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Así fue el robo de los pelos de la escultura 'El Gato' de Fernando Botero

La misteriosa desaparición de uno de los pelos de la escultura donada por Fernando Botero a una biblioteca de Medellín, es motivo de vergüenza.

11 de abril de 2012 Por: Colprensa y Redacción

La misteriosa desaparición de uno de los pelos de la escultura donada por Fernando Botero a una biblioteca de Medellín, es motivo de vergüenza.

Se quedó sin uno de sus bigotes el Gato de Fernando Botero, la escultura que fue donada por el propio artista el pasado lunes 2 de abril y que fue ubicada en el Parque Biblioteca de San Cristóbal de Medellín.No duró ni tres días en el rostro felino de cobre. El Gato fue entregado a la comunidad con bombos y platillos. Al acto asistió el consagrado artista, a quien los habitantes del corregimiento le rindieron un homenaje bautizando la megabiblioteca con su nombre. El día jueves, después del aguacero que acompañó la cena bíblica, ya el gato había perdido uno de sus bigotes. A eso de las 7:30 p.m., la Policía fue notificada del hecho.Por lo menos tres hipótesis se están barajando. Según el comandante de la estación de San Cristóbal, el capitán Pablo Botero, uno de los siete pelos del lado izquierdo se desprendió durante la instalación. Para el acto de inauguración fue repuesto pero de forma frágil. “Se volvió a zafar. Y entre tanta gente pasando, o con el mismo aguacero se perdió”, sostiene.Esta versión es descartada de tajo por Luis Fernando Molina, curador de la obra. “En el acto inaugural hay registro fotográfico de que la obra se entregó en perfecto estado a la comunidad”, asegura.La escultura que pesa unos 1.050 kilogramos y tiene una dimensión de 3,9 por 1,5 por 1,9 metros, muestra a un sonriente gato en pie, con las orejas puntiagudas y la cola estirada; además, fue traída desde Pietrasanta, Italia, donde Botero trabaja parte del año, y como el propio creador lo indicó es una de sus mejores esculturas. Las otras hipótesis tienen que ver con un posible robo o un accidente. Desde que el acto de inauguración terminó hasta que desapareció el pelo, la voluminosa obra de Botero fue la atracción principal. Niños y grandes hacían fila para tener un instante con el felino de bronce y sacarse una foto a su lado. Para Alicia Higuita, habitante del corregimiento desde hace treinta años, muy seguramente el bigote se desprendió en medio de ese ajetreo.La última y no menos probable posibilidad es la del robo. Si este es el caso, opina doña Alicia, sería “muy mal hecho de la gente no respetar las cosas ajenas. Yo no toco las cosas, solo las miro”.Es verdad. Tal vez fue un “gato”, de los que se mueven sigilosamente con otras intenciones, el que dejó sin un bigote al Gato, de los que habría que cuidar como los regalos artísticos únicos e invaluables que son.“Es una historia de nunca acabar con los bigotes de los animales del maestro Fernando Botero”, comenta el curador Molina, pues varias esculturas ubicadas en la Plaza Botero, ubicada frente al Museo de Antioquia, también han ido perdiendo sus pelos.Robos a BoteroEn efecto, este suceso infortunado no es el primero ni el único que Botero ha tenido con sus obras, pues él ha debido enfrentar en varias ocasiones el hurtado de pinturas y de esculturas a punto de ser finalizadas.Entre sus grandes pérdidas se cuenta el robo de siete de sus piezas en bronce de una fundición de Pietrasanta (Italia) en el año 2007. Ahí cayeron piezas como ‘Adán’, ‘El Perro’, ‘Gato codón’, ‘Mujer con mano en sus cabellos’, ‘Bailarina vestida’, ‘Bailarina en movimiento’ y ‘Gorrión’. Para ese momento, la pérdida fue estimada en unos US$3.5 millones.Las piezas, que ya estaban vendidas, tenían como destino una exposición en el Principado de Montecarlo.En 2010, Botero tuvo otro golpe a su creación cuando en Madrid fue robado un camión que transportaba algunas de sus pinturas así como de Picasso y Antonio Saura, además de esculturas de Eduardo Chillida, las cuales provenían de una exposición celebrada en Colonia, Alemania. Una semana después del hurto fueron recuperadas en su totalidad las obras, excepto una de Picasso. Ahora el artista debe enfrentar un nuevo hurto, esta vez en su natal Medellín, donde los amigos de lo ajeno se le midieron a una misión repudiable: quitarle un pelo al gato.

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