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‘En la cuerda floja’, dirigida por Robert Zemeckis, especialista en películas taquilleras y emotivas, relata la historia del equilibrista Philippe Petit, quien cruzó las Torres Gemelas en 1974. La producción saca máximo provecho de la historia convirtiendo la tecnología en otro protagonista más.

25 de octubre de 2015 Por: Por Claudia Rojas Arbeláez | Especial para GACETA

‘En la cuerda floja’, dirigida por Robert Zemeckis, especialista en películas taquilleras y emotivas, relata la historia del equilibrista Philippe Petit, quien cruzó las Torres Gemelas en 1974. La producción saca máximo provecho de la historia convirtiendo la tecnología en otro protagonista más.

Philippe Petit ha sido foco de mirada de varios directores de cine. Primero fue James Marsh a través  del documental ‘Man on wire’ (que se llevó varios premios) y ahora Robert Zemeckis con la película llamada ‘En la cuerda floja’ que se encuentra en la cartelera.  No es para menos, se trata de aquel  equilibrista que burlando todas las seguridades y apoyado por sus amigos más cercanos, fue capaz de atravesar las Torres Gemelas en 1974.  Han pasado más de  cuarenta años desde aquel hecho pero el cine apenas empieza a mostrárnoslo.   Primero desde el documental y ahora con la ficción.  

De esta manera, ‘En la cuerda floja’ se dedica a contarnos con lujo de detalles la preparación y ejecución de la travesía que Petit ejecutó a los casi 500 metros de altura sobre Manhattan.  La película, entretenida a secas, utiliza el recurso del narrador a cámara (interpretado por Joseph Gordon-Levitt) mientras cuenta su hazaña. Todo esto lo hace desde la  antorcha de la estatua de la libertad, donde camina confiado  mientras observando con emoción al World Trade Center.  

Un frío, distante y desacertado comienzo puede desesperar a los espectadores impacientes, pero este resulta adecuado para captar espectadores curiosos. Y es que este arranque ubica la película dentro del tono en que se moverá los siguientes 90 minutos.  A partir de ese momento, nos acercamos a la vida de este hombre que se enamoró de la cuerda cuando  era un niño.  Poco después, los caminos recorridos en función de su amor, su trabajo como utilero del circo y para luego dejar su pueblo natal y viajar con sus sueños de acróbata a la París de los años 60.  Allí se convertiría en uno de los primeros artistas callejeros de la ciudad y empezaría sus actos artísticos de equilibrista al cruzar las dos torres de la Catedral  de Notre Dame. 

Su director, Robert Zemeckis, es uno de más activos del mercado norteamericano.   A él le debemos decenas de películas taquilleras, entre las que vale la pena recordar ‘Forrest Gump’, ‘El náufrago’ y ‘El vuelo’. Todas poseedoras de  historias bien amarraditas que, libres de compromisos  genéricos, fueron en su momento  bien aceptadas por el público y la crítica. Premios, aplausos y dólares… ¿Qué más le podría pedir a un director al servicio de la industria?   El señor ha sabido hacer bien su trabajo  y ha aprovechado al máximo los actores que ha tenido en su casting, los mismos a los que ha llevado a grandes reconocimientos. 

En esta oportunidad es Joseph Gordon-Levitt  (‘Looper’, ‘Lincoln’) quien lo acompaña en esta producción que se sostiene en la vida personal de Petit así como en los detalles propios de la planeación de la hazaña y en su ejecución.   A fin de cuentas gracias a esto fue que su nombre y fotografías se ganaron un lugar en la historia aquel 7 de agosto de 1974. Eran los tiempos de las protestas pacíficas, los actos poéticos y el arte como la mejor manera de hacerse ver.  Desde entonces ha sido referente de algunos e inspiración de muchos.  

Entonces cobra valor la mirada que Zemeckis hizo de la historia, logrando transmitir todo aquello que Petit en su momento quiso hacer.  Convirtiéndose por momentos su película en algo parecido a un poema a la libertad y al derecho de soñar, una especie de homenaje a un hombre que luchó por cumplir su deseo, más que a un acróbata osado.  

Por esto la película corre sin prisa y sin pausa, convirtiéndonos en testigos de aquel amor a primera vista que lo flechó en el consultorio de un odontólogo mientras hojeaba una revista.  Desde ese momento, cuando las torres eran apenas un boceto Petit se propuso cruzarlas y a partir de ese momento no perdió de vista su propósito.  

Entonces aparecen los cómplices, las visitas a la torre en obra, la maqueta, los consejos de los expertos y la elaboración de un plan al que asistimos de comienzo a fin. Lo que empieza siendo un simple sueño termina convirtiéndose en obsesión y después en un juego que transformó la vida de Petit para siempre.  

Con todo y suspensos esperados, el mérito está en haber superado el facilismo gringo de narrar la historia como si se tratara del típico   héroe urbano incomprendido y  que le demuestra al mundo su importancia.  Ocurre pero no de manera tan obvia.   ‘En la cuerda floja’ supera la ruta fácil y deja en su paso de boca el  típico mensaje esperanzador, medio ñoño, de  sigue luchando por tus sueños que vale la pena

Con todo y moraleja, ‘En la cuerda floja’ es una película que se deja ver.  Bien para sentir el vértigo que produce estar cien pisos por encima de Manhattan (gracias al 3D), bien para observar el paso a paso de la ejecución de su plan, bastante apegada a la realidad.  

@kayarojas

Docente Universidad Autónoma de Occidente

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