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¿Cómo nació el estilo de bailar salsa que identifica a los caleños en el mundo?

Un puñado de estudiantes de la Universidad Santiago de Cali se hizo esa misma pregunta hace algunos meses y la duda acabó convertida en una exposición que nos ayuda a hacer memoria: ‘40 años bailando salsa en Cali: historia, cultura y son’ que se encuentra hasta el 8 de agosto en el Centro Cultural de Cali. Tras los pasos de la nostalgia.

6 de agosto de 2013 Por: Lucy Lorena Libreros / Periodista de GACETA

Un puñado de estudiantes de la Universidad Santiago de Cali se hizo esa misma pregunta hace algunos meses y la duda acabó convertida en una exposición que nos ayuda a hacer memoria: ‘40 años bailando salsa en Cali: historia, cultura y son’ que se encuentra hasta el 8 de agosto en el Centro Cultural de Cali. Tras los pasos de la nostalgia.

En los campeonatos de salsa internacionales lo conocen como ‘Colombian style’. Todos lo hemos visto: pies frenéticos sobre la pista vestidos con zapatos de colores que marcan el compás; brazos de hombres que envuelven cinturas mulatas con pasmosa habilidad, bailarinas que dan giros a gran velocidad sin siquiera despeinarse... Dos cuerpos al ritmo de un disco de 33 revoluciones que ha sido puesto a girar en 45. Dos cuerpos que bailan en el primer compás; los que saben, lo llaman ‘salsa on 1’. Se denomina así, ‘Colombian style’, pero esa forma de baile comenzó a cocinarse tímidamente aquí, en Cali, por allá en los años 40. Lo que sucede, reflexiona el bailarín profesional Mauricio Santana, “es que con el tiempo paisas, rolos y costeños comenzaron a bailar igual que nosotros. O al menos a intentarlo”, dice entre risas. “Es que una pareja de salsa caleña se reconoce en cualquier lugar. Eso que afuera creen que es un estilo de los colombianos es en realidad la manera en que los caleños les enseñamos a los demás cómo se baila la salsa”.Y el profe Mauro lo hace. A sus 29 años, de lunes a sábado, es uno de los bailarines que llega para dictar clases hasta la Escuela Tango Vivo y Salsa Viva, del barrio El Templete. Con 12 años de ‘rumba’ a cuestas, todos los días da cátedra sobre los pasos básicos del baile de salsa caleña; el punta talón, el pico de garza, las lijas, el repique... Pasos –reconoce con orgullo– que tienen su origen en los pies de caleños gozones de barrio. Esos que hoy hacen parte de la Vieja Guardia. Los suyos fueron otros tiempos. Muchísimo menos acrobático, el ‘show’ de estos personajes consistía en alegrar los bailes espontáneos, verbenas y ‘aguaelulos’ de los barrios populares. Lo hacían al son de guarachas, de mambo y de cha cha cha. Al son de La Sonora Matancera, la agrupación cubana que más caló en la Cali de barrio, campesina y obrera, con voces poderosas como las de Bienvenido Granda y Celia Cruz.Eran los días en que se ‘tiraba paso’ a ritmo de la clave cubana que llegaba en forma de discos de acetato a la Estación del Ferrocarril, en Mis Noches, El Avispero, Lovaina, Cairo y La Habana, ubicados en los alrededores de la Calle 16 y la Carrera 12. Es que la rumba llenó primero los bailaderos de la noche prohibida antes de recibir la bendición de los grandes salones. Su cómplice de esos tiempos fue la radio, que difundía lo que se bailaba y escuchaba no solo en La Habana, sino en Nueva York, Puerto Rico y hasta en Barranquilla. Muchos creen que fue esa la semilla de esa forma de bailar que ha hecho famosa a la ciudad en todo el planeta. Esa que, incluso, premió a los caleños Adriana Ávila y Jefferson Benjumea con una medalla de oro, en baile deportivo, en los recientes Juegos Mundiales. ¿Es esa realmente la punta de lanza de ese baile frenético? La pregunta se la hizo, hace seis meses, un grupo de estudiantes de comunicación social de la Universidad Santiago de Cali, agrupados en el semillero de investigación TeXXIdos.Sus integrantes, que no superan los 24 años, apoyados por la docente Camilia Gómez Cotta y la historiadora Angélica Sánchez, se dieron a la misión de desandar los pasos de la historia de la rumba caleña. “Lo que hicimos fue coger un periodo de tiempo, que arranca en los Juegos Panamericanos de 1971 y termina en los actuales World Games. Y mirar, a través de lo que ha documentado el periódico El País, en sus ediciones de diciembre, cómo ha evolucionado nuestro baile de la salsa”, dice la profe Camilia.Los hallazgos acabaron convertidos en una bella exposición que estará hasta el próximo 8 de agosto en el Centro Cultural de Cali: ‘40 años bailando salsa en Cali: historia, cultura y son’.Nadie nos quita lo bailaoEsta exposición es, en realidad, una invitación a hacer memoria. Y ese ejercicio arranca en los años 70, en los años dorados de bailadores como Watussi y Angélica; cuando aún la ciudad no se recuperaba de ese ‘sonido bestial’ que en el 68 habían hecho sonar Richie Ray y Bobby Cruz en lo que fuera el Hipódromo de San Fernando. De esta época, los investigadores de la Usaca documentan el auge e importancia de los ‘aguaelulos’ como espacios de cohesión social en barrios como Calima, San Nicolás y el Obrero. Ya para entonces, bailadores como el negro Domingo y ‘Chocolina’ animaban las fiestas.Fue la época también en la que Cali empezó a disfrutar del cine manito y con este de un personaje, el ‘pachuco bailarín’ mexicano, que se hizo célebre haciendo acrobacias al son del mambo de Dámaso Pérez Prado y de La Sonora Matancera. Por esos años, el bailador caleño imitaba los pasos de mexicanos como ‘Clavillazo’, ‘Tintan’, ‘Resortes’, ‘La tongolele’ y María Antonieta Pons, cuyas piruetas se proyectaban en las salas de cine de teatros como el Rialto y el Sucre.Así, el baile fue haciéndose para los caleños, además de diversión, una forma de expresarse. Para Miriam Collazos, una de esas bailadoras de la Vieja Guardia, el caleño fue puliendo su estilo gracias a varios factores: “la agilidad que aprendimos de los negros; la picardía y coquetería de las mujeres indígenas y, de alguna manera, el respeto por las formas clásicas y elegantes al aporte de los blancos”. Todo eso fue la antesala de los años 80, caracterizado, según Ana María Ramos, una de las investigadoras, por la irrupción de orquestas de salsa locales, Niche, Guayacán, La Misma Gente. “Lo curioso —agrega Camilia— es que es en esta década que la prensa comienza a reforzar el concepto de salsa como identidad cultural, más allá de los estratos sociales. Una de las razones tuvo que ver con que la Feria de Cali —el momento de máximo goce de la rumba— se descentralizó y llegó a los barrios. De hecho, en El País se menciona una encuesta hecha entre la ciudadanía en la que se le pregunta cuál es la música de su preferencia: la respuesta de la gran mayoría fue la salsa. Eso era lo que la gente quería escuchar”. Los años 80 fueron también la época en que nacieron tímidamente las primeras escuelas de salsa, que ensayaban en las canchas de barrio y casetas comunales; y la época en que Juanchito se transformó en una gran pista de baile en la que brillaron los pasos célebres de Amparo Arrebato (que Richie Ray inmortalizara en una canción), Evelio Carabalí y la famosa ‘María’, que llegó a ser campeona mundial. Se revivieron sus antiguos carnavales y se hicieron famosos ‘griles’ y discotecas como Juan Pachanga, del empresario Larry Landa.Un estilo propio. Ya para esta época el bailador caleño había dejado de imitar pasos sacados del cine mexicano. Quiso crear su propio estilo y lo mostraba en escenarios como Cabo Rojeño y Honka Monka.Eran los primeros pasos de la consolidación de un estilo propio. Nuestro sello cultural. Eso que describe tan bien el escritor Medardo Arias: “Las trompetas matanceras, la cadencia africana, el corretear de tumbadoras. Pasamos de 33 a 45 revoluciones por minuto. Los músicos puertorriqueños vieron cómo sus bogaloos, especie de guajiras lentas, se convertían en veloces y endemoniadas versiones. Cambiar las revoluciones de un disco fue el primer aporte de Cali a la salsa, y los bailadores fueron de eso testigos de excepción”.Desde ese momento, asegura el escritor, ya no era solo cuestión de ritmo y cadencia. También se bailaba la melodía. Sea cual sea el instrumento, piano, bajo, conga o hasta el mismísimo pregón del cantante ¡todo podía bailarse con gran velocidad de la cintura para abajo!Fue fácil, pues, la transición a los años 90 que recibió a los salseros con un giro que a muchos no terminó de convencer: la salsa romántica, la de alcoba. De esos años sobrevivió el célebre pasito ‘Cañandonga’ creado, según el historiador Alejandro Ulloa, por las nuevas generaciones de bailarines. “Consiste en un movimiento sincronizado de la pareja, con ademán suave, abriendo el compás de las piernas, flexionando ligeramente las rodillas, con un vaivén acompasado de las manos enlazadas que se alternan con figuras en círculos”. La respuesta, que sigue viviéndose hasta nuestros días, es el estilo ‘guateque’. Porque así le llamamos acá a la salsa brava, a la salsa sabrosa. Al golpe. Fue el modo que nuestros bailarines encontraron para escapar de la salsa balada. Tomó forma en los barrios populares para luego tomarse las clases altas y grandes espectáculos de la talla de Delirio.Hoy, Cali vibra con cerca de 4 mil bailarines profesionales muchos de los cuales se ganan la vida, como el profe Mauricio, dando cátedra de cómo 'azotar baldosa'; dictando talleres a grupos de extranjeros o presentándose en shows privados dentro y fuera del país. Algunos, incluso, han participado en giras de importantes cadenas de cruceros que quieren entretener a sus viajeros. Todo estos bailarines se han formado en las cerca de 110 escuelas de salsa que se estima existen en la ciudad. Son muchachos que bailan desde los 4 ó 5 años y que han asumido el baile de la salsa como un oficio. En algunas de sus presentaciones llegan a cobrar hasta $300.000. La idea, en pocos años, es que la ciudad cuente con una industria cultural alrededor del baile de la salsa ya consolidada. Pero nada de esto hubiese sido posible sin aquellos bailadores que hoy llamamos de la Vieja Guardia. Ellos, asegura el profe Mauricio Santana, fueron los pioneros de un estilo que las nuevas generaciones de bailarines nutrieron con ballet, con danza contemporánea, con artes circenses y hasta danzas folclóricas. “No nos hemos olvidado de ese legado que nos dejaron esos primeros bailadores anónimos que se encargaron de animar la rumba hace 40 años. Sin su talento no habríamos logrado brillar hoy”.

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