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El canto de esperanza de la Escuela de Música de Chicoral

A escasos 50 minutos de Cali, en una vereda del municipio de La Cumbre, un puñado de niños ponen alas a sus sueños al son de melodías andinas. A través de su escuela, La Fundación Música de Chicoral ha generado un proyecto que es ejemplo de inclusión social para jóvenes de sectores rurales: el grupo Escuela Musical de Chicoral. Música para la vida.

21 de mayo de 2013 Por: Ricardo Moncada Esquivel?Periodista GACETA

A escasos 50 minutos de Cali, en una vereda del municipio de La Cumbre, un puñado de niños ponen alas a sus sueños al son de melodías andinas. A través de su escuela, La Fundación Música de Chicoral ha generado un proyecto que es ejemplo de inclusión social para jóvenes de sectores rurales: el grupo Escuela Musical de Chicoral. Música para la vida.

El sábado es el día preferido de Emma Mildred Cadena, una joven de 15 años que habita en la vereda Chicoral en el municipio de La Cumbre. Ella, que en la semana dedica su rutina a sus estudios de secundaria, no ve la hora de que llegue ese día para ir a la Escuela de Música que funciona en ese sector, para aprender a entonar con su cantarina voz los aires de la música andina colombiana, desde pasillos y guabinas hasta bambucos y carranga.Pero este sábado de finales de abril es aún más especial. En el centro comunal de la Fundación Té Hindú, que le sirve de sede a la Escuela Musical, una treintena de niños y adolescentes están a la expectativa para saber quiénes serán los finalistas de la sexta versión del Premio Solitario Andino, el concurso de música andina colombiana para niños y jóvenes residentes en área rural, que organiza la fundación Música de Chicoral, Musicoral.La Escuela se creó para que los pequeños provenientes de la zona rural de Dagua, La Cumbre, Yumbo y Cali, aprendieran técnica vocal, a ejecutar instrumentos como el tiple, la guitarra y la bandola. Y con la idea de convocar más niños a las actividades de la Fundación se creó el concurso, al que invitan a participar a cerca de 280 alumnos de 58 instituciones educativas del sector.Mientras espera su turno para presentarse en la final del concurso, Emma Mildred explica lo que significa para ella interpretar música de sus raíces. “Adoro la música andina porque me permite expresar mis sentimientos amorosamente, ya sea el dolor o la alegría que hay en nuestra patria, sentir la naturaleza o adorar este paisaje”.Y es que los alcances de este semillero de talentos son palpables. Su primera versión se constituyó en la cuna del Grupo Vocal Escuela Música de Chicoral que tan solo el año pasado fue ganador en cuatro de los más prestigiosos festivales de música andina del país: Concurso Nacional del Pasillo en Aguadas, Caldas; Antioquia le Canta a Colombia, en Santa Fe de Antioquia; Concurso Nacional del Bambuco en Pereira, y Bienal Colombiana de Música Nacional, de Bogotá. Como si fuera poco, los jóvenes participarán por derecho propio (el que le da haber ganado concursos nacionales de música andina) en el próximo Festival ‘Mono Núñez’ de Ginebra, y fueron seleccionados por el programa Jóvenes Intérpretes del Banco de la República, entre más de 300 propuestas de todo el país. Esos mismos jóvenes son hoy los encargados de acompañar a cada uno de los niños participantes.El músico y arreglista quindiano, Mauricio Arroyabe, quien hace parte del jurado calificador del Concurso de Chicoral, es uno de los más entusiastas seguidores de este proyecto. “Se encuentra un nivel tan alto y tan parejo que no es común ni en los grandes festivales de música andina que se hacen en el país. Uno como jurado no sabe de dónde escoger y se le vuelve un problema, por ese nivel tan alto que tienen”, aseguró. Propósito socialTodo comenzó hace siete años cuando el gestor Eduardo Uribe decidió crear la Fundación Musicoral con el apoyo de su familia, para generar proyectos a favor de los niños y jóvenes de esta zona rural. “A pesar de estos fabulosos resultados obtenidos con el Grupo Escuela de Música del Chicoral, nuestro programa tiene una finalidad social. Lo que hacemos es aprovechar el efecto positivo que el arte ejerce en las personas para impulsar su desarrollo y ayudarlos a establecer proyectos de vida. La música, por ejemplo, estimula el desarrollo de los dos hemisferios del cerebro, mejora el desempeño académico, genera en los individuos la autoestima, sentido de pertenencia y fomenta valores”, expresó. Y esos resultados son palpables. En una encuesta que se hizo a final del año pasado con los niños, se les pidió que entregaran sus notas escolares: el 60% ocupó los cinco primeros puestos en rendimiento académico y el resto estaba entre los diez primeros.Uribe señaló también que la Escuela de Música es una respuesta a la ausencia que existe en nuestro país para desarrollar programas de este tipo en zonas rurales del país. “Es una alternativa de inclusión social y de salud mental, fomenta el uso creativo del tiempo libre. Un niño con un instrumento está lejos de las drogas y de la presión de los grupos armados”.Y eso es lo que se ve en los rostros de estos jóvenes allí en Chicoral. Con tan solo 11 años, Ximena Astaíza Hoyos es otro de esos talentos que, ocultos en medio de este paraíso natural, encontró en la escuela musical el espacio ideal para sacar adelante sus sueños. “Muchas veces me ha tocado caminar hasta dos horas desde mi casa para venir los sábados, pero es que vale la pena hacerlo, pues cada día uno aprende cosas nuevas ”.Estos muchachos que se mueven por la sede de la Escuela con total naturalidad aseguran que no cambian este espacio por ningún otro. “La gente que viene aquí no la encuentro en ninguna otra parte. Todos tienen una personalidad especial. Desde los más pequeños hasta los más grandes, somos muy unidos. Nos vemos como si fuéramos una familia, no hay peleas ni rencores. Es algo muy gratificante, por que es como un calor de hogar que nos acoge, entonces es difícil apartarse de la escuela”, aseguró Johnny Esteban García Muñoz, un joven de 18 años que hace parte de la Escuela.El joven músico está muy entusiasmado pues con el apoyo de su director la Fundación busca crear el segundo grupo musical de la Escuela, esta vez con el formato de estudiantina. “Quizás para el próximo año ya estemos listos para empezar a darnos a conocer como el primer grupo”, aseguró.Revive el folclorPero una de las paradojas que se palpan en Chicoral es que mientras en los grandes centros urbanos muchos creen que el folclor andino es una “especie en vía de extinción”, pareciera que en las prodigiosas gargantas de estos niños esta expresión musical estuviera floreciendo. “Yo le diría a un joven de la ciudad que esta no es una música para viejitos ni está muerta. Hay mucha música colombiana para gente de todas las edades, que trae mensajes que todos necesitamos. No estoy en contra de la gente a la que le gusta el reguetón o los géneros urbanos, pero la música andina nos habla de lo que somos y no deberían negarse la oportunidad de conocerla e incluso de tomar esas raíces para llevarlas a esos otros formatos”, reflexionó Johnny Esteban.Nuevas voces para el folclorY es que otro aspecto que genera el torbellino musical que se siente en Chicoral es la posibilidad de que la nueva música andina colombiana encuentre sus intérpretes naturales. Y por eso no es extraño que allí, en medio del alboroto de estos pequeños, aparezcan grandes autores como el cantautor caucano Jairo Ojeda, quien asegura que la experiencia de Chicoral es un ejemplo de pedagogía musical para todo el país. “Es un factor que hace falta para que nos pensemos como individuos más sensibles y facilite esa intención que se tiene de tener un país más equitativo”.Pero el autor de obras musicales para niños, jóvenes y adultos, como ‘Trapiche molé molé’, ‘La mariposa’, ‘Qué serᒠo ‘Chontaduro maduro’, se lamentó del papel negativo que juegan los medios masivos en la difusión del folclor y de lo propio. “Quienes manejan los grandes medios de comunicación no tienen criterios artísticos ni culturales de la música. Piensan que es sólo movimiento y degradación de la ternura y de la mujer. Ellos deberían saber que la palabra no es inofensiva y que ellas de alguna manera moldean el comportamiento social e individual. Se supone que se guían por criterios comerciales, pero la música de calidad también puede ser comercial”, subrayó.Conocedora del proceso de Chicoral desde hace cuatro años, la compositora y docente Dora Chávez señala que la experiencia de Chicoral es un ejemplo a seguir en el país. “Como cantautora traigo mis obras aquí par darlas a conocer en las voces de estos jóvenes intérpretes y así ir dejando un registro de estas canciones que han sido seleccionadas acorde a la edad, a la energía, al vocabulario y al entorno de cada niño”.Dora es integrante de la Corporación de Cantautores de Música Andina Colombiana, Cantandina que sigue de cerca el proceso de Chicoral. “Los niños interpretan nuevos bambucos, pasillos o guabinas que no han perdido su esencia, pero que traen consigo un discurso que es el de ellos, de esta nueva generación y por eso es que se enamoran tan fácilmente de estas melodías y a su vez nos inspiran para componer”. Un ejemploY ya el cántico esperanzador de Chicoral comienza a ser replicado. Un ejemplo de ello es el programa que el gestor Luis Carlos Álvarez Camacho comenzó a liderar este año en el municipio de Campoalegre, Huila, inspirado por la Escuela Musical de Chicoral. “Le presentamos la propuesta a la Fundación Amigos como Arroz para crear una escuela de formación musical para niños y ya acabamos de empezar a trabajar con 90 pequeños que reciben formación vocal e instrumental. Los resultados han sido tan buenos que hemos traído una muestra aquí a Chicoral y hemos recibido excelentes comentarios”, señala el gestor. Entre tanto, justo antes de subir al escenario, Emma Mildred Cadena, la joven de 15 años que ama venir los sábados a la Escuela de Chicoral, dice que tiene claro que la música es su proyecto de vida. “Siento que la música me ha dado alas y quiero volar muy alto. Quiero que en el futuro me reconozcan por lo que llevo dentro, por mi talento. Que digan: esa niña sabe expresar lo que siente cuando canta”.Pero esos sueños e ilusiones reflejadas en los rostros de estos jovencitos los conoce muy bien Eduardo Uribe, el alma y nervio de la Fundación Musicoral que con terquedad y empeño ha logrado sacar adelante este ejemplar proyecto. “Poco a poco se han ido sumando manos a este propósito. Hay quienes apadrinan a alguno de los muchachos, otros donan instrumentos musicales, o apoyan con el transporte, pero aún hace falta más ayuda. Para ello estamos buscando un gran patrocinador, una entidad del sector privado o una ONG que nos diga aquí hay un capital semilla para que la Escuela pueda hacerse sostenible”, dijo el gestor.Los caleños podrán conocer de cerca la mágica experiencia de la Escuela Musical de Chicoral en el concierto que se hará el próximo miércoles 22 de mayo en el Centro Cultural Comfandi. Quienes asistan podrán palpar lo que significa que a un niño de la zona rural de nuestra región le salga de sus manos y su garganta notas con sentido acento de identidad.

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