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'Balada de un hombre común', la nueva apuesta de los hermanos Coen

Los hermanos Cohen regresan a la gran pantalla tres años después de su último proyecto (‘Un hombre serio’). Esta vez su protagonista es un cantante de folk que intenta sobrevivir en la Nueva York de los años sesenta, donde los músicos abundan y el género agoniza.

16 de febrero de 2014 Por: Claudia Rojas Arbeláez* | Especial para GACETA

Los hermanos Cohen regresan a la gran pantalla tres años después de su último proyecto (‘Un hombre serio’). Esta vez su protagonista es un cantante de folk que intenta sobrevivir en la Nueva York de los años sesenta, donde los músicos abundan y el género agoniza.

Llewing Davis toca la guitarra y canta música folk. Corren los años 60 y en la Nueva York que habita abundan los bares donde sobran cantantes que buscan quién los descubra y los lleve al estrellato. Como él, hay cientos de artistas en la ciudad y aunque Davis canta con el alma y llegó mucho antes que ellos, no logra cautivar al público como lo hacía cuando tenía un compañero de dueto. Atrás han quedado los días de efímera gloria que terminaron de manera abrupta con el suicidio de su compañero, quien al parecer era la voz líder, dejando al solitario guitarrista con su espíritu inquieto y un futuro incierto. Ahora solo importa sobrevivir aferrado al sueño de ser reconocido como la promesa de un género que ya empieza a extinguirse en la movida musical. Y es férreo en sus principios, no da crédito a los nacientes, se niega a tocar con cualquiera y critica las composiciones comerciales. Entre tanto, en su realidad, en el naciente Greenwich Village los músicos se abren paso a codazos en los improvisados escenarios nocturnos, donde todos tienen iguales oportunidades. Y Davis está entre ellos, esperando su momento, importando poco si tuvo un éxito o dos, si grabó un disco o varios, total, no es el primero que lo consigue, tampoco será el último. Esto queda claro a lo largo de la película ‘Balada de un hombre común’, la última de los hermanos Ethan y Joel Coen, quienes siempre se han destacado por traernos historias basadas en grandes personajes. A pesar de su gran legado cinematográfico (casi veinte películas escritas, producidas y dirigidas en compañía), este equipo no se ha obsesionado por realizar producciones para agradar a los grandes públicos. Incluso podríamos pensar que el reconocimiento y la taquilla pocas veces han sido su obsesión. Ellos, más bien, son de los que desafían a la industria con la escogencia de sus historias particulares y tanto más por sus protagonistas invisibles, comunes, de la esquina, que esperan el momento en que la vida les dé la oportunidad que tanto desean para cambiar. Y por esto mismo podríamos pensar que la gran temática de los Coen es una que se acerca a la tragedia y que condena al individuo a aceptar con resignación aquello que la vida tiene destinado para él, sin darle ninguna opción de redimirse a sí mismo o de mutar. A este esquema nos hemos ido acostumbrando quienes disfrutamos de sus películas. Nos adentramos un poco en la vida cotidiana del protagonista, ya sea un músico, tal vez un secuestrador o bien un guionista y empezamos a ser cómplices de sus empresas personales: que tenga éxito, que encuentre el motín, que consiga vender aquel guión. Al parecer, el logro no es una opción para este par de hermanos, quienes creen más en el devenir natural de la vida, en la crudeza de la realidad y en mantener abierta la ventana al imprevisto, dejando a la deriva a sus protagonistas. O bien luchando por mantenerse a flote o con el corazón en duelo, resignados a que la vida parece haberse cebado con ellos. En sus películas no hay héroes que redimen al mundo, ni protagonistas morales. Mucho menos extraordinarios. Son poco más que seres corrientes, apasionados, crueles, torpes y groseros, sin ningún ánimo de transformación. Sucede lo mismo con ‘Balada de un hombre común’, quien lleva en su título la condena de un personaje que resulta ser uno más del montón. La producción en inglés tiene el nombre de ‘Inside Llewing Davis’, el nombre del trabajo discográfico que su protagonista trata de mostrarle al mundo y que luego descubre es demasiado parecido al de otros tantos que se cruza en el camino. Y en ese sentido la historia llena de acordes melancólicos y desolación, en la que no hay espacio para el triunfo, termina siendo la única verdad en su vida. Vagando de sofá en sofá, utilizando a sus conocidos como mejor le viene, viendo pasar los días sin tener un propósito claro ni de su vida, ni con su música, ni con su economía. Lo cierto es que este hombre solo se preocupa por él y por tocar su guitarra, entonces es bastante difícil solidarizarse con él. Entre tanto, pasa sus días con unos cuantos centavos en el bolsillo, intentando sobrevivir a un invierno que lo sorprende sin un abrigo a cuestas ni un lugar donde dormir. Cada día que pasa, la vida lo cerca más, llevándolo a tomar decisiones radicales, no de la muerte física pero si de la musical. Porque a lo largo de esta película acompañamos a este músico en su desencantamiento y en su afán de intentar salir del hoyo en el que se encuentra, pero por una u otra razón no lo consigue. Actuada por Oscar Isaac, esta resulta ser una película para melómanos, quienes podrán disfrutar de canciones escritas para cada momento de la película y cantadas como parte de la misma. Además de las bellas secuencias visuales, la oscuridad de los bares, el humo del cigarro y la luces del escenario.Los hermanos Coen ecuentran una forma pausada de contar una historia que, a pesar de no tener gran tensión dramática, nos mantiene atentos, atados a una esperanza romántica de redención. En un tono más grave, se alejan del humor negro que siempre los ha caracterizado dejándonos solo con una o dos situaciones de tal crudeza que es imposible no reírse de tal ironía.*@kayarojasDocente Universidad Autónoma de Occidente

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