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La historia del caleño que dejó huella en la ampliación del Canal de Panamá

Se trata de Alfonso Muñoz Córdoba, ingeniero de la Universidad del Valle. Esta es su historia.

20 de julio de 2016 Por: Redacción de El País

Se trata de Alfonso Muñoz Córdoba, ingeniero de la Universidad del Valle. Esta es su historia.

Alfonso Muñoz Córdoba ama la industria manufacturera. Desde que era un adolescente le tomó cariño a los cables de cobre y de aluminio, de esos que  se utilizan en las grandes obras de infraestructura, como la de la ampliación del Canal de Panamá. El mes pasado, concretamente el 26 de junio, cuando el Gobierno de ese país inauguró el tercer juego de esclusas para que puedan pasar por allí los barcos más grandes del mundo,   Muñoz Córdoba sintió una de las mayores alegrías. Percibió un corrientazo de vida, de energía. 

No era para menos, pues este caleño dejó su propia huella en el canal. La empresa que presidió hasta hace dos años fue la que vendió los cables eléctricos y asesoró en su instalación para que esas esclusas funcionen. La compañía se llama Centelsa y también es de Cali, aunque hoy haga parte de uno de los grupos cableros más importantes del mundo, el mexicano  Viakable.

Todo el cableado que se necesitó para esa obra, considerada como una maravilla en el mundo, lo puso Centelsa. “Dos mil toneladas de cobre le   manufacturamos los  vallecaucanos al Gobierno panameño. Cables que cumplen con las normas internacionales. Nos sentimos muy orgullosos por ese aporte, que no fue nada fácil porque competimos con países muy fuertes en este mercado y les ganamos. Entre ellos Francia, Italia y México”, comentó Muñoz Córdoba. Este ingeniero químico de la Universidad del Valle no es el único que se siente feliz. El negocio de la venta de ese monumental cargamento de cables se debe al arduo trabajo que hicieron Luis Fernando Durán, vicepresidente comercial de Centelsa, y Miguel Arellano,  gerente de exportaciones.  “Ellos fueron piezas clave en ese logro, pues no fue una negociación sencilla, duró dos años hasta que se logró cristalizar”, expresó. Centelsa no solo comercializó los cables eléctricos, también le vendió al canal algunos de comunicaciones que se utilizan para la  transmisión de energía en toda la red, en el manejo de máquinas y en la apertura de las compuertas. En el lenguaje técnico se conocen como cables de control e instrumentación. Como presidente de Centelsa, cargo que ocupó hasta el 2014, Alfonso Muñoz Córdoba recordó  que en el 2008, cuando la empresa se ganó la licitación, el Canal de Panamá se convirtió en su segundo hogar. A partir de allí empezó  una serie de reuniones con las autoridades del Canal hasta el año 2012, cuando se iniciaron en forma los trabajos. Los viajes eran permanentes. “Alcancé a contabilizar 20  desde Cali por año. Era una tarea ardua, pues  aunque no instalamos los cables, sí supervisabamos la instalación. Debíamos estar con los ojos bien puestos. Un error en algún cable y todo se iba al traste”, señaló. En las pruebas todo funcionaba correctamente, pero la prueba final era la graduación y el día era el 26 de junio del 2016 cuando pasara el gran buque chino en presencia de autoridades, presidentes  y periodistas de todo el mundo.  La hora cero llegó y todo salió perfecto. Compuertas y  esclusas funcionaron sin problema. Todos aplaudieron al paso del barco y las autoridades del canal y los empresarios y los invitados dieron fe de la magnífica obra de ingeniería. La felicidad fue completa para todos, para los que vendieron los cables y para los que compraron. Fue un gran negocio, de muchos ceros a la derecha, pero secreto.    Si bien Alfonso Muñoz lideró la venta del cable en representación de Centelsa, su equipo de trabajo hizo una gran tarea. Buena parte de ese equipo aún está en la compañía. Muñoz   Córdoba se despidió hace dos años, pero no ha dejado de trabajar. La manufactura le apasiona,  por eso no la abandona. ahora está vinculado a una empresa de ingeniería, también caleña. Se llama TKF Ingeniería. Su especialidad es el diseño y fabricación de equipos de transferencia de calor, hornos de pintura y hornos para incineración de basuras, entre otros. Hoy, a los  65 años, Muñoz Córdoba quiere seguir dejando huellas.  

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