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El día en que las mujeres de Afganistán rompieron el silencio

‘La piedra de la paciencia’ está basada en una novela homónima escrita por Atiq Rahimi, quien también dirige esta producción. Esta es la historia de una mujer afgana que mientras cuida a su marido en estado de coma, rompe el silencio que ella, al igual que otras mujeres, han callado por tantas generaciones.

24 de noviembre de 2013 Por: Claudia Rojas Arbeláez I Especial para GACETA

‘La piedra de la paciencia’ está basada en una novela homónima escrita por Atiq Rahimi, quien también dirige esta producción. Esta es la historia de una mujer afgana que mientras cuida a su marido en estado de coma, rompe el silencio que ella, al igual que otras mujeres, han callado por tantas generaciones.

En algunas culturas más que en otras el deber ser puede convertirse en una camisa de fuerza de la que no es fácil zafarse. Esta suerte de destino al que se está condenado puede ubicar a los sujetos en una zona de confort ambivalente de acuerdo al momento. A veces resulta mejor no pensar de más, mucho menos hacerse preguntas porque las respuestas en lugar de tranquilizar, cuestionan mucho más. La película ‘La piedra de la paciencia’ tiene algo de esto. Basada en un libro que lleva el mismo nombre, esta es la historia de una mujer que está condenada a cuidar a su marido, quien se encuentra en estado de coma por culpa de un balazo que recibió en el cuello en medio de una guerra santa. Ella, que lleva con él diez años de casada acepta su destino con resignación silenciosa, virtud que en apariencia le es propia a las mujeres de su cultura. Una cosa es clara, si él hubiera muerto el destino de aquella mujer habría sido uno diferente. Incluso siendo una viuda estaría mejor que como la encontramos: condenada a permanecer junto a un hombre que depende de ella para seguir con vida. Así lo acompaña, limpia y alimenta como mejor puede, en medio de una ciudad y un país que se cae a pedazos por cuenta de una guerra que no reconoce congéneres ni compatriotas. Asaltantes, bombazos y disparos son cosa de su diario vivir en medio de su soledad y del abandono de una familia política que ha huido dejándola abandonada a su suerte. Recordándole eso sí que su obligación es abandonarse junto al lecho de un hombre con el que pocas veces convivió pero al que se debe por el vínculo del matrimonio. Ella lo sabe, lo acepta y jamás se lo cuestiona. Sabe que su responsabilidad es estar allí, a pesar de los bombardeos y las advertencias de ataques, ella permanece firme en su propósito. De alguna manera parece disfrutar ese tiempo compartido, después de todo nunca habían compartido tanto tiempo juntos y aquellas horas que permanece junto al él, transforman la resignación en frustración. Entonces, siguiendo el consejo de una tía poco convencional, empieza a contarle apartes de su vida. De esta forma el marido se transforma en una piedra de la paciencia similar a aquella que está en La Meca y sobre la cual los musulmanes se quejan y lamentan. Poco a poco la mujer empieza a relatarle su vida, sus pocos momentos juntos y los muchos que ella tuvo que vivir en su soledad, esperando el regreso de un hombre ausente. Pero con el paso de los días, los relatos dejan de ser anecdóticos y convierten en las reflexiones profundas y críticas de una mujer que empieza a cuestionarlo todo. La esperanza de la mujer es que la piedra se rompa y que su marido por fin abra los ojos y sea aquel hombre cariñoso que solo existe en su cabeza. Aflora entonces el más puro romanticismo, pero con él llega la más dura realidad. El marido continúa ausente como lo ha estado durante toda su vida, antes lejos y ahora frente a ella postrado en aquel lecho con un balazo en su cuello. Tan cerca y sin embargo, tan lejos. Entonces la película da un giro inesperado y se convierte en un diario de confesiones teñidas de frustración y dolor. Poco a poco caen los velos, y dejamos de ver solo a aquella esposa que cuida a su marido en un acto de amor y emerge la mujer que cuestiona, pregunta y se contesta. Aquel monólogo trasciende la escena íntima de la pareja, para convertirse en un desahogo que intenta hacer justicia a un género que ha sabido callar con resignación durante toda la vida. Y en medio de los relatos y las quejas, la crisis del país se agudiza y la mujer permanece junto a aquel hombre añorando que despierte aunque no sabe bien para qué. Los sentimientos fluctúan del amor al odio y de la esperanza al desconcierto. He aquí la fortaleza de una película en la que el cine es una buena excusa para mostrar la realidad de una cultura que nos resulta lejana y por tanto, indescifrable. Una película en la que la cinematografía está al servicio de un texto poderoso y bien estructurado. La evolución de su protagonista, solo puede ser entendible en su contexto y aquí la actuación de Golshifteh Farahani, se lleva las palmas de quien lo observa, obligando al espectador a solidarizarse con su situación. No es difícil comprender porque ‘La piedra de la paciencia’ se ha convertido en una película que estremece y cuestiona a quien la mira. No solo por dejar expuesta la realidad de una mujer, una de tantas, que ansía cambiar su destino, sino también por convertirse en ejemplo de una producción que con tan poco puede lograr tanto. Sobran los despliegues técnicos cuando se tiene una buena historia, sobre los diálogos extensos cuando el interior se expresa a través de monólogos sentidos y contundentes.

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