultural es un regalo del cielo: “Desde que lo vi dije aquí se puede hacer cine, teatro, folclor, humor, arte escénico y muchas más producciones culturales. Me lo imaginé así, como está hoy”.

“Siendo un Patrimonio Cultural de la Ciudad, es deber de una persona que adquiere un bien de estos conservarlo”, reflexiona. Y recuerda que la silletería estaba podrida: “quise cambiarla toda, pero empecé a leer la normatividad y vi que requería de permisos especiales del Ministerio de Cultura y de las autoridades culturales del municipio. Y los daban, porque eso no le cambia el objeto al teatro, pero sí transformaba la fisonomía y quedaba más moderno”, cuenta.

Entonces le pidió a un artesano que restaurara la primera silla y cuando la vio quedó tan impactado de lo linda que quedaba, que pensó que era lo mejor. “Las sillas que hoy tiene el teatro son las que usaron en 1960, las de lujo, las VIP. Tienen a diademas en aluminio y se ajustan a todo tipo de fisonomía. Despegamos las 1300 sillas de su puesto y empezamos, una por una, a restaurarlas, a tapizarlas. Fue un trabajo muy dispendioso y costoso”.

Como todos los edificios del sector el Teatro Calima, cuando lo vio Bobadilla, estaba invadido de cientos de palomas, que criaban a sus polluelos encima de la acústica del teatro. “Hallamos cientos de nidos en el techo, y mucho excremento que lo había podrido y lo estaba haciendo colapsar”, dice. Piensa que por eso la gente no quería hacerse cargo de ese ‘elefante blanco’. “Yo me metí en esto porque soy muy ingenuo, nunca me imaginé todo lo que había que hacerle al teatro”.
El gorgojo también hizo mella en el techo, que hubo que derrumbar. “Tapamos con mallas los agujeros por donde entraban las palomas“. Ahora el techo está libre de ellas y de su excremento”.

El piso estaba cubierto con otro sobrepiso, le habían colocado una cubierta negra que se veía muy fea. Y cuando lo levantaron, encontraron un piso de granito abandonado, manchado, lleno de bóxer. Lo destruyeron y lo recuperaron pedazo por pedazo. Dejaron una muestra que sirvió de modelo para un fabricante que recuperó el piso del lobby del teatro emulando el antiguo.

Se restauraron también las dilataciones en bronce, a la manera en que José A. Velasco las diseñó.

Y la fuente, que se situaba debajo de las escaleras de ingreso al teatro, también la hallaron, debajo de trozos de ladrillo y cemento encontraron los dos espejos de agua que iban hacia el lobby y que conectaban con la fuente que había debajo de la escalera y estaba invadida de materiales, pedazos de baldosa y mucho mugre.

Y entonces se dieron a la tarea de poner a funcionar la fuente de nuevo, importaron las luces de colores de Estados Unidos.

Lo que ya no estaba eran los proyectores, algunos los tiene el Museo Caliwood. “Sí hallamos siete sillas originales, VIP, que las están restaurando y están quedando bellísimas, eran usadas por los directores de cine que iban al teatro a juzgar películas y por el comité que las seleccionaba, que se sentaba en privado a verlas. Van a ir en el ‘backstage’, que será como un museo con una colección de reliquias de esculturas Calima en exhibición”.

Las sillas lucen un rojo más Marlboro, más Ferrari, para darle mayor vivacidad al teatro. Entre otras novedades está el sistema de aire acondicionado que es modernísimo, importado de Estados Unidos, y ecológico y económico, pues no consume la brutalidad de energía que consumía el que había.

Añade Bobadilla que habrá acceso para discapacitados y un servicio de tarima desmontable, además de un sistema de ascensor, dentro de la escenografía. Se planea ponerle energía solar y un sistema de domotización, para lograr que todo se active a través de un software.
El lobby tendrá una pantalla de más de 25 metros de ancho por un metro de alto, en el cual se van a promover las obras. En la parte del lobby hacia la calle habrá dos pantallas, una de 9 metros y otra de 2 metros, donde se pondrán las carteleras para emular los años 60, pero de manera digital.

Bobadilla, amante de la vida saludable, ideó además una cafetería gourmet, para ofrecer un menú nutritivo. La idea es que esta reciba la visita de escritores prestigiosos, que vayan a firmar libros y a tertuliar con el público.

Desde este mes hasta diciembre ya hay programados 40 espectáculos, entre conferencias internacionales, obras de teatro, conciertos, bailes, presentaciones artísticas y shows cómicos. Cali, pues, tiene nuevo lugar de encuentro.

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