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Cine: La Película ‘Todos se van’, historia de un desencanto

Este filme director Sergio Cabrera, inspirado en el libro homónimo de Wendy Guerra, duró poco en cartelera. Muy poco. Sin embargo, es una de esas historias que vale la pena ver. Así que si se la perdió, búsquela. Aquí le contamos porqué.

7 de junio de 2015 Por: David Franco l Especial para GACETA

Este filme director Sergio Cabrera, inspirado en el libro homónimo de Wendy Guerra, duró poco en cartelera. Muy poco. Sin embargo, es una de esas historias que vale la pena ver. Así que si se la perdió, búsquela. Aquí le contamos porqué.

Si la revolución es en principio algo que, por impreciso que sea, abriga un futuro rebosado de sueños y esperanzas, quizá no haya mejor metáfora para hablar de ella que la infancia. Y así mismo, para hablar de la infancia tal vez no haga falta sino hablar de una revolución. 

Ese es el caso de la más reciente  película del director colombiano Sergio Cabrera, ‘Todos se van’, en la que  juega con esta doble correspondencia para contar, en una misma historia, el drama paralelo de una niña que sufre el enfrentamiento de sus padres porciados y el drama de una Cuba que, a comienzos de los años 80, aún no termina de asimilar el golpe de su nuevo gobierno. 

La difícil niñez de Nieve, interpretada con mucha suficiencia por Rachel Mojena, funciona al mismo tiempo como espejo y escenario de la difícil situación social y política que atraviesa la Isla. 

Adaptada de la novela homónima de Wendy Guerra, prohibida en Cuba, por lo demás, la película de Cabrera retoma el punto de vista autobiográfico de su joven protagonista, quien se debate silenciosamente en su diario entre el autoritarismo de un padre déspota y el mundo sin reglas de una madre demasiado frágil. Si hay un conflicto que, a lo largo del largometraje sacude indiscriminadamente la infancia de Nieve y la cotidianidad de la Revolución, es el que protagonizan libertad y autoridad. 

Como en toda historia de desencantos, la vida de Nieve abre sobre imágenes del paraíso: el mar, el sol, la abundancia, los juegos. A su lado aparecen su madre, Eva (Yoima Valdés), y el segundo esposo de ésta, Dan (Scott Cleverdon), un sueco enorme y bonachón que no atiende a los prejuicios de la isla y pasa los atardeceres jugando con la pequeña en calzoncillos. 

El día a día lo sortean sin inconvenientes gracias a los ingresos que le trae a Dan su trabajo en una planta nuclear. Para recogerse y descansar tienen una casa amplia y moderna que abarca incluso un trozo de playa. Pero pronto aparece el padre, irascible y violento, Manuel (Abel Rodríguez), y con su llegada se inicia la batalla legal por la custodia de la niña, quien a partir de ese momento comenzará un descenso por los  áridos caminos del abandono, la pérdida de la inocencia, y la soledad. 

Desde el proyector de fondo, mientras tanto, colándose por los intersticios del drama humano, se encenderán y se apagarán las imágenes del Che Guevara, las frases de José Martí, los movimientos de represión del gobierno de Fidel y los mensajes disidentes de los artistas censurados.  

Tras el primer experimento de ‘Ilona llega con la lluvia’ (1996) y un segundo trabajo ya más  afianzado con ‘Perder es cuestión de método’ (2004), Cabrera por tercera vez se inclina por una adaptación literaria que en nada se parece a las anteriores, ni a las adaptaciones literarias previas ni a ninguno de sus otros largometrajes. 

Acostumbrado como tiene a su público a historias corales, pobladas con una persidad de personajes pintorescos, Cabrera sorprende en esta ocasión con una historia pequeña, enmarcada apenas por sus cuatro protagonistas de tonalidades más grises que vivas. 

Padre y madre, que en sus años de juventud compartieron los ideales de la revolución, han tomado caminos opuestos y ahora, más allá de la disputa legal que los enfrenta, los separa una oposición ideológica que refleja, en la escala doméstica, la polaridad social que pide la isla. 

El padre, reconocido escritor de teatro, ha decidido retirarse a las montañas del Escambray para llevar una vida austera y sumisa al servicio de la propaganda oficial. La madre, al contrario, se ha sumado desde su trabajo en un programa de Radio, a las voces inconformes que cuestionan el alcance del brazo demasiado largo del Estado. Dan, por su parte, segundo esposo de Eva, está ahí sobre todo para ofrecer esa otra mirada del extranjero, que poco importa si es sueco, alemán o ruso, por el solo hecho de ser extranjero asistirá estupefacto al desfile de puertas que se cierran a su paso. Y en el medio de los tres la pequeña Nieve, dulce y ocurrente, intentará escribir en su diario todo eso que no entiende y que de alguna forma es el reflejo de su propio ser. 

Más allá de los perfiles un tanto arquetípicos y machacados de los personajes, el padre salvaje, la madre débil, la niña muy tierna, y de algunos tratamientos poco originales de  temas ya muy trabajados como el maltrato infantil, aspectos todos que dicho sea de paso tienen que ver más con la obra literaria que con la adaptación cinematográfica en sí, la película se sirve de un modo ingenioso del contexto político cubano para traer al primer plano el drama universal de la niñez.  

Rodada en Cartagena y en Ciénaga debido a la prohibición de hacerlo en Cuba, ‘Todos se van’, a pesar de la insistencia en lo social y en lo ideológico, apela principalmente a lo emocional y en esa búsqueda encuentra toda su fuerza. 

Cabrera, que pasó buena parte de su infancia en la China comunista de los años 60, conoce de primera mano los temblores de la niñez en medio de las turbulencias que provocan los excesos del poder. No sin autoridad, y permitiéndose una enorme libertad en la adaptación de la novela, el director colombiano logra un conmovedor relato que tiene a Cuba como escenario pero que bien podría desarrollarse en cualquier otra parte del mundo. Después de todo, no hay país que no haya pasado por revoluciones y momentos de gran ilusión. Y no hay infancia que no termine con el difícil aterrizaje en la realidad.

Infortunadamente la película duró poco en cartelera, como suele suceder con frecuencia bajo la presión de las super producciones de Hollywood. Sin embargo, quienes tengan la oportunidad de verla, no deben dejar de hacerlo.

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