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Chano Domínguez, el piano flamenco que regresa a Ajazzgo

Por segunda vez, el festival Ajazzgo nos regala a los caleños la promesa de tener al pianista español Chano Domínguez en nuestra ciudad. Y no vendrá solo: estará acompañado por Niño Josele, guitarrista flamenco, considerado por la crítica como el sucesor de Paco de Lucía.

31 de agosto de 2014 Por: Lucy Lorena Libreros | Periodista de GACETA

Por segunda vez, el festival Ajazzgo nos regala a los caleños la promesa de tener al pianista español Chano Domínguez en nuestra ciudad. Y no vendrá solo: estará acompañado por Niño Josele, guitarrista flamenco, considerado por la crítica como el sucesor de Paco de Lucía.

Es que hace 50 años, dice de pronto Chano Domínguez, era difícil enterarse desde España de la música que se hacía al otro lado del mundo, en Nueva York o en Nueva Orleans. Eso que después, mucho después, vino a saber que se llamaba jazz. Por entonces, Chano era un niñito de Cádiz, esa ciudad bonita incrustada en una esquina de Andalucía, que aprendía de armonías con las canciones de Beatles y le arrancaba los primeros acordes a la guitarra que le había regalado su padre cuando él tenía 8 años. Criado entre coplas, flamenco y bulerías, el pequeño veía al hombre llegar siempre de trabajar sobre las 3 de la tarde. Comía. Hacía la siesta. Después comenzaba a escuchar sus discos de flamenco, que eran decenas, “grabados en un formato muy antiguo que hoy ya no existe”, hasta que caía la noche y llegaba la hora del telediario.Y el niñito lo escuchaba todo, atento, con oídos benévolos y una curiosidad genuina. Los flamencos antiguos de Marchena, de Mairena, de Manolo Caracol... También la música que su mamá perseguía en la radio, mucho jondo, mucha copla, mucha alegría. Con esa música latiendo en su cabeza transcurrió la infancia y también la melodía que salía de esa guitarra flamenca que Chano cargó sobre la espalda hasta los 12 años. A esa edad compró junto a su hermano mayor el primer disco del que tiene memoria. Era de ‘Emerson, Lake & Palmer’, una banda británica de rock progresivo, que alcanzó su mayor popularidad en la década de los 70. A esa edad, también, comenzaría a tocar a hurtadillas el viejo órgano de fuelle de la iglesia de su barrio. Sería, pues, el primer acercamiento autodidacta con el instrumento que más tarde lo daría a conocer en el mundo, con el que puso a conversar —porque Dios existe y nos quiere— al jazz con la música flamenca. Antes de eso sucedieron otras cosas. Chano habla de CAI, un grupo de rock andaluz —rock sinfónico prefiere llamarlo— creado por él cuando solo contaba con 18 años y con el que alcanzó a grabar varios discos, algunos con composiciones ligeramente impregnadas de flamenco. Fue hasta 1981, cuando la banda se disolvió. De ese pasado conversa sin remordimientos porque sucede que, aún hoy, muchos le preguntan en qué momento el chico de Cádiz que hacía rock cayó rendido ante el jazz, ante Davis, Evans, Hancock. Es que “desde el principio, y sin saberlo, yo lo que hacía era música para improvisar, abriendo estructuras para crear en el momento situaciones sonoras distintas”. Entonces, —dice— fue apenas obvio que comenzara a bucear con curiosidad en la sonoridad de grupos que apostaran por la improvisación. Llegaría así a Weather Report, Return to Forever y Mahavishnu Orchestra. Y tras ellos la fusión y tras ellos, cómo no, el jazz de Chick Corea, de Hancock, de Bill Evans y, tiempito después, de Tommy Flanagan, de Red Cardigan, de Ahmad Jamal...Morían los años 80, pero los tiempos, enhorabuena, habían cambiado: a Chano se le hizo fácil saber —aprender— qué pasaba al otro lado del mundo. Qué era eso tan encantador y sugestivo que abrevaba del swing, de la improvisación, esa ‘voz’ musical que era lo mismo negra que europea. El jazz... ¿En qué momento acaso nace la necesidad de poner a conversar el flamenco de la infancia con los ‘jam session’ que fue descubriendo sobre las teclas de un piano?Ocurrió gracias a la mítica agrupación Hiscadix. Chano quiso crear su propio trío en el 92, experimentando con aires como soleas, alegrías y bulerías. Y la apuesta salió tan bien que triunfó en la Muestra de Jazz para Jóvenes Intérpretes. Dos años más tarde grabó ‘10 de Paco’, que llevó a su piano ese mismo número de composiciones del guitarrista andaluz Paco de Lucía. Desde entonces a nadie le quedaron dudas de que Chano andaba en terreno conocido. “¿Que cómo empezó todo? Es una pregunta que me hacen con frecuencia, pero que nunca tengo forma exacta de responder. No fue que un día me hubiera levantado diciendo ‘qué creativo soy, voy a fusionar jazz con flamenco’. Yo simplemente iba por la vida tocando las bulerías que había escuchado desde pequeñito. Hasta que todo comenzó a sonar distinto. Fue saliendo”. Chano transitaba el camino que había abierto, décadas atrás, Tete Montoliu, pianista ciego barcelonés, el primer compositor español de jazz y de blues en trascender las fronteras del Atlántico. Un genio. Un terco. En su enciclopedia de jazz de los años 60, Leonard Feather había sentenciado que “España era un desierto para el jazz”. Tete se negó a creerlo e insistió con su piano. Chano, sin embargo, cree que Feather tiene algo de razón. El jazz no era muy apreciado en España y los pocos que se animaron a escucharla estaban en Barcelona. La cosa vino a cambiar un poco en los 80 cuando comenzaron a dictarse algunos seminarios, cuando nacieron escuelas de música alternativa y tercos como él exploraron por su cuenta los sonidos arrullados hacía décadas en Nueva Orleans. Ahí está el baterista barcelonés Jorge Rossy, acompañante habitual del pianista Brad Mehldau. Ahí está el saxofonista valenciano Perico Sambeat, que ha trabajado en varios clubes de Nueva York. Y está Ximo Tebar, guitarrista barcelonés radicado también en la Gran Manzana hace varios años. Hoy Chano reconoce en su obra la influencia de Tete, quien llegaría a grabar algunas de sus composiciones. “Yo quería conscientemente ser como él, en el sentido de que era un músico que se permitía libertades para componer. Siempre hizo lo que quiso, con lo que se sintió a gusto. Y eso para mí, más allá de que fuera un pianista de los grandes, fue inspiración”.Justamente por eso se quedó en el jazz. “He llegado a esta música por la necesidad de creación en el instante. Por esa sensación de libertad. Cuando me preguntan qué tan difícil ha sido llevar el flamenco al jazz, yo respondo sin la menor vanidad que no ha sido difícil porque me la he pasado año entendiendo las raíces de ambas músicas. Y si conoces la raíz de una música, puedes experimentar con ella con respeto”.Con tal convencimiento estaba, cuando tropezó en ese camino de creación con Niño Josele, cantaor de Almería, descendiente de una larga dinastía de tocaores y cantaores y guitarristas flamenco, considerado hoy el sucesor del desaparecido Paco de Lucía. Sucedió que un día Chano y Niño se encontraron en Nueva York durante un homenaje a Miles Davis. Juntos improvisaron una canción. Y juntos también, desde entonces, se quedaron con la sensación de que la noche había sido injustamente corta para desaguar el espíritu de tanta música que tenían para decirse.De eso se enteró, pocos días más tarde, el director de cine español Fernando Trueba, el tipo que nos dejó en el corazón aquel documental inolvidable de Calle 54, que puso frente a nosotros las estrellas del firmamento del jazz.El tipo que había logrado seducir, vaya uno a saber cómo, a músicos de leyenda como Bebo y Chucho Valdés, Jerry Gonzáles, Federico Britos y Diego El Cigala con discos —verdaderas joyas en realidad— que pronto fueron arropados por ese manto maravilloso llamado jazz latino. Bastó una llamada para que las cosas quedaran en su justo orden: el piano de Chano, la guitarra de Josele. Juntos. Ya no en un concierto desprevenido, sino en ‘Chano & Josele’, un álbum condenado a ser un clásico; que tiene de duende y de gitano. Jazz, pop, bossa nova. Y que vio la luz hace solo unos meses: en junio de este año.Ese álbum era la excusa para un encuentro con otros músicos y otras músicas, como ellos mismos lo han llamado. Allí se pueden escuchar lo mismo ‘Because’, de John Lennon; lo mismo una versión íntima de ‘Alma de mujer’, una de las canciones más preciosas de Chano, lo mismo que guiños de antología a compositores brasileños como Jobim y Buarque.Esa era la idea, reconoció el propio Trueba. “Chano Domínguez y Niño Josele estaban destinados a encontrarse. Yo personalmente hacía años que soñaba con eso. Es una música que ha visto caer fronteras y etiquetas y donde la música, el sonido, la belleza y la elegancia triunfan por encima de cualquier otra consideración”.Ambos imaginaron que serían crucificados por los seguidores y puristas del jazz y también por los del flamenco. Porque este trabajo discográfico tiene de todo, menos esa etiqueta. Pero no pasó.Josele colaboró ya con otros músicos como Chick Corea, Marc Jhonson y Jerry González. Todos ellos, como lo cree Chano, terminaron quizá con la misma sensación: “En ningún guitarrista flamenco con el que he tocado he visto la poesía de Josele”.La buena noticia es que es con Niño Josele con quien Chano Domínguez se presentará por segunda ocasión en Cali. Lo había hecho en 2008. Y acá, claro, los estamos esperando. Que suene ese flamenco, que suenen, pues, esas bulerías...

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