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Arranca cuenta regresiva para el estreno de ‘Que viva la música’

El 29 de octubre se estrena ‘Que viva la música’, inspirada en la novela de Andrés Caicedo. GACETA conversó con su director, Carlos Moreno, quien, dice, aspira a que el público salga de las salas con el deseo de conocer la obra de este escritor de culto.

4 de octubre de 2015 Por: Por Santiago Cruz Hoyos | Periodista de GACETA

El 29 de octubre se estrena ‘Que viva la música’, inspirada en la novela de Andrés Caicedo. GACETA conversó con su director, Carlos Moreno, quien, dice, aspira a que el público salga de las salas con el deseo de conocer la obra de este escritor de culto.

Escena uno: un hombre entra a la premier de ‘Que viva la música’ en un centro comercial del norte de Cali. De la película le atraen, de entrada, los diálogos de los personajes, las citas textuales del escritor que la inspiró, Andrés Caicedo. (“La ciudad tiene su río. Un río que la parte amargamente como una inmensa navaja”); (¿Y para qué ser joven otra vez? Como si no se hubiera pasado por hartas para llegar a esta edadcita”).

Escena dos: el hombre en la sala, no lo puede negar, siente una especie de morbo. Pretende comparar la película con la novela. Es su tentación. Comparar qué tanto se parecen, así el director haya dicho mil veces que no se trata de una adaptación. Su expectativa en todo caso es ver en la pantalla la ciudad donde nació, creció y se mató el escritor que escribió la novela que lleva el mismo nombre de la película. La Cali de los años setenta, donde también se desarrolla la obra literaria. Aquella ciudad aparece por momentos, y por otros no, lo que, hasta cierto punto, lo decepciona.

Escena tres: el hombre en la sala se pregunta por qué no se escucha una sola canción de los Rolling Stones que tanto ‘suenan’ en la novela. Después entenderá. Los derechos para usar esas canciones fueron tasados en un millón de dólares. Ninguna película colombiana puede pagar algo así.

Escena 4: el hombre en la sala sigue comparando. Como en la novela, la película tarda unos minutos en engancharlo, meterlo de narices en la historia. Como a la novela, a la película hay que darle tiempo. Después no tendrá escapatoria. ‘Que viva la música’, la de la pantalla, respeta la estructura narrativa del libro, respeta la primera persona.

Escena 5: la película finaliza y el hombre salepa del teatro a una librería, el morbo intacto. Siente el deseo de releer la novela, tachar, subrayar y aquello supondrá una buena noticia para el director, quien aspira a que su cuarta película “sea una carta de invitación para que el público conozca la obra de Andrés Caicedo”.

Escena 6: en el teléfono Carlos Moreno, director de ‘Que viva la música’, dice: “Yo esperaba la resistencia de algunos ‘caicedianos’ frente al proyecto de llevar la novela al cine. Pero de eso no te voy hablar. Lo que sí te puedo decir es que ante la polémica, estoy muy tranquilo”.

Hablemos de su relación con Andrés Caicedo. ¿En qué momento se encontró con su obra?

Como casi todas las personas de mi generación, me encontré con la novela de Andrés cuando estaba en el colegio. Recuerdo que eran unas ediciones de Colcultura, baratas, populares, que uno compartía con los amigos. Fue la primera edición que tuve de ‘Que viva la música’.

¿Andrés era un autor importante para usted en ese momento?

Sí. Era la primera vez que empezaba a leer un texto, una novela, que narrara mi propio entorno. En la obra de Andrés Caicedo uno encontraba un universo que era muy próximo. Sus historias hablaban de Cali y yo vivía en Cali; las calles y parques que recorría en mi adolescencia eran las que él nombraba. Leerlo era como estar en el propio universo, pero reinventado desde la literatura. Un universo de fantasías sexuales, de fantasías psicodélicas, el universo de todo lo que uno encuentra cuando es adolescente, de todo lo que se quiere devorar. Entonces claro, tuve una conexión fuerte con la obra.

¿Ya pensaba en hacer cine en ese entonces? ¿Influyó en esa decisión leer a Andrés Caicedo?

Honestamente, no. En esa época la distancia con el cine la veía astronómica. Si en ese momento a los realizadores de cine en Colombia les era complicado hacer una película, imagínate lo que eso implicaba para mí, que ni siquiera tenía claro qué quería hacer en la vida. Tenía inquietudes artísticas, no me sentía cómodo en el mundo, era como una pieza que no se ajustaba y que pensaba que de pronto una vida artística me podía ayudar a acomodarme, pero no tenía siquiera la ilusión de dedicarme al cine. Eso se fue forjando con el tiempo.

Hablemos de la película. ¿Cómo se hizo realidad ‘Que viva la música’?

Hay que decir que el principal mérito de este proyecto es del productor, Rodrigo Guerrero. Fue el gran gestor, fue quien amamantó esta idea. Rodrigo se encargó de los asuntos legales de los derechos de la novela, por ejemplo, y fue quien convocó al primer escritor de guión que tuvo la película (Alberto Ferreras). También acompañó las primeras versiones del proyecto y trabajó con los directores que inicialmente pretendieron hacer la película. Yo no fui la primera opción, pero digamos que el destino me fue llevando a hacerla.

Ahora, llevar la novela al cine ha sido una fantasía de los cineastas caleños. Ojalá se pudieran hacer varias versiones cinematográficas de la obra. No solo por el vínculo de Andrés Caicedo y su generación con el cine, sino porque dentro de toda esa red que tiene la novela hay unas referencias cinematográficas muy fuertes.

Tras ‘Que viva la música’ en el cine, ¿la ciudad está saldando una deuda con Andrés Caicedo, con el universo de su obra?

Puede ser. Aunque quizá la mejor manera de rendirle tributo es conociendo su obra. No solo ‘Que viva la música’, sino el resto de su universo. La película es un pequeño aporte para ayudar, justamente, a que la obra de Andrés Caicedo sea reconocida.

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Muchos directores han fracasado llevando una obra literaria al cine. El ejemplo más próximo son los libros de García Márquez. ¿Cómo manejó en su caso el temor ante un posible fracaso?

Ese temor siempre va a existir. Sin embargo, así uno esté haciendo una película inspirada en una obra literaria o no, en el cine siempre debe existir un compromiso con el discurso, un respeto por lo que se va a contar. En este caso yo lo que siento es que hay una propuesta que siempre respetamos. Eso fue lo que hicimos. Una propuesta para referirnos a ‘Que viva la música’, la novela. No creo que técnicamente sea una adaptación, no.

En la película nos estamos inspirando en el manifiesto de ‘Que viva la música’ para contar una historia. Porque de alguna manera es una obra tan densa, tan compleja, con tantos referentes, que nosotros más que llegar al núcleo de la obra, prácticamente orbitamos y tocamos su atmósfera. Era casi imposible hacer una labor de relojería exacta de una novela tan densa y tan rica. Entonces, insisto, lo importante era ser fiel a la estrategia. Si la película es exitosa o no, pues eso vendrá o no vendrá, pero teníamos que ser coherentes con nuestra estrategia y eso fue lo que hicimos.

Como espectador tenía una expectativa: descubrir la Cali de los setenta, la Cali de Andrés Caicedo y de su novela. Sin embargo, se ve la Cali de hoy. ¿Por qué se tomó esta decisión?

Yo siento que más que la Cali de hoy, la película es atemporal. Por momentos aparece la Cali de hoy, y por momentos no. Por momentos la película se ubica en una época, y a veces la abandona, otras veces no. Y era una licencia porque de todas maneras nosotros buscábamos que la película estuviera referenciada con lo actual, pretendíamos hablar desde lo actual. Pero en general era una propuesta artística que nos tomó bastante tiempo decidir. Siempre nos hicimos la pregunta de si recreábamos la década del setenta, pero finalmente, más allá de situarnos en una época, lo que queríamos era invitar al público a buscar la obra, al público actual que no ha leído a Andrés Caicedo.

Siempre hemos asumido que la película es una carta de invitación para los jóvenes, una carta de invitación para que busquen los libros de Andrés. En su obra está en realidad el acertijo aún más grande, el acertijo que aún está por resolver.

La música es fundamental en la novela y por supuesto, en la película. ¿Cómo se dio este proceso de elegir las canciones de una novela, justamente, tan musical?

Como es una película atemporal, decidimos incluir música que no es exactamente de los setenta pero sí canciones que por encima de todo se correspondían con cada escena. Ahora, con la salsa tuvimos mucha facilidad al entrar Fania como coproductor. Teníamos su catálogo a nuestro servicio, algo muy bueno.

Sin embargo el gran reto, la gran cacería de nuestra supervisora musical, era intentar conseguir una canción de los Rolling Stones. No sé por qué motivo nos cobraron en la primera oferta un millón de dólares. Una película colombiana no puede pagar esa cifra. Estuvimos en esa negociación durante mucho tiempo, y finalmente no hubo acuerdo, por lo que no la pudimos incluir.

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Uno de los que, en mi concepto, es un gran acierto de la película, es la alusión constante a los diálogos y citas textuales de la novela y del mismo Andrés Caicedo. Funcionan como guiños entre la obra cinematográfica y la obra literaria. ¿Cómo ajustar el lenguaje literario al cinematográfico y lograr que suene de alguna manera natural?

Nosotros, cuando escribimos el guión, que era más bien una guía de rodaje, siempre tuvimos claro que el trabajo con los autores debía contemplar parte de los diálogos que propone la novela. Sin embargo, como estaban construidas las escenas, los actores tenían la libertad de adaptar ese diálogo de la obra para que fuera natural. Así que por momentos el diálogo es textual a la novela, por momentos no.

Porque la novela es tan densa, tan llena de referentes, abre puertas, cierra otras, que en el medio cinematográfico era casi imposible contarla de esa manera. Ahora, yo creo que el mérito de lo logrado no es solo mío, ni de los guionistas, sino también de los actores, que conocieron bastante bien el libro para recrearlo. Fue un trabajo colectivo.

Hablemos del detrás de cámaras de la película. ¿Cómo se dio el rodaje?

Ha sido el rodaje más tranquilo en el que he estado. No tuvo mayores inconvenientes. Es obvio que todos los rodajes tienen rollos, problemas, que esto no llegó, que faltó lo otro. Siempre habrá escenas que no se puedan hacer como se pretenden, eso pasa siempre. Y sin embargo, no nos atrasamos ni un solo día en el rodaje y eso me sorprendió. Todo fue muy tranquilo, fluido.

¿Y el trabajo con los actores?

La elección de la protagonista es una historia llena de anécdotas. Cuando llegué al proyecto, parte de la estrategia era convocar el casting de la película a través de las redes sociales. Fue un casting muy largo. La gente envió muchos videos, muchas cosas, algunas muy interesantes y divertidas, hasta cosas inquietantes, otras flojas. Como todo. Pero interpretar al personaje principal de la novela, María del Carmen Huertas, era muy complejo.

Aparte de un asunto físico, estaba buscando una actriz con la que yo pudiera hacer la película de la manera en que la iba hacer. Que tuviera la fuerza de interpretación que yo necesitaba. De hecho, no estaba buscando exactamente una actriz. Y pasaron muchas. Curiosamente varias de ellas estaban convencidas de que obtendrían el personaje.

Hasta que llegó Paulina (Dávila). Por encima de ser actriz es artista visual y yo sabía – hicimos un pequeño casting – que ella iba a dar la interpretación que yo buscaba, que pretendía fuera diferente. Por lo menos diferente a las películas que había hecho antes. Entre otras cosas buscaba alguien que supiera trabajar algo muy importante para este personaje: el silencio. Que estuviera trabajando para una puesta en escena más libre. ‘Que viva la música’ no tiene esa precisión milimétrica con la que hice mis anteriores películas, con un ‘storyboard’ muy concreto. ‘Perro come perro’, por ejemplo, es muy fiel al ‘storyboard’, como una pieza de relojería, pero en este caso yo buscaba algo distinto. Las escenas eran más libres, abiertas, y yo necesitaba actores que entendieran esa propuesta.

En la novela uno tarda algunas páginas en entrar en la historia. Por lo menos fue mi caso. En la película sucedió lo mismo. ¿Eso se debe a que hubo un intento de simular la estructura narrativa de la obra, el clímax?

De alguna manera sí. Obviamente el relato literario se toma unos baches, unas introspecciones, que en el cine se hacen de otra manera. Pero sí: como la novela, la película pretende seguir el trazo de una chica que se desplaza a través de la música, una chica que decide revelarse contra el mundo burgués al que pertenece y desea iniciarse en el mundo del sexo, las drogas, las fiestas, en búsqueda de una respuesta. Y la respuesta es que hay que ir contra todo. Ese es el gran manifiesto de la obra, que yo creo que era esencial que la película respetara. Pero sí había una gran línea, o un gran arco mejor, desde lo narrativo. Fue lo que quisimos buscar.

¿Cómo recibió la familia de Andrés Caicedo la película? Se lo pregunto porque en la premier de Cali estaban algunas de sus hermanas.

Cuando la película se estrenó en el Festival de Cine de Sundance ya la habían visto. Ese impacto ya había ocurrido. Y la película la recibieron de una manera dividida. Hay dos posiciones diferentes. Rosario, una de sus hermanas, ha sido resistente y lo ha hecho saber. Y Vicky y Pilar lo recibieron de una forma muy respetuosa. Y eso está bien. Respeto cada posición. Con la familia Caicedo la relación es de respeto.

¿Esperaba la reacción de Rosario y de ciertos ‘caicedianos’? En el portal Las Dos Orillas Rosario escribió que el filme era un “collage fragmentado e incoherente cuya base reúne las fórmulas infalibles: sexo de todo tipo, drogas y violencia”.

Sí, yo esperaba esa reacción. Pero es algo de lo que no te voy hablar. Lo que te puedo decir es que frente a la polémica, estoy tranquilo.

Muchos directores tienen la sensación de que el cine nacional es mejor valorado fuera del país que en Colombia. ¿Usted piensa igual?

La reacción a ‘Que viva la música’ en el exterior ha sido muy buena. Lo mismo con mis anteriores películas. Pero es entendible. El público del exterior tiene un descubrimiento, hace otras lecturas de lo que contamos. Es normal que el cine nacional se valore de otra forma en el exterior. Además el cine de autor colombiano aún no ha creado un público que empiece a entender y a respetar justamente ese cine que se hace en el país. Y por otro lado hay que tener en cuenta que nuestro cine es un cine pequeño. Está apenas cosechando los primeros grandes éxitos, las primeras grandes películas colombianas.

¿Qué ilusión tiene frente a ‘Que viva la música’?

Que la película permita que los espectadores se interesen en la obra de Andrés Caicedo. Definitivamente es el mejor tributo que se le puede hacer.

 

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