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El curador Miguel González, entre galerías y exposiciones

Miguel González, pionero de la crítica artística en Colombia, está más activo que siempre, pese a que estuvo delicado de salud.

10 de agosto de 2014 Por: Isabel Peláez | Reportera de El País

Miguel González, pionero de la crítica artística en Colombia, está más activo que siempre, pese a que estuvo delicado de salud.

Miguel González se lo dice a una amiga por teléfono: “Después de estar 71 días en cama, a uno le toca aprender de nuevo a caminar, porque se le olvida”. Pese a que estuvo muy delicado de salud, el curador de varios museos y galerías de Cali y del Valle y profesor de Bellas Artes, está trabajando en exposiciones y en proyectos que van hasta el 2016, entre ellos una gran exposición de Ómar Rayo en el Museo Nacional. Su amor por la vida es asombroso. De hecho ha tenido varias resurrecciones. Como la vez que buscó ansioso la muerte en Orleans, donde en 1997 por “un exceso de euforia o depresión al revés” se arrojó al río Loira, sin suerte, al confundir su nacimiento con el trayecto final. De haber muerto, muchas generaciones de artistas se habrían perdido de un profesor estricto, pero conocedor de las historias íntimas de los protagonistas del arte, y museos y galerías se habrían quedado sin su curador más efectivo. “Es quizás la persona mejor conectada con museos y galerías, consigue exposiciones maravillosas, sabe quién tiene qué y todo el mundo lo respeta por la calidad de persona y de curador que es”, dice Águeda Pizarro de Rayo. De padre paisa, abuelo materno chino y abuela de Popayán, Miguel es un dibujante que ‘pintó’ más para crítico.¿Qué ha estado haciendo en Bogotá? Estoy elaborando el nuevo guión museográfico del Museo Nacional de Colombia, cuya primera sala se inaugura el 12 de octubre. Preparamos para finales del 2015 la exposición antológica de Ómar Rayo, Geometría Vibrante. Hago parte de la Junta de Programación y Adquisiciones del Banco de la República, que selecciona las obras que nutren las salas de la colección. Soy curador en NC-Arte, en Bogotá, y preparé la exposición de Fototropismo de Elías Heim, de plantas vivas, que está en La Tertulia. Este mes inauguro la de video-instalación del ecuatoriano Tomás Ochoa. Y participé en febrero pasado, en la selección de artistas nacionales de la Bienal de Arte Contemporáneo de Cartagena.En Bogotá ha logrado grandes exposiciones, ¿qué quiere traer a Cali?Esperamos poder con La Tertulia o con otra entidad traer exposiciones como el Jardín Secreto, del Museo Nacional, y la de Alberto Durero, que está en la Luis Ángel Arango, que si bien cuestan mucho dinero, valen la pena, porque atraen a mucha gente.¿Y por qué eso no ha pasado aún?Tienen que conseguirse $600 millones, pero no es tan complicado. Si el alcalde de Cali le da $1000 millones a Amparo de Carvajal para la Bienal de Ballet, ¿Por qué no para una exposición como la del ‘Jardín Secreto’? Puede llevar a su mamá, a su tía y a la vecina y quedan encantadas de ver a grandes artistas de los museos de Europa. Es más fácil conseguir patrocinadores para esto. Para esta exposición hay que pagar US$ 200 mil de alquiler y hacer un catálogo que cuesta US$ 50 mil. Tampoco es tanto comparado con la Bienal de Danza que vale $2.500 millones y se acaba en ocho días.¿Cómo consigue grandes exposiciones?Por ejemplo, para la exposición de Niki de Saint Phalle, del arte pop francés, visité a su representante mundial, Nohra Haime, en su galería en Nueva York, le propuse que me facilitara obras gráficas, para yo traerlas a la mano a Cali y que ella me enviara las esculturas por container a su galería en Cartagena y yo las traía al Museo Rayo de Roldanillo. A Liliana Porter, una artista con un ranking internacional, requerida en todo el mundo, como es amiga mía, le hablé de traerme sus obras a la mano a Cali, sin embalajes, sin aduanas. Son exposiciones que cuestan mucha plata, pero por amistad, salen al mínimo.¿Así gestionó la exposición de Débora Arango en el Museo Rayo?Sí, el Museo de Arte Moderno de Medellín cobra $10 millones por prestarlas, pero yo fui allá a llorar, a decir que somos un museo pequeño, de provincia, que si nos perdonaban esa plata, para hacer una exposicion de acuarelas. Hubo que pagar los seguros, el transporte y la seguridad, pero nos perdonaron los $10 millones. Cuando murió Rayo, en los 30 años del Museo, queríamos presentar la colección de Botero del Museo Nacional, pero había que pagar la alquilada, $20 millones. La Ministra de Cultura era Mariana Garcés, llamó a la directora y nos dieron la exposición sin ese costo. Beatriz González, por ser mi amiga de toda la vida, me permitió elegir entre sus obras las que necesitaba para su exposición en Roldanillo y me ahorré $200 millones.¿Y cómo contribuyó a la colección del Museo La Tertulia?La colección del Museo La Tertulia es casi toda regalada, el 99 %. Los que se compraron fueron los gringos, como Andy Warhol y Robert Rauschenberg, pero las obras de artistas como Óscar Muñoz, Elías Heim, Enrique Grau y Alejandro Obregón, me las regalaban a mí. Negret regaló 12 esculturas cuando ya estaba viejo. Él pensó sensatamente que era mejor dejar en los museos una obra que lo representara. Yo al exhibir a los artistas les pedía obras para el Museo, cuando están empezando les interesa tener presencia allí.¿Y La Tertulia sigue adquiriendo obras?La Tertulia no volvió a hacer adquisiciones, porque perdió su vínculo emocional y personal con los artistas. Y si yo no tengo ningún compromiso con usted, no la puedo llamar a pedirle que me preste su cartera. ¿A son de qué? El museo se debe a los artistas. No es un ente independiente de una señora que administra. La señora debe estar al servicio del arte y los artistas, no al revés. ¿En qué museo le gustaría que lo encerraran?Hay uno de escala pequeña, pero con la mayor concentración de obras de primera categoría, el Prado. Tiene las grandes colecciones de pintores españoles y del mundo, la de Velásquez, Goya, el arte flamenco y los boscos.¿Lo sigue sorprendiendo el arte?Sí. La capacidad de inventiva es infinita. Uno pensaría que en la historia del arte todo esta hecho, pero no. Los artistas se esfuerzan por marcar la diferencia, eso me sorprende. Al volver a ver las obras del pasado nos produce una catarsis, distintas emociones, al uno ubicarlas en nuevos escenarios, van cambiando. ¿Qué exposición reciente le produjo esa catarsis?La de William Kentridge, un surafricano judío, de familia inmigrante, que fue testigo del horror del apartheid y creció con la idea de la igualdad del otro. A través del dibujo, de la gráfica y del videoarte nos muestra el conflicto y a la vez un divertimento. Pasa lo mismo con obras de Durero, el Leonardo Da Vinci de Alemania, que reflexiona a la luz de grandes acontecimientos de la época.

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