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Color, música y glamour se combinan en el filme animado 'Un monstruo en París

Estreno. ‘Un monstruo en París’ nos muestra a la Ciudad Luz con color, música y glamour. Una historia animada donde la imagen se pone al servicio de una anécdota de amistad y la aceptación del diferente. Todo un musical visual.

26 de septiembre de 2013 Por: Por Claudia Rojas Arbeláez I Especial para GACETA

Estreno. ‘Un monstruo en París’ nos muestra a la Ciudad Luz con color, música y glamour. Una historia animada donde la imagen se pone al servicio de una anécdota de amistad y la aceptación del diferente. Todo un musical visual.

En materia de películas animadas infantiles nada esta escrito. Mientras algunos insisten en hacer historias de tramas complejas, en las que abundan personajes, problemas y peripecias, otros se deciden por la obviedad narrativa o por repetir el mismo cuento de diferente manera. Otros, en cambio, dejan en segundo plano, la historia y hasta podrían decir “es una película de muñequitos, con eso basta”. Bueno, sus razones tendrán. Después de todo la gran apuesta de las películas animadas está en la propuesta visual que es, en definitiva, lo que marca una diferencia entre una y otra. Y de paso nos permite ubicarnos en el universo particular en el que ocurre la historia. Montañas, océanos, castillos y pantanos han sido algunos de los lugares que han sido recreados por ilustradores y animadores que tienen como único propósito involucrarnos en la aventura de aquel protagonista que tiene que sobreponerse a todo para lograr lo que desea. Una cosa es cierta, tan importante como los universos es la caracterización de sus personajes, en cuyos trazos y gestos deben reflejar su verdadera personalidad, permitiéndoles que se diferencien entre ellos y con sus similares de películas anteriores. Esto que parece tan obvio fue precisamente el gran problema para Walt Disney que, en la década de los noventa, empezó a producir una fructífera lista de películas animadas todas con el mismo diseño de personajes. Baste recordar algunos nombres como ‘La sirenita’, ‘Anastasia’, ‘Aladino’ o ‘Las locuras del emperador’, cuyos protagonistas eran bastante similares.Por fortuna, después llegaron propuestas innovadores como las de Pixar y Dreamworks, con las que se dieron un nuevo aire al mundo de la animación. Después de todo, pareciera que en las películas infantiles animadas la historia bien podría quedar en segundo plano siempre y cuando haya una propuesta estética. Tal vez por sus altos costos, el mundo de la animación ha estado en manos de unas cuantas empresas dedicadas solo a esto, que pueden darse la licencia de invertir mucho tiempo, dinero y manos a una producción. Esto por, supuesto, no quiere decir que solo a ellos les haya interesado el asunto. Varios países también han entrado en los terrenos de la animación. Canadá, Japón y Francia, entre ellos, ofreciendo propuestas tal vez menos comerciales pero no por esto menos interesantes y hermosas. Y es que la belleza puede ser un concepto que siempre sale a la luz cuando se analizan las películas animadas. Encontrarse entonces en cartelera con una película animadas francesa, bien podría ser un motivo de alegría. ‘Un monstruo en París’ llega a nosotros de manera tímida y discreta. Pero bien vale la pena poner los ojos en esta producción francesa que tiene por escenario la capital francesa glamurosa, musical y artística. La película que recrea a una París de comienzos del siglo pasado, empieza mostrándonos una ciudad que se encuentra parcialmente inundada por el Sena. Allí habitan cuatro personajes, cuyas vidas se entrecruzarán a medida que avanza la trama. Un proyeccionista de cine tímido, un repartidor temerario, una virtuosa cantante de teatrino y un político ambicioso, son los protagonistas de una historia que empieza cuando un accidental experimento sale mal: una pulga se convierte en una criatura de más de tres metros, que empieza a recorrer las calles creando terror en quien la ve. Falsa alarmaLa pulga en realidad no resulta ser para nada agresiva, todo lo contrario es bastante amable, ingenua y muy musical. Gracias a un disfraz que le coloca Lucille, la cantante cuya voz resulta ser la cantante Vanessa Paradis (la misma que cantaba hace mucho año ‘Joe le Taxi’), logra colarse en la escena bohemia parisina, como parte de su show. La pulga se convierte en toda una revelación y el pueblo la aclama, sin saber por supuesto que se trata de aquel temible monstruo al que tanto parecen temerle. Por obvias razones las cosas se complican, el terror corre por las calles y el político quiere cazar aquel monstruo del que tanto hablan para así ganar el afecto de un pueblo que no lo soporta. Y entre persecuciones y escapes, recorremos las calles de París, por medio de unos bellos dibujos que más parecen sacados de un libro infantil que propios de una película de este estilo. Estas imágenes están acompañadas de bellas canciones en francés interpretadas por la misma Vanessa y por el rockero Matthieu Chédid. ‘Un monstruo en París’ está dirigida por Bibo Bergeron, quien estuvo a cargo de películas poco exitosas como ‘El espanta tiburones’ y ‘El camino hacia el dorado’ y que ha hecho parte de otros equipos de animación para más de diez películas. Esta vez el director incursionó también en la escritura y es justo allí donde ‘Un monstruo en París’ se queda un poco en el intento. Provoca sentimientos y ternura, es verdad, pero no propone una historia completa que concluya en el algún punto. Las situaciones ocurren de manera mágica, con pocas explicaciones y nada termina por resolverse en definitiva. Lástima, de haberse trabajado un poco más en su escritura, la película podría haber encontrado un mejor punto. Sin embargo, tal como está, tiene un poco de ‘El fantasma de la ópera’ e incluso de ‘El jorobado de Notre-Dame’. Así las cosas, la película sí atrapa al espectador, pero pronto lo deja escapar, olvidando lo fundamental y dándole más relevancia a las subtramas que tampoco parecen ir hacia ningún punto definitivo. A parte de esto, la película se deja ver y entretiene con sus secuencias bastante cinematográficas en las que se pueden percibir incluso acertados movimientos de cámara. Una película donde la ciudad es la gran protagonista.

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