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El cierre del Ajazzgo 2012 estuvo a cargo del ídolo flamenco Diego ‘El Cigala’

El cierre del Festival Ajazzgo fue un verdadero homenaje al amor y a la amistad gracias a Diego ‘El Cigala’, el ídolo flamenco que sabe reinventar como nadie los clásicos latinoamericanos.

17 de septiembre de 2012 Por: Redacción de El País

El cierre del Festival Ajazzgo fue un verdadero homenaje al amor y a la amistad gracias a Diego ‘El Cigala’, el ídolo flamenco que sabe reinventar como nadie los clásicos latinoamericanos.

Enfundado en un traje blanquísimo y ondeando su esponjosa melena, la noche del sábado, noche de Amor y Amistad, hizo su aparición en escena el ‘cantaor’ flamenco Diego ‘El Cigala’.Difícil pensar en un mejor cierre para el Festival Ajazzgo, que durante una semana hizo desfilar por escenarios de Cali a estrellas mundiales del jazz y la música fusión y experimental como Michel Camilo, Giovanni Hidalgo, Andy Narell, Omara Portuondo, entre otros. En compañía del Trío España (Jaime Calabuch en el Piano, Yelsi Heredia en el Contrabajo y Sabu Suárez en la percusión), ‘El Cigala’ subió al escenario con sed, y no solo de aplausos. Le trajeron una botella de agua, pero pidió algo más; le trajeron un vaso de agua, pero no pareció conforme; entonces le trajeron una copa de cristal... otra vez con agua. Él se tapó el rostro con sus manos enormes de gitano, adornadas de robustas joyas doradas, y estalló en una carcajada que contagió al público. Desapareció tras la cortina y retornó llevando en la mano un vaso de whiskey en las rocas. El público celebró frenético y alguien gritó: “Maestro, beba ese suero”. Ya entrado en calor, el ganador del Grammy dejó correr por su garganta famosas canciones a las que les aportó su inconfundible aire flameco: ‘El día que me quieras’, ‘Las cuarenta’, ‘Alfonsina y el Mar’, ‘Soledad’, ‘Dos Gardenias’, ‘Bien pagá’, ‘Se me olvidó que te olvidé’, entre otros grandes éxitos contenidos en ‘Lágrimas negras’, ‘Picasso en mis ojos’ y ‘Dos lágrimas’. Desde Bogotá corrió el rumor de que su concierto allí fue serio, distante. Nada de eso se percibió en Cali, donde jugueteó galante con el público y aceptó los claveles rojos que le arrojaron. Sus manos fueron grandes protagonistas de su espectáculo. Son su sello. Con ellas marca el ritmo en palmas o puños sobre la madera, demostrando que todo él está hecho de ritmo y sudor, no de carne y hueso. Al bajar del escenario exclamó: “Qué pedazo de concierto nos hemos jalao”, y celebró hasta el amanecer su feliz paso por Cali.

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