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'Cien años del vallenato' una historia con ritmo de acordeón

Daniel Samper Pizano y su esposa Pilar Tafur, acaban de realizar una reedición de su colección ‘Cien años del vallenato’ en la Feria Internacional del Libro, en medio de la edición 49 del Festival de la Leyenda Vallenata.

8 de mayo de 2016 Por: Sergio Villamizar | Colprensa

Daniel Samper Pizano y su esposa Pilar Tafur, acaban de realizar una reedición de su colección ‘Cien años del vallenato’ en la Feria Internacional del Libro, en medio de la edición 49 del Festival de la Leyenda Vallenata.

Hace casi 20 años, para no dejar que el centenario de la música vallenata pasara completamente inadvertido, Daniel Samper y su esposa Pilar Tafur fueron convocados para lo que sería, en ese entonces, una colección de seis discos compactos acompañados de un pequeño libro, con cien cantos fundamentales en la historia de este folclor y una amena reseña de lo que inspiró dichas canciones y sus autores.

Aunque contó con ediciones posteriores, con el tiempo se agotó en el mercado musical y desde hace unos años, los fieles seguidores de este folclor colombiano le venían pidiendo a Samper y Tafur una reedición.

Luego de la declaración como Patrimonio Cultural de la Humanidad del Vallenato, esa idea tomó fuerza, pero ahora con 20 años más de historia, por lo que  Daniel Samper no habla de una edición revisada y actualizada, “esta viene es con ñapa”.

Además, el  formato cambió. Ahora es un libro de lujo con seis discos de 107 cantos remasterizados. “Pudimos ampliar algunos de los temas y otros los actualizamos, con muchas más fotografías, con 107 canciones que para nosotros son clave en la historia del vallenato. Aunque sabemos que  nos faltaron muchas más;  la gente que sabe mucho de vallenato se dará cuenta de ello”, comenta Daniel Samper.

El libro no podría haberse presentado en un mejor momento pues la semana pasada terminó la  edición 49 del Festival de la Leyenda Vallenata en  Valledupar,  que en esta ocasión rindió homenaje a los Hermanos Zuleta,  con Poncho, una de las voces más importantes del género folclórico musical, junto a Emilianito, quien ya es considerado uno de los mejores acordeoneros en el mundo. De hecho, la  empresa de acordeones más famosa del planeta, Hohner,  creó en su honor un acordeón de edición limitada con el nombre de Emiliano, un homenaje que tan solo tres artistas han recibido. 

 Al hablar de su trabajo, Samper Pizano se atreve a calificarlo de arqueología musical, pues se trata de  un lento y minucioso proceso de inspección,  junto a otro de investigación de 1.500 horas de grabación de las 107 canciones que hacen parte de la colección de ese folclor que nació en el norte del país pero que es del gusto nacional.

Un dato curioso que revela este trabajo es que  la mayoría de canciones del repertorio del vallenato tradicional no se difundió completo: “Eran crónicas, muchas de ellas superaban los ocho minutos de duración, como algunas obras de Rafael Escalona, por lo que al llegar el género a la radio hubo que editarlo”.

Otro de los intensos trabajos, y por lo cual, también se grabaron todas las canciones,  era tener cuidado con cada uno de los tradicionales saludos y dedicatorias que son frecuentes en estas canciones.

“No queríamos eliminarlas todas porque hacen parte de la tradición, pero para nadie es un secreto que muchos vallenatos se grabaron en su origen con dedicatorias, en varias ocasiones, a narcos, mafiosos y personajes oscuros que no queríamos que quedaran dentro de la colección. Tal fue nuestro afán en esta tarea, que encontramos una dedicatoria a Pablo Escobar, la eliminamos, y luego nos enteramos que era dedicada a un Pablo Escobar que nada tenía que ver con el famoso capo”.

[[nid:533952;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2016/05/p4gacetamay8-16n1photo03.jpg;left;{Pilar Tafur, investigadora de músicas populares. Esposa de Daniel Samper Pizano.}]]Tanto Pilar Tafur como Daniel Samper, deseaban que cada vallenato fuera grabado  solo con caja, guacharaca y acordeón, “así se hace el vallenato, el resto pueden ser buenas canciones, pero deja de ser vallenato”, aseguró el periodista. 

Sin embargo, el productor musical del proyecto intentó convencerlo de la necesidad de  incluir el bajo en las grabaciones, una solicitud que terminó aceptando con cautela, porque en un momento “el bajo llegó a ser muy protagonista en las canciones y eso no  es bueno para el vallenato”.

Otro de los cambios que sufrió el texto fue la inclusión de Adolfo Pacheco entre el trío de ‘Caciques del Vallenato’, junto a los  legendarios Leandro Díaz y Rafael Escalona.

“Adolfo Pacheco hizo los méritos necesarios para hacer parte de este trío de lujo, pasó de coronel a general. No había aparecido en la primera edición porque sus grandes obras aún no habían tenido la trayectoria que ya ha logrado, pero en especial no se le había dado el lugar que merece el vallenato sabanero”.

Y es que mientras  Rafael Escalona se destaca por su lírica cercana a la crónica, Leandro Díaz lo hace con la exaltación de la poesía en sus canciones. Adolfo Pacheco, por su parte,  ha desarrollado una carrera nutrida por ambos caminos, explica el erudito investigador. 

Y es en esta conversación que Daniel Samper Pizano lanza una advertencia para todo aquel que se anime a recorrer la parte norte del Caribe colombiano para conocer más sobre el vallenato tradicional y en especial las llamadas parrandas.

“Uno como cachaco tiende a pensar que parranda es baile y cantar a grito herido, pero eso no pasa en las parrandas vallenatas, que son tertulias, ceremonias en las que no se baila y se guarda silencio para poder escuchar el canto y la interpretación del acordeón.  Pueden parar la parranda si alguien está hablando”.

Y una regla más, quizás la más importante, jamás se le da la espalda al acordeonero, “él es quien oficia la ceremonia y merece respeto”.

Samper, sin embargo, recuerda aquellos años en que  la parranda estuvo a punto de ser otra víctima de la violencia en Colombia. Acostumbrados a tener las puertas abiertas de sus casas donde parecía que todo el mundo era bienvenido, dice, con el accionar de guerrilla, paramilitares y otros grupos armados al margen de la ley, hicieron que este tipo de tertulias aminoraran.

El origen de la parranda,  según los autores de la colección, era el encuentro de la comunidad para escuchar las historias cantadas que iban saltando de pueblo en pueblo, que variaban de cantante a cantante, por lo que tres o cuatro cantantes pueden relatar su versión de una misma historia en una sola parranda.

“Era lo mismo que ocurría con la juglaría en el sur de España hace cien años, con sus tertulias colectivas en las cuales las poblaciones se iban enterando de lo que sucedía con sus vecinos, o anécdotas divertidas que se iban modificando a través del tiempo y según quien las narrara. Hace décadas estas se hacen en Colombia pero con trago, chiva y caldo. Luego de todo esto llegó la evolución comercial  que llevó al bailoteo  e incluso a peores cosas”.

Su majestad Escalona

En pocos días se cumplirán seis años del fallecimiento de Rafael Escalona, uno de los “tres caciques del vallenato”. Un personaje que Daniel Samper conoció bien y estudio a lo largo de los años.

De hecho,  fue argumentista de la serie de Caracol Televisión ‘Escalona’, a comienzos de la década de los noventa, que dirigió Sergio Cabrera, protagonizó Carlos Vives, y que hace parte de las producciones patrimonio de la televisión colombiana.

Diferente a todos los demás, nunca aprendió o le interesó tocar el acordeón, “era una época en la que este instrumento sólo era de vaqueros y campesinos, mientras que los Escalona eran una familia aristocrática, pero influenciado por los cantos de la región, en especial de su pariente Tobías Enrique Pumarejo”.

En 1943 compuso su primer paseo, una canción lamentando la partida de uno de sus maestros de escuela, lo que marcó su estilo como compositor, casi inimitable, con el relato intencionado de acontecimientos y crónicas de la región, como ‘El Carro Ford’, ‘Miguel Canales’,  ‘La enfermedad de Emilianito’, por solo nombrar algunos.

“Escalona creó un mundo mágico lleno de fascinantes personajes digno de Gabriel García Márquez.  Sin duda,  el vallenato fue fundamental en la construcción de Macondo, y la obra de Escalona fue pilar fundamental en esa creación”.

Juana Arias y su nieta que se escapa con el chofer del camión, todo un escándalo para la época y que queda inmortalizada ‘La Patillera’, así como historias de viejos generales que intentan seducir a jóvenes viudas, contrabandistas que pierden todo su capital, hasta un cura que suele rondar a las muchachas, hasta elementos de la cotidianidad que Escalona logra exaltar con tacto pero también con mucho humor, como aquel cachaco que se niega a envejecer frente al espejo.

“Un hombre que parecía que no se le agotaban los temas a la hora de componer. Claro, también compuso temas con el  objetivo de enamorar a la mujer, con ‘El copete’, ‘La molinera’, ‘Consuelo’ y ‘La plateña’, y claro, luego venían los cantos para lamentarse de lo mal que ellas se portaron con él, como ‘La historia’, ‘El mejoral’, ‘Honda herida’, ‘Los celos de Maye’ y ‘La pirata’”.

Sus composiciones no pasan de cien, pero siempre con un equilibrio entre el valor de la música y la letra, llegando incluso a ser considerada poesía popular algunos coros de varios de sus reconocidos paseos y merengues.

Esta es pues una robusta segunda versión de una ambiciosa investigación sobre la música popular a manos de una pareja que ha dedicado buena parte de su vida a disfrutar de ese legado cultural. 

 

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