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El fotógrafo caleño que sobrevivió al Estado Islámico

Miguel Medina es un fotógrafo caleño que entre 2012 y 2013 cubrió la guerra en Siria. La última vez que estuvo en ese país fue secuestrado por el Estado Islámico.

22 de enero de 2017 Por: Yefferson Ospina | Reportero de Gaceta

Su padre, de algún modo, lo salvó. Era abril de 2013 y  él realizaba su tercer viaje enviado por la agencia de prensa francesa AFP a cubrir la guerra civil siria. Había visitado Lataquia, en el oeste de ese país y aquella vez estaba en Azaz, cerca de la frontera turca. Debía permanecer durante dos semanas, atestiguar la guerra, hacer las imágenes, enviarlas y, sobre todo, debía regresar vivo. Sobre todo eso, regresar. Pero en algún lugar desértico en el que se detuvo junto a su intérprete y a su conductor para hacer la foto de un musulmán sobre un Chevrolet de los años 50, dos hombres los detuvieron. Estaban armados, llevaban grandes barbas y usaban unas especies de batas negras hasta los tobillos. 

- ¿Qué pasa, Salem? - le preguntó a su guía mientras era llevado por los dos hombres. 

- Nada. No te preocupes, dicen que es una operación de rutina -le respondió él en inglés.

Entonces fue llevado a un edificio maltrecho, fue despojado de sus cámaras y fue conducido hasta un pequeño salón en el que lo esperaban tres hombres, uno de ellos vestido de blanco, quizá con no más de 45 años, y los otros dos armados con fusiles Kalashnikov. Frente a él, sobre la pared sucia, una bandera negra con inscripciones blancas en árabe. Él la conocía, era la bandera del Estado Islámico. 

[[nid:611451;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2017/01/m_medina_5.jpg;left;{Miguel Medina / Especial para El País}]]

Tuvo miedo. No sabía muy bien qué debía decir, qué debía hacer y la única posibilidad que se le presentaba era la muerte. El hombre de blanco se sentó a su lado y le habló en un francés perfecto, con el acento de quienes viven en el norte de África. Hablaron de Dostoyevski, de Faulkner, de literatura. El hombre también le ofreción un té que bebieron antes de que le  preguntara: 

- ¿Has leído la Biblia?

- Sí. La he leído, no toda, pero he leído cosas...

- ¿Y el Corán?

- No, la verdad es que no lo he leído -respondió. 

- Ese el problema con ustedes, que ustedes leen a los discípulos, pero no al maestro - le dijo.  

El miedo se hizo más fuerte, más feroz. Pero  en medio de la confusión pudo articular la frase:  

- Mira, si tú me matas, matas a dos personas. Me matas a mí y matas a mi padre, porque yo soy lo único que él tiene y él es lo único que yo tengo.

Durante un tiempo el otro se quedó en silencio. En total habrían pasado al menos seis horas antes de que el hombre de blanco le dijera: “Te creo, yo también tengo una hija y es lo único que tengo. Te voy a dejar ir, pero si vuelves a Siria y caes en nuestras manos te vamos a torturar y vamos a pedir dinero por tu rescate y te vamos a matar”.

Fue llevado de nuevo al lugar en el que había sido detenido. Allí encontró a otros hombres armados, tomó el carro y con su conductor y su guía emprendió  camino, sin mirar atrás. 

A más de 3.000 kilómetros de allí, en Cali, Colombia, el padre de ese hombre no sabía que su hijo rozó  las márgenes del infierno y que, sin saberlo, él   lo había salvado. 

***

Se llama Miguel Medina, tiene 46 años, es caleño y  el único fotógrafo latinoamericano que hace parte del staff oficial de la AFP en Europa. Mientras habla piensa en esas horas en las que fue secuestrado por miembros del Daesh (acrónimo árabe del Estado Islámico) en Siria. Que ahora mismo esté hablando es un milagro, no hay duda, sobre todo si se recuerda al fotógrafo estadounidense James Foley, secuestrado en 2012  y decapitado en 2014 por ese grupo, en la que se convirtió la primera ejecución por parte del Estado Islámico de un ciudadano estadounidense. Aquella muerte, además, fue grabada y presentada como una de las piezas más atroces de la propaganda del terror del Daesh. 

- Fue un milagro que no lo asesinaran, sobre todo si uno piensa en Foley... -le digo. 

- Sí, lo fue. Bueno, yo conocí la historia de Foley. A él le pasó algo parecido. Primero lo retuvieron, lo liberaron y le dijeron que no regresara. Y él regresó...

- Y usted  no regresó a Siria. 

- No, no regresé. 

No regresó a Siria, pero sí a la guerra. Luego estuvo en República Centroafricana, en donde desde 2012 se libra una guerra civil entre los rebeldes Selekas y el ejército gubernamental. Antes había estado en Egipto cubriendo la caída de Mubarak y en la frontera con Libia, atestiguando los campos de refugiados y desplazados por el conflicto en ese país. 

[[nid:611455;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2017/01/m_medina_1.jpg;right;{Soldados franceses desplegados en Repùblica Centroafricana. Miguel Medina / Especial para El País}]]

-¿Qué ha sido lo más duro que ha visto en esas guerras?  

Miguel piensa por un momento y luego responde. 

- En Siria, en un hospital, vi morir a un niño baleado que no superaba los 10 años. Fue realmente duro, fue un momento de mucha soledad. El niño estaba sobre una camilla y yo no sabía si debía hacer la foto. De hecho la hice y la borré muchas veces, pero luego pensé que mi trabajo era mostrar eso que estaba ocurriendo, así que la hice de nuevo y la dejé. Fue un momento de mucha desolación, de mucha soledad,  muy traumático. 

- ¿Todavía piensa en esa imagen?

- Sí, todavía, son cosas que siguen en mi cabeza. 

2.

Podría decirse que todo empezó de un modo casi accidental. Miguel había terminado sus estudios de secundaria en el Colegio Alemán de Cali, había vivido en Miami y había viajado a Frankfurt, Alemania, con cien dólares en el bolsillo a estudiar farmacología. 

En uno de sus viajes de visita a Colombia, en 1993, fue con varios amigos al Putumayo y allí se encontraron con un grupo de guerrilleros. “A cada uno le preguntaron a qué se dedicaba. Algunos eran ingenieros, otros arquitectos y yo, que trabajaba en lo que me resultara en Alemania  y llevaba una pequeña cámara, dije que era fotógrafo”. 

Al final, los guerrilleros les permitieron seguir el viaje y él sintió que allí había cifrada una señal: ya era hora de que se dedicara, de una vez por todas, a la fotografía. Siempre le había gustado. Durante los meses en que trabajó en Francia en parqueaderos o como ayudante de librerías, había comprado libros de fotografía que miraba y estudiaba con la intensidad de un obsesionado. Así que, de regreso a Europa, decidió convertirse en  fotógrafo de tiempo completo.  Su primer trabajo fue para la revista Le Pharmacien, y consistió en retratar los   productos de la compañía.   “No era el gran trabajo al que aspira un fotógrafo. Pero con eso y con fotos que les hacía a actores y a artistas principiantes, podía pagar mi arriendo y mi comida e, incluso, de cuando en cuando, enviar algo a Cali. El pequeño apartamento donde vivía era un estudio en el día y en la noche, mi dormitorio”, dice.  Pero aquello no era suficiente. Miguel había leído al periodista francés Albert Londres y había concebido el deseo romántico de, como él, viajar por el mundo y contar las historias de sus viajes en fotos. Así que en 2000, acosado por su obsesión, se enroló en los estudios Daylight y Milou, de París, como asistente de plató. Suena bien,  es un bonito nombre para lo que en Colombia se llamaría “todero”. El asistente de plató es básicamente eso: el que trae un vaso con agua al fotógrafo, el que barre si es necesario barrer, el que corre un silla, trae una mesa, enciende un flash. El todero.  Para entonces ya había conocido a la fotógrafa Sacha Van Dorssen y a los fotógrafos Patrick Jacob  y Michel Pérez, todos dedicados a la fotografía de moda y publicitaria. En aquellos estudios pasó de asistente de plató a asistente de fotógrafo al lado de Van Dorssen y de Pérez, y aprendió de ellos no solo sus cualidades técnicas sino su mística artística.  Eran los días en que, de camino al trabajo, cruzaba en su moto Vespa cada mañana y cada tarde frente a la entrada de la AFP en París y se decía que pronto, muy pronto, se levantaría para cruzar la puerta de la agencia y sentarse en su oficina. Ocurrió en 2007.  Luego de todo, de las fotografías para  Le Pharmacien, de su pequeño cuarto convertido en estudio, de su cargo como asistente de plató, de su obsesión obstinada que lo llevó a recorrer África, a cubrir varios Tours de Francia, a conocer la exquisita y delicada fotografía de moda, en 2007 Miguel se convirtió en fotógrafo freelance y su primer cubrimiento fue la campaña presidencial de Nicolás Sarkozy.  “Mientras fui asistente de Sacha Van Dorssen y de Michel Perez viajé mucho y gané buen dinero. Fue una época maravillosa porque de esos grandes fotógrafos aprendí demasiado. Pero ya era tiempo de hacerme yo mismo, de dejar de ser asistente y hacer mi carrera”.   Como freelance, se convirtió en el hombre que apagaba los incendios. Lo llamaban un sábado a las 3:00 a.m. o el domingo en la noche, a cualquier hora, para que saliera corriendo a cubrir la llegada de un político, una nueva colección de moda, un partido de fútbol, lo que fuera: el derrocamiento de un gobierno –en Egipto registró la caída del dictador Hosni Mubarak– o las andanzas de una primera dama –la agencia le encargó cubrir todos los movimientos de la esposa de Bachar Al Assad, el presidente de Siria, cuando visitaron París en 2011-  o el inicio de una guerra: viajó a Siria tres veces entre 2012 y 2013, al inicio de la confrontación. [[nid:611452;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2017/01/miguel_medina_4.jpg;left;{Francois Hollande, presidente de Francia, luego del ataque del Bataclán. Miguel Medina / Especial para El País}]]Fue a mediados de 2013, luego de que sobreviviera al Estado Islámico, que la agencia le dio un contrato como fotógrafo de planta y  se convirtió en el único fotógrafo latinoamericano que hoy por hoy hace parte del staff de la AFP en Europa. 3.Mientras bebemos un café en una librería, Miguel habla de su oficio. Es sereno, franco, escucha, no tiene afán por las adulaciones y, más bien, procura mirarlo todo con una sinceridad un poco implacable.  - Y la guerra en Siria ha seguido, después de tanto... -le digo.  - Sí. Bueno, con mi oficio he entendido que las guerras solo les preocupan  a las potencias mientras tengan intereses en ellas. Intereses de todo tipo, sobre todo económicos.  - Explíquenos mejor eso...   - Siria no le interesaba a las potencias europeas hasta que empezaron a poner bombas en París, en Bruselas, en Berlín... Antes no. Luego de la matanza del Bataclán, hicieron un bombardeo tremendo en Siria... - Sin embargo, las agencias siguen enviando fotógrafos para contar lo que sucede. - Eso es importante. La verdad es que cubrir la guerra no da dinero, cubrir la guerra no es rentable. Lo que es rentable es la moda y los deportes, básicamente. Pero los conflictos hay que cubrirlos, es nuestro deber como periodistas contar lo que pasa en el mundo. - Así a veces parezca que no sirve de mucho... - Así a veces lo parezca -responde.  Ambos nos reímos un poco. Luego le pregunto: ¿También  hace fotos de moda y deportes? Miguel responde que, de hecho, la moda y los deportes son unas de sus principales aficiones como fotógrafo. “Yo parto del principio de que no hay trabajo fotográfico más importante que otro. Hacer moda es muy complejo, y hacer fotografía deportiva también lo es. Justamente, mi formación técnica  la tuve con Sacha Van Dorssen, una leyenda de la fotografía de moda que además tiene una gran sensibilidad artística”. [[nid:611457;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2017/01/m_medina.jpg;full;{Edinson Cavani, jugador uruguayo del PSG. Miguel Medina / Especial para El País}]] - Y por otro lado, es el dinero que dan  esas fotos el que permite a una agencia enviar a un fotógrafo a Siria, por ejemplo -comento.  - Sí, por supuesto.  - ¿Nunca pensó en venir a Colombia a trabajar como fotógrafo? - Alguna vez, pero la verdad es que es muy complicado. En Colombia hay grandes fotógrafos, de hecho yo he visto fotos de muchos de ellos en The  New York Times. Pero aquí el trabajo es más difícil. Aquí se hace muy buen periodismo, pero bueno, yo ya tengo mi carrera en Europa.   ***El pasado diciembre Miguel recibió la noticia de haber sido nombrado como enviado especial de la agencia en Milán, Italia. Estará junto a otro fotógrafo encargado de todos los cubrimientos de la capital de la moda, de hacer las fotos de los partidos de la Champions League, del Calcio, de la política europea y, por supuesto, si es necesario, de la guerra.    “Así es el periodismo. Tenés que estar dispuesto para todo, y la verdad es que para mí esto es, sobre todo, una pasión”.

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