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'Anina', una película que retrata la mirada inocente de la infancia

Basada en una novela homónima, la película animada ‘Anina’ es una coproducción colombo-uruguaya que busca cautivar el público familiar. La historia, llena de color y ternura, acaba de ser escogida para representar a Uruguay en los premios Oscar.

26 de enero de 2014 Por: Claudia Rojas Arbeláez | Especial para GACETA

Basada en una novela homónima, la película animada ‘Anina’ es una coproducción colombo-uruguaya que busca cautivar el público familiar. La historia, llena de color y ternura, acaba de ser escogida para representar a Uruguay en los premios Oscar.

Para esta niña la vida es un cuento que va y viene, del ayer al mañana, del sueño a la realidad. Es Anina, hija única de un matrimonio amoroso en el que se promulga una educación basada en la comunicación. En el colegio, sin embargo, la cosa parece ser de otra manera. Allí, entre amigos y conocidos, la niña pasa sus horas con sus maestras que también resultan ser buenas y malas.Esta constante se repite en su vida, donde todo parece tener dos caras, dos caminos: uno de ida y otro de vuelta. Empezando por su nombre Anina Yatay Salas, que se lee igual al derecho que al revés. Todo es un asunto que su padre, un ilustrador amante de los palíndromos que ha planeado todo desde el momento mismo de la escogencia de su nombre. Desde entonces, todo lo que ha hecho es regalarle a su hija poemas y frases que se leen de igual manera: al derecho y al revés.Lo que al principio parecía encantar a la niña, ha empezado a molestarle al punto de odiar su nombre. Sí, esto de tener un palíndromo por nombre le ha traído más problemas que alegrías, empezando por su colegio, en donde es objeto de burlas y hasta ha llegado a recibir el apodo de niña ‘Capicúa’ (palíndromo) entre sus compañeros. Esto, por supuesto, amarga a Anina que no puede dejar de sentirse rara, distinta y lejos de lo que piensa su padre, nada afortunada. Pero no es un asunto de matoneo, ni nada por el estilo. Es más bien una cuestión de supervivencia típica en un ambiente escolar en el que no faltan los juegos, las bromas y los apodos.Toda esta normalidad cambia de manera radical durante un recreo en el patio del colegio cuando nuestra protagonista termina metiéndose en un lío con una de sus compañeritas. Es el punto de partida de una película que lleva por nombre ‘Anina’ y que es el resultado de una coproducción hecha entre Uruguay y Colombia.La película animada está basada en un novela homónima escrita por Sergio López Suárez y fue ilustrada por su director, Alfredo Soderguit. La producción, por su parte, corrió por cuenta de un equipo conformado por la productora colombiana Antorcha Films (encabezada por Johnny Hendrix Hinestroza), Palermo Studio y Rain Dogs Cine.‘Anina’ es una de esas películas que cuenta con una historia que la respalda. La anécdota, hermosa en su sencillez, no cuenta con grandes artilugios narrativos, mucho menos dramáticos y, sin embargo, logra engancharnos. Esta historia blanca y alejada por completo de la violencia y la dura realidad de algunas aulas, nos deja ver una infancia que nos resulta cercana y un tanto inocente. Ahí radica su belleza: en el aprovechamiento visual que se logra gracias a los bonitos dibujos y a la pureza de los trazos que muestran los mejores rasgos de sus personajes y que incluso nos permiten aventurar un poco más.Aparecen entonces los cabellos, rojo el de ella, rubio el de su amor platónico, negro y crespo el de su mejor amiga, y cobran importancia. De la misma manera los colores de los escenarios y los universos infantiles propios de los juegos, las pesadillas, las ensoñaciones y los miedos. Buena decisión la de recrear este tipo de situaciones para enriquecer una historia que si bien es entretenida y entrañable sí luce escasa al momento de extenderse a un largometraje.La verdad es que desde su primera secuencia, la película nos engancha y capta nuestra atención, mostrándonos a una niña encantadora que nos convierte en cómplices de su situación actual.Sin embargo, se agota y pronto la expectativa que se había generado en el comienzo, se estanca.Incluso por momentos se torna lenta y la tensión se cae. Claro, es apenas comprensible ante una trama que pretende mantenerse solo con un conflicto que no parece tener su punto máximo en las secuencias iniciales pero que después no crece lo suficiente. Entonces entran al juego otros elementos que nos permiten conocer más el universo de esta pequeña: los sueños y las canciones con los que se deja ver uno que otro homenaje a viejas películas de culto, y algunas secuencias lúdicas propias de la niñez y a la vida escolar de antaño. De todas maneras, el mundo de Anina es propio de ella y no está ubicado en un momento particular, mucho menos en el actual.Pero estos son detalles que bien pueden pasar inadvertidos cuando una historia despierta ternura valiéndose de lo que tiene a mano. En este caso son sus personajes, construidos con el tacto suficiente para que logremos conocernos y hacerlos nuestros desde el comienzo. Aquí la economía de los personajes es doblemente buena cuando nos encontramos con unos tan encantadores como los padres de la niña, él un ilustrador amoroso y ella una madre cómplice, que no duda en igualarse a su hija y apoyarla en todo.Así es el mundo de Anina. Familiar, escolar, bonito y en su justa media colorido. No hay derroches de positivos ni ternura falsa. Por eso se convierte en una buena opción de cine familiar, algo sin duda distinto a lo visto en el cine nacional y que dejará con buen sabor de boca quienes asistan a verla. A pesar de que su trama parece dirigida a los más pequeños, no por esto deja de ser amena para los demás.

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