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El cuestionado Alfredo Bryce presenta su libro 'Dándole pena a la tristeza'

En medio de acusaciones de supuestos plagios periodísticos y la reciente polémica que causó el que le otorgaran el premio Feria Internacional de Guadalajara 2012, por su obra literaria, el escritor peruano Alfredo Bryce Echenique presentó en España su más reciente novela: ‘Dándole pena a la tristeza’, de Anagrama.

29 de noviembre de 2012 Por: Willmar Cabrera | Especial para GACETA

En medio de acusaciones de supuestos plagios periodísticos y la reciente polémica que causó el que le otorgaran el premio Feria Internacional de Guadalajara 2012, por su obra literaria, el escritor peruano Alfredo Bryce Echenique presentó en España su más reciente novela: ‘Dándole pena a la tristeza’, de Anagrama.

Puede ser un juego de palabras. Puede ser un mensaje cifrado de Alfredo Bryce Echenique para con sus lectores y, por qué no, para sus críticos. Sin embargo, el título de su más reciente novela, ‘Dándole pena a la tristeza’, lo tenía guardado desde 1970, justo después de terminar ‘Un mundo para Julius’. Cuando lo oí por primera vez, pensé que este título tenía que ver con su estado actual y las acusaciones de plagio en las que está envuelto el escritor. Pero no, él mismo lo explica a su propia manera. “Después de varios años de estar en Europa, una vez regresé a Lima, para visitar a mi madre. Entonces aproveché para llamar a la Mamá Rosa. Una mujer que fue la nana de la familia. Ella crió a mi mamá y sus hermanos, y me cargó a mí y a mis hermanos, y le dije que cómo estaba, que pasaría a verla. Y me respondió: ‘aquí, chinito, dándole pena a la tristeza’. En ese momento, me dije: aquí hay una novela”. Tuvieron que pasar cuarenta años para que el autor de, entre otras obras, ‘No me esperen en abril’ y ‘La amigdalitis de Tarzán’, rescatara esa frase que daba vueltas por su cabeza para titular así su novela más reciente.Con la oralidad y musicalidad que transmite en sus textos, Bryce Echenique, de paso por Barcelona, cuenta cómo nació esta historia de ficción que narra la historia de los de Ontañeta. Una familia acaudalada de Lima que vive en tres generaciones: el ascenso, la consolidación y la venida a menos del apellido. “Siempre escribo así: primero el título, luego la historia. Una vez tuve el título, leí mucho sobre historia del Perú y también grandes historias de familias que tienen un ascenso y una caída, tipo Los Bruddenbrooks o El Gatopardo. En la realidad, los estudios acerca de estos grandes clanes dicen que duran tres generaciones: la que hace la fortuna y sitúa el apellido en el mundo, la que reafirma el prestigio, y luego viene la tercera generación que lo despilfarra todo; claro, como todo lo da todo por adquirido, lo pierde todo sin rubor”.Ficción y realidad se dan cita en esta obra de 280 páginas. Historia que el escritor desarrolla tomando cosas de su propia vida, pero recalca: “Es algo diferente, con matices muy divertidos. Las grandes familias, en su periodo de decadencia, tienen una gran auto-ironía. Se ríen mucho de sí mismas. En mi familia había mucha alegría. El único que no concordaba era mi padre con su silencio. Era muy callado”. En cuanto al personaje motor de la historia, Tadeo de Ontañeta, el autor peruano dice que es muy imaginario y muy imaginado. “Existió un modelo que fue Enrique Bryce, hermano infinitamente mayor que mi padre, que había sido minero y él era el que vivía con ese problema de ponerse oxígeno y quitárselo para poder fumar, pero no era tan extravagante como Tadeo”.Quizás el Tadeo de la novela es una mezcla de ese tío, su padre torero, cantante de ópera y experto en todo, y su abuelo, el banquero Francisco Echenique Bryce. “El abuelo era un personaje importante en Lima y muy señor. Tenía un palacete en el que vivía. Y un chofer chileno que usaba gorra y todo. Era el cómplice de las hazañas amorosas del abuelo, que decía que: ‘como todo un caballero tenía que cumplir con la sociedad limeña’. Él no lo hacía por engañar a mi abuela sino porque su condición de caballero lo obligaba a hacer estos sacrificios. Esto me dio para escribir el comienzo de la novela, que arranca con una imagen de Tadeo que se cae al fugarse de la casa de alguien y está a punto de matarse y, para que la sociedad no se enteré de lo que le ha pasado a tan digno hombre, le inventan un nombre en el hospital: Don Quijote. Pero nadie lo entiende porque los camilleros son analfabetos”. El escritor habla en tono cordial. Casi no abre la boca, por lo que las palabras se filtran por entre el poco espacio que dejan los dientes. Desde su asiento, tras sus gafas redondas con montura de carey, se muestra orgulloso por el premio a toda su obra literaria que le otorgó la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en septiembre. Premio que recibió en su casa, en Lima, y no durante el desarrollo de la feria en Guadalajara, debido a las críticas lanzadas por un grupo de escritores e intelectuales latinoamericanos, ante su escogencia como ganador, tras verse envuelto en acusaciones de plagio periodístico. Desde que se descubrió este hecho, a partir de 2005, el autor está en el centro de la polémica por la publicación en Perú de una serie de artículos con su firma. Artículos y columnas que, como se ha confirmado posteriormente, pertenecían a otros escritores y periodistas. El 9 de enero de 2009 un tribunal de ese país lo condenó a pagar una multa de unos 40 mil euros por el plagio de dieciséis de esos textos, que ya habían sido publicados por sus autores originales en diarios españoles.Uno de los críticos más acérrimos de estos dos hechos -el plagio y el premio- ha sido el escritor mexicano, con residencia en Barcelona, Juan Villoro. En una columna suya publicada por el diario Reforma escribe: “El plagio es el equivalente literario del dopaje deportivo o la negligencia médica. ¿Merece el Balón de Oro un futbolista que ganó el Mundial pero en otros 16 partidos dio positivo por dopaje? ¿Merece ser Médico del Año alguien que inventó una vacuna pero perjudicó a 16 pacientes? Por supuesto que no”. Junto a Villoro, un grupo de doce escritores mexicanos también están en desacuerdo con el otorgamiento del galardón a Bryce y descalificaron en su momento el fallo de la Feria de Guadalajara. Los intelectuales que integran ese grupo son José Antonio Aguilar, Soledad Loaeza, Antonio Azuela, Ariadna Acevedo, Gerardo Esquivel, Mauricio Tenorio, Ignacio Almada Bay, Fernando Escalante, Blanca Heredia, Alfredo Ávila, Benjamín Arditi y Roberto Breña. El jurado que escogió a Bryce, como ganador del premio A toda una obra literaria de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, estuvo integrado por el canadiense Cãlin-Andrei Mihãilescu, el mexicano Jorge Volpi, el peruano Julio Ortega, la argentina Leila Guerriero, la colombiana Margarita Valencia, el británico Mark Millington y la puertorriqueña Mayra Santos-Febres. Bryce Echenique, que hoy viste impecable una camisa a cuadros pequeños blancos y vinotinto, saco y pantalón grises, y zapatos que hacen juego con su camisa, no quiere hablar más de ello. Pero sobre su nueva novela anota que escribió toda la historia el pasado verano limeño (enero-febrero-marzo) de 2012. Lo hizo en La Punta, una península en la que su abuelo tenía casa y a la que iban a veranear en familia. “La vida se ha quedado detenida en ese lugar”, confiesa.Y a pesar de que había dicho que ‘Dándole pena a la tristeza’ sería su última novela, la estadía en ese lugar le ha puesto a pensar en ello, porque ya tienen título. Y si hay título, hay una historia detrás que quiere ser escrita.“Ahora estoy pensando en otra novela sobre La Punta y tendría que ver con mi infancia. Lo que pasa es que el título que me viene a la cabeza es algo complicado y me da vergüenza decirlo… La Punta madre”. ¿Será otro mensaje cifrado?

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