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Opinión: Comensales colombianos

Al campo tenemos que visualizarlo más como empresarios y menos como dueños de fincas.

23 de abril de 2015 Por: Santiago Duarte | Columnista Invitado

Al campo tenemos que visualizarlo más como empresarios y menos como dueños de fincas.

El campo colombiano está sin duda cada vez más expuesto a la globalización y a las consecuencias, positivas o negativas, que esta pueda traer a todos como comensales y agricultores de nuestro país.  

Sin embargo, quizás es nuestra obligación patriótica  determinar el alcance que permitamos darle a las distintas consecuencias de la globalización, independiente de donde nos situemos como actores de la cadena de alimentos.

Como consumidores (unos 42 millones de colombianos), tenemos un rol muy importante ya que somos el último eslabón de la cadena de producción y/o  procesamiento de los alimentos y como tal determinamos con nuestros hábitos alimenticios la demanda y eventual producción (oferta) de los diferentes productos que a diario consumimos.  Pero en este proceso diario de escoger qué queremos consumir tenemos muchos roles y funciones, uno de ellos, es el de decidir y exigir de dónde queremos que provenga nuestra comida. 

Esto que algunos buscan llamar “tendencia” en la industria alimenticia, es también un acto patriótico milenario que nos fortalece como sociedad y país al conectarnos con la realidad de nuestros millones  de agricultores colombianos, que en cada cosecha o ciclo de producción animal, se enfrentan a las condiciones del mercado local que cada vez están más expuestas a los efectos de la globalización.

Es Hipócrates el que nos recuerda que “somos lo que comemos”, por lo tanto integrarnos con la comida que crece en nuestro campo es compartir con la realidad del país y descubrir quiénes somos dentro de este proceso personal, socioeconómico y cultural. Sin mencionar los millones de empleos y efecto multiplicador que tiene en la economía toda la agroindustria nacional. 

Con esto no quiero decir que es un acto de traición a la patria consumir un alimento importado, sin duda hay muchos que no se consiguen en nuestro país y algunos que definitivamente son muy costosos producirlos en calidad y precio similares a nuestros competidores internacionales.

Por lo tanto, lo que aquí al fin propongo es que como comensales colombianos, compremos siempre que podamos productos de origen colombiano (no solo aquellos que tienen marca registrada en Colombia) pero sin privarnos de las delicias y de los “buenos” precios que a veces nos llegan del extranjero. 

En el otro extremo de la cadena de valor, como agricultores, nuestra tarea es la de atender e innovar con mejores, nuevos y variados productos en nuestro mercado local y abrirnos cada vez más, a la increíble posibilidad de exportar, conquistando más y nuevos mercados extranjeros. No es fácil cambiar lo que durante años (o siglos) se viene haciendo en nuestro campo colombiano, pero podemos al menos empezar por intentarlo, eliminando primero los paradigmas y los miedos.

Tenemos que visualizar nuestro campo más como empresarios y menos como propietarios de fincas o tierras. Dediquemos más tiempo al estudio y aprendizaje del campo y menos tiempo en las quejas y a las críticas. El campo colombiano lo construimos todos, comensales y  agricultores, y por eso tenemos que ser juntos corresponsables de cualquier modelo agrícola que emprendamos juntos.

Santiago Duarte es Politólogo de la Universidad de los Andes

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